¿Cómo reabrirán las piscinas durante la desescalada del coronavirus?

El verano se acerca y los gestores de piscinas de Estados Unidos han ideado formas creativas de abordar los retos de la crisis del coronavirus.

Por Cynthia Gorney
Publicado 27 may 2020, 15:41 CEST
Michael Andrew

El padre del nadador olímpico estadounidense Michael Andrew lo entrena en una piscina residencial en San Diego, California. La pandemia de COVID-19 ha puesto patas arriba las rutinas de los atletas profesionales, así como las de los aficionados a la natación.

Fotografía de Sean M. Haffey, Getty Images

Si eres nadador o nadadora, asistes regularmente a clases de aquagym o tienes dolor de espalda y el agua es lo único que lo alivia, entonces es probable que también eches de menos la piscina durante la pandemia. A no ser que tengas una en casa, en cuyo caso, las nadadoras menos afortunadas como yo te deseamos lo mejor, pero te odiamos un poquito. Quizá puedas dar un paseo o ir en bici por tu barrio. Se agradece, sí, pero no es lo mismo.

Tienes los hombros tristes. Tus brazos quieren surcar el agua porque es una sensación única y, para muchos, adictiva en cierto modo. Casi han llegado las vacaciones de verano así que ¿cuánto queda para que reabran? ¿Y puede infectarnos el coronavirus en el agua?

Un día caluroso, Dan Berzansky está a las puertas de una piscina del sur de California. Lleva pantalón corto y un polo, su ropa habitual para ir a trabajar. Cuatro padres y madres con sus hijos impacientes aguardan, toalla en mano, a que les dé las instrucciones de seguridad. Todos llevan el bañador debajo de la ropa para no tener que ir al vestuario. Berzansky es dueño de una empresa que ofrece clases de natación y socorristas a piscinas de barrios y asociaciones de propietarios. Este mes, una docena de ellas han abierto sus puertas de forma provisional y él es el encargado de la seguridad. Los obstáculos que ha sorteado son habituales para cualquier gestor, entrenador de natación y experto en seguridad de piscinas del mundo.

Póster

Un póster fomenta la natación como ejercicio saludable si se hace en piscinas limpias.

Fotografía de Library of Congress

Berzansky sostiene una hoja de papel. «Normas para la COVID-19 de la piscina», lee.

No importa si ya las has oído, explica Berzansky; cualquiera que entre en la piscina tendrá que escucharlas de nuevo. «Tengan en mente que han reservado 45 minutos para usar la piscina», prosigue. «Si desean usar los vestuarios, que no está recomendado, tendrán que hacerlo dentro de sus 45 minutos».

Es un guion de seis puntos, y el número seis es la advertencia más general: «Entran conociendo los riesgos asociados a estar en un lugar público durante la pandemia de COVID». Las normas de distanciamiento social siguen aplicándose. Cada grupo debe quedarse en su propia parte de la piscina, delimitada con cuerdas, a un mínimo de dos metros de otros grupos. Para hacer largos, han creado varias calles donde solo puede haber una persona durante un máximo de 45 minutos. No se permite que entre nadie que se haya expuesto a la COVID-19 o que tengan síntomas, como la pérdida reciente del olfato o el gusto. El agua de la piscina es segura (enseguida hablamos de eso), pero cada hora los socorristas limpian cualquier cosa que se toque fuera del agua, a pesar de que su formación no incluye aprender a desinfectar las escaleras y las tumbonas.

Berzansky nos contó todo esto unos días después, por teléfono. Sonaba tan resignado como decidido. «Tenemos que ser muy creativos», dijo. «Básicamente decimos que las duchas están cerradas, pero los baños están abiertos para usarlos en caso de emergencia. La verdad es que la gente solo tiene 45 minutos, así que no va a malgastar el tiempo yendo al baño».

Como en Estados Unidos no hay una normativa pandémica nacional aplicable a las zonas de nado (las piscinas y las playas están sometidas a diferentes niveles de autoridad estatal y local), la creatividad ha florecido con el verano a las puertas, pero también las declaraciones chocantes.

Florida mantuvo sus playas abiertas en marzo y las cerró tras las numerosas críticas por las fotos de aglomeraciones; la semana pasada, el estado reabrió las playas, pero algunos condados se han negado. Texas dice que pueden abrirse las piscinas, pero las autoridades de algunas ciudades, como Fort Worth, han dicho que no.

En Nueva York, el alcalde Bill de Blasio ha prohibido nadar en las playas hasta el Día de los Caídos (25 de mayo) y, según anunció, tampoco habría socorristas. ¿Y si los bañistas entran en el agua de todos modos? «No se permite el nado en zonas sin socorristas. Los agentes de policía y los empleados de los parques patrullarán las playas para asegurarse de que así sea», respondió por email un portavoz del departamento de parques de la ciudad.

En Carolina del Sur, donde las directrices estatales han dado libertad a las piscinas para que reabran (con distanciamiento social, desinfecciones frecuentes, etcétera), se improvisa de ciudad en ciudad. «A las seis de la mañana, los profesionales nadan durante una hora. De las siete a las siete y media, limpiamos», explica Brenda Rindge, coordinadora de una piscina de North Charleston, recitando el horario que ayudó a crear para la reapertura de la piscina de 50 metros. «De las siete y media a las diez, el equipo de natación juvenil. De las diez a las diez y media, limpiamos».

Nos hacemos una idea. Esto sigue así todo el día, como si fuera una casa del siglo XIX donde el personal de limpieza se pone manos a la obra en una habitación en cuanto salen sus ocupantes.

En Alaska, donde se ordenó el cierre de las escuelas en marzo, un entrenador llamado Cliff Murray recibió permiso para retomar los entrenamientos en una piscina de Anchorage, ya que él y algunos voluntarios tuvieron la idea de colocar paneles de plexiglás caseros entre las calles. «Estaba en una ferretería, con mascarilla y todo, y el cajero estaba detrás de un panel de plexiglás y no llevaba mascarilla», contó Murray un día después del primer entrenamiento con estas nuevas barreras. «Y se me ocurrió que era algo que podía incorporar».

¿Cómo ha funcionado? Pues, según Murray, bastante bien. Por ahora, solo usa la piscina el equipo de natación Northern Lights, no el público general, pero los nadadores están eufóricos, tanto por poder verse como por volver al agua. «Aunque hables a través de un panel de plexiglás, es mucho mejor que hacerlo por FaceTime o Zoom», dijo. «Ayer vi muchas sonrisas».

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    “Aunque hables a través de un panel de plexiglás, es mucho mejor que hacerlo por FaceTime o Zoom. Ayer vi muchas sonrisas.”

    por CLIFF MURRAY, ENTRENADOR DE NATACIÓN

    No es el agua lo que preocupa a la gente. Hasta donde saben los expertos sobre el SARS-CoV-2 (que es un virus muy nuevo), el cloro y otros desinfectantes en concentraciones normales de piscina maten este coronavirus perfectamente, al igual que sus predecesores más estudiados, como el virus de la polio.

    En lagos y mares, el factor de dilución parece hacer que la transmisibilidad sea igualmente improbable. El epidemiólogo de la Universidad de Carolina del Norte David Weber, que ha investigado la supervivencia de los coronavirus animales en aguas residuales tratadas, señaló que no conoce ningún estudio que examine específicamente qué ocurre con este tipo de patógeno en agua salada, pero que nadar en el mar no debería suponer un riesgo de infección. «Me preocupa estar sentado en la orilla con otras personas sentadas en la orilla, bebiendo sus cócteles y sin mascarillas. Ese es un riesgo mucho mayor», afirma Weber.

    En otras palabras, la proximidad humana. Para algunos nadadores adultos, la ironía es casi insoportable; parte de lo que nos gusta es el aislamiento contemplativo de hacer largos en el agua mientras el resto del mundo queda brevemente fuera de nuestro alcance. Pero tanta gente quiere entrar en el agua, tocando cosas y exhalando y dejando aerosoles y gotitas potencialmente infecciosos, que personas como Dan Berzansky aún tienen que tomar decisiones difíciles.

    ¿Y qué hay de los niños que juegan a cosas como el Marco Polo, cerrando los ojos, gritando y agarrándose? ¿Cómo entrenarán a los socorristas para que lleven a cabo su labor más importante si no pueden acercarse para hacer ejercicios, rescates prácticos y aprender RCP? ¿Y las clases de natación, donde suelen los niños suelen colocarse contra la pared de la piscina y cuyos instructores tienen que ayudar a flotar a los más pequeños y asustadizos?

    «Hemos pasado a un instructor por niño», explicó Berzansky. «Y enseñaremos con mascarillas». Además, va a comprar maniquíes para las clases de socorrismo. No es tan satisfactorio, señala, «pero es lo mejor que podemos hacer».

    Berzansky también colabora con una organización sin ánimo de lucro llamada Stop Drowning Now y dice que le horroriza la posibilidad de perder meses de clases de nado, como los programas de natación en los que los niños de primaria aprenden conceptos básicos para estar sanos y salvos cerca del agua. «Enseñamos a decenas de miles de niños cada año y ahora no tenemos acceso a ninguno», afirma. «Urge educar a más niños».

    Respecto a los competidores, que ahora mismo entrarían en la temporada de torneos, nada de nada. Ni siquiera los ponis de Chincoteague tendrán su gran evento: los organizadores han dicho que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, se cancela el nado anual de ponis por el canal Assateague de Virginia. USA Swimming, la organización que incluye a cientos de miles de niños que compiten en ligas locales y a deportistas de talla nacional, canceló las pruebas para las Olimpiadas de marzo, justo después de que se aplazaran las Olimpiadas de Tokio 2020. El director de USA Swimming Joel Shinofeld afirma que la cancelación del baloncesto profesional fue lo que los persuadió a él y a sus colegas de que había demasiados riesgos fuera del agua. «Cuando vimos que la NBA tomaba la decisión, fue una señal», cuenta.

    Las ligas de natación de Estados Unidos también han cancelado sus temporadas de competiciones. Algunos de los nadadores a quienes supervisa Brenda Rindge en North Charleston forman parte de una liga regional de 22 equipos que ha sido uno de los grandes eventos del verano durante medio siglo. Pero no este año. Demasiados niños y espectadores que distribuir en espacios reducidos, aunque estén al aire libre.

    «Sabemos que va a ser difícil», afirma Shinofeld. A principios de mes, USA Swimming envió una lista de sugerencias a los equipos que quieran retomar los entrenamientos cuando reabran las piscinas. Shinofeld dirigió la redacción de estas pautas, que explican normas similares a las de Berzansky: dúchense en casa, no usen los vestuarios, no se congreguen, no se den la mano ni choquen los cinco.

    En el plan también hay organigramas para mostrar a los entrenadores cómo separar a los nadadores y la siguiente pregunta parece simple: ¿será divertido este verano para los niños, que no nadan por la medalla de oro sino por pura euforia?

    «Es una pregunta razonable», afirma Shinofeld.

    Al principio, Shinofeld y otros integrantes de USA Swimming supusieron que los niños mayores enseñarían a los más pequeños las prácticas de distanciamiento social; se equivocaba. «Los niños mayores lo pasan peor, porque les gusta abrazarse», afirma. Pero para eso están las reuniones por Zoom y, como han descubierto los entrenadores de Anchorage, el entusiasmo de ver una cara amiga en la calle de al lado. «Ahora mismo, creo que la diversión vendrá por fases, como el resto de las cosas», afirma Shinofeld. «Y vendrá en muchas formas».

    Carlos Nuñez

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