Los resultados de la vacuna de Pfizer son prometedores, pero los expertos señalan que la falta de datos es «muy preocupante»
Aunque las noticias sobre la elevada eficacia de la vacuna son emocionantes y han superado las expectativas, varios investigadores han indicado que hay varias incógnitas fundamentales.
Un trabajador sanitario sostiene una jeringuilla de la vacuna contra la COVID-19 en ensayos en fase tres, desarrollada por las farmacéuticas Pfizer y BioNTech, en el Hospital Ibni Sina de la Universidad de Ankara en Ankara, Turquía, el 27 de octubre de 2020. El 9 de noviembre, las empresas publicaron un comunicado de prensa alegando que su candidata a vacuna era eficaz para prevenir la infección del coronavirus.
National Geographic presenta un Especial COVID-19, tres rigurosos documentales sobre los antecedentes, la situación actual y el futuro de la pandemia que ha azotado duramente al mundo en 2020. Estreno el 29 de noviembre a las 16:00 h, en National Geographic.
Esta semana, el mundo ha celebrado que las farmacéuticas Pfizer y BioNTech anunciaran los hallazgos preliminares del ensayo en fase tres de una de las candidatas favoritas a vacuna anti-COVID-19. El 9 de noviembre, las empresas publicaron un comunicado de prensa en el que alegaban que su candidata a vacuna era capaz de prevenir la infección del coronavirus. Se trata de una buena noticia después de que el aumento de los casos globales haya dado lugar a nuevos confinamientos y a advertencias de que las unidades de cuidados intensivos están alcanzando su máxima capacidad.
En cambio, lo más asombroso fue cuánto ha superado la vacuna las expectativas de la industria. Según su comunicado de prensa, los datos revisados por un grupo de expertos independientes demuestran que la vacuna tenía una eficacia de un 90 por ciento. Esto significa que nueve de cada 10 personas obtenían algún tipo de beneficio, superando con creces el punto de referencia establecido por supervisores sanitarios como la Organización Mundial de la Salud y la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
La noticia es inaudita porque parece ser una confirmación de la tecnología ARNm que, hasta ahora, solo se ha demostrado en modelos animales. Con todo, también ha sido sorprendente porque las empresas tomaran la decisión inusual de publicar algunos de los resultados —lo que denominan un «informe intermedio»— antes de disponer del resto de los datos.
«Como científicos, querríamos ver los datos reales de un ensayo clínico para saber realmente cuál es la interpretación real de los resultados», afirma Aliasger K. Salem, director de ciencias farmacéuticas en la Universidad de Iowa.
“Lo único que tenemos por ahora es un titular de Pfizer.”
Varios expertos han expresado su preocupación por que el público se haga una idea incompleta sobre el éxito de la vacuna que no revele información fundamental, como a qué grupos demográficos protegía y si la protección era frente a una forma leve o grave del virus. También está la posibilidad real de que el porcentaje del 90 por ciento cambie con el avance del ensayo y a medida que los investigadores recopilen más resultados. Además, los resultados no publicados no han sido sometidos a una revisión científica externa ni publicados de forma preliminar como original sin revisar.
«La falta de datos resulta muy preocupante», añade Peter Doshi, profesor adjunto de investigación de servicios sanitarios farmacéuticos en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Maryland. «Lo único que tenemos por ahora es un titular de Pfizer».
Sin embargo, otros han alabado la decisión y señalan que es improbable que el resultado del 90 por ciento varíe de forma considerable entre tanto. «Probablemente cambie, pero quizá al 87 [por ciento]. Pero si tenemos en cuenta los números del ensayo, no será del 50 por ciento», afirma Robert Watcher, director del departamento de medicina de la Universidad de California, San Francisco, que estudia la seguridad del paciente. «Está claramente en el rango de 90».
Los aspectos prácticos
Entonces ¿cómo funciona el ensayo de la vacuna de Pfizer-BioNTech? La tercera y última fase comenzó en julio, cuando los investigadores asignaron equitativamente a 43 538 participantes a dos grupos: uno que recibiría la vacuna estudiada y otro que recibiría una sustancia inactiva denominada placebo. Según el protocolo del ensayo, la vacuna tiene dos dosis que se administran con tres semanas de diferencia. Los investigadores esperaron al menos siete días tras la administración de la segunda dosis para comprobar quién contraía la COVID-19 en su vida cotidiana, asumiendo que ambos grupos tuvieran comportamientos de riesgo comparables.
Para que el proceso no esté sesgado, las empresas farmacéuticas suelen estar «ciegas» a lo que ocurre en el día a día durante la fase tres en lo que respecta a los resultados. Pero el ensayo de la vacuna anti-COVID-19 tiene excepciones, hitos basados en cuántos casos se han registrado entre los voluntarios. Una vez se alcanzan dichos hitos, el grupo de expertos independiente —conocido como comité de supervisión de datos— puede revelar a las empresas cómo va la situación. Pfizer y BioNTech podrían haber emitido este comunicado ahora porque el ensayo ha alcanzado uno de esos hitos, documentando 94 casos de COVID-19.
Sin embargo, los datos preliminares no revelan cuáles de estos pacientes infectados recibieron la vacuna y cuáles no. Tampoco concierne a todos los participantes del ensayo, sino a un subgrupo no identificado, aunque Wachter supone por el comunicado de prensa que es el grupo vacunado que ha tenido unos nueve casos de COVID-19, mientras que el del placebo tuvo unos 90.
El riesgo de no informar de estos resultados completos es que el titular transmita el mensaje engañoso de que «la vacuna aporta más beneficios de los que aporta en realidad», afirma Doshi, que estudia el proceso de aprobación de medicamentos. «Pfizer no ha publicado nada que indique que esta estadística de eficacia del 90 por ciento se aplique a los más delicados, como los adultos mayores o los que están en residencias de ancianos, que corren un mayor riesgo».
Tampoco está claro si la vacuna simplemente prevenía los síntomas en casos leves o moderados o si reducía los desenlaces clínicos graves. Dicha información resulta fundamental porque lo ideal sería que una vacuna redujera la cantidad de muertes, hospitalizaciones y visitas a la UCI. «Los estudios deberían darnos una idea de la gravedad, pero solo hablan de los síntomas», afirma Maria Elena Bottazzi, codirectora del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas en Houston.
Tampoco se sabe si alguno de los 94 pacientes con coronavirus tenía factores de riesgo preexistentes. Esos datos importan porque las autoridades estatales y regionales priorizan a los grupos de alto riesgo y socialmente vulnerables durante las primeras olas de distribución. «No está claro quién recibió la vacuna en el ensayo», afirma Paul Offit, director del Centro de Educación sobre Vacunas del Hospital Infantil de Filadelfia y miembro del comité asesor sobre la COVID-19 de la FDA. «Uno se pregunta si esos grupos de personas están representados de manera adecuada».
¿La recta final?
Esta noticia se tradujo en un impulso en los mercados de valores y contribuyó a reducir una recesión ocurrida en las últimas semanas. Con todo, esta reacción también suscitó la pregunta de por qué Pfizer y BioNTech decidió publicar sus datos preliminares. Cuando le preguntaron si Pfizer estaba sometida a la presión de sus accionistas, Jerica Pitts, directora de relaciones con medios internacionales de Pfizer, declaró que la empresa no tenía la obligación de publicar el informe, pero tenía la intención de hacerlo según su propio criterio.
«Dijimos desde el principio que compartiríamos los resultados preliminares debido a lo necesario que podía ser este adelanto», declaró Pitts en un email a National Geographic. «Hemos compartido que estos [resultados] no son concluyentes y solo observan a aquellos participantes que no se han infectado de ni contraído la COVID-19 previamente».
“Podríamos esperar a que hayan puesto todos los puntos sobre las íes. Después está el otro debate de si es ético retener los datos durante más tiempo del necesario.”
En su comunicado de prensa, las empresas declararon que el próximo paso consistirá en recopilar más datos de farmacovigilancia y solicitar una autorización de uso de emergencia a la FDA en la tercera semana de noviembre. La agencia estadounidense exige que el fabricante de una vacuna aporte dos meses de datos de farmacovigilancia de al menos la mitad de los participantes de la fase tres antes de que se considere dicha autorización.
Con todo, las recientes reuniones de los comités asesores de vacunas de la FDA y los CDC indicaban que los reguladores estaban planteándose la idea de cambiar la autorización de emergencia por la denominada licencia de «acceso ampliado» o «uso compasivo».
Este paso limitaría la cantidad de personas que recibirían una vacuna favorita, que podría entrañar pros y contras. Permitiría el acceso en situaciones extremas, como para los trabajadores sanitarios de primera línea y las comunidades vulnerables, pero el público general tendría un acceso reducido. En cambio, la autorización de uso de emergencia significaría que no se le puede negar la vacuna a nadie, lo que básicamente eliminaría la posibilidad de completar los ensayos clínicos de una candidata a vacuna. Las personas de los grupos con placebo podrían solicitar la vacuna y los científicos ya no juzgarían de forma sistemática si el medicamento funciona realmente o si es seguro.
Offit dice que cambiar las metas de la concesión de licencias también podría ser un paso positivo para fomentar la confianza del público, ya que otras decisiones anteriores de uso de emergencia —como la del antipalúdico hidroxicloroquina— han sido polémicas. «El lenguaje es mejor», afirma Offit, que explica que se ha considerado que algunas autorizaciones de emergencia de tratamientos insuficientemente probados tenían motivaciones políticas. «No creo que la gente debiera albergar sospechas sobre esta vacuna».
Algunos expertos cuestionaron la decisión de las farmacéuticas de emitir un comunicado de prensa antes de que estuvieran listos los datos de farmacovigilancia. «No era necesario», afirma Doshi. «Podríamos haber esperado dos semanas a que hubiera datos más completos».
Pero Wachter responde que, a estas alturas, probablemente habría surgido cualquier preocupación sobre la seguridad de los pacientes. «Estaría bien tener más información sobre los síntomas y cuántos fueron hospitalizados. Pero los datos son lo bastante buenos como para no preocuparme por que la gente sobreinterprete los resultados», afirma. Añade que los comités de supervisión de datos detendrán un ensayo en caso de efectos secundarios sospechosos o considerables. Hasta la fecha, eso ha ocurrido en otros tres ensayos de vacunas anti-COVID-19, pero no en el de Pfizer.
De hecho, Wachter sugiere que las empresas tenían la obligación moral de publicar las buenas noticias preliminares durante esta fase especialmente desalentadora de la pandemia. La influencia de la noticia en las percepciones del público sobre la vacuna y el mercado de valores no es problemática siempre y cuando el informe preliminar sea honesto y se matice debidamente, indica.
«Esta es una noticia muy prometedora y parece bastante improbable que resultados más detallados lleven a una conclusión diferente a la actual», afirma. «Podríamos esperar a que hayan puesto todos los puntos sobre las íes. Después está el otro debate de si es ético retener los datos durante más tiempo del necesario».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.