Las especies invasoras gobernaron esta isla durante más de un siglo, pero ahora ha vuelto a nacer

La isla de Redonda, despojada de su fauna y flora por especies invasoras como las cabras y las ratas, se ha recuperado muy rápidamente. ¿Cuál es el secreto de su mejoría?

Por Michael Hingston
Publicado 20 feb 2020, 13:03 CET
Redonda
La isla de Redonda, que antes se consideraba perdida debido a las cabras y las ratas voraces.
Fotografía de Ed Marshall, Redonda Restoration Programme

Se tardan horas en navegar hasta Redonda, pero tras unos minutos caminando aparece el primer dragón.

Este islote aislado en las Indias Occidentales caribeñas es un fragmento imponente de un antiguo volcán rodeado de acantilados de decenas de metros de alto. Está cubierto de arbustos y hierbas que llegan hasta la rodilla y que pueden ocultar a algunas de las especies que la habitan. La vegetación está salpicada de nidos cuyos dueños (piqueros y rabihorcados) vuelan en el cielo. Tres lagartos y geckos pigmeos, ambos autóctonos de la isla, permanecen en las zonas de sombra cercanas. Y el dragón de Redonda, un raro lagarto negro de 15 centímetros, es aún más audaz: dejo de caminar unos segundos y me apoyo en los restos oxidados del cabezal de un cable y un grupo entero sale y corretea sobre mis zapatillas.

El Anolis nubilus, uno de los reptiles que se recuperó tras la retirada de las especies invasoras de la isla.
Fotografía de Ed Marshall, Redonda Restoration Programme

No siempre ha sido así. De hecho, si hubieras visitado Redonda hace cinco años (algo difícil tanto entonces como ahora), habrías visto el lugar que los residentes de la cercana Antigua (de la que Redonda forma parte, técnicamente) consideraban una isla moribunda y perdida. Durante 50 años, a finales del siglo XIX y principios del XX, Redonda rebosaba de actividad, ya que era el emplazamiento de una mina que usaba un gran sistema de poleas para bajar los cubos de guano y fosfatos (usados como fertilizante) a la orilla. Más de 100 hombres trabajaron en la mina en su apogeo y la mayoría vivía en la isla a tiempo completo.

Tras el comienzo de la Primera Guerra Mundial, la mina cerró dejando a su paso dos cosas: cabras y ratas. Durante el siglo siguiente, estas especies extranjeras se aliaron para devorar todo lo que había a la vista hasta que no quedó nada salvo polvo y restos de maquinaria antigua.

Sin embargo, en los últimos años se ha producido un giro ecológico impresionante en Redonda a un ritmo más rápido del que se imaginaban sus defensores más optimistas. Para mucha gente, la «renaturalización» es un proceso tranquilo y pasivo, como alejarse de un jardín para permitir que vuelvan a crecer las hierbas naturales. Para el Programa de Restauración de Redonda, la renaturalización ha sido un proceso más complicado que ha implicado helicópteros, cabras envueltas en plástico, escaladores armados con matarratas y un equipo de protección elaborado con churros de piscina y mallas.

¿Un caso perdido?

Durante mucho tiempo, Redonda se consideró un caso perdido por la amplitud de los daños causados por los animales, la inaccesibilidad de la isla y porque pasó mucho tiempo hasta que se popularizó la idea misma de conservación.

«Por lo general, en Antigua la conservación se considera algo elitista. Si tienes dinero, puedes preocuparte por los árboles y los lagartos. Pero si necesitas un dólar al día para dar de comer a tus hijos, no tienes tiempo para ver los efectos a largo plazo», afirma Natalya Lawrence coordinadora del Environmental Awareness Group, una organización sin ánimo de lucro que supervisa el programa de restauración de Redonda.

El EAG se fundó a finales de los años 80 y desde entonces ha puesto en marcha muchos proyectos de restauración en Antigua y sus alrededores. En las últimas décadas, han logrado erradicar a las ratas de más de una docena de islas en la zona. Con todo, Redonda, que se vislumbra en el horizonte al sudoeste, siempre fue el proyecto de ensueño de la organización. Finalmente, en 2016, tras varias rondas de consultas y estudios de viabilidad, un grupo de voluntarios estableció un campamento en la meseta principal de la isla y se puso manos a la obra.

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    Las cabras de redonda antes de que las transportaran a Antigua.
    Fotografía de Jeremy Holden, Fauna & Flora International

    El primer paso fue reubicar a la manada de casi 60 cabras salvajes de Redonda. Los voluntarios tenían un plan, pero tras dos meses solo habían conseguido capturar a un animal.

    «Las cabras eran inteligentísmas. Veían nuestras trampas y las saltaban», recuerda Shanna Challenger, coordinadora del Programa de Restauración de Redonda.

    Los cebos con comida y agua tampoco surtieron efecto. Al final, un grupo más amplio de trabajadores logró acorralar a las cabras y sacarlas de la isla en helicóptero. Para calmarlas, colocaron a cada cabra dentro de una bolsa de plástico que les llegaba hasta el cuello, las vendaron con una capucha hecha con mallas deportivas y les protegieron los cuernos con churros de piscina de espuma para el vuelo de 20 minutos a Antigua.

    Asimismo, aquel grupo (que incluía a representantes de varias organizaciones, como Fauna and Flora International y Wildlife Management International) también se encargó de erradicar a las casi 6000 ratas negras que habían infestado cada rincón de la isla. Las ratas eran grandes e insaciables: cuando los voluntarios volvían para comprobar sus trampas envenenadas, otras ratas habían empezado a devorar los cadáveres de sus compañeras. Como gran parte de Redonda es inaccesible para los humanos, el EAG también contrató a alpinistas del British Mountaineering Council para que escalaran los acantilados y colocaran veneno en los recovecos más inalcanzables de la isla.

    Cuando consiguieron deshacerse de las cabras y las ratas, el EAG decidió esperar para ver cómo se regeneraba de forma natural antes de intervenir. Resulta que no necesitaron hacer gran cosa. En cuestión de un año, las poblaciones de aves terrestres se habían decuplicado. También habían repuntado las poblaciones de especies endémicas raras como el dragón de Redonda y el lagarto arborícola. Incluso cambió el color de la isla, de marrón a verde, conforme las gramíneas y los árboles autóctonos regresaban más rápido de lo previsto. Un estudio de 2012 contó 17 tipos diferentes de vegetación en Redonda; en el estudio más reciente, en 2019, se contabilizaron 88.

    Redonda en 2016 y 2019
    Fotografía de EAG Antigua

    Planes de futuro

    Como ocurre con muchos proyectos de conservación, no se ha definido una fecha de finalización. Aunque Redonda recibe pocos visitantes, el EAG sigue supervisando la isla para garantizar que la recuperación continúa a buen ritmo y que no han reaparecido ni las ratas ni otras especies invasoras. Por otra parte, el gobierno de Antigua está estudiando un plan para convertir Redonda y las aguas de los alrededores en una reserva natural permanente.

    Sea como fuere, para el EAG Redonda representa la culminación de una labor de renaturalización que ha durado décadas. La velocidad de la recuperación de la isla pone de manifiesto la eficacia de la conservación y también que pueden salvar hasta los lugares más yermos en apariencia. «Con un poquito de ayuda, la naturaleza puede recuperarse», afirma Challenger.

    Lawrence espera que la gente admire Redonda, pero que también comprenda y celebre toda la labor oculta que implica un proyecto de renaturalización de esta escala. Es fácil que la gente se maraville ante la belleza de la isla, «pero no sabe todo el esfuerzo que se ha invertido en mantenerla así», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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