Coronavirus: qué significa la transmisión aérea y cómo puedes protegerte
La pandemia de COVID-19 ha reavivado el debate sobre la circulación de las enfermedades respiratorias, lo que afecta a las medidas de seguridad que recomiendan los expertos.
Para ralentizar la propagación de la pandemia de gripe de 1918, se obligó a todos los conductores de tranvía a llevar mascarilla en Seattle, Washington. Fotografía sacada en octubre de 1918.
Lee esta frase en alto: con cada palabra que pronuncias te sale de la boca una lluvia de saliva; cuanto mayor énfasis pongas en hablar, mayor es esa lluvia.
Este rocío bucal es el tema de un gran debate sobre cómo se transmite el coronavirus de persona a persona. Las gotículas cargadas de virus pueden inhalarse o incluso aterrizar en los ojos, lo que podría infectar a otras personas. Pero en el caso de enfermedades respiratorias como el coronavirus, se ha considerado que estas gotículas son tan grandes que se caen al suelo enseguida, lo que ha inspirado recomendaciones de salud pública como limpiar las superficies y mantener dos metros de distancia física.
Sin embargo, a otros científicos les preocupa más que el nuevo coronavirus se propague por una ruta más insidiosa, como un patógeno de propagación aérea. Cada estornudo, tos, palabra que pronuncies o exhalación expulsa gotículas de un contínuum de tamaños. Lo preocupante es si las más diminutas —denominadas aerosoles— pueden contener el SARS-CoV-2 y permitir que permanezca o flote en una habitación y cause infecciones nuevas.
En julio, 239 científicos publicaron un comentario en Clinical Infectious Diseases instando al reconocimiento de la transmisión aérea de la COVID-19 basándose en una serie de observaciones clínicas y estudios de laboratorio. Aunque aún se debate si la transmisión aérea del coronavirus ocurre fuera de entornos de hospital, los defensores de esta idea afirman que los riesgos para el público son demasiado nefastos como para esperar a que se investigue más. Proponen añadir a las pautas sanitarias medidas como la mejora de la ventilación y algunos están trabajando en modelos que predigan los riesgos de esta ruta de infección.
Un ejemplo consiste en un par de métodos que se han empleado durante décadas para rastrear los contaminantes en espacios cerrados y el riesgo de enfermedades infecciosas. El modelo puede calcular el riesgo en diversos supuestos —como aulas, campus, metros, autobuses, coros, manifestaciones y espacios al aire libre— y permitir a los usuarios modificar una serie de variables, como el número de personas que llevan mascarilla, el tamaño del grupo y la actividad. Los resultados pueden proporcionar una comparación del riesgo relativo muy valiosa, señala Jose-Luis Jimenez, químico atmosférico de la Universidad de Colorado, Boulder, que dirigió el proyecto.
Pero Jimenez y otros defensores de la transmisión por aerosoles siguen enfrentándose con los tradicionalistas que no están dispuestos a abandonar la idea de que la ruta de propagación del coronavirus más preocupante es la de las gotículas respiratorias en proximidad. Esa idea clásica sostiene que la transmisión por aerosoles parece ser la excepción, no la regla. En respuesta al comentario de Clinical Infectious Diseases, la Organización Mundial de la Salud reconoció que la vía aérea no puede descartarse en algunos incidentes en espacios cerrados, pero la transmisión por gotículas más pesadas o superficies contaminadas también podría explicar estos casos.
National Geographic profundiza en el conjunto de datos con una serie de científicos que nos explican qué significa este debate y cómo deberíamos protegernos.
¿Qué son los aerosoles?
La mayoría de los científicos define los aerosoles como partículas o gotículas líquidas que flotan en el aire, mientras que las gotículas grandes caen como proyectiles. Algunos grupos —entre ellos la OMS— ponen un límite firme según el tamaño. Los aerosoles son inferiores a 10 micrones y cualquier cosa más grande se considera una gotícula grande que se cae al suelo enseguida.
Sin embargo, los defensores de la transmisión aérea sostienen que esta división es vaga. Por ejemplo, una gotícula líquida de cinco micrones de diámetro puede flotar durante media hora. “La naturaleza no crea puntos de corte”, afirma Lidia Morawska, física de aerosoles en la Universidad de Tecnología de Queensland, en Australia, y autora de la carta de Clinical Infectious Diseases.
“Incluso en el caso de la gripe, que hemos estudiado durante años, aún no sabemos hasta qué punto se transmite por aerosoles o al tocar objetos contaminados.”
Un estornudo intenso puede lanzar una nube de saliva a gran velocidad —con gotículas de todos los tamaños— a una distancia de hasta ocho metros. La distancia recorrida depende de los niveles de humedad, las corrientes, la temperatura y la electricidad estática. Las diferencias de masa también podrían explicar por qué el polen, que es aerodinámicamente flotante, puede recorrer kilómetros pese a ser mucho más grande que los aerosoles húmedos de nuestros estornudos.
Para los sanitarios, la simple división de propagación aérea por aerosoles y la transmisión de gotículas más grandes propulsadas por el aire ha tenido implicaciones importantes para las medidas de seguridad, señala Daniel Diekema, director de la división de enfermedades infecciosas de la Universidad de Iowa. “La transmisión aérea se reserva a una pequeña lista de organismos que creemos que entrañan riesgo de transmisión para cualquiera que comparta el mismo aire, incluso a distancias más largas o periodos más largos”, afirma.
Con estas enfermedades, los centros médicos toman medidas de precaución adicionales, como colocar a los pacientes en habitaciones con ventilación especial y exigir que los trabajadores sanitarios lleven mascarillas N95, que solo dejan pasar un cinco por ciento de los aerosoles inhalados. Eso se contrapone a las mascarillas quirúrgicas, que son las que se utilizan en muchos hospitales. Las mascarillas quirúrgicas pueden permitir que penetren entre un uno y un 76 por ciento de las partículas diminutas, según un estudio sobre mascarillas aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). La eficacia de las mascarillas de tela también varía, ya que un estudio reciente en un pequeño grupo de personas demuestra que algunas pueden filtrar casi tantas como las N95, pero las bandanas y las de lana dejan pasar la mayoría de las partículas.
Los procedimientos médicos comunes utilizados con pacientes de COVID-19, como la ventilación mecánica, también crean concentraciones superiores de aerosoles perjudiciales que hablar o toser. Pero si el coronavirus se aerosoliza en grandes cantidades fuera de entornos hospitalarios, significaría que las mascarillas quirúrgicas y de tela podrían no proporcionar protección adecuada cuando las personas pasan mucho tiempo en entornos cerrados cerca las unas de las otras. Esta posibilidad también plantearía dudas sobre las pautas de distanciamiento social y sobre si los lugares públicos mal ventilados y sin ventanas que puedan abrirse —como algunos colegios y oficinas— tendrían que mejorar los sistemas de climatización para incrementar la circulación del aire, instalar más filtros o comprar purificadores de aire portátiles.
“La gente cree que significa: “Puedo ponerme enfermo solo con pasar junto a una persona que exhala por la calle”. En mi opinión, eso es impreciso y transmite un mensaje que asusta innecesariamente.”
También se teme que los contaminantes aéreos tengan una especie de "aura de miedo" para el público general. "Si dijéramos que este es un virus transmitido por aerosoles, la gente creería que significa: ‘Puedo ponerme enfermo solo con pasar junto a una persona que exhala por la calle’. En mi opinión, eso es impreciso y transmite un mensaje que asusta innecesariamente", dice Michael Klompas, epidemiólogo en el Brigham and Women’s Hospital en Boston.
Hay datos que sugieren que el SARS-CoV-2 no puede propagarse con tanta facilidad, por eso cuando los científicos dicen “transmisión aérea”, eso no significa necesariamente lo que piensa la mayoría de la gente.
Argumentos a favor y en contra de la transmisión aérea del coronavirus
Una gran incógnita sobre la transmisión aérea del coronavirus es si los periodos prolongados en espacios mal ventilados permiten que aumenten los niveles de aerosoles. Es similar a añadir colorante alimentario a un tanque para peces frente a echarlo en el mar, afirma Angela Rasmussen, viróloga de la Facultad Mailman de Salud Pública de Columbia. Unas pocas gotitas se dispersarán en ambos entornos, pero si sigues añadiendo tinte, solo cambiará el tono del tanque para peces.
Se han dado indicios de este tipo de transmisión con el SARS-CoV-2. En un restaurante de Cantón, China, las personas sentadas en tres mesas contiguas se contagiaron de COVID-19. Las grabaciones en video sugieren que ninguna de estas personas tuvo contacto directo con las otras y las reconstrucciones concluyen que un aparato de aire acondicionado colocado en la pared podría haber contribuido a la transmisión aérea. En un templo budista de China, 24 de 67 fieles se contagiaron de coronavirus mientras viajaban en un autobús con un colega enfermo, una tasa de infección mucho mayor a la de quienes viajaron al evento en otros vehículos. Solo se infectó un pasajero sentado cerca de las ventanas o la puerta del autobús, lo que apunta a que la ventilación proporcionó cierta protección.
Pero en todos estos estudios de casos, el transporte de aerosoles no se produjo a largas distancias, lo que se opone a una de las condiciones clásicas de la transmisión aérea. Por ejemplo, se cree que la varicela se propaga por pasillos largos o a través de ventanas de habitaciones adyacentes. El sarampión puede infectar durante dos horas después de que alguien que lo padece salga de la habitación.
Entonces, si el coronavirus se propaga por el aire, ¿por qué no se comporta como la varicela y el sarampión? Frente a la mayoría de las enfermedades respiratorias, se cree que el sarampión necesita una cantidad muy reducida del virus de una persona para infectar a otra y es probable que las personas con sarampión expulsen una gran cantidad.
“El sarampión es el campeón. Es el Muhammad Ali de los virus.”
“El sarampión es el campeón. Es el Muhammad Ali de los virus”, afirma Jorge Salinas, epidemiólogo hospitalario de la Facultad de Medicina Carver de la Universidad de Iowa.
Por su parte, es posible que para provocar un caso nuevo del coronavirus SARS-CoV-2 haya que inhalar una dosis muy superior. Esto podría significar que la lluvia de partículas de coronavirus necesita el tiempo suficiente para volverse más concentrada y, por consiguiente, más peligrosa. Con todo, un estudio de modelización publicado el 27 de julio señalaba que pocas personas con síntomas leves o moderados producían una cantidad del virus lo bastante elevada como para suponer un riesgo en lugares mal ventilados si respiran con normalidad. El riesgo aumenta con la tos.
La mayor incógnita es qué ocurre en espacios cerrados en lo que podría denominarse “la distancia media”. Si las gotículas se acumulan en el aire, podrían existir riesgos más allá de los dos metros, pero el coronavirus infeccioso no parece volar por pasillos largos.
Rasmussen dice que las evidencias presentadas en estudios de caso pertinentes sugieren que algunas personas contraen el coronavirus sin “recibir una lluvia directa” de gotículas respiratorias al hablar cara a cara.
“Pero ¿en qué momento el número de partículas en el aire que contienen el virus excede ese umbral que hay que superar para contagiarte?”, pregunta Rasmussen. “Esa es una incógnita”.
Por eso ninguno de estos estudios puede descartar del todo la transmisión clásica mediante gotículas respiratorias. Uno de los ejemplos más debatidos de la posible transmisión aérea del coronavirus es el de una práctica coral de dos horas y media en el condado de Skagit, en el estado de Washington. Las autoridades sanitarias concluyeron que el canto podría haber provocado la transmisión del coronavirus por aerosoles. Pero los miembros del coro también contaron que se dividieron en grupos más pequeños y se sentaron los unos junto a los otros, y algunos asistentes compartieron comida durante un descanso.
“Es muy difícil intentar determinar esto en el mundo real”, afirma Rasmussen.
Tampoco está claro cuánto tiempo permanece el coronavirus viable en el aire. Los experimentos de laboratorio sugieren que al menos tres horas, pero la OMS indica que estos aerosoles se han generado de forma artificial y no reflejan las toses humanas naturales. Los virus infecciosos se cultivaron a partir de muestras de aire tomadas a hasta cinco metros de un paciente con COVID-19 en el Hospital Health Shands de la Universidad de Florida, pero el trabajo aún no ha sido revisado por especialistas externos.
Linsey Marr, ingeniera civil y ambiental en Virginia Tech que participó en el comentario de Clinical Infectious Diseases, explica que desentrañar la transmisión de muchas enfermedades ha supuesto todo un reto. “Incluso en el caso de la gripe, que hemos estudiado durante años, aún no sabemos hasta qué punto se transmite por aerosoles o al tocar objetos contaminados”, afirma.
¿Qué significa para ti el debate sobre la transmisión aérea?
Esto es lo que sí sabemos: el coronavirus salta entre personas que están cerca las unas de las otras. Si eso ocurre debido a los aerosoles, las gotículas o algún tipo de combinación, la mayoría de las recomendaciones son las mismas: evita las multitudes y hablar cara a cara aunque lleves mascarilla. Las mascarillas contribuyen a contener esa lluvia, sobre todo de gotículas de mayor tamaño, así que la gente debe llevarlas, pero el potencial de transmisión por aerosoles quiere decir que podrían necesitarse más medidas en espacios cerrados.
Aquí es donde entran las peticiones de una mejor ventilación. El 29 de julio, la OMS publicó una serie de recomendaciones generales sobre la ventilación para lugares públicos y centros sanitarios, que también cita pautas para colegios y comercios desarrolladas por la Sociedad Estadounidense de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado.
Alterar los sistemas de ventilación puede tener un coste elevado, tanto desde una perspectiva financiera como medioambiental, pero algunos cambios son sencillos y baratos. Por ejemplo, las aulas podrían vaciarse durante un periodo entre clases, abriendo las ventanas y las puertas para reducir los niveles de virus en el aire. Marr también ha convertido su preocupación en acción en su día a día; por ejemplo, cuando viaja en taxi, baja las ventanas.
Según Saskia Popescu, epidemióloga de prevención de infecciones de la Facultad de Salud Pública Mel y Enid Zuckerman de la Universidad de Arizona, la confusión respecto al debate de los aerosoles ha evidenciado la necesidad de mejorar la comunicación entre científicos de disciplinas diferentes y con el público general. En lugar de enfrentarse por el debate aerosoles versus gotículas, Popescu espera que los científicos encuentren formas de transmitir el riesgo relativo de determinadas actividades e insiste en que quizá sea necesario tomar más medidas de precaución en algunas situaciones, como en las reuniones grupales.
“Hemos utilizado estos términos durante décadas. Quizá necesitamos un método de comunicación mejor”, afirma. “Hay mucho en juego y solo queremos hacer lo correcto”.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.