Crece el debate sobre si el origen de la COVID-19 fue el mercado de animales de Wuhan
Los críticos apuntan a problemas mayores que la mala regulación de la cría de animales silvestres (y no sólo con el mercado en sí) como causa del COVID-19.
Miembros del Equipo de Respuesta a Emergencias Higiénicas de Wuhan salen del cerrado Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, en enero de 2020. La mayoría de los expertos creen que la pandemia de COVID-19 surgió cuando un virus saltó de un animal a un humano, pero no está claro si eso ocurrió en este mercado o en algún punto de la cadena de suministro de la cría de animales salvajes.
"Me da un escalofrío cada vez que paso por aquí", dice el taxista mientras se detiene cerca del Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan en Wuhan, China. El mercado húmedo (donde se venden aves de corral y mamíferos vivos que se sacrifican in situ) es el lugar donde trabajaban o que visitaban la mayoría de los primeros pacientes de COVID-19 antes de ser hospitalizados en diciembre de 2019. "Huanan se ha convertido en sinónimo del virus", dice.
El mercado ha estado precintado desde el 1 de enero de 2020, congelado en el tiempo detrás de altos muros azules. Al asomarme por el hueco de la verja, veo hileras de puestos abandonados bajo un techo arqueado de plástico beige, una silla azul vacía, una red de pesca, unas cuantas neveras y un cubo de basura desbordado. Un cartel rojo anuncia el besugo de Wuchang, una especie de pescado emblemática del río Yangtze, famosa por su vientre tierno y aromático. Otro cartel dice "fresco y vivo".
A medida que el mundo entra en el tercer año de la pandemia de COVID-19, los orígenes precisos del virus que causa la enfermedad, el SARS-CoV-2, y el papel del mercado de Huanan en el inicio del brote siguen siendo objeto de gran controversia. La mayoría de los expertos coinciden en que la COVID-19 surgió debido a la propagación zoonótica, que se produce cuando un virus salta de los animales salvajes a los humanos. Pero no está claro cuándo y dónde el virus dio ese salto. Determinar dónde se produjo la propagación no es sólo una cuestión de interés académico. "Tiene importantes implicaciones políticas" que ayudarán a evitar prácticas de riesgo y, con suerte, a prevenir la próxima pandemia, afirma Roger Frutos, virólogo de la Universidad de Montpellier (Francia).
Vista aérea del Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan.
Esta semana, tras una exhaustiva revisión de los datos disponibles, un equipo internacional ha publicado en la revista Science dos estudios que concluyen conjuntamente que el mercado de Huanan fue el epicentro de la pandemia. Su trabajo sugiere que dos versiones estrechamente relacionadas del SARS-CoV-2 saltaron de un animal a un humano durante dos eventos aislados, muy probablemente dentro del mercado.
Los estudios apoyan la sospecha previa de que "los animales del mercado fueron el elemento clave en la transmisión temprana", afirma Dominic Dwyer, epidemiólogo de la Universidad de Sídney (Australia). No participó en ninguno de los dos estudios, pero formó parte del equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que visitó Wuhan el año pasado para investigar los orígenes del COVID-19. "Está claro que los virus circulaban en el mercado y luego explotaron fuera de él".
Pero los científicos siguen debatiendo si fue un animal infectado o una persona infectada quien llevó el virus al mercado en primer lugar. Es más, los científicos aún no han encontrado un animal infectado con un progenitor del SARS-CoV-2, por lo que la conclusión de que el contagio se produjo en el mercado se basa totalmente en pruebas circunstanciales. "No deberíamos basar las afirmaciones importantes en la correlación", afirma Virginie Courtier, bióloga evolutiva de la Universidad de París (Francia).
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Está claro que Huanan vendió animales vivos susceptibles al SARS-CoV-2 a finales de 2019. Pero el contagio podría haber ocurrido a cualquiera que manipulara los animales a lo largo de la cadena de suministro, incluidas las granjas de animales silvestres donde se crían para la venta, dice Ronald Rosenberg, virólogo en Fort Collins, Colorado (Estados Unidos), que recientemente se retiró de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Según un informe de 2017 encargado por la Academia China de Ingeniería, en el país se crían cientos de millones de animales salvajes de cientos de especies para su venta. El informe estima que la industria, que emplea a unos 10 millones de personas, tiene un valor de alrededor de 76 000 millones de euros; solo una cuarta parte de esta cantidad procede de animales criados para el consumo.
Y a largo plazo, los expertos advierten que cerrar los mercados húmedos o prohibir el consumo de animales salvajes, como ha prometido hacer China, no va a ser suficiente para evitar los brotes de enfermedades. "Tenemos un problema mucho mayor", afirma David Redding, biólogo conservacionista del Instituto de Zoología de Londres (Reino Unido).
A medida que la agricultura se expande e intensifica en todo el mundo, diferentes especies animales (tanto domésticas como salvajes) que normalmente no se juntan se mezclarán e intercambiarán patógenos, creando un crisol de virus. Según Redding, ésta es la causa fundamental no sólo del SRAS y la COVID-19, sino de otras enfermedades infecciosas que han ido apareciendo con mayor frecuencia en las últimas décadas.
Los puestos cerrados del mercado mayorista de marisco de Huanan eran el lugar de un floreciente comercio ilegal de animales salvajes. Un estudio reveló que se vendían animales salvajes de 38 especies vivos y apilados en condiciones de hacinamiento y falta de higiene, perfectas para la mezcla y transmisión de virus.
La problemática historia de los mercados húmedos
Incluso antes de la COVID-19, Huanan y otros mercados húmedos eran consideradas amenazas notorias para la salud pública por su potencial como caldo de cultivo de nuevos patógenos. En particular, se descubrió que un mercado chino fue la zona cero del brote de SARS en 2002, y otros mercados húmedos se han relacionado con varios brotes de gripe aviar en los últimos años.
De hecho, los investigadores de China ya estaban realizando estudios rutinarios de los animales vivos vendidos en el mercado de Huanan. En respuesta a los brotes de una enfermedad mortal transmitida por garrapatas, un equipo de científicos había estado investigando cuatro mercados de Wuhan (incluido el de Huanan) cada mes entre mayo de 2017 y noviembre de 2019. Esos datos, publicados en Scientific Reports el año pasado, se han convertido desde entonces en un valioso recurso para los científicos que intentan comprender los orígenes del SARS-CoV-2.
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El equipo reveló que estos mercados albergaban casi 48 000 animales salvajes enjaulados pertenecientes a 38 especies, casi todos ellos vendidos vivos y apilados en condiciones de hacinamiento y falta de higiene, perfectas para la mezcla y la transmisión del virus. Todo el comercio de animales salvajes que los científicos estudiaron en estos cuatro mercados era ilegal. Muchos vendedores vendían especies protegidas y ninguno contaba con los certificados necesarios que indicaran la procedencia de los animales o que estuvieran libres de enfermedades.
Esta encuesta fue una de las principales pruebas utilizadas en los nuevos artículos de Science, junto con un estudio realizado conjuntamente por la OMS y China, que se publicó en marzo del año pasado, y un informe filtrado del CDC chino fechado el 22 de enero de 2020, que describía algunas de las muestras ambientales recogidas en Huanan a principios de 2020.
Sus análisis muestran que la mayoría de las muestras ambientales que dieron positivo en el SARS-CoV-2 se concentraron en la sección suroeste del mercado de Huanan, donde los vendedores vendían ilegalmente especies animales vivas susceptibles de contraer el virus (incluidos perros mapache, zorros rojos y ratas de bambú) en las semanas previas a los primeros brotes. En un solo puesto de esa parte del mercado (el puesto 29) se obtuvieron cinco muestras positivas, de las cuáles cuatro procedían de artículos aparentemente relacionados con el comercio de animales salvajes: una jaula de metal, una máquina para quitar el pelo o las plumas y dos carros para transportar animales.
La explicación más probable es que el virus presente en esas muestras se desprendiese de un animal infectado, lo que indicaría que se trata de un caso de contagio en el mercado, afirma Edward Holmes, virólogo de la Universidad de Sídney y coautor de ambos artículos de Science.
Pero los científicos que buscan los orígenes de la COVID-19 se sienten frustrados porque los animales infectados con un progenitor del SARS-CoV-2 siguen siendo esquivos. Cuando se sospechó que Huanan era el origen del primer brote, los vendedores que vendían ilegalmente animales salvajes vivos desaparecieron con sus animales. Varios grupos de investigación se apresuraron a rastrear los animales salvajes infectados sin éxito.
Entre el 7 y el 18 de enero de 2020, Tian Junhua, del CDC de Wuhan, y sus colegas recogieron muestras de animales salvajes cerca de la ciudad, incluidos 15 perros mapache de granjas que abastecían a Huanan y cientos de murciélagos; no encontraron ningún rastro de SARS-CoV-2. Los científicos que formaron parte del estudio conjunto de la OMS y China tampoco encontraron el virus cuando analizaron más de 600 muestras de granjas de la provincia de Hubei que abastecían al mercado de Huanan. Su análisis de casi 2000 muestras pertenecientes a más de dos docenas de especies de fauna silvestre de las provincias meridionales de Yunnan, Guangdong y Guangxi, que albergan numerosos murciélagos portadores del coronavirus, tampoco arrojó muestras de SARS-CoV-2.
A Rosenberg no le sorprende que los investigadores se quedaran con las manos vacías. Dice que rastrear el origen de una nueva enfermedad zoonótica es como buscar una aguja en un pajar, y es especialmente difícil (si no imposible) cuando la infección de una población animal puede ser sólo fugaz.
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Un panorama genómico turbio
Sin localizar la fauna infectada, una forma de demostrar la propagación en Huanan es encontrar el virus animal en el mercado que inició la pandemia. Si la COVID-19 surgió cuando un virus saltó de un animal a un humano en Huanan, entonces debería ser posible encontrar en el mercado un progenitor del SARS-CoV-2 que sea diferente de los homólogos humanos. Pero tal virus no se ha encontrado.
En un estudio publicado en febrero que aún no ha sido revisado por pares, un equipo dirigido por George Gao, director del CDC chino que acaba de dimitir esta semana, dio a conocer un análisis completo de las 800 muestras ambientales de Huanan, incluidos los pozos de aguas residuales, el suelo, las paredes, los congeladores y las jaulas de animales. Dos tercios de las 64 muestras positivas procedían de la sección suroeste del mercado, donde se vendían animales vivos. Cuatro de esas muestras positivas (ninguna del puesto 29, que Holmes y sus colegas creen que fue el lugar donde se produjo el contagio) presentaron secuencias genómicas completas idénticas a las del SARS-CoV-2 humano. Por lo tanto, el equipo chino llegó a la conclusión de que los virus habían sido diseminados por seres humanos y no por animales, lo que refuerza el argumento de que el mercado era un amplificador del virus, no su fuente.
Muchos científicos se muestran escépticos. Es difícil verificar la conclusión, ya que los datos que utilizó el equipo de Gao no están a disposición del público, afirma Andrew Rambaut, biólogo evolutivo de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y coautor de ambos artículos de Science. Señala que las muestras positivas del entorno del mercado contienen material genético de animales, y que le gustaría saber de qué especies se trata, la cantidad de material genético y cómo podría correlacionarse con la ubicación de los puestos de venta de fauna.
Por otra parte, los autores de los dos nuevos artículos de Science creen haber encontrado pistas genéticas sobre el contagio que se produce en el mercado.
Joel Wertheim, de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos), dirigió un equipo que examinó casi 800 secuencias víricas tempranas tomadas en todo el mundo antes de febrero de 2020. Encontraron dos formas de SARS-CoV-2, denominadas A y B, que difieren en sólo dos unidades de código genético. Lo más importante es que estas formas dieron lugar a dos gigantescas explosiones de diversidad genómica en la primera pandemia. Weitherm llama a esto "una señal reveladora" de que dos versiones estrechamente relacionadas del virus saltaron de los animales a los humanos en dos ocasiones distintas.
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Tanto el linaje A como el B aparecieron en algunas de las muestras ambientales de Huanan que analizó el equipo chino de los CDC, señala Michael Worobey, biólogo evolutivo de la Universidad de Arizona en Tucson (Estados Unidos) y también coautor de ambos artículos de Science. Si la teoría de los dos saltos se sostiene, lo más probable es que ambos saltos tuvieran lugar en el mercado, una hipótesis que considera más probable que un escenario en el que dos individuos infectados desde fuera de Huanan llevaran los virus al mismo mercado.
"Es una bala de cañón que atraviesa toda esta idea de que el mercado de Huanan fue sólo un evento amplificador", dice Worobey.
Pero otros trabajos sugieren que un tercer linaje de virus que surgió como muy tarde en octubre es el que dio lugar a todos los genomas del SARS-CoV-2. En un estudio publicado en Bioinformatics en marzo, un equipo dirigido por Sudhir Kumar, de la Universidad de Temple en Filadelfia (Estados Unidos), analizó más de un millón de secuencias genómicas del SARS-CoV-2 recogidas en todo el mundo y concluyó que sólo había un ancestro común, lo que indica un único salto.
Estos estudios utilizaron métodos diferentes para inferir la evolución viral basándose en las secuencias genómicas observadas, y ambos enfoques tienen incertidumbres, por lo que varios científicos consultados por National Geographic dicen que sus conclusiones deben tomarse con precaución.
Sin embargo, aunque la localización exacta del contagio sigue siendo turbia, la mayoría de los virólogos y expertos en enfermedades infecciosas coinciden en que el comercio de animales salvajes de China desempeñó un papel fundamental en el incendio de la pandemia. Según Frutos, es urgente examinar los riesgos en toda la cadena de suministro.
El futuro de la cría de animales salvajes
En una tarde nublada de diciembre del año pasado, entré en el bullicioso mercado de Qiyimen, en el centro de Wuhan, uno de los cuatro mercados que los investigadores encontraron vendiendo ilegalmente animales salvajes vivos. El aire estaba impregnado de un olor a pescado y de los sonidos de los vendedores que pregonaban sus productos. Los lugareños pasaban por delante de hileras de puestos con productos frescos que iban desde raíces de loto y anguilas nadadoras hasta conejos desollados colgados de anzuelos.
Cuando se les preguntaba por el yewei ("sabor salvaje"), los vendedores ponían cara de piedra. "No menciones esa palabra", me dijo uno. "Ya no está permitido".
China ha prohibido el consumo de animales salvajes desde febrero de 2020. Pero muchos científicos dicen que no es suficiente para prevenir pandemias porque numerosas especies no domesticadas se siguen criando para obtener pieles, cuero, medicina tradicional china, zoológicos, mascotas, parques de animales salvajes e investigación.
"Es, literalmente, la cría de animales salvajes con esteroides", afirma Peter Li, experto en política de fauna salvaje de la Universidad de Houston-Downtown, en Texas (Estados Unidos).
Hasta hace poco, se sabía poco sobre los riesgos para la salud pública de la cría de animales salvajes. En febrero, un equipo internacional de científicos dirigido por investigadores de China informó del descubrimiento de más de 100 nuevos tipos de virus en muestras tomadas de casi 2000 animales salvajes de granja pertenecientes a 18 especies, muchos de los cuales se vendían en el mercado de Huanan. Dos docenas de esos virus se consideraron de alto riesgo para los humanos. Muchos de esos virus, entre los que se encuentran nuevas especies de coronavirus e influenza, tienen el potencial de saltar fácilmente entre especies.
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Algunos de los animales de los que se tomaron muestras estaban enfermos (a menudo con tos, secreción nasal o diarrea), pero muchos individuos infectados no mostraban signos evidentes de enfermedad. Al igual que en los humanos, los virus pueden circular silenciosamente en los animales salvajes, dice Holmes, saltando de una especie a otra y mutando constantemente. Esto resulta más fácil cuando se crían varias especies en la misma granja y se alojan juntas en estructuras hacinadas y mal ventiladas.
Para agravar el problema, pocos ganaderos adoptan medidas básicas de bioseguridad, como desinfectarse antes y después de entrar en el establo o usar guantes para manipular animales muertos. Es increíblemente peligroso manipular animales llenos de virus sin ninguna protección, dice Holmes. "Incluso las normas de bioseguridad más laxas de un laboratorio son 1000 veces mejores".
Además, los animales son transportados a través del país de forma regular sin cuarentena, facilitando potencialmente la propagación de enfermedades emergentes, dice Li. Lo más preocupante es que los nuevos patógenos tienen amplias posibilidades de infectar a los animales de granja porque muchas explotaciones de animales salvajes están cerca de zonas forestales y los ganaderos suelen capturar animales salvajes para reponer sus existencias.
Teniendo en cuenta esta situación, es muy probable que los brotes víricos transitorios afecten a las granjas de animales salvajes de vez en cuando, dice Frutos. En la mayoría de los casos, los trabajadores infectados sólo desarrollan síntomas leves o ninguno, y los virus se extinguen tras una transmisión limitada. En una simulación informática que el equipo de Wertheim publicó en Science el año pasado, el 95% de los virus que causan contagios en entornos rurales poco poblados se extinguirían. "Se necesitaría un buen número de personas y un buen número de contactos para mantener la transmisión", afirma.
Sin embargo, a medida que los contagios son más frecuentes, aumentan las probabilidades de que se produzca una transmisión sostenida de persona a persona, sobre todo a medida que aumenta el número de personas que se desplazan entre las granjas y los entornos urbanos, como los mercados húmedos.
Un país en la encrucijada
En el caso de la COVID-19, la primera persona infectada podría haber sido un intermediario que recogía animales de varias granjas y los llevaba a los mercados y almacenes de la ciudad, una práctica común en China y el sudeste asiático, dice Frutos. Esta persona podría haber infectado a algunos de los vendedores en Huanan y otros lugares de Wuhan, una teoría que concuerda con el hallazgo de Gao de que el SRAS-CoV-2 estaba presente en el entorno de múltiples mercados y almacenes asociados de la ciudad.
Según Frutos, estas hipótesis no requieren una infección generalizada y persistente en los animales, ya que el virus progenitor podría haber adquirido un potencial pandémico sólo después de la evolución y la selección en los seres humanos.
Este escenario hipotético subraya la creciente conciencia de que las personas podrían infectarse con nuevos patógenos con más frecuencia de lo que se reconocía hasta ahora. "La mayoría de esas infecciones pasarían desapercibidas o serían mal diagnosticadas", afirma Rosenberg.
En dos estudios distintos, los científicos del Instituto de Virología de Wuhan y sus colegas descubrieron que hasta el 4% de las personas que vivían cerca de murciélagos y trabajaban estrechamente con fauna salvaje en el sur de China estaban infectadas con virus animales potencialmente peligrosos, incluidos los coronavirus; la tasa de infección era del 9% entre los carniceros, aunque ninguno desarrolló síntomas graves.
Es probable que estos frecuentes episodios de contagio fueran las chispas que acabaron provocando los brotes de SARS y la pandemia de COVID-19, afirma Frutos.
Los científicos admiten que no tienen todas las respuestas y que tal vez nunca sepan con certeza de dónde procede la COVID-19, al igual que muchas otras enfermedades infecciosas emergentes. Pero sabemos lo suficiente como para saber que la cría de animales salvajes en China sigue suponiendo una grave amenaza para la salud pública mundial, afirma Holmes.
Además de prohibir el consumo de animales silvestres, Holmes afirma que China debería intensificar las medidas de bioseguridad en toda la cadena de suministro de animales silvestres, vigilando periódicamente a los animales silvestres de granja y a quienes los manipulan para detectar infecciones. Esta vigilancia, añade, debe prestar especial atención a animales como los visones y los perros mapaches, que se sabe que son susceptibles de infectarse con el coronavirus y que seguirán siendo criados en grandes cantidades en China por su piel.
China no es en absoluto un caso único; muchas otras naciones practican la cría de animales salvajes y el comercio en mercados húmedos. Sin embargo, muchos científicos afirman que el país se encuentra ahora en una encrucijada. Si no pone orden en su casa, dice Li, "es poco probable que la COVID-19 sea la última pandemia que salga de China".
El reportaje para este artículo fue apoyado por una subvención del Centro Pulitzer.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.