El deshielo del suelo del Ártico libera una gran cantidad de gases peligrosos
El «deshielo abrupto» afecta al cinco por ciento del permafrost ártico, pero podría duplicar su contribución al calentamiento.
En los bosques de píceas negras del río Tanana, en la región central de Alaska, las científicas Miriam Jones y Merritt Turetsky observaron durante años cómo los árboles se inclinaban y se derrumbaban sobre el terreno pantanoso. Con el paso del tiempo, la tierra se debilitó y se volvió caldosa. Este suelo, que antes estaba endurecido y lleno de hielo, estaba calentándose, hundiéndose y llenándose de lluvia y agua del deshielo.
Los científicos han sabido durante décadas que el aumento de las temperaturas que provoca deshielo del suelo congelado en latitudes septentrionales, llamado permafrost, liberará gases de efecto invernadero, que a su vez acelerarán el cambio climático global.
Pero basándose en parte en lo que aprendieron estudiando los «bosques borrachos» de Alaska, Turetsky, Jones y un equipo de expertos han confirmado algo más esta semana: el calentamiento de franjas pequeñas del suelo congelado que contenga vetas de hielo de gran tamaño liberará muchas más emisiones de lo pensado.
Es probable que este proceso, llamado «deshielo abrupto», afecte solo al cinco por ciento del permafrost ártico. Sin embargo, según las estimaciones más conservadoras, es probable que sea suficiente para duplicar la contribución total del permafrost al calentamiento del planeta. Los resultados del estudio del equipo dirigido por Turetsky se han publicado en un trabajo de la revista Nature Geoscience.
«Es un cambio pequeño, pero puede tener repercusiones enormes», explica Turetsky, directora del Instituto para la Investigación Ártica y Alpina de la Universidad de Colorado.
Los científicos aclaran que el deshielo abrupto no es motivo de alarma. El permafrost aún produce menos emisiones que la quema de carbón, petróleo y gas natural. David Lawrence, científico del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado, explica que (hasta ahora) se prevé que el deshielo del permafrost por el cambio climático antropogénico aumentará un 10 por ciento.
Pero que esa cifra se duplique no es una nimiedad, ya que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (la organización internacional que estima lo rápido que debemos dejar de quemar combustibles fósiles para mantener a raya el calentamiento) no ha tenido en cuenta plenamente el permafrost.
En otras palabras, si queremos limitar el calentamiento a 1,5 o 2 grados Celsius, tendremos que cambiar a las energías renovables más rápido de lo pensado.
Los peligros del metano
Aunque los resultados de Turetsky no se publicaron hasta esta semana, sus años de investigación y los de varios de sus coautores fueron la base de un reportaje del número de septiembre de 2019 de la revista National Geographic.
El reportaje demostraba que los científicos han sabido desde hace tiempo que el permafrost contiene casi el doble de carbono que la atmósfera, la mayoría en forma de restos parcialmente descompuestos de plantas y animales. Nadie prevé que se derrita toda ni la mayoría de esa tierra, y la mayor parte de la que sí lo haga lo hará de forma gradual a lo largo de décadas, liberando dióxido de carbono lentamente. Parte de ese CO2 será absorbido por las plantas conforme el aumento de las temperaturas incremente el reverdecimiento de la vegetación ártica.
Pero una pequeña fracción de los casi 23 millones de kilómetros cuadrados de permafrost contiene hielo sólido. Cuando esa tierra se derrita, el hielo también se derretirá y alterará drásticamente el paisaje. El suelo se hundirá para llenar el vacío que ha dejado ese hielo y creará terrones que se convertirán en estanques e incluso en lagos. Toda esa humedad acelerará aún más el deshielo.
El calentamiento del suelo también puede exponer turberas abundantes en carbono que habían estado sepultadas en esta nevera durante miles de años. Esto puede provocar deslizamientos de tierra y agitar suelos antiguos. Muchas partes del Ártico están cambiando más rápido de lo previsto. En una isla del norte de Canadá, las depresiones en el suelo se multiplicaron por 60 entre 1984 y 2013.
Esto es importante por varios motivos. Una vez el hielo sólido empieza a drenarse, el paisaje puede cambiar mucho prácticamente de la noche a la mañana, en días, semanas o meses. Cuando se producen estos cambios, se libera mucho más carbono contenido en estas tierras en forma de metano, que puede ser 25 veces más potente que el CO2 como gas de efecto invernadero.
Algunos científicos pueden verlo. Katey Walter Anthony, de la Universidad de Alaska, Fairbanks, suele salir en invierno cuando ha oscurecido para agujerear el hielo de las lagunas congeladas. Si sostiene una llama junto al agujero, puede documentar si emite metano.
Durante años, todas las primaveras, Jones y Turetsky, expertas en los humedales árticos, viajan en moto de nieve al interior de Alaska para tomar muestras del permafrost. Una vez hace años, Jones, que trabaja para el Servicio Geológico estadounidense, observó el interior de un agujero que acababa de hacer en el suelo con su instrumental. Vio que se estaban formando burbujas a escasos metros. El suelo estaba tan caliente que los microbios estaban alimentándose de la materia vegetal y estaban liberando metano por el suelo húmedo. «Parecía que estaba hirviendo», afirma Jones.
El permafrost cuenta
El estudio que ha publicado Turetsky esta semana es el primero que intenta calcular cómo contribuyen los cambios del permafrost a las emisiones de gases de efecto invernadero y la magnitud de dicha contribución.
«La mayoría pensábamos que sería mucho menor. Fue toda una sorpresa», afirma Lawrence.
Lawrence afirma que la conclusión es que el permafrost dificultará que cumplamos los objetivos de emisiones.
Los modelos informáticos que proyectan cómo afectarán las emisiones a la temperatura global aún acaban de empezar a simular el deshielo del permafrost. La última evaluación del IPCC, en 2014, no incorporó las emisiones del permafrost. En 2018, el informe especial del IPCC sobre cómo limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados afirmaba que debíamos recortar un 45 por ciento las emisiones globales de combustibles fósiles para 2030 y del todo para 2050. Dicho informe usó un modelo simplificado para estimar el deshielo gradual y no incorporó el deshielo abrupto.
Los científicos saben que eso debe cambiar. Según Turetsky, «debemos fijar nuestros objetivos políticos ahora» para empezar a acelerar la transición a energías más limpias. Si los gobiernos no tienen en cuenta los efectos del permafrost, «¿cuán realistas son nuestras proyecciones?».
Con todo, no está del todo claro cómo lo resolverán los investigadores. Los paisajes árticos son vastos y su seguimiento es escaso, y otros factores (como el aumento de los incendios en el Ártico) pueden acelerar el deshielo.
Charles Koven, científico en plantilla del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, es uno de los autores principales de la próxima evaluación del IPCC, que aborda un capítulo sobre el ciclo del carbono. También es uno de los coautores del trabajo de Turetsky.
«Somos conscientes y tendremos en cuenta estos resultados», afirma Koven.
Turetsky sostiene que, en cierto modo, el extraño comportamiento del paisaje que están documentando conforme el permafrost se derrite podría considerarse un regalo.
«Los cambios en el Ártico parecen aterradores», afirma. Pero «el Ártico revela sus lecciones mientras aún controlamos nuestro futuro. El Ártico nos cuenta lo que ocurrirá en el mundo en las próximas décadas».
Solo tenemos que escucharlo y actuar en consecuencia.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.