¿Qué dice la ciencia sobre ponerse más de un tipo de vacuna anti-COVID-19?
Hace unos meses, las investigaciones científicas vaticinaban un mundo con varias opciones de vacunación. A día de hoy esto es lo que dice la ciencia sobre si más es mejor a la hora de reforzar la inmunidad.
Una enfermera prepara la vacuna Gam-COVID-Vac (Sputnik V) contra la COVID-19 en la Clínica Nº 7 en Simferpol, Crimea, el 15 de diciembre. Rusia ha puesto en marcha una campaña de vacunación para los trabajadores sanitarios, educativos y de servicios sociales municipales.
Hace tan solo unos meses parecía lejano el día en que todo el que quiera ponerse una vacuna anti-COVID-19 pudiera ponerse una. A nivel mundial, aún hoy lo es. Sin embargo, según crece la disponibilidad de vacunas, puede que la gente se plantee una pregunta que antes parecía exagerada: ¿debería ponerme un segundo tipo de vacuna, solo por si acaso?
Mientras la pandemia continúa, es posible que esa sea una opción, a medida que se aprueban más vacunas en los próximos meses. Están desarrollándose más de 200 vacunas anti-COVID-19 en todo el mundo que utilizan ocho plataformas tecnológicas diferentes, desde las más innovadoras, hechas con material genético, como el ADN o el ARN mensajero, hasta las variedades clásicas con versiones de coronavirus muertos. La cuestión es si recibir más de un tipo, lo que los expertos llaman pauta heteróloga, reforzará la inmunidad y ofrecerá protección duradera.
Algunos países como España, ante la alarma surgida en primavera por los efectos secundarios de la vacuna de Astra-Zeneca, optaron por esta estrategia de vacunación inoculando a un buena parte de su población la segunda dosis de la pauta con Pfizer, pero no es una política que se haya extendido. Uno de los principales motivos es que el suministro limitado hace que sea improbable que una persona reciba dos vacunas anti-COVID-19 diferentes, a no ser que se cuele en varios ensayos clínicos o engañe a los sanitarios. Además, se desconoce si el seguro médico cubriría más de una vacuna. Con todo, a algunos científicos les intriga la posibilidad.
«No es una pregunta ridícula en absoluto», afirma Florian Krammer, profesor de vacunología en la Facultad de Medicina Icahn del Hospital Monte Sinaí, en Nueva York. «En la investigación hacemos esto constantemente. Utilizamos diferentes plataformas de vacunas porque a veces obtenemos resultados interesantes».
«Sería interesante haber avanzado en el estudio de las pautas heterólogas, que están funcionando mejor, o directamente vacunar con una dosis que haga frente variantes diferentes, no necesariamente con el genoma de la de Wuhan», comenta a National Geographic el investigador en el área de servicios de salud y farmacoepidemiología de la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valenciana, Salvador Peiró.
Maximizar la respuesta inmunitaria
En teoría, así funcionaría la protección doble por las vacunas anti-COVID-19: cuando recibes una vacuna, introduces fragmentos del virus que no pueden enfermarte, pero que son suficientes para activar una respuesta inmunitaria.
Muchas vacunas infantiles tradicionales necesitan la denominada dosis de refuerzo, otra inyección meses o años después que se asegura de que el cuerpo haya recibido el primer mensaje y tenga instrucciones claras para atacar una futura invasión de un microbio específico. Es una forma de crear otra barrera de protección y fortalecer la memoria inmunitaria de una persona.
«En casos en los que te preocuparía que la vacuna pierda eficacia, la medida más simple sería administrar una dosis de refuerzo», afirma Alessandro Sette, profesor del Centro de Investigación de Vacunas y Enfermedades Infecciosas en el Instituto de Inmunología La Jolla, en California. Con todo, como ya has recibido la primera dosis, el cuerpo parte con ventaja. «Una dosis de refuerzo induce una reacción de recuerdo. Empiezas a partir de la memoria inmunitaria. Eso es lo bonito».
Lo que no se sabe es si inducirías una respuesta aún más fuerte con una forma de vacuna de coronavirus diferente. En inmunología, ese concepto se llama «prime boost heterólogo» o «refuerzo primario heterólogo» y algunos estudios sugieren que esta sería una forma más eficaz de diseñar programas de vacunación, sobre todo con enfermedades más difíciles como la malaria, la tuberculosis y el VIH.
“Si recibieras dos vacunas diferentes que han usado partes diferentes del virus, generarías dos respuestas inmunitarias diferentes en lugar de reforzar la primera.”
La idea es que podrías beneficiarte de la mejor parte de dos plataformas de vacunas induciendo subconjuntos diferentes de linfocitos T, los agentes del sistema inmunitario que pueden ser «cooperadores» o «citotóxicos» y desempeñan un papel fundamental al atacar a virus indeseados. A continuación, esas respuestas divergentes trabajarían en armonía para proporcionar una inmunidad sólida.
Aún no está claro qué combinaciones de categorías de vacunas son mejores ni en qué orden. Pero este método se ha explorado cada vez más en las dos últimas décadas, a medida que los científicos descubrían nuevos métodos de administración de vacunas.
«Aún no hay información suficiente para recomendar este tipo de combinación», afirma la Organización Mundial de la Salud. «En algunos países se están llevando a cabo ensayos clínicos para saber si se puede recibir una primera dosis de una vacuna y una segunda dosis de una vacuna diferente».
En España, «en el caso de las personas menores de 60 años que habían recibido la primera dosis con la vacuna de AstraZeneca y rechacen ser vacunadas, como recomienda Salud Pública, con la pauta heteróloga, para evitar que queden sin vacunarse y por el buen fin de la estrategia de vacunación, podrán vacunarse con la misma vacuna de AstraZeneca, pero previo consentimiento en el que se manifieste que están informadas del principal riesgo de esta vacuna (los acontecimientos trombóticos infrecuentes pero graves)», afirma el informe Estrategia de Vacunación del Gobierno de España.
Al respecto, el informe asegura que en las investigaciones realizadas en ratones se observó «una mayor respuesta de anticuerpos neutralizantes tras la vacunación con pautas heterólogas con respecto a la utilización de pautas homólogas».
Un menú de vacunas
La ciencia de esa mezcla de vacunas va camino de reforzarse. Esto se debe a que el torrente de innovaciones de este año ofrece nuevas oportunidades para estudiar la interacción entre los diferentes tipos de vacunas anti-COVID-19.
Por ejemplo, las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna inyectan fragmentos de ARN mensajero, una plataforma de vacuna cuyo uso en humanos no se había autorizado hasta el pasado diciembre. Otra candidata cuyos ensayos han avanzado bastante es la de la Universidad de Oxford y la empresa farmacéutica AstraZeneca, que utiliza la tecnología de vector viral. Consiste en transferir el código genético de la proteína espicular del SARS-CoV-2 —la parte que permite que el coronavirus invada las células— en un adenovirus debilitado. La pauta de todas estas vacunas consiste en dos dosis separadas por varias semanas.
Existe una posible razón para recibir varios tipos: a algunos investigadores les preocupan las plataformas de vector viral debido a la posibilidad de que el cuerpo desarrolle inmunidad al propio adenovirus. Por ejemplo, el vector empleado por AstraZeneca y Oxford es un adenovirus que infecta a los chimpancés. «No tenemos inmunidad contra esos, pero podríamos desarrollar inmunidad tras la primera inyección», señala Krammer, en cuyo caso la segunda dosis podría tener menos eficacia.
En otro contexto, Rusia, Johnson & Johnson y la biotecnológica china CanSino Biologics están desarrollando vacunas con adenovirus humanos, que suelen provocar resfriados comunes. Es posible que las personas que han sufrido muchos resfriados en su vida ya tengan inmunidad antes de recibir la vacuna.
En todos esos casos, quizá sería aconsejable recibir una segunda vacuna, como la desarrollada por Novavax, una empresa biotecnológica de Maryland, que administra proteínas espiculares diseñadas mediante bioingeniería a través de nanopartículas, lo que podría ser un refuerzo potente, afirma Krammer.
Pero no se ha determinado si es seguro combinarlas y recientemente los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos han advertido que no se debe mezclar la vacuna de Pfizer-BioNTech con «otras vacunas anti-COVID-19».
“Tenemos que saber qué respuestas inmunitarias son responsables de la protección.”
Brianne Barker, profesora adjunta de biología que estudia la inmunidad y los virus en la Universidad de Drew, en Madison, Nueva Jersey, es una de las científicas que reconocen que podría ser posible que las autoridades sanitarias impidan la mezcla accidental de marcas de vacunas diferentes.
«Si vas al médico y recibes una dosis, quizá no sepas que te han puesto la vacuna de Pfizer», afirma. Si fueras a un centro diferente para la segunda dosis, quizá te pongan la de Moderna por accidente.
Un malentendido no sería necesariamente peligroso, ya que nuestros cuerpos suelen toparse con el mismo virus varias veces a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, Baker advierte que las personas no deberían saltarse la segunda dosis de su vacuna original. «Si tuvieras dos vacunas diferentes que utilizan partes diferentes del virus, crearías dos respuestas inmunitarias diferentes en lugar de reforzar la primera», afirma.
Barker también siente curiosidad sobre si sería beneficioso recibir dos pautas diferentes. «Podría reforzar más tu respuesta inmunitaria, pero no está claro si ese refuerzo importa», afirma. «Más cantidad no dura más tiempo en el cuerpo necesariamente. En algún momento, activarás una respuesta que basta, así que más no añade nada».
Cuánto tiempo duran estas vacunas anti-COVID-19 es una pieza fundamental del puzle de las vacunas. Hasta que empiecen a llegar datos, nadie sabrá si recibir un segundo tipo de vacuna sería una pérdida de tiempo y dinero, o si el seguro médico cubriría dos tipos diferentes. Aunque en Estados Unidos el gobierno se ha comprometido a poner la vacuna inicial a disposición de todos los residentes de forma gratuita, es demasiado pronto para saber si incluirá rondas futuras con otras marcas, afirma Karyn Schwartz, investigadora de la Kaiser Family Foundation en Washington D.C. que estudia el panorama de los seguros de COVID-19.
Cómo saber si necesitaremos otra vacuna
Si te pones una vacuna, no será evidente de inmediato si la inmunidad a la COVID-19 está disminuyendo. En los ensayos clínicos de vacunas, se vigilan los niveles de anticuerpos de los participantes con el paso del tiempo. También se puede comprar una prueba de anticuerpos comercial para detectar cuándo se generan esas proteínas a raíz de una vacuna o una infección.
El mayor reto es que la presencia de esos anticuerpos no significa necesariamente que estés protegido de la COVID-19, afirma Dan H. Barouch, director del Centro de Virología e Investigación de Vacunas del Centro Médico Diaconisa Beth Israel en Boston. Otra investigación sugiere que la presencia prolongada de linfocitos B, que fabrican anticuerpos, y linfocitos T también desempeña un papel esencial. La forma en que se miden los anticuerpos en LOS ensayos clínicos estándar podría no ser una buena indicación de inmunidad, señala Barouch, que añade: «Tenemos que saber qué respuestas inmunitarias son responsables de la protección».
Quizá la protección contra la COVID-19 por medio de una vacuna dure toda la vida, como ocurre con el sarampión. O quizá recibir una segunda versión de una vacuna sirva como dosis de refuerzo una década después, de forma algo similar a cómo se administra hoy en día la vacuna de la polio.
“No creo que tengamos información suficiente sobre si la gente debería empezar a mezclar vacunas anti-COVID-19.”
Cuando Angela Rasmussen, viróloga del Center for Global Health Science and Security en la Universidad de Georgetown, en Washington D.C., era niña, recibió la vacuna antipoliomielítica oral con el virus muerto desarrollada por Jonas Salk a principios de los años cincuenta.
De adulta, cuando tuvo que recibir una segunda dosis como condición para trabajar en un laboratorio de enfermedades infecciosas, recibió una vacuna atenuada basada en la investigación de Albert Sabin. Se ha administrado en Estados Unidos desde el año 2000. «No es inaudito que las personas reciban dosis de refuerzo a medida que cambian las vacunas», afirma.
Con todo, la gran diferencia es que, para cuando recibió su segunda vacuna antipoliomielítica, la formulación de Sabin estaba respaldada por más de medio siglo de datos de seguridad.
«No creo que tengamos información suficiente sobre si la gente debería empezar a mezclar vacunas anti-COVID-19», afirma Rasmussen. «Es un virus nuevo con una vacuna nueva. No deberíamos precipitarnos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.