Valle del Madriu-Perafita-Claror
El valle del Madriu-Perafita-Claror, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004 en la categoría de paisaje cultural, es un testimonio excepcional de la interacción armoniosa entre el ser humano y la naturaleza a lo largo de los siglos. Su peculiar orientación este-oeste cubre una superficie total de unas 4.247 hectáreas, es decir el 10% del territorio del Principado de Andorra, repartidas entre las parroquias de Encamp, Andorra la Vella, Sant Julià de Lòria y Escaldes-Engordany. Este valle de difícil acceso conserva un ecosistema prístino y una riqueza medioambiental única. Un enclave cuyo valor patrimonial y cultural radica también en la preservación de un modo de vida tradicional, reflejado en su red de caminos empedrados, cabañas de pastores y bancales de cultivo, los cuales narran la historia de la trashumancia y la adaptación humana a un entorno agreste de alta montaña.
El hecho de hallarse tan aislado ha permitido, precisamente, mantener un equilibrio ecológico excepcional, convirtiéndolo en un refugio para la biodiversidad y un símbolo del legado natural y cultural del Pirineo.

El exuberante patrimonio natural del valle del Madriu-Perafita-Claror destaca por la variedad y los contrastes de sus paisajes. Un entorno en el que conviven praderas alpinas, que en primavera se cubren de una explosión de colores; bosques de alta montaña, con extensos rodales de pino negro y abeto que proporcionan refugio a una rica biodiversidad; e incluso espectaculares formaciones glaciares, como circos y morrenas, que evidencian la huella de la última glaciación.
Al mismo tiempo, el valle es un testimonio del legado cultural que sus habitantes han forjado durante siglos. A pesar de su difícil orografía, el valle permitió el desarrollo de actividades económicas tradicionales como la trashumancia, un sistema de pastoreo estacional en el que los rebaños se trasladaban entre los valles y las altas montañas según las estaciones, buscando mejores pastos para el ganado. Además, el Madriu fue un enclave de vital importancia para la siderurgia andorrana, albergando antiguas fargas donde el hierro, extraído de las montañas, se transformaba en herramientas y utensilios esenciales para la vida cotidiana.
En definitiva, se trata de un microcosmos sumamente representativo de la manera en que el ser humano ha aprovechado los recursos de las zonas altas de la cordillera de los Pirineos a lo largo de milenios. Un estilo de vida tradicional, en armonía con el entorno natural, que ha dejado una huella cultural única, reforzando así su valor como Paisaje Cultural de la Humanidad.



















Ferran Font es el cabeza de familia actual de Toni Vila, una casa pairal andorrana cuya tradición ganadera y agrícola se remonta hasta el año 1567. Cuando llega el mes de junio libera sus reses por todo el valle del Madriu-Perafita-Claror, una práctica trashumante que Ferran ha heredado de sus abuelos y que ahora comparte con sus dos hijos.
Esta historia documental explora por tanto la profunda conexión entre tradición, naturaleza e identidad en el valle del Madriu-Perafita-Claror. Ferran Font, ganadero de Sant Julià de Lòria, continúa un legado agrícola y ganadero que se remonta al siglo XVI, esforzándose por transmitir a sus hijos el oficio que ha definido a su familia durante generaciones.
Durante los meses estivales, Alain Arias –un vaquero experimentado– cuida del ganado en las altas montañas, perpetuando un estilo de pastoreo que enfrenta el desafío de la modernidad y el desinterés de las nuevas generaciones. A través de su trabajo conjunto, ambos no solo garantizan la supervivencia de una práctica tradicional, sino que también contribuyen a preservar el equilibrio natural del valle y con él, una parte esencial del alma de Andorra.
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