5 parásitos 'zombi' que controlan mentalmente a sus víctimas
No es una película de terror, sino un fenómeno muy real: algunos parásitos secuestran los cerebros de sus huéspedes para hacerles actuar de formas horribles.
Bajo el control de una larva parasitaria, la araña Leucauge argyra teje un "capullo de telaraña" que servirá de incubadora para la larva de la avispa hasta que se desarrolle.
Este artículo se publicó originalmente el 24 de noviembre de 2014 y a sido actualizado el 17 de enero de 2023 a partir de una versión en inglés aparecida en nationalgeographic.com
Puede que los zombis sigan siendo cosa de ficción, pero algunos parásitos más o menos llegan a convertir a sus huéspedes en auténticos muertos vivientes.
Estos maestros del control mental manipulan a sus huéspedes desde dentro, haciéndoles actuar de una forma autodestructiva que, en última instancia, beneficia al parásito.
"Algunos parásitos pueden alterar el comportamiento de su huésped de forma que le proporcionen un hogar mejor, le aporten más nutrientes o hagan que el huésped se traslade a un entorno diferente", explica Janice Moore, bióloga de la Universidad Estatal de Colorado en Fort Collins (Estados Unidos).
Esta estrategia parece funcionar, y añade: "Un parásito que pueda alterar el comportamiento de su huésped y, al hacerlo, mejorar su propia transmisión, se verá favorecido por la selección natural.
(Relacionado: Cordyceps: el hongo que convierte a los insectos en 'zombis')
Avispas tejedoras
Las hembras de la avispa costarricense Hymenoepimecis argyraphaga ponen sus huevos en los abdómenes de las desafortunadas arañas del orbe llamadas Plesiometa argyra.
Después de vivir de su huésped durante unas semanas, la larva de la avispa inyecta una sustancia química en la araña que le hace construir un extraño y nuevo tipo de telaraña, diferente a todo lo que ha construido antes.
Pero esta nueva tela no es para la araña: está pensada para sostener el capullo que la larva de avispa construirá después de matar y comerse a la araña.
La avispa joya (Ampulex compressa) caza cucarachas y se apodera de sus procesos de toma de decisiones.
Cucarachas zombificadas
Cuando la avispa joya hembra está lista para procrear, encuentra una cucaracha que le sirva de vivero viviente para sus crías (aquí tienes un vídeo de la novela gráfica Sting of Doom del número de noviembre de 2014 de National Geographic).
(Relacionado: Esta telaraña es tan fuerte que soporta el peso de un pájaro)
Primero inyecta una toxina en la cucaracha que paraliza sus patas delanteras. A continuación, la avispa ataca de nuevo en la cabeza de la cucaracha. Frederic Libersat, de la Universidad Ben-Gurion de Israel, y sus colegas descubrieron que el veneno se dirige a una zona específica del cerebro responsable de iniciar el movimiento.
Privada de su capacidad de moverse por voluntad propia, la cucaracha puede ser agarrada por la antena y guiada a una madriguera, donde la avispa pondrá su huevo sobre la víctima y los sepultará juntos.
La larva de la avispa consume lentamente a la cucaracha durante varios días antes de pupar en su abdomen, emergiendo como adulto aproximadamente un mes después.
Bolas de baba que controlan la mente
Cuando es adulta, la lanceta hepática (un tipo de platelminto) reside en el hígado de mamíferos que pastan, como las vacas.
Sus huevos se excretan en las heces del hospedador, que luego se comen los caracoles. Después de que los huevos eclosionen en el interior del caracol, éste crea quistes protectores alrededor de los parásitos y los expulsa en bolas de moco.
Las hormigas consumen estas bolas de baba. Cuando los parásitos se introducen en el cerebro de una hormiga, hacen que el insecto trepe hasta la punta de una brizna de hierba y se quede inmóvil, donde es más probable que se lo coma un mamífero. De este modo, la Fasciola hepática puede completar su ciclo vital.
(Relacionado: La enfermedad de los ‘ciervos zombies’ podría mutar y contagiar a humanos)
La danza de la muerte de los peces
La fasciola Euhaplorchis californiensis comienza su vida en un caracol cornudo que habita en el océano, donde produce larvas que luego buscan su siguiente huésped, un pez killi.
Una vez que encuentra un pez, el parásito se adhiere a sus branquias y se abre camino hasta el cerebro. Pero ésta no es su última parada.
La fasciola necesita entrar en el intestino de un ave acuática para reproducirse. Así que, dentro del cerebro del killi, la aleta libera sustancias químicas que hacen que el pez se agite, se sacuda y salte.
Jenny Shaw, por entonces en la Universidad de California en Santa Bárbara, y sus colegas descubrieron que el parásito disminuye la serotonina y aumenta los niveles de dopamina en el cerebro del pez. El cambio en esta química cerebral estimula a los peces a nadar y comportarse de forma más agresiva.
El gusano Paragordius varius infecta a un grillo y le induce a cometer suicidio saltando al agua.
Estos movimientos atraen la atención de los pájaros, que pueden comerse a los peces y a las lombrices. Los parásitos se aparean y sus huevos vuelven al agua en los excrementos de las aves para que se los coman los caracoles cornudos y comience de nuevo el ciclo.
Grillos suicidas
Los gusanos capilares se enfrentan a un reto permanente: infectan a insectos terrestres como los grillos, pero los parásitos deben llegar a un hábitat acuático para reproducirse.
Investigadores del Centro National de Investigación Científica de Francia han descubierto cómo lo consiguen. Los gusanos producen sustancias químicas que controlan su mente y hacen que su huésped grillo se acerque a la luz. Como las masas de agua reflejan la luz de la luna, los grillos suelen dirigirse hacia lagos y arroyos.
Los grillos se sumergen y se ahogan, y los gusanos emergen listos para encontrar a su próxima víctima.