¿Es necesario llevar mascarilla al aire libre? Esto dicen los expertos
Muchos factores pueden influir en la necesidad de llevar la cara tapada cuando paseas, vas en bici o corres al aire libre.
Unos niños con mascarillas juegan con burbujas en un parque en marzo de 2021, en Kuala Lumpur, Malasia. Las personas se han aprovechado de la disminución de las restricciones para reunirse en grupo por primera vez en meses.
Nota de la editora: Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com. En Estados Unidos el uso de mascarillas al aire libre no siempre es obligatorio, pero sí lo es en España.
Los días se alargan, las temperaturas suben y los narcisos florecen. Tras un invierno largo y frío encerrados en casa con la amenaza de la COVID-19 a nuestro alrededor, la primavera nos promete la oportunidad de salir de los confines de nuestros hogares por fin. Pero ¿es necesario disfrutar del aire fresco detrás de una mascarilla?
Un año después de que las ciudades cerraran parques infantiles y otros lugares públicos por temor a la propagación del virus en espacios exteriores compartidos, se han ido acumulando las pruebas de que la transmisión al aire libre es rara. Esto significa que las órdenes de llevar mascarilla al aire libre tampoco tienen que ser tan estrictas.
«Uno de los hallazgos más sólidos de la literatura es que la transmisión se reduce al aire libre respecto a los espacios cerrados», explica Jonathan Proctor, investigador posdoctoral de la Iniciativa de Ciencia de Datos y el Centro para el Medioambiente de Harvard. El motivo es bastante intuitivo: el virus tiene muchos lugares a los que ir además de tu nariz.
«Hay mucho aire en el que pueden dispersarse las gotitas y las partículas virales», señala Lisa Lee, experta en salud pública en el Instituto Politécnico de Virginia y exempleada de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Una revisión sistemática publicada en febrero desveló que menos del 10 por ciento de las infecciones de SARS-CoV-2 documentadas habían ocurrido al aire libre. En cambio, la transmisión en espacios cerrados era 18 veces más probable. Normalmente, las infecciones que ocurrían al aire libre entrañaban otros riesgos, como la mezcla de actividades de interior y exterior.
Distancia, duración e intensidad: lo más importante
Con todo, el riesgo no es cero, advierte Saskia Popescu, epidemióloga de la Universidad de Arizona en Phoenix.
«El exterior protege, pero no elimina todos los riesgos», explica Popescu. «Cuando observamos transmisión al aire libre, es porque las personas están cerca, hablando cara a cara».
Los tres factores clave a tener en cuenta son distancia, duración e intensidad, señala. Cuanto más cerca están las personas, más gotitas genera una actividad, y cuanto más tiempo está una persona cerca de otra, más incrementa el riesgo y más importancia cobra la mascarilla. Como ocurre con casi todo en esta pandemia, el riesgo de infección —y la necesidad de llevar mascarilla— depende del contexto.
«Depende de muchos factores, como lo abarrotada que esté una actividad al aire libre, cuánto movimiento hay, si todo el mundo está mirando en la misma dirección o si están frente a frente, con qué fuerza exhala la gente», dice Lee. «Si todo el mundo está jadeando, sus gotículas recorrerán más distancia y se necesitaría una distancia de más de dos metros».
Popescu ofreció algunos ejemplos de situaciones al aire libre en las que siempre lleva mascarilla y de otras en las que se la quita, pero la tiene a mano si la necesita.
«Si estoy en un mercado agrícola, llevo mascarilla porque estoy cerca de otras personas. Aunque pueda distanciarme de forma periódica, llevo mascarilla todo el tiempo», explica Popescu. «Si estoy de paseo por la playa con mi marido o por la calle con el perro, llevo encima la mascarilla y me la pongo cuando veo que se acerca gente».
Básicamente, si Popescu va a estar cerca de personas que no pertenecen a su núcleo familiar, se la pone. Si puede permanecer a al menos dos metros de distancia de los demás —como mínimo, insiste—, no considera que la mascarilla sea necesaria. (En Estados Unidos el uso de mascarillas al aire libre no siempre es obligatorio, pero sí lo es en España.)
El clima apenas parece tener impacto
A medida que se acerca el verano al hemisferio norte, los riesgos de transmisión al aire libre podrían disminuir aún más, según sugieren algunas investigaciones preliminares sobre el impacto del clima en la transmisión del SARS-CoV-2. El factor más importante parece ser la luz ultravioleta, aunque en general las pruebas son débiles.
«Nuestros hallazgos sugieren que los rayos ultravioletas podrían desactivar el virus y, por lo tanto, dificultar su propagación», afirma Proctor, que es el coautor de un estudio que demostró el vínculo entre los mayores niveles de luz ultravioleta y los menores niveles de transmisión de la COVID-19. Es difícil precisar los motivos de ese vínculo, señala.
«En lo referente a estudios empíricos sobre factores climatológicos, luz solar, temperatura, humedad, velocidad del viento, etc., parece que los días en los que hay más luz solar, se observa una reducción de la transmisión de la COVID durante las dos semanas siguientes», explica Proctor. «Ese desfase de dos semanas concuerda con el tiempo que tarda alguien en transmitir el virus y a continuación mostrar síntomas y hacerse la prueba».
Varios estudios han demostrado que los casos disminuyen cuando aumentan las temperaturas.
«En general, a los virus respiratorios les gustan las temperaturas frías y secas, sobre todo al SARS-CoV-2», afirma Luca Cegolon, epidemiólogo médico en el departamento de salud pública de Treviso, Italia, y autor principal de un comentario acerca de la lógica de llevar mascarillas al aire libre. «La mascarilla no solo proporciona una barrera física, sino que también contribuye a mantener la humedad relativa y la temperatura de la boca y, sobre todo, de la nariz», explica Cegolon. «Esto interfiere con el asentamiento [la capacidad del virus de arraigar] y la multiplicación del virus y mantiene el más fuerte el sistema inmunitario de las vías respiratorias altas».
Pero estos hallazgos son más relevantes en invierno y, una vez más, cuando las personas se congregan durante bastante tiempo. En general, las evidencias de la estacionalidad del virus aún son confusas, señala Gaige Kerr, científico de salud laboral y ambiental en la Universidad George Washington, que dirigió una repaso de investigaciones recientes en esta disciplina.
«En este momento no comprendemos bien las repercusiones exactas que tienen las diversas variables meteorológicas en la enfermedad», afirma Kerr. La gripe y otros coronavirus tienen estacionalidad, dice Kerr, y los experimentos de laboratorio han demostrado que el virus SARS-CoV-2 persiste más tiempo en condiciones frías y secas con baja radiación ultravioleta. «Pero esos resultados no se han reflejado en datos reales», dice. «A pesar de decenas o cientos de estudios, los resultados son dispares y no hay consenso. Emplear la meteorología como base para cambiar o relajar las intervenciones gubernamentales no es algo respaldado por la ciencia».
Pasar tiempo al aire libre tiene beneficios para la salud
Es probable que el clima repercuta más en el comportamiento humano. Aunque los hallazgos de Proctor, por ejemplo, sugieren que la luz UV podría estar desactivando el virus, otros motivos podrían explicar el vínculo que hallaron.
«Podría ser que, cuando hace sol, la gente sale», dice Proctor.
Las personas se reúnen en espacios cerrados cuando la temperatura sube o baja mucho, dice Lee, y eso provoca más transmisión. De hecho, por eso es importante que las autoridades responsables no exijan llevar mascarilla al aire libre, dice Muge Cevik, médica de enfermedades infecciosas y profesora clínica de la Universidad de St. Andrews, en Escocia.
«Durante más de un año, la gente ha estado restringida de una u otra forma, nuestras vidas han cambiado mucho y todo el mundo está cansado», dice Cevik. «Si le pedimos a la gente que utilice mascarillas al aire libre con regularidad en todas las circunstancias, exacerbará esa fatiga mental. Entonces no hay ningún lugar donde poder disfrutar sin restricciones».
El uso obligatorio de mascarilla al aire libre también lleva a las personas a espacios cerrados, donde no se las verá reuniéndose, pero el riesgo es mucho mayor, dice Cevik. Y reunirse al aire libre tiene otros beneficios para la salud pública.
«No podemos pensar en la salud pública solamente como control de infecciones», explica Cevik. «Permitir que el exterior sea un lugar donde las personas recargan las pilas con aire fresco, alegría, actividad física y conexión social también es importante desde la perspectiva de la salud pública».
Ponte la mascarilla siempre que la situación lo requiera
El uso de mascarilla al aire libre debería depender de la actividad. Popescu no ve motivo para que los ciclistas que vayan solos lleven mascarilla, aunque los ciclistas que viajan en grupo o pasan cerca de muchos peatones sí deberían llevarla. Igualmente, los corredores solo deberían tener que ponerse la mascarilla o subirse la braga del cuello cuando pasen junto a alguien.
«Si estás corriendo detrás de alguien que también está corriendo, te cruzas con lo que exhalan en su estela», afirma lee, así que ponte la mascarilla hasta que adelantes a esa persona.
Al nadar, obviamente, las mascarillas son inviables, pero también innecesarias si personas de núcleos familiares diferentes permanecen a al menos dos metros de distancia y nadie está gritando directamente en la cara de otra persona, dice Lee.
El senderismo también podría ser otra actividad en la que no obligar a llevar mascarillas, a no ser que alguien pase a menos de dos metros de distancia de otras personas. Incluso en esos casos, las mascarillas no son tan necesarias para los encuentros breves, a menos que se esté jadeando. Dicho esto, ponerse la mascarilla también tiene un valor simbólico.
«Creo que es una expresión de solidaridad importante», dice Lee. «Es un mensaje importante de que no cuesta mucho ponerse la mascarilla durante unos segundos mientras pasas junto a alguien».
Popescu coincide. «Es una mezcla de respeto y de admitir que, aunque sea breve y el riesgo sea muy bajo, es lo correcto», explica.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.