Una paciente se toma la tensión en una clínica

Colesterol, triglicéridos y nutrición: la dieta afecta a las probabilidades de tener cáncer más de lo que imaginas

Las enfermedades metabólicas como la hipertensión o la diabetes pueden provocar una respuesta inflamatoria que dañe el ADN de una persona, lo que con el tiempo puede hacer que las células normales se vuelvan cancerosas.

El síndrome metabólico (un conjunto de síntomas que incluyen hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes y exceso de grasa abdominal) se relaciona ahora con una mayor prevalencia y progresión de los cánceres. Arriba, una paciente se toma la tensión en una clínica.

Fotografía de Whitten Sabbatini, The New York Times, Redux
Por Amy Paturel
Publicado 2 jul 2024, 15:03 CEST

Cuando Urvi Shah era becaria de hematología-oncología le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin, un cáncer que afecta al sistema linfático, vital para una respuesta inmunitaria sana. Shah recibió cuatro meses de quimioterapia intensa que curó la enfermedad, pero se preguntó qué papel desempeñaba la dieta, si es que desempeñaba alguno, en la erradicación de su cáncer. 

"Escuché muchas recomendaciones de amigos y familiares sobre lo que debía y no debía comer, y me di cuenta de que en la facultad de medicina no aprendemos nada sobre el papel de la nutrición en la curación", dice Shah; "como paciente, quería sentirme capacitada para hacer algo en favor de mi salud".

Intrigada por las pruebas de que los alimentos vegetales ricos en fibra reducen la incidencia del cáncer y el riesgo de recurrencia, Shah volvió a centrar su investigación en los factores de riesgo modificables del cáncer, como la nutrición, la obesidad, la diabetes y el microbioma. Ahora, especialista en mieloma y profesora adjunta del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Estados Unidos, Shah dirige cuatro estudios de intervención dietética (ensayos NUTRIVENTION) para ofrecer orientación nutricional a pacientes con cáncer.

El trabajo de Shah forma parte de un conjunto creciente de investigaciones que sugieren que una constelación de enfermedades metabólicas como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el colesterol alto y los triglicéridos altos (que afectan a más del 40% de los estadounidenses) podría ser un factor clave en la aparición y progresión de muchos tipos de cáncer. Existe incluso un término médico (síndrome metabólico) para describir a las personas que padecen tres o más de estas afecciones. La incidencia de este síndrome ha ido en aumento durante décadas y la dieta occidental combinada con un estilo de vida inactivo son en gran parte culpables.

Abusar del alcohol, los carbohidratos refinados y los alimentos ricos en grasas y pasar la mayor parte del tiempo en el sofá o sentado en un escritorio, produce una respuesta inflamatoria que con el tiempo daña el ADN. Por desgracia, cuanto más dañado esté el ADN, más probabilidades hay de que las células normales se vuelvan cancerosas.

"Nuestra visión del cáncer como una enfermedad genética impulsó el desarrollo de terapias dirigidas a mutaciones genéticas específicas", afirma Stephen Freedland, director del Centro de Investigación Integrada en Cáncer y Estilo de Vida del Cedars-Sinai en California (Estados Unidos); "pero ahora sabemos que el cáncer es una enfermedad metabólica con necesidades metabólicas únicas, y muchos de los cambios genéticos que se producen en el cáncer regulan el metabolismo".

Según estimaciones del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), en 2022 se produjeron casi 20 millones de nuevos casos de cáncer y 9,7 millones de muertes por esta causa. En muchos países de renta alta, el cáncer ha superado a las cardiopatías como principal causa de muerte. Y aunque la secuenciación genética ha hecho avanzar el conocimiento de los cambios genómicos que se producen en el cáncer, no ha dado lugar a muchas dianas terapéuticas eficaces.

Dado que las células cancerosas presentan millones de alteraciones genéticas, desarrollar fármacos específicos para cada tumor es una tarea de enormes proporciones. Lo que los científicos saben es que un metabolismo defectuoso (el proceso por el que las células generan y utilizan la energía) es una característica distintiva del cáncer. Esto sugiere que la reprogramación metabólica de las células cancerosas podría ser una estrategia de tratamiento viable.

Sólo entre el 5 y el 10 por ciento de los cánceres están relacionados con una mutación genética específica, y ninguna mutación se asocia a todos los tipos de cáncer. En cambio, los cambios metabólicos se producen en casi todos los cánceres. Así pues, tiene sentido que las tasas de cáncer estén aumentando junto con la creciente epidemia de enfermedades metabólicas.

Un estudio realizado en 2024 con más de 44 000 personas en China, publicado en Cancer, informó de que las personas que tenían al menos tres de los cinco componentes del síndrome metabólico presentaban un riesgo un 30 por ciento mayor de desarrollar cánceres de todo tipo durante el periodo de estudio de nueve años, en comparación con las que tenían menos de tres de estos factores de riesgo. Los investigadores descubrieron que el riesgo de cáncer de mama, endometrio, riñón, colorrectal e hígado entre las personas del grupo con las puntuaciones más altas de síndrome metabólico era entre dos y cuatro veces mayor que entre las que tenían las puntuaciones más bajas.

La obesidad, uno de los componentes del síndrome metabólico, se asocia a altos niveles de inflamación que dañan los tejidos sanos y contribuyen a la aparición de al menos 13 tipos de cáncer. Por ejemplo, los estudios muestran que las mujeres obesas tienen un riesgo tres veces mayor de cáncer de endometrio y un riesgo 2,5 veces mayor de cáncer de riñón en comparación con sus homólogas metabólicamente sanas y de peso normal.

"El exceso de grasa corporal, especialmente alrededor de la sección media, impulsa el aumento de la inflamación, el azúcar en la sangre y la producción del factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), todos los cuales están relacionados con ciertos tipos de cáncer", dice Freedland; "los mecanismos pueden ser diferentes para los distintos tipos de cáncer, pero la disfunción metabólica es el denominador común".

Pero lo que comemos y lo que pesamos no son los únicos factores en juego. Las investigaciones demuestran que incluso las personas de peso normal con síndrome metabólico tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer. El estilo de vida, por ejemplo, puede modificar la respuesta del organismo a la insulina y la capacidad de convertir la energía de los alimentos en combustible.

Un estudio tras otro relaciona el estrés, las alteraciones del sueño, la inactividad y la soledad con cánceres de todo tipo, independientemente del peso o del índice de masa corporal.

Las células cancerosas devoran glucosa

La teoría de que el cáncer es una enfermedad metabólica se remonta a la década de 1920, cuando el científico alemán Otto Warburg informó de que las células cancerosas tienen una peculiaridad metabólica. A diferencia de las células normales, las cancerosas utilizan la glucosa casi exclusivamente como fuente de energía, incluso cuando hay oxígeno suficiente para descomponer otras fuentes de combustible, como los ácidos grasos y las proteínas.

Esta característica permite la detección precoz del cáncer mediante una tomografía por emisión de positrones (PET) con fludesoxiglucosa-18 (FDG), una prueba de imagen no invasiva que rastrea el consumo de glucosa de las células y permite identificar las cancerosas (las que engullen más glucosa).

La pregunta es: ¿se puede matar de hambre a las células cancerosas suprimiendo el azúcar?

La mayoría de los científicos no están preparados para dar ese salto, pero varios estudios relacionan el consumo excesivo de glucosa a través de bebidas azucaradas y carbohidratos refinados (también conocidos como azúcar) con un mayor riesgo de cáncer. Las investigaciones sugieren que los pacientes diabéticos que toman metformina, un fármaco estabilizador del azúcar en sangre, tienen menos probabilidades de padecer cáncer que los que no lo toman.

Un nivel de azúcar en sangre mal controlado es como una golosina para el cáncer. A diferencia de las células normales, que detienen su crecimiento en respuesta a señales hormonales, el metabolismo defectuoso de las células cancerosas interfiere con estos sistemas de mensajería. De hecho, dos hormonas fundamentales producidas por el tejido adiposo (la adiptina y la adiponectina) pueden contribuir a convertir las células normales en cancerosas cuando se altera su equilibrio.

Un nivel bajo de adiponectina y alto de leptina están asociados a la obesidad y al síndrome metabólico, explica Shah. Esta proporción alterada "se asocia con un mayor riesgo de cáncer a través de la resistencia a la insulina y la inflamación, dos impulsores clave del cáncer."

Sin embargo, lo que sigue siendo incierto es si las alteraciones genéticas conducen a un metabolismo desregulado en el cáncer o si un metabolismo desregulado es lo que da lugar a los cambios genéticos que se observan en el cáncer.

"El síndrome metabólico provoca cambios genéticos que predisponen a padecer cáncer", afirma Suresh T. Chari, gastroenterólogo del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas (EE. UU.), que investiga si ciertos biomarcadores metabólicos podrían ayudar a detectar antes el cáncer; "pero el propio cáncer también provoca muchas alteraciones metabólicas en los años anteriores a su diagnóstico, probablemente para su propia supervivencia".

Este vínculo, según Chari, sugiere una oportunidad: los trastornos metabólicos, como la diabetes, y factores como los niveles de lípidos y la proteína C reactiva (una medida de la inflamación) podrían ayudar a detectar antes los cánceres evasivos. Y como los dos procesos están tan interrelacionados, las herramientas que combaten los trastornos metabólicos también podrían combatir todos los tipos de cáncer.

Los conocimientos científicos sobre las bases metabólicas del cáncer siguen evolucionando. Según Shah, controlar parámetros como el azúcar, la presión arterial y el colesterol y tomar medidas para reprogramar las disfunciones metabólicas puede ayudar a los médicos a detectar antes el cáncer o incluso a prevenirlo.

"Existe el escepticismo de que estos factores de riesgo modificables sólo confieren un riesgo modesto, por lo que no deberíamos agobiar a los pacientes con esta información", dice Shah; "pero, según mi experiencia, los pacientes están ávidos de información sobre cómo pueden prevenir o reducir el proceso de la enfermedad, y hay datos sólidos que sugieren que vigilar y controlar el síndrome metabólico es una importante estrategia de prevención y tratamiento."

En uno de los ensayos de Shah, las bebidas azucaradas se asociaron con un aumento del 40 al 60 por ciento del riesgo de proteínas anormales en la sangre relacionadas con el riesgo de mieloma múltiple. Por el contrario, los cereales integrales, las frutas y las verduras se asociaron a una reducción del riesgo de este estado precanceroso de entre el 30 y el 50 por ciento. Las investigaciones también sugieren que conseguir un metabolismo saludable mediante estrategias de estilo de vida puede mejorar las probabilidades de supervivencia si ya se padece cáncer.

Gracias a las múltiples formas de mejorar los factores de riesgo metabólicos, los pacientes pueden tomar las riendas de su salud, al menos hasta cierto punto. Deben saber que cuánto, cuándo y qué comen marca la diferencia. Que ir al gimnasio en lugar de ver Netflix puede reducir el riesgo de desarrollar cáncer y mejorar los resultados si ya han sido diagnosticados y que cambiar los refrescos por agua con un chorrito de lima es la mejor estrategia de prevención del cáncer.

"Los pacientes tienen un poder tremendo", afirma Freedland; "las decisiones que toman cada día pueden marcar una diferencia drástica en su riesgo de desarrollar cáncer y otras enfermedades".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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