¿Cómo de limpio está el aire de los aviones?
Filtros y mascarillas: la tecnología y la responsabilidad individual pueden hacer que volar sea más seguro de lo que crees.
Pasajeros con mascarillas en uno de los primeros vuelos entre Ámsterdam, en los Países Bajos, y Burgas, en Bulgaria, desde el confinamiento por la COVID-19 a principios de 2020. Las mascarillas pueden ayudar a mitigar las probabilidades de que los pasajeros se contagien (o contagien a otros viajeros) a pesar de los filtros HEPA de alta eficiencia que se utilizan en la mayoría de los aviones comerciales.
La pandemia de coronavirus nos ha recordado que el acceso a un aire limpio es una prioridad sanitaria global. Aunque la contaminación industrial ha dominado los titulares durante décadas, la COVID-19 ha trasladado el debate a los espacios cerrados. La calidad del aire en espacios cerrados —cómo fluye, en qué medida permite que los patógenos se dispersen o desaparezcan— puede suponer la diferencia entre estar bien o contagiarse. Entre los espacios cerrados que más se citan como posibles puntos de infecciones (iglesias, residencias de ancianos y cruceros), las cabinas de los aviones son un foco de ansiedad.
Por eso puede que te sorprenda saber que el aire dentro de un avión está más limpio de lo que crees. Gracias a los filtros HEPA y a la circulación eficiente en aeronaves comerciales, el aire que respiras durante un vuelo —aunque no esté necesariamente libre de virus— está mucho más limpio que el de los restaurantes, bares, tiendas o el salón del piso de tu mejor amiga. A continuación, te explicamos por qué no debes temer el aire de los aviones.
Cómo se limpia el aire en los aviones
La mayoría de —aunque no todos— los aviones comerciales cuentan con filtros HEPA (High Efficiency Particulate Air). Esto quiere decir que, en aviones con filtros HEPA, la circulación del aire «refleja el flujo aéreo laminar en un quirófano donde los flujos de aire no se cruzan o lo hacen mínimamente», afirma el Dr. Bjoern Becker, de la compañía de aerolíneas Lufthansa Group. «El aire se emite desde el techo a la cabina a una velocidad de casi un metro por segundo y se reabsorbe bajo los asientos de ventana».
Casi un 40 por ciento del aire de la cabina se filtra mediante este sistema HEPA; el 60 por ciento restante es aire fresco y procede de fuera del avión. «El aire en cabina cambia por completo cada tres minutos, de media, mientras el avión vuela», explica Becker. (Lufthansa tiene un vídeo que enseña cómo funcionan los filtros HEPA.)
Oficialmente, los filtros HEPA certificados «bloquean y capturan un 99,97 por ciento de las partículas atmosféricas de más de 0,3 micrones», afirma Tony Julian, experto en purificación de aire del RGF Environmental Group. Aunque parezca contrario a la intuición, la eficiencia de estos filtros aumenta con partículas aún más pequeñas. Así que, aunque las gotitas exhaladas que transportan el SARS-CoV-2 pueden ser muy pequeñas, los filtros HEPA logran retirar la gran mayoría del aire.
Un pasajero con mascarilla en un vuelo entre Vancouver, Canadá, y Sídney, Australia, en la primavera de 2020. Algunas aerolíneas son muy estrictas a la hora de aplicar la obligatoriedad de las mascarillas en los aviones.
«Normalmente, la cantidad de partículas en el aire es [sic] muy baja, el avión es prácticamente una sala estéril, porque hay mucha ventilación y pocas fuentes de generación de partículas en un avión», afirma Liam Bates, consejero delegado y cofundador de Kaiterra, un fabricante de medidores de la calidad del aire. «[Los aviones] son más seguros que casi cualquier otro espacio confinado».
Los filtros HEPA no se han incorporado a los aviones más antiguos ni a los pequeños, que tienen sistemas de filtrado menos eficaces. Con todo, ni siquiera los mejores filtros pueden capturar todas las partículas víricas a bordo y las aerolíneas, los empleados y los pasajeros pueden influir en su eficacia.
¿Cómo de fiables son los filtros?
El porcentaje de eficiencia de los HEPA, con una filtración de un 99,97 por ciento, puede resultar tranquilizador y los ejecutivos de las aerolíneas cuentan con ello. Pero el principal problema de estos sistemas, según Bates es que «el filtro solo garantiza la calidad del aire que ha pasado a través de él. Si el aire que respira una persona no ha atravesado ese filtro, entonces los números no importan».
Por eso, además de filtros de calidad, las cabinas necesitan buenos pasajeros. Esto quiere decir que todos los que vayan a bordo deben llevar mascarilla.
Esto se debe a que las cualidades de protección probadas de las mascarillas y al hecho de que los filtros HEPA y la rápida circulación del aire no funcionan con su máxima eficacia hasta que el avión esté volando. ¿Qué significa esto? Pues que el periodo aparentemente interminable entre llegar a tu asiento y el despegue (o entre el aterrizaje y el desembarco) es cuando más probabilidades tienes de inhalar una nube de aire de una persona con COVID-19. Ese aire viciado y cálido que a veces se nota cuando un avión está en tierra en la puerta de embarque puede significar que hay poca circulación por esos filtros.
Como ocurre con muchas tecnologías, «hay que inspeccionar los filtros HEPA con regularidad y remplazarlos según sea necesario», afirma Julian. Por ejemplo, los agujeros en los filtros o los problemas con los sellos pondrán en peligro su eficacia. Cada fabricante de HEPA recomienda un calendario de mantenimiento para sus productos y la mayoría de las aerolíneas los cambian con más frecuencia. Aunque una aerolínea cambiara los filtros con menos frecuencia de la recomendada, la Asociación Internacional del Transporte Aéreo indica que podría reducirse el flujo del aire a través de los filtros, pero no su capacidad de atrapar partículas. Aunque pienses lo contrario, los filtros sucios pueden funcionar con más eficacia que los limpios.
¿Por qué son esenciales las mascarillas?
Cuando tosemos, estornudamos y hablamos, nos salen de la boca unas gotas microscópicas (y, a veces, visibles) de saliva. La gravedad hace que las más grandes se caigan al suelo (o al reposabrazos) enseguida, pero las más pequeñas pueden permanecer en el aire. La ciencia sobre el SARS-CoV-2 está evolucionando, pero ahora hay evidencias que sugieren que el virus dentro de esas gotículas es infeccioso.
Un trabajador con equipo de protección desinfecta un avión de Israir Airlines en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion en Tel Aviv, Israel, el 17 de agosto de 2020.
Si llevas mascarilla todo el tiempo dentro de un avión, no extiendes por ahí parte de esa saliva ni el virus que pueda contener. Hay pruebas de que llevar mascarilla protege a los que te rodean y reduce las probabilidades de que te infectes. Piensa que llevar mascarilla es como guardar el portátil durante el despegue: minimiza las probabilidades de que las turbulencias hagan que algo peligroso golpee a alguien en la cara.
En Estados Unidos no existe ninguna ley que exija que los pasajeros de los aviones lleven mascarilla. Cada aerolínea ha aplicado sus propias normas sobre el uso de mascarillas (estas son las de American Airlines, Delta Airlines y United Airlines). Ha habido noticias de aerolíneas que las aplican de forma estricta (Delta prohibió el embarque a más de cien personas que se negaban a ponerse la mascarilla) y otras que las ignoran o que delegan en los pasajeros la responsabilidad de vigilar a las personas que los rodean. Pero también hay noticias de personas que vuelan sin mascarilla (o llevando la mascarilla mal) y de tripulaciones que no obligan a la gente a cumplir las normas.
¿Ayudan los cribados?
Los aeropuertos y aerolíneas estadounidenses han aplicado nuevas medidas de cribado para impedir que los pasajeros potencialmente infectados viajen en los aviones. Algunos confían en la honestidad y el comportamiento ético de los pasajeros, como las aerolíneas que durante el check-in piden que confirmen que no han tenido síntomas de COVID-19 en los últimos 14 días.
Aunque todos los que embarcan en un avión sean sinceros, podría haber riesgo para otros pasajeros porque casi un 40 por ciento de los pacientes de COVID son asintomáticos y muchas personas que están en las primeras etapas de la enfermedad no muestran ningún síntoma. Algunas aerolíneas, como Qatar Airways, obligan a los pasajeros y la tripulación a llevar mascarillas y pantallas faciales. La mascarilla protege a los demás y la pantalla facial te protege a ti (sobre todo al impedir que el virus entre en los ojos).
Las abundantes medidas de cribado indican que los aeropuertos y las aerolíneas están tomándose en serio la COVID-19, pero los expertos advierten que estas medidas no siempre se basan en datos científicos. «Los cribados de temperatura de los pasajeros hacen que sintamos que hacemos algo tangible para prevenir la propagación. Sin embargo, según los datos científicos hasta la fecha, no son ni efectivos ni eficaces para identificar a pacientes de COVID-19 ni para reducir la transmisión», afirma el Dr. Daniel Fagbuyi, que durante el gobierno de Obama formó parte de la National Biodefense Science Board y tiene experiencia en la gestión de pandemias. Los cribados de temperatura con termómetros infrarrojos pasan por alto al 30 por ciento de las personas con fiebre.
Medidas de seguridad durante el vuelo
Cuando vuelas, los mayores riesgos podrían ser el aeropuerto, el embarque, el despegue y el aterrizaje. Las personas que están cerca en espacios cerrados y que quizá no lleven mascarilla podrían ser contagiosas. Es probable que mantener la distancia social de dos metros mientras te diriges a tu puerta de embarque, en tu asiento o al desembarcar del avión sea más importante que cualquier otra cosa (además de cubrirte la cara).
Si tienes que volar, elige una aerolínea que haga cumplir las medidas de protección. Como mínimo, sentirás menos estrés por no tener que decir a los demás que se pongan la mascarilla. A mediados de agosto de 2020, parece que Alaska Airlines es la aerolínea estadounidense más atenta en lo que respecta al uso de mascarilla.
Aunque por ahora Delta, Alaska, Hawaiian y Jet Blue mantienen vacíos los asientos del medio, es probable que cualquier protección ante la COVID se deba a que hay menos gente a bordo, no a si hay un desconocido sentado a tu lado en lugar de a 30 centímetros de ti. Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts muy citado publicado el 18 de agosto de 2020 desveló que dejar vacío el asiento del medio en los vuelos reducía el riesgo de que un pasajero contrajera la COVID-19 por un factor de 1,8, pero aún no ha sido sometido a revisión científica externa.
A bordo, minimiza el contacto con las superficies y lávate bien las manos antes de tocarte la cara (incluso la mascarilla). Sin embargo, no es necesario que vueles con un traje de materiales peligrosos, señala el Dr. Ken Perry, médico de urgencias en Charleston, Carolina del Sur. «Es mucho mejor que la gente sea meticulosa en lo que respecta al uso de la propia mascarilla que que se preocupe por llevar guantes u otros dispositivos».
Los científicos ya no creen que tocar objetos y después tocarte los ojos, la nariz y la boca con las manos sucias sea la fuente principal de transmisión de COVID-19. Sin embargo, un informe reciente sobre la transmisión en los vuelos sugiere que una persona asintomática contagió la enfermedad a través de las superficies del retrete.
Las aerolíneas han mejorado sus regímenes de limpieza con medidas como desinfectar los aviones con pulverizaciones electrostáticas. Y con la aprobación de emergencia recién anunciada por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, American Airlines empezará a tratar las zonas de alto contacto (los respaldos, las bandejas) con SurfaceWise2, una cobertura que, según se dice, mata el coronavirus durante un máximo de siete días.
Durante el vuelo, Fagbuyi recomienda llevar siempre la mascarilla en la medida de lo posible. Eso significa evitar comer y beber mientras estés en el aire. Lavarte las manos con gel hidroalcohólico a bordo está bien, pero según Fagbuyi también hay que «lavarse las manos con agua y jabón cuando desembarques» y sobre todo antes de quitarte la mascarilla.
Y aunque puede que sea incómoda, la Dra. Joyce Sanchez, directora médica de la Travel Health Clinic de Froedtert y de la Facultad de Medicina de Wisconsin, apunta que la mascarilla no afecta a tu saturación de oxígeno ni de dióxido de carbono. «La gran mayoría de la gente, incluso aquella con problemas pulmonares y cardíacos crónicos, puede llevarlas sin problema», señala.
Johanna Read es una escritora y fotógrafa canadiense que se especializa en el turismo responsable. Ha participado en comités ejecutivos de políticas gubernamentales y trabajado en temas como la pandemia de gripe. Síguela en Twitter e Instagram.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.