¿Qué son los superplátanos y por qué son naranjas?

Miles de niños mueren cada año en Uganda por carencia de vitamina A. Este innovador plátano modificado genéticamente, repleto de vitaminas, podría cambiar esta situación.

Por Agostino Petroni
Publicado 23 jun 2023, 12:21 CEST
La carencia de vitamina A es la principal causa de ceguera evitable en los niños de ...

La carencia de vitamina A es la principal causa de ceguera evitable en los niños de Uganda y provoca muchas otras dolencias. A la izquierda, un llamado "superplátano" elaborado con vitamina A adicional tiene un tinte ligeramente anaranjado en comparación con un plátano no modificado a la derecha.

Fotografía de Agostino Petroni

Wilberforce Tushemereirwe sostiene un plátano modificado genéticamente que ha costado millones de dólares y 20 años fabricar. Contiene tanta provitamina A, una sustancia que se transforma en vitamina A en el organismo, que su pulpa tiene un característico tinte anaranjado.

Este "superplátano" se creó en los Laboratorios Nacionales de Investigación Agrícola (NARL) de Uganda por la más noble de las causas: salvar la vida de miles de niños que mueren cada año en Uganda por carencia de vitamina A. Los científicos llevan mucho tiempo cruzando plantas de plátano para mejorar su resistencia a las plagas, los hongos o la sequía. Pero fortificar los plátanos para que aporten nutrientes a los seres humanos que los comen es una primicia.

El avance es fruto de la colaboración entre el laboratorio de Kawanda, del que Tushemereirwe es director, James Dale, científico agrícola australiano experto en plátanos, y la Fundación Bill y Melinda Gates, que invirtió 11 millones de dólares (10,07 millones de euros) en uno de los proyectos de investigación más largos que la fundación ha emprendido jamás. Wilberforce tenía 44 años en 2005, cuando comenzaron los trabajos de Banana21, como se conoce el proyecto, y hoy tiene 65.

Científico de los Laboratorios Nacionales de Investigación Agrícola

Un científico de los Laboratorios Nacionales de Investigación Agrícola (NARL), examina muestras de plántulas de plátano, que se están utilizando como parte de un proyecto de investigación de tecnología genética para crear plátanos resistentes a las enfermedades y más nutritivos.

Fotografía de Sven Torfinn, Panos Pictures, Redux

Queda un obstáculo: conseguir la aprobación del Gobierno ante la oposición manifiesta a los cultivos modificados genéticamente. Desde principios de la década de 2000, el Parlamento ugandés está tramitando legislación para regular y promover el desarrollo de organismos modificados genéticamente (OMG), pero aún no se ha convertido en ley.

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Los primeros esfuerzos son ineficaces

El tratamiento de la carencia de vitamina A existe desde hace un siglo, y la enfermedad prácticamente ha desaparecido de los países ricos. Sin embargo, sigue siendo un grave problema de salud pública mundial. La Organización Mundial de la Salud calcula que 190 millones de niños en edad preescolar sufren hoy carencia de vitamina A, sobre todo en el África subsahariana y el Sudeste Asiático. Es la principal causa de ceguera evitable en los niños. También inhibe el crecimiento de los niños y debilita tanto su resistencia a las enfermedades que muchos mueren de enfermedades tratables como la diarrea y el sarampión. Sólo en África, el "hambre silenciosa" de la malnutrición rampante es responsable del 6% de las muertes infantiles, y en Uganda, uno de los países más pobres del mundo, sigue ocupando un lugar destacado en la lista de riesgos para la salud.

Tushemereirwe lo vivió en primera persona. Creció en la década de 1960 en una aldea rural donde prevalecía la desnutrición, y enfermó muchas veces. Aunque sus padres pudieron tratarlo en un hospital misionero local, otros niños de la aldea no tuvieron tanta suerte. Tushemereirwe asistió a su primer funeral a los 10 años, una experiencia que, asegura, permanece grabada en su memoria.

Su sueño, me dijo cuando visité su laboratorio el año pasado, es que el nuevo plátano "sea aceptado, sobre todo en las zonas rurales".

El Gobierno ugandés lleva décadas intentando resolver el problema, con un éxito limitado. La distribución de cápsulas de vitamina A, por ejemplo, funcionó bien en las zonas urbanas pero no llegó a los más necesitados de las zonas rurales. El enriquecimiento de la harina de maíz y trigo y los aceites comestibles con vitamina A para aumentar sus valores nutricionales resultó más eficaz. Pero estos alimentos no se consumen en cantidades suficientes para que la diferencia sea significativa.

Los plátanos, alimento básico de la dieta ugandesa, parecían una mejor opción. Se cultivan 90 variedades. El ugandés medio consume unos 400 kilos al año (en comparación, el español medio consume unos 12 kilos de plátanos al año). Ningún otro cultivo alimentario tiene un alcance comparable, y en Uganda, los plátanos se encuentran prácticamente en todas partes.

No sólo se amontonan en los mercados al aire libre, sino que llenan las estanterías de todo tipo de tiendas, ya sea una barbería, un revendedor de CD o un cibercafé. Casi todas las granjas y huertos familiares tienen plataneras. Los lugareños los comen al vapor con una pizca de sal, machacados en guiso de pollo, fritos, a la barbacoa, hervidos, convertidos en vino, destilados en alcohol o simplemente pelados para una dulce merienda.

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      Unos trabajadores cargan plátanos en un camión en Kampala, Uganda

      Unos trabajadores cargan plátanos en un camión en Kampala, Uganda, el 18 de agosto de 2020. La fruta es un alimento básico de la dieta ugandesa, pero las variedades cultivadas localmente no son tan ricas en provitamina A como los plátanos cultivados en otros lugares.

      Fotografía de Sally Hayden, SOPA Images, LightRocket, Getty Images

      Sin embargo, como ocurre con otros alimentos, los plátanos locales nunca han proporcionado suficiente provitamina A para una dieta sana. Afortunadamente, las variedades de plátano naturalmente ricas en provitamina A existen desde hace mucho tiempo en otros lugares, y Dale sabía dónde. El plátano Asupina, que crece en la isla de Nueva Guinea, contiene hasta 30 veces más provitamina A que el plátano de las tierras altas de África Oriental. Aislando el gen de la fitoeno sintasa del plátano Asupina (rico en betacaroteno, un nutriente que el hígado convierte en vitamina A en el organismo), Dale sabía que ese gen podía transferirse a otro plátano con mejores rendimientos y mejor sabor.

      Como el gen necesario estaba dentro de un plátano, el nuevo plátano modificado genéticamente estaría hecho de genes de plátano, no de genes de animales u otras plantas, una distinción que el equipo esperaba que suavizara las críticas a la modificación genética. "Llevamos consumiendo este fragmento de ADN y esta cantidad de provitamina A probablemente 1000 años sin ningún efecto adverso", afirma Dale. "Serán plátanos hechos en Uganda, por ugandeses, para Uganda".

      Así que, mientras el equipo de África preparaba su laboratorio y aprendía a modificar las plantas internamente, Dale trabajaba en Australia, en su laboratorio de la Universidad Tecnológica de Queensland, para identificar los genes que potenciarían la provitamina A en un plátano. El trabajo para encontrar la combinación más eficaz llevó casi una década. Tras el éxito de los ensayos iniciales en 2012, Dale envió dos construcciones biológicas con el preciado gen extraído a Uganda, donde los científicos lo añadieron a la variedad de plátanos ugandeses utilizados para cocinar.

      Cuando visité el laboratorio de Kawanda el año pasado, los ensayos de campo estaban llegando a su fin. Stephen Buah, el director de las pruebas de campo, me mostró hileras de 500 plantas de plátano cultivadas en un patio vallado, donde ya se habían seleccionado dos de los cultivares más prometedores, más dos de reserva. Los científicos también habían recopilado todos los datos necesarios para demostrar que los plátanos eran seguros para el consumo humano. "Ahora estamos listos", anunció Buah con orgullo.

      Para entonces, la Fundación Gates estaba haciendo las maletas para marcharse. Jim Lorenzen, un alto funcionario del programa de Gates, dijo que varios factores estaban involucrados, incluyendo "el fracaso del Gobierno de Uganda para aprobar una ley de bioseguridad que los permitiera de manera realista (los plátanos) para ser desregulado".

      (Relacionado: ¿Es la comida orgánica más sana? Quizás esa no sea la cuestión)

      El camino hacia la aprobación política también es difícil

      El Parlamento de Uganda aprobó por primera vez la legislación sobre bioseguridad en 2017, y luego una versión revisada en 2021. Pero el presidente Yoweri Museveni, que instó a que se llevara a cabo la investigación, aún no la ha firmado. Ahora se está revisando de nuevo la legislación.

      Monica Musenero, científica y Ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación de Uganda, sigue siendo optimista respecto a que la legislación propuesta se convierta en ley.  "No teníamos una base suficientemente buena para entenderlo. Así que intentábamos hacer una ley sólo para protegernos por miedo", dijo, explicando la primera versión. La legislación revisada se ha ampliado para incluir la biotecnología en su conjunto, permitiéndola no sólo en la agricultura sino también en otros sectores, como la sanidad. "Ahora dominamos mejor la ciencia, pero también, como nación, entendemos mejor lo que queremos".

      Mientras Uganda espera, Kenia, que limita con el flanco oriental de Uganda, ha puesto fin a una prohibición de cultivos transgénicos que duraba ya una década, una medida que algunos especulan que podría poner fin al estancamiento en Uganda.

      Un científico analiza muestras de plátanos matoke

      Un científico analiza muestras de plátanos matoke cultivados en los Laboratorios Nacionales de Investigación Agrícola (NARL).

      Fotografía de Sven Torfinn, Panos Pictures, Redux

      Tushemereirwe culpa del retraso en Uganda a las ONG europeas por crear dudas sobre la biotecnología. "Sólo son temores de gente que tiene más que suficiente para comer, y ese miedo se está transmitiendo a gente que no tiene comida, que se muere de hambre", dijo. "Me siento muy decepcionado y frustrado por la lentitud del proceso político, que escucha más a una pequeña minoría de ugandeses contrarios a los OMG que a la liberación de plátanos con provitamina A, y no a la ciencia, que habría salvado la vida de los niños".

      Aunque el escepticismo sobre la ciencia de los OMG persiste y se lleva la mayor parte de la culpa, un factor igualmente complicado es la veneración de Uganda por el plátano como icono cultural. En una palabra, el plátano es sagrado. Su presencia en el país se remonta a la mitología de la creación del siglo XIII d.C. Fred Wanyu, líder tribal y lingüista ugandés, afirma que sus antepasados consideraban al plátano "la madre de la sociedad" y daban nombres a cada especie, personificándola. Hoy en día se cultivan muchos descendientes de esas antiguas variedades, y los agricultores temen que un nuevo superplátano ponga patas arriba la cultura bananera ugandesa. Incluso los cruces convencionales de plátanos para mejorar el rendimiento o la resistencia a las plagas han sido acusados en ocasiones de hacer que las variedades más antiguas pierdan textura y sabor.

      "La gente viene personalmente y te pide: 'Por favor, yo quería el local. No quiero esa. Esa no es lo bastante dulce'", dice Umar Kityo, un joven agricultor y agrónomo que cultiva 34 variedades locales de plátano. Y teme que nadie compre un plátano modificado genéticamente que sea naranja.

      La Alianza por los Derechos Alimentarios, una organización sin ánimo de lucro políticamente activa y dura crítica de los OMG, también enmarca el argumento como cultural y científico a partes iguales. "Tenemos que entender que, al manipular los plátanos, estamos intentando manipular nuestra cultura", afirma Agnes Kirabo, directora del grupo.

      Antes de abandonar Uganda, viajé a Mukono, a unos 32 kilómetros del laboratorio del NARL en Kawanda, y me reuní con Jane Nansubuga, una terrateniente poco común, para dar un paseo por su plantación. Ella ha experimentado sus propias dificultades cultivando mangos híbridos. El rendimiento y el sabor quedaron por debajo de sus expectativas, pero sigue dispuesta a probar.

      "No se puede decir que no a la ciencia. Vivimos de la ciencia", afirma Nansubuga. "Así que se trata de probar".

      Sentada en su balcón con vistas al interminable bosque de plátanos que se mezclaba con la bruma de la tarde, me sirvió un delicioso plátano al vapor con carne de cerdo a la barbacoa que había cocinado a fuego lento. Mientras saboreaba la suave y dulce fruta, pensé en lo que Wanyu, el lingüista, me había contado unos días antes.

      A pesar de su veneración por las cepas ancestrales, Wanyu también cree que si un trocito de plátano se añade a un plátano hermano, convirtiéndose en algo mejor, "viviremos en un mundo mejor". Eso es lo que desean muchos ugandeses que luchan por salir de la desnutrición y la pobreza extrema.

      "La cultura es dinámica", afirma Wanyu. "Si no, seguiríamos escribiendo sobre piedras".

      Este artículo, publicado originalmente en inglés en nationalgeographic.com, ha contado con el apoyo del Centro Pulitzer.

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