Imagen tomada por el Hubble de la colorida muerte de una estrella similar a nuestro sol

Hace un siglo, esta mujer descubrió de qué están hechas las estrellas y cambió la física para siempre

En 1925, la estudiante Cecilia Payne propuso por primera vez que las estrellas estaban formadas principalmente por hidrógeno y helio, dando forma a nuestra comprensión actual del universo.

Esta imagen, tomada por el telescopio espacial Hubble de la NASA/ESA, muestra la colorida muerte de una estrella similar a nuestro sol. La estrella está terminando su vida desprendiéndose de sus capas exteriores de gas, que formaban un capullo alrededor del núcleo restante de la estrella. La luz ultravioleta de la estrella moribunda hace que el material brille. La estrella quemada, llamada enana blanca, es el punto blanco del centro. Nuestro Sol acabará quemándose y cubriéndose de escombros estelares, pero no antes de 5000 millones de años. La nebulosa planetaria de esta imagen se llama NGC 2440. La enana blanca del centro de NGC 2440 es una de las más calientes que se conocen, con una temperatura superficial de más de 200 000 grados Celsius. NGC 2440 se encuentra a unos 4000 años-luz de la Tierra, en dirección a la constelación de Puppis. El material expulsado por la estrella brilla con distintos colores según su composición, su densidad y lo cerca que esté de la estrella central caliente. El azul muestra el helio; el azul, el verde, el oxígeno, y el rojo, el nitrógeno y el hidrógeno.

Fotografía de NASA, ESA, and K. Noll (STScI)
Por Liz Kruesi
Publicado 2 ene 2025, 10:46 CET

Los seres humanos llevamos observando las estrellas desde hace milenios, cuando nuestros primeros antepasados comenzaron a mirar hacia el cielo. A lo largo de nuestra historia, los centelleantes patrones de luz sobre el cielo negro han servido de brújulas y calendarios, han contado historias de dioses y diosas, y han inspirado a poetas y artistas. Pero la relación de la humanidad con las estrellas cambió radicalmente en 1925, cuando una joven estudiante de posgrado descubrió de qué estaban hechas las centelleantes luces y sentó las bases de la astrofísica estelar. 

Esta astrónoma intuitiva y brillante era Cecilia Payne, una mujer que a los 24 años demostró que las estrellas no eran como nuestra Tierra, sino esferas brillantes de hidrógeno y helio, los dos elementos más ligeros y simples del universo.

 “Es un conocimiento fundamental para la humanidad”, afirma Anna Frebel, astrofísica del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos).

Pero como sucede con muchas hipótesis o descubrimientos que se oponen a las principales teorías de la época, la tesis de Payne fue cuestionada y discutida. El hecho de que fuera una joven astrónoma la que se oponía al statu quo en una época en la que todos los expertos académicos en astronomía eran hombres aumentó las tensiones.

Hoy en día, la tesis de licenciatura de Payne (con sus más de 200 páginas amarillentas por el paso del tiempo y el uso) sigue siendo un elemento básico de las estanterías de los astrofísicos estelares. La comunidad científica la considera una obra maestra de la escritura astronómica que hace un encaje de piezas perfecto. “Prestaba atención a los detalles. Era precisa y realmente valiente”, afirma la astrofísica estelar Meridith Joyce, de la Universidad de Wyoming (EE. UU.), sobre la tesis de Payne.

la astrónoma Cecilia Payne (más tarde Payne-Gaposchkin tras contraer matrimonio)

En su tesis de licenciatura de 1925, la astrónoma Cecilia Payne (más tarde Payne-Gaposchkin tras contraer matrimonio) propuso por primera vez que las estrellas están formadas principalmente por hidrógeno y helio, con un puñado de elementos más pesados.

Fotografía de Science History Images, Alamy Stock Photo

Investigando las estrellas

A principios del siglo XVII, el hombre empezó a construir y utilizar telescopios. Los observadores se dieron cuenta de la abundancia de estrellas en el cielo nocturno y de que se agrupaban en "nebulosas" parecidas a nubes.

A principios del siglo XIX, los observadores utilizaron por primera vez prismas para convertir la luz solar en un arco iris de colores. Ese mismo siglo, los astrónomos descubrieron que colocando un prisma entre la lente de un telescopio y un detector podían registrar la luz de las estrellas.  El prisma descomponía la luz de las estrellas, que caía sobre una placa fotográfica de cristal recubierta de una emulsión. Al interactuar los fotones de luz con esa emulsión, se creaba una marca oscura. Sobre esa placa se extendía un patrón de regiones oscuras y espacios vacíos, cada uno de los cuales marcaba un color de luz específico: la firma de una estrella lejana.  

A mediados del siglo XIX, los investigadores descubrieron que la luz de elementos gaseosos calentados en laboratorios producía patrones espectrales opuestos: regiones vacías separadas por líneas brillantes de color. Los físicos se dieron cuenta de que podían utilizar esas líneas brillantes para interpretar la química de ese gas.

La comunidad científica descubrió que los materiales de la corteza terrestre mostraban patrones similares a los observados en las estrellas, por lo que los astrónomos pensaron que el Sol y todas las estrellas estaban hechos de la misma materia que la Tierra. "No teníamos ninguna razón real para creer que algo en el universo fuera diferente de lo que podíamos observar en la Tierra", dice Joyce.

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    Galaxia espiral NGC 3982

    El trabajo de Payne influyó en gran parte de lo que hoy sabemos sobre la evolución de las estrellas y las galaxias. Las regiones de formación estelar que salpican los brazos de esta galaxia espiral, llamada NGC 3982, son ricas en hidrógeno.

    Fotografía de NASA, ESA, and the Hubble Heritage Team (STScI, AURA)

    ¿Quién fue Cecilia Payne?

    Cecilia Payne nació el 10 de mayo de 1900, en la localidad inglesa de Wendover. Según su autobiografía, durante su adolescencia estudió ciencias y música antes de obtener una beca para asistir al Newnham College de la Universidad de Cambridge en 1919.

    Payne estudió inicialmente botánica, pero se cambió a física en su primer año. Aprendió física atómica de Ernest Rutherford, el hombre que descubrió que cada átomo tenía un núcleo cargado positivamente, y de Niels Bohr, que estudió cómo se comportaban los electrones alrededor de ese núcleo positivo.

    A finales de ese año, Payne asistió por casualidad a una conferencia de Arthur Eddington en el Trinity College (Irlanda), donde anunció los resultados de su expedición durante el eclipse total de sol de 1919. Captó imágenes de las posiciones de las estrellas, que parecían desplazarse, debido al tirón del Sol sobre su luz estelar, alterando las trayectorias de las luces. Durante aquella conferencia, Eddington confirmó la flamante teoría general de la relatividad de Albert Einstein, y Payne se enamoró de la astronomía.  

    En 1923 se embarcó rumbo a Estados Unidos para iniciar sus estudios de posgrado en el Harvard College Observatory y en el Radcliffe College de Cambridge (Massachusetts). “Llegó al único lugar donde las mujeres podían triunfar” en astronomía, dice Thom Burns, conservador de fotografías astronómicas del observatorio.

    Cuando Payne se incorporó al observatorio, todos los astrónomos y estudiantes eran hombres. También trabajaban en el observatorio entre 10 y 20 mujeres, pero eran las “computadoras”, término utilizado para designar a los ayudantes de laboratorio que realizaban cálculos. En este caso, las mujeres buscaban patrones en la luz de las estrellas y registraban los cambios en las estrellas visibles. Payne, con una beca de posgrado, tenía un papel diferente al de las demás mujeres.

    Su mentor, Harlow Shapley, instó inicialmente a Payne a continuar el trabajo de una computadora, Henrietta Swan Leavitt, que se había dado cuenta de que las variaciones en la luz de algunas estrellas podían utilizarse para medir distancias. Pero Payne no estaba interesada en el proyecto de Leavitt. “En su lugar, quería centrarse en las décadas de placas de espectroscopia casi intactas”, dice Burns.  

    Ninguna institución tenía más de esas placas de emulsión que conservaban las firmas de las estrellas que Harvard. Annie Jump Cannon, otra computadora, había empezado a clasificar estrellas basándose en sus firmas. Payne quería basarse en este trabajo, combinando lo que aprendió sobre el funcionamiento interno de los átomos en Newnham con las recientes teorías científicas de la física y la química, para comprender las estrellas.

    La investigación en física se fue acelerando en aquella época, y los descubrimientos y las teorías científicas comenzaron a viajar por todo el planeta.

    Los investigadores habían descubierto el origen de los patrones de las placas espectroscópicas: electrones que cambian de nivel de energía al girar alrededor del núcleo de un átomo, acción que emite o absorbe luz. El color de esa luz era específico de un átomo concreto, lo que significaba que un electrón de un átomo de carbono siempre absorbía o emitía la misma cantidad de luz para alcanzar un estado más rápido o volver a un estado más relajado. Al cabo de unos años, los experimentos determinaron la mayoría de las energías que lanzan a los electrones a diferentes niveles para muchos de los elementos atómicos.

    Buscando esas líneas características en los espectros de la luz de las estrellas, los científicos pudieron ver que los colores que faltaban o los espacios vacíos de las placas coincidían perfectamente con los elementos atómicos. Ahora podían identificar los elementos constituyentes. Las estrellas en el cielo mostraban espacios en blanco donde su gas absorbía la energía procedente del horno nuclear que ardía en sus núcleos.

    La mayoría de estos estudios de laboratorio se centraron en los elementos neutros. Las estrellas son bolas gigantes de gas presurizado y muy caliente, y nadie había descubierto aún cómo esos extremos podían cambiar los patrones de luz de los distintos elementos.

    Payne combinó los conocimientos de la física atómica con una “idea brillante” del físico indio Meghnad Saha, según escribió en su autobiografía. Saha acababa de determinar cómo se comporta un gas a distintas temperaturas y densidades y, en concreto, cómo se mueven los electrones que contiene en ambientes extremos.

    Basándose en las altas temperaturas y presiones de las estrellas, Payne calculó las intensidades de las líneas espectrales de la luz estelar en las placas de Harvard. “Las distintas líneas siempre tienen una cierta relación de intensidad entre sí”, explica Frebel. A partir de ahí, Payne pudo calcular la abundancia de los elementos en las estrellas.

    El trabajo de Payne demostró que el hidrógeno y el helio (los dos elementos químicos más ligeros) son increíblemente abundantes en las estrellas, mientras que los elementos más pesados son mucho menos frecuentes. También describió el origen de las formas observadas en las líneas: cómo las presiones y temperaturas interiores del material gaseoso afectan a la firma luminosa. Entender esas formas, dice el astrofísico estelar de la Universidad Estatal de Iowa (Estados Unidos) Steven Kawaler, “es esencial para utilizarlas, los espectros, para comprender la dinámica de las atmósferas”. Payne utilizó las líneas de absorción no sólo para las abundancias o las temperaturas, añade, sino para comprender lo que ocurre físicamente en el interior de las estrellas.

    Payne terminó su tesis en 1925, y con ella se doctoró en astronomía en Radcliffe. Al principio, sus contemporáneos se mostraron escépticos. El célebre astrónomo de Princeton (Estados Unidos) Henry Norris Russell, uno de los principales astrónomos estelares de todos los tiempos, fue uno de sus más críticos. Como guiño a sus preocupaciones, escribió sobre el hidrógeno y el helio: “La enorme abundancia derivada para estos elementos en la atmósfera estelar casi con toda seguridad no es real”.

    Mientras que el resto del texto rezuma confianza, dice Kawaler, esta afirmación fue una “difusión temporal de un resultado por lo demás muy emocionante.” Sin embargo, sólo cuatro años más tarde, Russell confirmó los hallazgos de Payne.

    Este trabajo “nos dio el punto de partida para comprender lo que se mide en espectroscopia estelar”, dice Frebel, que utiliza la luz de las estrellas para buscar las más antiguas. Los descubrimientos de Payne han ayudado a futuros investigadores a reconstruir lo que ocurre bajo la superficie de una estrella a lo largo de su vida, cómo la energía producida en el centro de las estrellas se desplaza a través de sus capas exteriores y cómo las estrellas mueren en explosiones o se desvanecen débilmente en el fondo negro.

    “Las estrellas lo son todo”, afirma Joyce. “Todo lo demás que sabemos sobre el universo procede de las estrellas”.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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