Prueba del parche atópico (APT) para alergias

Las alergias alimentarias aumentan en el mundo; ¿qué se está haciendo para combatirlas?

Según los expertos, el campo de las alergias vive un momento apasionante. Esto es lo que hay que saber sobre las causas de las alergias alimentarias y las nuevas investigaciones que podrían ayudarnos a afrontarlas.

Las sensibilidades alimentarias se confunden a menudo con las alergias alimentarias. La prueba del parche atópico (APT) es una forma de determinar si un alimento está causando realmente una reacción alérgica, aunque el Dr. Edwin Kim señala que ésta, junto con los análisis de sangre, son métodos imperfectos de diagnóstico, ya que requieren interpretación.

Fotografía de Benoit Durand, Hans Lucas, Redux
Por Allie Yang
Publicado 15 dic 2022, 11:12 CET

Las alergias alimentarias pueden poner en peligro la vida de muchas personas: urticaria, vómitos, dificultad para respirar y caída de la tensión arterial son algunas de las reacciones más graves que puede provocar un alimento inadecuado. Dependiendo de la persona, las alergias pueden manifestarse rápidamente y requerir atención médica de urgencia para su tratamiento.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), alrededor del 8% de los niños tienen reacciones negativas a ciertos tipos de alimentos, frente al 6,2% de los adultos. Pero los expertos en salud están estudiando formas de evitar estas sensibilidades o, en algunos casos, prevenirlas por completo.

"No cabe duda de que ha aumentado el número de alergias alimentarias diagnosticadas", afirma Patricia Fulkerson, jefa de la sección de Alergia Alimentaria, Dermatitis Atópica y Mecanismos Alérgicos del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas  de Estados Unidos (NIAID, por sus siglas en inglés). "En general, las alergias están aumentando en todo el mundo".

Durante años, el consejo habitual era que los padres evitaran dar a los niños alimentos que pudieran desencadenar su alergia. Ahora, las investigaciones han demostrado que exponer antes a los niños a los alérgenos reduce el riesgo de que desarrollen una alergia en el futuro. Para los que ya han desarrollado sensibilidad a los alimentos, las nuevas terapias inmunológicas esperan eliminar por completo las reacciones peligrosas.

He aquí lo que los expertos han compartido sobre los últimos avances en la investigación de las alergias alimentarias.

Un niño con la mochila etiquetada con una alerta de alergia y medicación

Un niño lleva su mochila, etiquetada con una alerta de alergia y medicación en Broken Arrow, Oklahoma (Estados Unidos). En el país norteamericano, aproximadamente el 80% de los niños alérgicos al huevo, la leche y el trigo superan la alergia, pero solo entre el 20% y el 25% de los niños superan la alergia al cacahuete.

Fotografía de Melissa Lukenbaugh, The New York Times, Redux

¿Qué es una alergia alimentaria?

Es difícil determinar el número de personas con alergias alimentarias concretas, en parte porque existen muchos tipos de sensibilidades alimentarias con síntomas que imitan una reacción alérgica. Por ejemplo, la intolerancia a la lactosa puede provocar dolor de estómago como una reacción alérgica, pero técnicamente es un problema del aparato digestivo y no una alergia a la leche.

Según Ruchi S. Gupta, directora del Centro de Investigación de Alergias Alimentarias y Asma (CFAAR, por sus siglas en inglés) de la Facultad de Medicina de la Universidad Northwestern (EE. UU.), la mejor forma de estar seguro de que una reacción adversa a un alimento es realmente una alergia es someterse a un diagnóstico médico. Una vez que se sabe que se trata de una alergia, se puede elaborar un plan para tratarla.

Lo que diferencia una alergia alimentaria de otras sensibilidades es una respuesta del sistema inmunitario. En una reacción alérgica, el organismo considera erróneamente que una proteína extraña inofensiva, como por ejemplo la proteína del cacahuete, es peligrosa (las proteínas que provocan una reacción alérgica se denominan alérgenos). El organismo produce entonces un anticuerpo llamado inmunoglobulina E (IgE) para combatir al invasor.

Estos anticuerpos se unen a determinadas células inmunitarias (eosinófilos, mastocitos, basófilos) que, al activarse, liberan una sustancia química llamada histamina. Esto puede producir una reacción alérgica en cualquiera de los cuatro sistemas orgánicos principales: el intestino, la piel, los pulmones y el corazón. Los síntomas incluyen picor y erupciones cutáneas, constricción de los músculos pulmonares, vómitos y diarrea.

Cuando están implicados más de uno de los cuatro sistemas, por ejemplo, cuando un paciente presenta síntomas tanto en el intestino, como vómitos, y en los pulmones, como dificultad para respirar, se habla de anafilaxia. En este caso, la hormona epinefrina, administrada mediante una inyección  de un fármaco (en Estados Unidos es muy popular el llamado EpiPen) puede utilizarse para relajar y abrir los músculos de las vías respiratorias para facilitar la respiración.

"Los problemas respiratorios y cardiacos son los que más miedo dan, ya que se trata de reacciones potencialmente mortales", afirma el Dr. Edwin Kim, jefe de la división de Alergia e Inmunología Pediátrica de la Universidad de Carolina del Norte y director de la Iniciativa de Alergia a los Alimentos de la universidad estadounidense.

No hay alergias alimentarias leves o graves, sino reacciones leves o graves. Las reacciones son impredecibles: un alérgeno que causó una reacción leve en el pasado podría causar una reacción más extrema en el futuro y viceversa.

¿Por qué aumentan las alergias alimentarias?

Las alergias alimentarias tienen dos causas: la genética y los factores ambientales. Gupta afirma que la genética por sí sola no puede explicar este rápido aumento de las alergias. Lo que sí sabemos, afirma Kim, es que los niños son más propensos a padecer alergias si tanto su padre como su madre experimentan una desregulación inmunitaria, ya sean alergias estacionales o eccemas.

Mientras tanto, dos teorías principales examinan los factores ambientales que conducen a las alergias alimentarias. La hipótesis de la higiene postula que la obsesión de la sociedad por la limpieza reduce nuestra exposición temprana a los alérgenos, lo que hace más probable que nuestro sistema inmunitario reaccione de forma exagerada ante proteínas comunes inofensivas y desencadene una reacción alérgica.

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    En muchas partes del mundo, los niños también pasan menos tiempo cerca de la tierra y el ganado que en el pasado, lo que podría explicar por qué algunos estudios han demostrado que en las zonas urbanas hay más alergias alimentarias que en las rurales.

    "A menudo hablamos de los primeros 100 días o el primer año de vida y de lo importantes que son para que el organismo de los bebés vea cosas diferentes, como jugar en la tierra o exponerse a distintos tipos de alimentos", dice Gupta. Por temor a que sus hijos sufran alergias, los padres se han vuelto demasiado cautelosos a la hora de introducir alimentos a sus bebés, añade.

    Pero la hipótesis de la higiene no explica del todo el aumento de las alergias. Los investigadores han descubierto que una alta exposición a un determinado alimento (como el marisco en Asia) se asocia a veces con una mayor prevalencia de alergias a ese alimento. Aquí es donde entra en juego la hipótesis de la doble exposición: esta teoría postula que la probabilidad de desarrollar una alergia alimentaria aumenta si un bebé se expone a trazas de un alérgeno (respirándolo o tocándolo) antes de comerlo.

    Robert A. Wood, jefe de la División Eudowood de Alergia e Inmunología del Centro Infantil Johns Hopkins (Estados Unidos), pone el ejemplo de un padre que frota loción en la piel de su bebé. Si el progenitor tiene incluso una cantidad muy pequeña de proteína de cacahuete en las manos, la teoría sostiene que podría hacer que el niño tuviera más probabilidades de desarrollar una alergia al cacahuete más adelante.

    Estas dos hipótesis son, con diferencia, las más estudiadas. Otras incluyen los cambios en la forma en que cultivamos y envasamos los alimentos, así como si el cambio climático puede desempeñar algún papel.

    (Relacionado: ¿Puede una cucharada de miel mantener a raya las alergias estacionales?)

    Nuevos avances en la prevención de la alergia

    Las inmunoterapias orales, que incluyen la exposición de las personas a alérgenos específicos a una edad temprana, pueden ser increíblemente beneficiosas a largo plazo.

    Uno de los ejemplos más conocidos fue el estudio LEAP, en el que los investigadores descubrieron que dar a los niños alimentos con cacahuetes antes de su primer cumpleaños podía reducir drásticamente su riesgo de desarrollar una futura alergia a los cacahuetes. El riesgo se redujo en un 81% cuando cumplieron 5 años, en comparación con los niños que habían evitado los cacahuetes.

    Este año, un reciente seguimiento de más de 500 de los participantes originales reveló que esas medidas preventivas tempranas funcionaban incluso durante más tiempo para proteger a estos ahora adolescentes de desarrollar alergias alimentarias. No importaba cuánto tiempo pasaran sin comer nada que contuviera cacahuete: esa exposición temprana era tan protectora que el efecto duraba años, dice Fulkerson. "Fue muy gratificante comprobar que la respuesta era tan duradera", afirma.

    Evitar que las alergias se arraiguen es una especie de santo grial para los investigadores, afirma Fulkerson. Pero como las alergias siguen propagándose a un ritmo alarmante, si algunos métodos de prevención no son posibles, habrá que probar tratamientos más novedosos para reeducar a nuestro organismo para que acepte mejor lo que sabemos que es una nutrición inocua.

    Por ejemplo, antes las alergias alimentarias sólo podían tratarse evitándolas o ingiriendo cantidades diarias de un alérgeno en dosis gradualmente crecientes hasta alcanzar una cantidad de mantenimiento.

    Ahora, los medicamentos aprobados por la FDA ayudan a protegerse de los peligros de una exposición accidental. Un ejemplo es el fármaco anticuerpo omalizumab, (conocido ampliamente bajo la marca Xolair), que actúa uniéndose a la inmunoglobulina E de la sangre e impidiendo que arme a las células inmunitarias responsables de las reacciones alérgicas. En ensayos clínicos, el 68% de los alérgicos al cacahuete que recibieron Xolair pudieron comer cacahuete, pero el 17% no experimentó cambios significativos en su tolerancia. Ergo, los expertos siguen advirtiendo de que puede seguir siendo necesario evitar la alergia, a pesar del tratamiento.

    Los avances de CRISPR también han permitido a los científicos editar y eliminar genes alergénicos, lo que podría conducir algún día a avances más aplicables.

    Mientras avanza la investigación sobre el tratamiento de las alergias, saber cómo sobrellevar una alergia puede resultar estresante. Pero junto con el consejo de un profesional médico, aprender lo que está en nuestra mano para mantenerla a raya podría reconectarnos con algunas delicias culinarias olvidadas.

    "Se trata realmente de lo que sea cómodo para la familia, lo que tenga sentido, así que por eso conseguir que el pediatra se involucre es realmente el mejor enfoque", dice Fulkerson. 

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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