Por qué no es tan sencillo donar las terceras dosis de la vacuna anti-COVID19

Renunciar a una posible tercera dosis de la vacuna contra la COVID-19 puede parecer un acto de altruismo pero los expertos dicen que no es la mejores vía para hacer llegar las vacunas a los más necesitados.

Por Jillian Kramer
Publicado 30 ago 2021, 13:58 CEST, Actualizado 30 ago 2021, 16:17 CEST
Escolta policial para las vacunas

La policía indonesia vigilar la descarga de más de tres millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 de Sinovac en la ciudad de Surabaya el 4 de enero de 2021.

Fotografía de Juni Kriswanto, AFP via Getty Images

Después de que el presidente de Estados Unidos Joseph Biden anunciara que ofrecerá una tercera dosis de la vacuna anti-COVID19 a la gente que tuviera la pauta completa a partir de septiembre, muchos estadounidenses sintieron cierto alivio ante la perspectiva de mejorar su protección ante la variante Delta.

Otros, sin embargo, sintieron cierto miedo ante esta noticia. Los científicos no se ponen de acuerdo sobre la necesidad de este recuerdo inmunológico, sobre todo para los más jóvenes y sanos. En España, el Gobierno sigue sin tomar una decisión al respecto. Además, crecen las voces que piden que estas dosis extra se donen a otras partes del mundo, donde más del 67 por ciento de las personas sin ser estar inmunizadas. En Estados Unidos, muchos ciudadanos se preguntan si recibir el tercer pinchazo es correcto cuando hay tanta gente que no puede ni conseguir el primero.

"El dilema es que estamos planeando distribuir un recuerdo, sin tener en cuenta la edad, en EE. UU para reducir los casos, mientras hay personas en el mundo muriendo y sin acceso a la vacuna", dice Ezkiel Emanuel, profesor del departamento de ética médica y política sanitaria en la Escuela de Medicina de Perelman y de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, ambas en EE. UU.

“En vez de dar una tercera dosis a todos los españoles, es mucho más importante apoyar a otros países que no están teniendo una vacunación tan adelantada por diversos motivos”, afirmaba Jordi Pérez-Tur, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), hace unos días a National Geographic España.

La Administración de Alimentación y Medicamentos de EE. UU autorizó el 12 de agosto que se pusiera una tercera dosis a un grupo limitado de personas inmunodeprimidas. Por entonces, más de un millón de estadounidenses ya la habían recibido. Unos día más tarde, el 18 de agosto, la Casa Blanca anunciaba sus planes de des un pinchazo extra a todos los ciudadanos con la pauta completa.

Hasta la fecha, solo 1,4 por ciento de la población de los países de menor poder adquisitivo ha recibido una primera dosis de la vacuna contra la COVID19, esto deja muchas partes del globo sin protección ante las consecuencias más graves de la enfermedad. Para muchos estadounidenses, no ponerse la tercera dosis, con la esperanza de que sea donada a aquellos que más lo necesitan, podría parecer un acto de solidaridad.

Pero, renunciar al recuerdo no tiene porque implicar que esa dosis se distribuya a otras partes del mundo. El proceso de donación se ve bloqueado por una burocracia complicada y problemas de distribución en los propios países receptores. Es más, el programa responsable para la distribución de las vacunas donadas es poco probable que acepte dosis que ya han llegado a otros sistemas sanitarios.

Así funciona la donación de vacunas y qué se puede hacer para realmente marcar la diferencia.

La complicada página para donar vacunas anti-COVID19

La donación de vacunas anti-COVID19 la coordina COVAX, una coalición de la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y dos organizaciones sin ánimo de lucro fundadas por Bill Gates; Gavi y la Coalición para la Innovación en la Preparación de Epidemias. Este organismo negocia las donaciones y lidera los esfuerzos de distribución a nivel global.

A medida que los países ricos engullían las vacunas para la COVID-19, COVAX se convirtió en un mecanismo fundamental para intentar asegurar que los países con menos capacidad económica pudieran al menos vacuna a sus ciudadanos con mayor riesgo, "siendo la vacunación de la población con menor riesgo todo un lujo", dice Gian Gandhi, coordinador de la división de suministro de COVAX para UNICEF.

En el mejor de los casos, el proceso de donación a través de COVAX funcionaría así: los países informan del sobrante de las dosis de vacunas pre-contratadas cuando cumplen con sus necesidades y se comprometen a donar un día concreto una cantidad concreta del excedente de vacunas. COVAX recoge las vacunas directamente de la cadena de producción, y es entonces cuando las distribuye a las otras naciones necesitadas.

Pero este caso ideal no siempre ocurre. Según Thabani Maphosa, director ejecutivo de programas en Gavi, "el mayor reto al que se enfrenta COVAX durante el proceso de donación es la previsión. No es raro que se den avisos de donaciones a corto plazo y, pese a que estos avisos son bienvenidos, es muy complicado planear su distribución". 

Cuando los países ofrecen donaciones en el momento, en lugar de con antelación, la dosis pueden estar a punto de caducar, dice Gandhi. COVAX tiene la política de no aceptar vacunas con menos de dos meses hasta su fecha de caducidad, en parte "porque los países suelen necesitar tiempo para planificar y poner en marcha los recursos adicionales que necesitan para absorber y usar las dosis", explica Gandhi.

Es más, incluso en el mejor de los casos, hay que sortear un gran número de obstáculos legales, administrativos y logísticos.

Para recibir las vacunas, los países receptores deben tener en regla sus propias medidas reguladoras para poder usarlas. Y los fabricantes de vacunas reclaman acuerdos de indemnización tanto a los países receptores como a los donantes, para asegurarse que no se les reclama nada en caso de cualquier efecto secundario negativo de las vacunes, por raro que sea.

"También pueden surgir otros temas más del día a día", dice Maphosa, como pueden ser desde reetiquetar las dosis en la lengua oficial de cada país hasta asegurar que en el país de destino se puede garantizar el suministro de las jeringuillas adecuadas, neveras y transporte. "Cuadrar todos esos factores no es una tarea sencilla", dice Gandhi.

"El Gobierno de España se ha comprometido a donar un total de 22,5 millones de las vacunas autorizadas en la Unión Europea y utilizadas en España, de las cuales al menos 7,5 millones se destinarán a países iberoamericanos", se afirma en la web de la Moncloa. Pero, a principios de agosto, toda la Unión Europea había distribuido 7,9 millones de dosis, solo el 4 por ciento de las 200 dosis que se habían comprometido a enviar.

"Las donaciones de los países son clave en el esfuerzo de alcanzar una equidad global en cuanto a vacunación", dice Maphosa. Pero añade que es "crucial que estas promesas se conviertan en envíos lo antes posible. Necesitamos esas dosis ahora, no más tarde, porque la demanda global sigue siendo superior a la oferta".

Cómo puedes ayudar

Para luchar contra el aumento de los casos provocados por la variante Delta y ayudar a poner fin a la pandemia,  algunos ciudadanos bienintencionados podrían considerar, por ejemplo, renunciar a su tercera dosis con la esperanza de que ese pinchazo se pueda donar.

Pero, la realidades que si se renuncia a una vacuna que ya está en el sistema sanitario local "hay un alto riesgo de que esa acción, aunque bienintencionada, termine con la dosis en la basura y sin nadie que la use", dice Gandhi.

Es raro que COVAX acepte dosis que ya han sido registradas en un país, explica, porque tienen que ser capaces de asegurar la calidad y seguridad del producto desde el momento en que se fabrica.

Las vacunas del COVID-19 tienen que estar con la temperatura controlada. Si las vacunas salen del rango térmico ideal, su calidad se puede ver comprometida. "También hay un riesgo de que el producto no funcione", dice Gandhi; "puede ser ínfimo, pero existe y eso evita que, en la mayoría de los casos, podamos aceptar productos" que ya han salido de la fábrica.

Pero, "eso no significa que no hagamos nada", añade. Algo en lo que coincide Nancy Jecker, profesora de bioética y humanidades en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (EE. UU.): "Creo que es la responsabilidad personal de cada uno se un buen ciudadano global".

En EE. UU, por ejemplo, los expertos recomiendan presionar a los representantes políticos vía email para que el país redoble sus esfuerzos donativos. La propia UNICEF ha puesto en marcha un formulario para facilitar este trámite.

"Como hemos dicho muchas veces, esto no es solo una cuestión de equidad global", dice Gandhi. Al dejar a personas sin vacunas y permitir que el virus continúe circulando y mutando, "terminas facilitando la profecía de que se van a necesitar cada vez más dosis de recuerdo en países ricos, porque no estás atajando, en parte, la raíz del problema que está en otras partes del mundo", añade el experto.

Algo en lo que coincide Pérez-Tur, que lo llama "altruismo egoista". “Evidentemente, debería hacerse por el mero hecho de ayudar a esos países, evidentemente, pero desde el interés propio también sería importante limitar la capacidad del virus de mutar hacia variantes más peligrosas”, concluye.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Una estudiante recibe una vacuna contra la COVID

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