Rodríguez Manfredi: «España tiene una posición privilegiada en el estudio de las atmósferas marcianas»
Inspirador y apasionado, José Antonio Rodríguez Manfredi narra a 'National Geographic' su experiencia a lo largo del viaje que ha llevado la tecnología española a bordo de tres misiones espaciales a Marte.
José Antonio Rodríguez Manfredi (Sevilla, 1973) nos recibe en el Centro de Astrobiología del INTA, en Madrid.
Para José Antonio Rodríguez Manfredi (Sevilla, 1973), no soñar con imposibles y seguir el camino esperado nunca fue una opción. Nos recibe con los brazos abiertos a las puertas del campus madrileño del Centro de Astrobiología (CAB) del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Allí, el doctor ingeniero de telecomunicaciones nos abre una ventana al universo de todo aquello que le ha preocupado, fascinado e inspirado a lo largo de su extraordinaria carrera y nos habla de las luces y las sombras de la investigación espacial en España y su enorme potencial a la vanguardia mundial. Inspirador y apasionado, Rodríguez Manfredi narra con ilusión su experiencia a lo largo del viaje que ha llevado la tecnología española a bordo de tres misiones espaciales a Marte: los instrumentos REMS, TWINS y MEDA, que componen la primera red meteorológica en otro planeta y tienen sello español.
¿Cómo descubrió que quería dedicarse a la exploración espacial?
En mi caso particular, siempre estoy enormemente agradecido y así lo digo siempre, porque caminar a hombros de gigantes siempre resulta mucho más fácil, te va ilustrando. Desde muy pequeño, cuando tenía 8 o 9 años, me fascinaba el cielo, el espacio, las estrellas, la astronomía. Yo creo que todos hemos sentido esa fascinación alguna vez, mirando al cielo y viendo esa inmensidad.
Más adelante, tuve la suerte de poder permitirme estudiar y abrir esa vía. Estudié en Sevilla Ingeniería de Telecomunicaciones y un tiempo después de terminar la carrera surgió la oportunidad de venir a este centro. Para mí era importante salir y ver otros mundos, es decir, que mi carrera no fuera exclusivamente quedarme en la Universidad contando de nuevo lo que a mí me habían dicho, sin tener una mínima vivencia personal. Cuando surgió la oportunidad de venir al Centro de Astrobiología me mudé a Madrid para abrir mi mente y aprender muchas más cosas.
“Estas tres misiones de NASA son nuestro buque insignia en la exploración espacial, en la ciencia y en el desarrollo y progreso tecnológico que tiene nuestro país.”
Siempre tuve buen asesoramiento, incluso de los profesores que en algún momento coincidían conmigo a lo largo de los distintos cursos y me han ido guiando. Y por suerte he tenido la fortuna de poder caer al cabo de un cierto tiempo en un centro como éste [el CAB], donde las oportunidades se han multiplicado exponencialmente. Pero obviamente tienes que tener también una capacidad, una constancia y una disciplina de trabajo, si no, al final todo se queda en nada.
¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en la NASA?
A partir de venir al INTA, todo comenzó a desembocar en una enorme panoplia de opciones. En 2003 empezamos a trabajar con la NASA en Riotinto, cuando vieron el interés que podía tener esta ubicación desde un punto de vista de análogo marciano. Como conocedor del entorno local y nativo, empecé a trabajar con ellos. Al principio no teníamos mucha experiencia, pero aprendimos rápidamente cuáles eran las reglas del juego, cómo trabajaba la NASA y fue ahí cuando vimos que podíamos encajar perfectamente.
El Centro de Astrobiología de Madrid es un lugar de encuentro donde el conocimiento está en constante ebullición. Profesionales internacionales de diversas ramas debaten y comparten los pasillos con el futuro de la ciencia: los estudiantes.
Después surgió la oportunidad de volar a Marte y de nuevo fuimos aprendiendo sobre la marcha. No teníamos ninguna experiencia, ni construyendo, ni trabajando con estaciones ambientales. Trabajar en el espacio significa un nivel de exigencia máxima. Todo tiene que estar perfectamente bien hilado, bien orquestado, muy probado y con las máximas opciones de que salga bien, porque si sale mal y no obtienes los resultados que esperas, las probabilidades de que se cancele el programa de exploración espacial correspondiente son altas. Por tanto hay que tener mucho cuidado también a la hora de definir cuáles son tus metas y expectativas en un proyecto espacial.
En resumen, empiezas a aprender un lenguaje. Empiezas a aprender realmente cómo se dirimen y cómo se trabaja en un entorno como éste, con el nivel de exigencia que la NASA impone. Además, en un sistema como el nuestro [en referencia a España] tienes que buscar los fondos, porque el hecho de participar en una misión espacial no significa que NASA financie las contribuciones internacionales. Por ello, también tienes que ir generando un entorno económico y sociopolítico científico adecuado para poder llevar a cabo este tipo de compromiso.
A partir de ahí empezamos a evolucionar y a crecer. Y eso fue realmente el primer gran reto al que nos tuvimos que enfrentar. En el año 2005, hubo un empuje político muy grande por parte del primer director que tuvimos en el CAB [Juan Pérez Mercader], que tenía enormes contactos con Estados Unidos y con la NASA, y ahí fue cuando pudimos entrar en esa misión.
¿Qué ventajas tiene haber trabajado desde hace tanto con la NASA?
La primera estación a bordo de Curiosity, que todavía está operativa y funcionando, fue nuestro bautizo, y aunque al principio lo pasamos muy mal, la experiencia nos cualificó y nos abrió un nicho que luego hemos aprovechado.
Os pongo un ejemplo: durante los meses que pasamos en JPL (el centro de NASA desde donde se operan las misiones marcianas, entre otras, que está cerca de Los Ángeles) tras el aterrizaje de Curiosity en 2012, la NASA hizo pública la selección de la siguiente misión que iría a Marte, la misión InSight.
Así que le pregunté a un compañero si conocía al investigador principal de esa misión seleccionada, averiguamos quién era y fuimos a su despacho directamente. Le propusimos que usara las unidades de reemplazo de la Curiosity (las spare units de REMS) de la Curiosity como la estación meteorológica de la nueva misión, que podíamos adaptarlas fácilmente para esa misión con coste cero y sabiendo que funcionaban porque ya estaban en Marte. El tipo se quedó pensando un rato y fue así como entramos en la segunda misión consecutiva a Marte. Hay que aprovechar las oportunidades.
¿Cómo vivió el momento en el que la NASA seleccionó su proyecto para la misión Perseverance?
Fue un momento muy gratificante y no se me olvidará nunca. Comentaba anteriormente cómo fue la participación en la primera misión, REMS, en Curiosity. Más adelante entramos con TWINS en la misión InSight en el 2012. A mediados de 2013 tuvimos noticias de que la NASA estaba trabajando en una en una nueva misión, Mars 2020, porque entonces no se llamaba todavía Perseverance. Dentro de los objetivos científicos que tenía la misión, uno de ellos era el estudio de la atmósfera.
En espacio, se dice que quien "vuela" una vez tiene más opciones de "volar". Por eso, quisimos aprovechar esa inercia y el conocimiento que llevábamos a la espalda de los otros instrumentos. Hay muchísimos grupos de investigación que se pasan toda su vida trabajando y desarrollando instrumentación y enviando propuestas para volar que nunca son seleccionadas.
El 31 de julio de 2014 recibo una llamada diciendo que nuestro instrumento MEDA había sido seleccionado para volar. A partir a partir de ahí me dije: ‘Ten cuidado con lo que sueñas, porque puede que se convierta en realidad’.
Para que os hagáis una idea de los calendarios de desarrollo que se tienen en estas misiones, el telescopio James Webb se ha desarrollado durante casi 15 años. En nuestro caso, en 2014 me llamaron y teníamos que entregar los instrumentos a finales de 2018.
Fueron casi tres años de análisis muy exhaustivo hasta ponernos manos a la obra y, cómo no, surgieron muchos problemas, a pesar de contar con alrededor de 500 personas de distintas instituciones solo para MEDA. Fue un esfuerzo ímprobo pero tremendamente enriquecedor.
¿Está España a la vanguardia en este tipo de tecnología?
Sí, absolutamente. A día de hoy, nuestros tres instrumentos son herramientas para poder hacer ese estudio del entorno ambiental marciano. Estos van mucho más allá de la meteorología. Además, se da una peculiaridad muy importante y es que, como tenemos la suerte de que todas estas misiones han ocurrido relativamente cercanas en el tiempo, las tres misiones están operativas, de modo que la primera "mini" red meteorológica en otro planeta es española. Es decir, la primera red ambiental marciana es nuestra.
¿Cómo ha cambiado la exploración espacial en los últimos años?
Estamos viviendo una época especial, por las distintas circunstancias socio-políticas y económicas, el espacio se percibe como la última frontera. Ha habido grandes programas, como el programa de exploración de la Luna, programas de exploración de Marte, que empezó en los años 60, etcétera.
Pero todo eso estaba en el marco de esa contienda, de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Pero desde finales de los años 90 hay una percepción distinta del espacio. Ya no existe esa posición hegemónica, sino que por primera vez se concibe el espacio como el futuro, como un motor de desarrollo. No solo científico y tecnológico, sino además también social y de muchas otras índoles. No todos los países, no todas las economías se pueden subirse a ese carro.
Pero lo que antes era la Unión Soviética y Estados Unidos, ahora es Europa, Japón, Alemania, Francia, España, China, Emiratos Árabes, la India y un sin fin de países. El espacio se concibe ahora de una manera distinta. Hay un cambio radical en esa concepción, e incluso están entrando en ese juego, en esa carrera espacial, las empresas privadas. Vivimos un momento tremendamente especial, en un momento en el que el espacio se percibe de esa manera y el grado de madurez, tanto tecnológico como científico es enorme, lo que está abriendo un horizonte enorme.
Desde un punto de vista científico también, por supuesto, porque además podemos aprovechar toda esa tecnología para hacer esas grandes observaciones que hacemos del espacio profundo, los planetas, o el Sol. Hemos cambiado la concepción que teníamos del espacio. Por primera vez empezamos a tener, o al menos así lo veo, esa conciencia de que la humanidad es considerada por primera vez como una especie interplanetaria.
¿Cuándo pisaremos otros planetas?
Llevamos yendo a la Estación Espacial internacional mucho tiempo, pero en pocos años vamos a ir a otros planetas. No sé si vamos a tardar 10 años, 15, o los que sean, pero vamos a ir a otros planetas y vamos a tener presencia allí. Y eso es un hecho especialmente importante para nuestra propia concepción como humanos. Repito, ya somos una especie interplanetaria.
Estamos avanzando a pasos agigantados gracias a toda esa madurez tecnológica y también gracias a esa competencia que existe. Ningún país quiere perder ese tren y España tampoco. Se está trabajando ya en poner una tripulación humana sobre la superficie de otro planeta y España quiere y tiene que estar ahí. Eso es tremendamente importante. Vivir eso para mí es un orgullo y una satisfacción. Algunas veces pienso que deberíamos vivir como 150 años más por todo lo que me queda por vivir y que no me quiero perder.
¿Llevar a las personas a otros planetas podría ser equiparable a cuando se descubrió América?
Sí, indudablemente. Hay muchos riesgos, te embarcas en un cascarón de madera sin saber dónde vas, sin saber si vas a volver, asumiendo el riesgo, pero con esa ambición. Porque, hasta cierto punto, va en nuestro código genético el hecho de no contentarnos con lo que tenemos, de tratar de seguir aprendiendo. Ese espíritu emprendedor nos llevó en su momento a otros continentes, o a la Antártida, y ahora nos lleva ahora a salir de nuestro mundo.
“La primera 'mini' red meteorológica en otro planeta es española.”
Además, en un momento como este, vemos que hay objetivos económicos, no sólo el hegemónico de poner allí la bandera de tu país para evidenciar que tienes esa capacidad, o sea, hay un objetivo económico que también apoya, y que no tiene que ser mal entendido.
¿Cuál es el peso de que España se encuentre en tres de los proyectos espaciales que actualmente están operativos?
Para nosotros, como Instituto, es esencial. Nos hemos vinculado mucho con la NASA y con la Agencia Espacial Europea, y hemos participado en muchas misiones de diversa índole. Pero estas tres misiones de NASA son nuestro buque insignia en la exploración espacial, en la ciencia y en el desarrollo y progreso tecnológico que tiene nuestro país.
Muy pocos países de nuestro entorno pueden decir que han participado activamente y de una manera tan importante como España en la exploración de Marte. Por ejemplo, en Francia hay diferentes institutos que han participado en estas tres misiones, pero nosotros, el INTA y el Centro de Astrobiología, tenemos el orgullo y el privilegio de estar en primera línea en la exploración de otros mundos y ser el único centro que ha estado en las tres de una manera tan directa. España forma parte de eso y tenemos una bandera española sobre la superficie de Marte.
Nuestro país no tiene un sistema económico ágil para hacer frente a estos grandes presupuestos, como pueden tener otros países o agencias. Pero siendo conscientes de la importancia que tiene, y con el enorme apoyo político e institucional, hemos logrado estar presentes. Hemos encontrado un nicho donde la ciencia y la tecnología española están en primera línea y muchos países tratan de desbancarnos. Es muy difícil mantener esos nichos, pero a día de hoy España tiene una posición privilegiada en el estudio de las atmósferas marcianas, tecnológica y científicamente hablando. Hay que poner en valor todo ese esfuerzo, revalorizar ese entorno y, por supuesto, difundirlo.
¿Cómo le explicaría a una persona que merece la pena invertir en espacio?
La investigación en general es progreso. Buena parte de los estudios en salud y tecnología que ahora tenemos y disfrutamos nacen de esa investigación; el estudio y la exploración del espacio han aportado enormes beneficios a la sociedad. Por ejemplo, hoy en día nadie podría prescindir de un teléfono móvil. Este tipo de tecnologías salen del sector espacial. También los materiales, ahora mismo nuestra vida es mucho más segura, los coches son mucho más robustos, los cascos de las motos, la medicina se ha potenciado de una determinada manera gracias a los estudios que se hacen en la Estación Espacial Internacional, etcétera.
Invertir en ciencia y en investigación en general es generar futuro; para un país como el nuestro, significa invertir en la sociedad y en nuestro estado de bienestar. Que otros inviertan y que posteriormente nosotros compremos el producto que otros han desarrollado es una estrategia nefasta. Las estimaciones del rendimiento de la inversión realizadas por la NASA han pasado en estas últimas décadas de los siete dólares por cada dólar gastado en el Programa Apolo, a los 40-50 dólares por cada dólar en los desarrollos actuales.