El programa Apolo desde la perspectiva de la primera mujer que trabajó en el control de misiones

En los años 60 y 70, Poppy Northcutt planificó las importantísimas trayectorias de vuelo que devolvieron a los astronautas a la Tierra desde sus misiones en la Luna.

Por Erin Blakemore
Publicado 19 jul 2019, 10:57 CEST
Poppy Northcutt
La ingeniera Poppy Northcutt habla con un colega en el control de misiones de la NASA en Houston, Texas, en 1969.
Fotografía de TRW/PhotoQuest/Getty Images
Cincuenta años después de que Neil Armstrong se convirtiera en el primer ser humano en pisar la Luna, National Geographic conmemora este hito histórico con una espectacular programación dedicada a la exploración espacial y al programa Apolo, que se podrá disfrutar cada domingo de julio, con maratones durante todo el día y estrenos a las 16:00 y a las 21:30 horas.

Poppy Northcut estaba seria, absorta en los planes del alunizaje que había revisado una y otra vez. Como ingeniera del equipo de planificación de misiones y análisis, su responsabilidad consistía en llevar a los astronautas de vuelta a casa desde la órbita y la Luna durante las diversas misiones Apolo.

Crear una trayectoria de regreso perfecta no era tarea fácil, sobre todo ante las prisas que suscitó el famoso mandato del presidente John F. Kennedy de 1961: llevar a los humanos a la Luna para finales de década, lo que aceleró las ambiciones lunares de la NASA.

«El centro de control no tuvo el tiempo necesario para entrenar», recuerda. «La verdad es que no tuvieron nada de tiempo».

Para Northcutt y su equipo, esto suponía trabajar jornadas larguísimas sometidos a una presión enorme para averiguar cómo podrían regresar los astronautas desde un cuerpo celeste que aún no se había cartografiado adecuadamente. Durante la Apolo 8, la primera misión tripulada que consiguió orbitar la Luna y regresar a la Tierra, su equipo creó una trayectoria de regreso y la redefinió en tiempo real empleando herramientas informáticas relativamente primitivas. Para complicar la situación, los astronautas tuvieron que llevar a cabo esas maniobras de regreso cuando la nave se encontraba tras la Luna, fuera del alcance de las comunicaciones.

“Sentía que recaía en mí transmitir que las mujeres podían hacer este trabajo.”

por POPPY NORTHCUTT

«JFK no dijo que la misión consistiera en alunizar. Dijo alunizar y volver de forma segura», cuenta Northcutt. «La misión no se considera un éxito hasta que han regresado sanos y salvos».

Locura mediática

Su labor pionera contribuyó al éxito de numerosas expediciones lunares, y todo ello mientras recibía la atención de los medios por su papel histórico como primera mujer ingeniera del control de misiones.

«Sentía que recaía en mí transmitir que las mujeres podían hacer este trabajo», afirma.

Pero si hubieras abierto un periódico durante su época en la NASA, quizá te hubieras llevado una impresión diferente a la que ella intentaba dar.

«La rubia del control de misiones», rezaba un titular nacional. Otro artículo del periódico The Record de Hackensack, Nueva Jersey, la describía como «la rosa texana de la NASA». Y cuando se entrevistó con un presentador de la ABC en 1968 para hablar sobre su trabajo en las misiones Apolo, este hizo preguntas sobre el aspecto de la ingeniera de 25 años.

«¿Cuánta atención prestan los hombres del control de misiones a una chica guapa que lleva minifaldas?», le preguntó el presentador Jules Bergman. «Se dice que cuando entras en la sala de control de las operaciones, la misión se detiene en seco».

Ahora, cuando la exingeniera convertida en defensora de los derechos de las mujeres y en abogada defensora recuerda su carrera histórica, ve una desconexión irritante entre sus logros y la capacidad de su época para reconocérselos.

«La sociedad entera me desalentó» a entrar en una carrera como la ingeniería, recuerda. Sin embargo, cuando se graduó antes de tiempo de la que entonces era la Universidad de Texas con un grado en matemáticas, tenía claro que quería trabajar en el programa espacial y, en 1965, consiguió un trabajo haciendo cálculos para la NASA mediante TRW, uno de los contratistas de la agencia espacial.

«Mi puesto trabajo por aquel entonces era “computadora”, como un computador femenino», recuerda.

Las computadoras estaban subordinadas a todos los equipos masculinos de ingenieros. Y aún peor: Northcutt se dio cuenta de que no le permitirían trabajar horas extra, una consecuencia de las leyes que limitaban las jornadas laborales de las mujeres. Sabía que la incapacidad de trabajar tantas horas como sus colegas hombres impediría que la ascendieran. Lo hizo de todos modos, renunciando al sueldo a cambio de la posibilidad de demostrar su valía. La apuesta de Northcutt dio sus frutos cuando la ascendieron al equipo técnico, compuesto por hombres, lo que le dio un puesto más importante en la gran carrera de colaboración para cruzar la meta lunar antes que la URSS.

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    “No intentéis ser invisibles, porque vuestra visibilidad ayuda a otras mujeres.”

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    Northcutt y sus colegas no programaron los ordenadores que regían cualquier misión dada; crearon un programa que, a continuación, IBM introducía en los ordenadores del control de misiones. A veces, partes del código se perdían en ese traslado.

    «Aparecían bugs interesantes», cuenta Northcutt. «Un error, por pequeño o insignificante que fuera, habría sido fatídico».

    Esa lección la aprendieron durante la desastrosa misión Apolo 13, cuando Northcutt y su equipo tuvieron que solucionar los problemas del programa de regreso a la Tierra para que los astronautas volvieran sanos y salvos. El centro de control —una sala privada en el mismo pasillo que el control de misiones que se veía en televisión— estaba lleno de personal que había huido de las cámaras para fumar y desahogarse.

    «Había gente paseando de un lado para otro y siendo un fastidio», afirma. «Todos estaban muy estresados».

    Un propósito

    Por su parte, Northcutt recibía más atención mediática, y aunque sus colegas hombres la trataban con respeto, la prensa rara vez lo hacía. Tampoco lo hacían algunas de las personas más cercanas a ella. En una ocasión, su padre le dijo que se enorgullecía de que apareciera en los periódicos y que lo único que le haría más orgulloso sería ver su compromiso anunciado en el periódico local.

    «Lo único que hizo fue radicalizarme», dice, riéndose. «Supongo que no pillé el mensaje».

    Cuando leyó sobre la huelga por la igualdad de las mujeres en 1970, le dijo a su jefe que se tomaría el día libre para marchar con ellas. Enseguida se convirtió en una activista a tiempo completo y se unió a la Organización Nacional de Mujeres como primera activista de Houston por los derechos de las mujeres. Finalmente, su lucha por que las mujeres tuvieran igualdad de oportunidades la apartó de la ingeniería. En los años 80, se convirtió en abogada penalista y empleó su grado en Derecho para seguir defendiendo los derechos civiles.

    Northcutt reconoce que ella tuvo suerte, ya que aunque la ascendieron y le pagaron bien, su trabajo solo fue posible gracias al ejército de mujeres mal pagadas, muchas de ellas mujeres negras, que siguieron siendo «figuras ocultas» mientras ella era el centro de atención de las cámaras.

    «La gente a la que realmente discriminaron no fui yo», afirma. «Fueron las otras mujeres».

    Cuando recuerda su papel histórico en las misiones Apolo, es plenamente consciente de qué no ha cambiado para las mujeres en sus últimos 50 años.

    «Estamos mejor en algunos sentidos, pero en otros estamos mucho peor», dice, refiriéndose al robo y la desigualdad salarial y al acoso sexual que todavía sufren muchas mujeres en el entorno laboral. Con todo, ella cree que las mujeres deberían utilizar lo mismo que la ayudó a soportar ser el centro de una atención sexista: el propósito y la voluntad de aprovechar cualquier oportunidad para destacar su trabajo.

    «No será fácil, pero no permanezcáis ocultas», afirma. «No intentéis ser invisibles, porque vuestra visibilidad ayuda a otras mujeres».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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