Transnistria, el país que no existe
En el poco conocido Transnistria, la vida es una búsqueda constante de identidad. Recientemente, el fotógrafo Thomas Vanden Driessche retrató a los habitantes de esta región independiente.
Serpenteando a lo largo de la frontera entre Moldavia y Ucrania se encuentra una franja de terreno sin litoral llamada Transnistria. Es el hogar de más de medio millón de personas y está regida por un gobierno independiente. Tiene su propia divisa, una constitución y un ejército permanente. El himno nacional se llama Te glorificamos, Transnistria.
Pero Transnistria —en ocasiones escrito Transdniestria— no está reconocida por las Naciones Unidas. En otras palabras, no se considera un país.
UN PAÍS EN EL LIMBO
Transnistria, conocida oficialmente como República Moldava Pridnestroviana (RMP), técnicamente forma parte de Moldavia, según afirma el experto europeo del este Dennis Deletant., «el pequeño estado separatista ha tenido independencia de facto desde la guerra civil moldava», que enfrentó a los moldavos con los transnistrios.
A veces Transnistria se describe como un «conflicto latente» porque, aunque la lucha cesó en la zona hace 25 años, nunca se ha elaborado ningún tratado de paz formal. En la actualidad, «unos 1.200 efectivos rusos para el mantenimiento de la paz patrullan el perímetro de Transnistria, quienes hacen cumplir un alto el fuego intranquilo», afirma Deletant.
Y aunque sus residentes son patrióticos, al llamarse transnistrios, muchos juran lealtad a Rusia y no a Moldavia.
Esta crisis de identidad nacional fue lo que empujó al fotógrafo belga Thomas Vanden Driessche a viajar a Transnistria para documentar la vida allí.
Empezando por la capital, Tiraspol, Vanden Driessche pasó dos semanas conduciendo por la región con un mediador que hablaba ruso, una de las lenguas principales del territorio (junto con el rumano y el ucraniano).
En su mayor parte, según Vanden Driessche, la gente se sentía cómoda cuando les fotografiaba. Pero cuando estaba por la calle con su cámara, le sorprendió la forma en que reaccionaba la gente. En lugar de mostrarse excesivamente amistosos o conflictivos —los dos extremos que suele encontrar—, Vanden Driessche se encontró con una indiferencia desconocida.
«Era extraño. Nadie estaba contento. Pero nadie estaba enfadado», afirma.
Puedes ver más fotografías de Vanden Driessche en su página web o en Instagram.