Los arrecifes de coral se mueren: estos son los planes de los científicos para salvarlos
Sin estas intervenciones, los expertos sostienen que los arrecifes de coral del planeta podrían desaparecer antes del próximo siglo.
Los arrecifes de coral de Fiji abarcan 9800 kilómetros cuadrados y se enfrentan a los peligros del cambio climático, la sobrepesca y la contaminación.
Los arrecifes de coral del mundo no solo son una fuente de belleza submarina; hacen mucho por el planeta.
Por ejemplo, protegen el litoral de los efectos de los huracanes. Se estima que 500 millones de personas ganan el sustento a partir de las poblaciones de peces y las oportunidades turísticas que ofrecen los arrecifes. Los animales diminutos que producen los arrecifes nos ofrecen esperanzas de nuevos medicamentos para tratar el cáncer y otras enfermedades.
Pese a su importancia, el calentamiento, la contaminación, la acidificación del océano, la sobrepesca y la destrucción física están acabando con los arrecifes de coral de todo el mundo. Los planes para salvarlos son tan creativos como variados; hace poco, se publicaron datos que demostraban que las áreas marinas protegidas pueden ayudar a salvar los arrecifes si se establecen en los lugares adecuados. La genética también se está convirtiendo en un área más amplia de la investigación coralina, ya que en el futuro se podrían restaurar los arrecifes con corales más tolerantes al calor.
Pero ahora, en el Día Mundial de los Océanos, celebrado el 8 de junio, los científicos advierten que estas estrategias, entre otras, podrían ayudar a ganar tiempo para los corales hasta que los líderes mundiales apliquen acciones agresivas contra el cambio climático.
Sin una mezcla de recortes de emisiones a largo plazo e innovación a corto plazo, existe un futuro no tan lejano en el que los arrecifes de corales tal y como los conocemos dejarán de existir, señala Anne Cohen, experta en corales de la Institución Oceanográfica Woods Hole de Massachusetts.
Parques bajo el mar
Muchos comparan los arrecifes con selvas submarinas, pero a diferencia de la frondosa base vegetal que compone un bosque, los corales son animales. Los pólipos blandos que viven dentro de las partes duras de los corales son translúcidos y sus vivos colores se deben a las algas que viven en su interior.
Cuando los corales sufren estrés por las altas temperaturas o la contaminación, ponen fin a su relación simbiótica con estas algas y normalmente las expulsan y se blanquean, aunque un estudio reciente indica que algunos corales adoptan un color neón brillante cuando se sienten estresados. Los corales siguen vivos cuando se decoloran, pero están en peligro —básicamente, están inmunocomprometidos— y muchos acaban muriendo de hambre y adoptando un tono marrón oscuro.
Estos fenómenos de decoloración coralina se documentaron por primera vez en los años ochenta. El problema se intensificó en 2016, cuando un patrón meteorológico de El Niño —que trae aguas más cálidas al Pacífico— coincidió con un océano inusualmente cálido y mató un tercio de los corales de la Gran Barrera de Coral. Desde entonces, casi la mitad de los corales del famoso arrecife australiano han muerto en eventos de decoloración, lo que pone en peligro un paisaje submarino de 2400 kilómetros de largo.
Muchos científicos están buscando formas de proteger y quizá incluso revivir los corales. Una opción consiste en crear áreas marinas protegidas, que son como parques nacionales en el mar. Según los expertos, crear refugios marinos, donde se prohíbe la pesca, la minería y las actividades recreativas, mejora la salud y la resiliencia de los arrecifes.
Se estima que 4000 especies de peces y casi un 25 por ciento de los seres marinos dependen de los arrecifes de coral en algún momento de su existencia. Los peces mantienen a raya las algas que crecen en los corales y permiten que respiren y accedan a la luz solar. Aunque un AMP no proteja a los corales de las olas de calor, estas zonas naturales seguras pueden hacer que las pesquerías sean más sostenibles a largo plazo y los pescadores que faenan en AMP bien gestionadas suelen beneficiarse del «desbordamiento» de las poblaciones de peces sanas que pueblan las aguas circundantes.
En una charla celebrada el miércoles en la Institución Oceanográfica Woods Hole, la célebre bióloga marina Sylvia Earle promovió la idea de utilizar los parques marinos para proteger los corales, algo que hace mediante su organización Mission Blue.
«Los arrecifes que han estado protegidos y que aún no sido explotados por los impactos de la pesca sobreviven cuando los lugares cercanos no lo consiguen», afirma.
Una evaluación de 1800 arrecifes en 41 países publicada hace poco determinó que solo el cinco por ciento de los arrecifes podían proporcionar todos sus subproductos lucrativos, como las poblaciones de peces sanas y la biodiversidad. Para incrementar ese porcentaje habrá que colocar estratégicamente nuevas reservas marinas en zonas alejadas de los humanos. Esto no salvaría todos los arrecifes, pero sí garantizaría que más arrecifes funcionen al cien por cien de su potencial, no a solo una fracción, señala Alan Friedlander, científico jefe de la iniciativa Pristine Seas de National Geographic y ecólogo de la Universidad de Hawái que ayudó a crear la evaluación.
«Sin esta protección, cualquier mejora tecnológica correrá el mismo destino que los arrecifes naturales, ya que los factores de estrés no han disminuido», afirma.
Innovación al rescate (inmediato)
Además de estas reservas naturales, algunos conservacionistas están buscando métodos más prácticos. Un centro de investigación de los cayos de Florida está explorando una forma de selección natural para mantener los corales a flote.
El sistema de arrecifes de los cayos se ha visto muy afectado por el cambio climático y las enfermedades, lo que es particularmente duro porque esos corales sustentan caladeros con un valor estimado de 100 millones de dólares anuales. Asimismo, los corales de las costas de Florida están contaminados por la escorrentía agrícola y las aguas residuales.
El estrés adicional del calentamiento marino es como «el clavo proverbial en el ataúd», afirma Erinn Muller, directora científica del Centro Internacional Elizabeth Moore para la Investigación y la Restauración de los Arrecifes de Coral en el Laboratorio Marino Mote en Sarasota, Florida.
Para mantener el ecosistema silvestre con vida, Muller y su equipo están tomando muestras de los corales que han sobrevivido de forma natural a los estreses ambientales, criándolos y recolocándolos en el arrecife. En su criadero, el centro tiene en todo momento 46 000 corales que crecen en rejillas de plástico sumergidas. Hasta la fecha, el centro ha cultivado más de 70 000 corales de cinco especies diferentes en arrecifes afectados.
«El fin último es quedarnos sin trabajo», afirma Muller.
En las Bahamas, Ross Cunning, biólogo de investigación en el Acuario Shedd de Chicago, se centra en los corales con genes robustos que podrían convertirlos en candidatos naturales para proyectos de restauración. Hace poco publicó un estudio sobre dos arrecifes bahameños, uno que pareció sobrevivir a una ola de calor intensa en 2015 y otro que no.
«Esto sienta las bases para averiguar qué genes son responsables de la tolerancia térmica», afirma Cunning. Añade que espera que identificar esos genes contribuya a criar algún día corales más tolerantes al calor.
En Massachusetts, la investigación de Cohen ha desvelado dos elementos fundamentales que parecen proteger los corales. El primero: las ondas internas bajo la superficie marina que llevan las corrientes más frescas a los corales afectados por el calor, lo que les proporciona una especie de aire acondicionado cuando suben las temperaturas. El segundo: la adaptación, un rasgo que parecen exhibir los corales de las cálidas lagunas costeras de Palaos.
«Nos hemos dado cuenta de que estos corales viven constantemente en un agua caliente por naturaleza», explica. De media, estas lagunas costeras sumergen el coral en un agua dos grados más cálida que el agua de fuera. «Creemos que el hecho de que puedan soportar estas temperaturas más elevadas está integrado en su genética y les permite afrontar las olas de calor».
También ha hallado evidencias de corales que han evolucionado más rápidamente en las dos últimas décadas para resistir el aumento acelerado de las temperaturas. La gran incógnita que están investigando los científicos, según Cohen, es si la cantidad de calor a la que pueden adaptarse los corales tiene un tope.
Cohen denomina estas regiones de corales adaptados «superarrecifes» y, como Friendlander, defiende el uso de reservas marinas para protegerlos.
Una carrera contra el calentamiento
Muller indica que su trabajo en los arrecifes floridanos puede impedir lo que describe como «extinción funcional», pero afirma que los arrecifes no se restaurarán por completo hasta que su ambiente se vuelva más hospitalario para su supervivencia.
Todos los científicos entrevistados para este artículo señalaron que la mitigación del cambio climático es la única solución sostenible a largo plazo para conservar y restaurar los arrecifes de coral. Pese los confinamientos globales y la caída pronunciada de las emisiones, el dióxido de carbono atmosférico alcanzó un máximo de récord en mayo.
Kristopher Karnauskas, científico atmosférico de la Universidad de Colorado en Boulder que hace poco publicó un estudio que investiga las causas del evento de 2016, explica que el calentamiento global «aumenta la temperatura de fondo», lo que agrava las olas de calor regulares y las hace más letales para los corales.
Los océanos absorben y almacenan el calor de forma muy eficiente; a medida que la Tierra se calienta, los océanos captan más del 90 por ciento del calor del planeta atrapado en la atmósfera por los gases de efecto invernadero generados por los humanos. Con todo, su capacidad de almacenamiento de calor no es ilimitada y, con el paso del tiempo, el calor excesivo pasa factura a los habitantes del mar.
En la historia evolutiva, los corales se remontan a hace 400 millones de años y con cada cambio de temperatura global en la Tierra los corales se han adaptado, pero no tan rápido como deben hoy en día.
«Lo sabemos porque ha habido seis grandes extinciones de arrecifes de coral en el pasado geológico, en las que básicamente fueron exterminados. Todas se han asociado al calor excesivo y la acidificación del océano», cuenta Cohen. «Los arrecifes de coral siempre se recuperan, pero tardan decenas de miles de años».
Ahora, con el aumento de las temperaturas impulsado por el cambio climático a un ritmo más rápido del que han podido adaptarse los corales de forma natural, «no tenemos tanto tiempo», advierte Cohen.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.