La arqueóloga marina Dolores Elkin rescata la historia del navío español Purísima Concepción
Esta exploradora argentina lidera la expedición arqueológica responsable del hallazgo del navío español “Purísima Concepción”, hundido en aguas de la Patagonia en 1765.
El extremo sur del continente americano esconde un “incalculable” patrimonio biológico, material e histórico, en la forma de "pecios, cóndores o testimonios" que resisten el embate de las aguas más tempestuosas del mundo, ha asegurado Elkin a National Geographic.
La primera arqueóloga marina que ha dado Argentina considera el extremo sur del continente americano como “el lugar soñado para un arqueólogo” gracias a unas condiciones climáticas y meteorológicas tan extremas que “necesariamente han tenido que dejar un testimonio muy rico para aquellos que se dediquen a la arqueología marina”.
Inicios lejos del agua
Antes de explorar los fondos del Estrecho de Magallanes o del Cabo de Hornos, esta arqueóloga argentina comenzó su carrera muy lejos del agua; más en concreto en una zona extremadamente árida como es la provincia de Catamarca, en el noroeste de Argentina, donde Elkin estuvo investigando las culturas prehispánicas.
Elkin dio el salto de los desiertos a los océanos cuando decidió investigar “el patrimonio sumergido en el entorno de la Isla Grande de Tierra del Fuego”, que durante siglos fue la única ruta marítima que comunicaba el océano Atlántico con el Pacífico y donde las silenciosas playas y los escarpados acantilados solo habitados por el viento esconden mucho más de lo que a simple vista parece.
Arqueología marina con vocación de patrimonio global
A diferencia de las expediciones que tienen por objetivo la explotación comercial de los tesoros rescatados del mar, Elkin dirige sus investigaciones guiada por “una vocación de patrimonio público y global” ya que su equipo le otorga el mismo valor a los lingotes de oro que a "cualquier otro elemento que refleje la vida humana pasada”.
“Se trata de admirar nuestro recorrido en la historia”, ha señalado Elkin, “son testimonios del pasado, en este caso relacionados con el agua, la Patagonia, la ruta del cabo de Hornos o con un barco español”.
Los rigores del clima patagónico
Trabajar en la Patagonia “tiene sus particularidades” ha explicado Elkin, quien no describe precisamente el mejor lugar del mundo para practicar submarinismo: “son aguas frías, con poca visibilidad y con corrientes muy fuertes”.
Además de los rigores del clima, su equipo no ha contado con la infraestructura y logística de la que gozan los investigadores de otros países. Por ejemplo, su “buque oceanográfico”, es una lancha neumática de cuatro metros de eslora, por lo que los científicos tienen que “adaptarse a los instrumentos que tienen para trabajar y no excusarse en ellos “para no realizar un buen trabajo”.
La falta de confort no ha sido impedimento para que su equipo localizara el pecio, que afortunadamente se encuentra en aguas someras, a una profundidad de “cinco o seis metros”, por lo que el buceo ha sido de “poca envergadura”.
Antes de meter a alguien en el agua, los investigadores se sirven de sensores remotos para detectar desde la superficie aquello que les interesa, en este caso “cañones de hierro” para confirmar la existencia de un navío del siglo XVIII.
"Más aislado que la Antártida"
Elkin ha descrito un proceso logístico de elevada complejidad, ya que llegar hasta este confín del mundo “supone una marcha a caballo de tres jornadas, lejos de toda comodidad, con todo el equipo a cuestas.”
La arqueóloga ha recordado la frase que le dijo un taxista de la ciudad de Ushuaia, que cuando le contó que se dirigía a la península de Mitre, en la punta de Isla Grande de Tierra del Fuego, le dijo: “Eso está más aislado que la Antártida”.
Lo cierto es que, sin ser la Antártida, la única forma de llegar a esas latitudes es “a caballo o en vehículos todoterreno, porque no hay embarcaciones que cubran esa distancia” ; mientras que en la famosa Antártida, uno encuentra “bases con cierto nivel de confort, calefacción, internet, correo postal, un puerto, embarcaciones que van y vienen, pistas de aterrizaje… Aquí no hay nada de eso”, ha asegurado.
Arqueología sostenible
Desplazarse a caballo puede parecer una ardua empresa, pero por otro lado es “totalmente amigable con el medio ambiente, hay que recordar que estamos de paso en un lugar prístino”, por lo que otro de los objetivos de la investigadora pasa por conseguir que la península de Mitre se convierta en “un área protegida”.
Antes solo se podía acceder a la zona a pie o a caballo, pero hoy en día el movimiento de “vehículos todoterreno” está poniendo en peligro la vegetación y los suelos patagónicos, que han permanecido inalterados durante milenios, además de las inevitables emisiones de gases de efecto invernadero en una zona con una capa de ozono de densidad variable.
A pesar de que “la ganadería intensiva” de ovejas transformó profundamente el paisaje y desplazó hace ya siglos a los habitantes indígenas, los yaganes o yámanas, hoy en día la fauna que puebla el lugar es “una mezcla de ganado asilvestrado, como los caballos salvajes o el ganado vacuno que recorre libremente “este área infinita”
Aún quedan vestigios de fauna autóctona: “zorros, pumas, mamíferos marinos como focas u orcas… incluso hay una población de cóndores que habita los acantilados de las estribaciones meridionales de la cordilllera de los Andes”.
El patrimonio cultural Iberoamericano
Las investigaciones sobre el “Purísima Concepción” se han desarrollado en un ambiente salvaje y severo, pero las gestiones diplomáticas entre los países interesados en los pecios siguen un curso bastante más amistoso.
En el caso del "Purísima Concepción", “ya se ha notificado a la delegación española de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco)”, por lo que el país de pabellón –país al que pertenece el navío siniestrado- ha sido el primero en ser informado con el objetico de fortalecer los vínculos y la puesta en valor del patrimonio cultural iberoamericano.
Patrimonio público mundial
Más allá de que se enteren del hallazgo en el país al que pertenece el barco, el equipo de Elkin siempre trabaja “desde una visión de patrimonio público para disfrute de la mayor cantidad de gente posible, por encima de España o Argentina”.
No solo es "patrimonio histórico material", ha insistido la arqueóloga, sino que se trata de “una historia humana riquísima en la que los 200 tripulantes sobrevivieron al accidente para después convivir en paz con los indígenas fueguinos durante tres meses”.
Elkin está ante uno de los proyectos de su carrera, pero sobre todo “ante una historia maravillosa por la que hay que sacarse el sombrero”.