Las iniciativas del príncipe Enrique para preservar los parques africanos
El duque de Sussex está expandiendo las superficies de las tierras protegidas en los países de la Commonwealth.
En 2016, el príncipe Enrique de Sussex sobrevoló una reserva forestal en el sur de Malaui llamada Mangochi. Lo que vio lo conmocionó. Aunque la reserva linda con uno de los destinos de safaris más populares del país, su aspecto era deforestado y descuidado. La gente había empezado a instalarse más allá de las fronteras del parque. «Estas comunidades se adentran más allá de lo que deberían y todo este lugar está asolado», recuerda haber pensado.
Malaui, un país pequeño ubicado entre Mozambique, Zambia y Tanzania, está a medio camino entre los ecosistemas de África del sur y del este. La región, que sufre deficiencias de electricidad, depende del carbón para obtener energía y supuestamente presenta la mayor tasa de deforestación de la zona. Conforme los grupos de conservación empiezan a hacer frente a la crisis, la iniciativa real espera ejercer la presión suficiente para preservar los bosques indígenas.
El lunes, tres años después de que el príncipe Enrique sobrevolara e instara a la protección de Mangochi, anunció algo: la reserva forestal de Mangochi y el parque nacional de Liwonde, que están la una al lado del otro, se habían unido oficialmente a la Queen’s Commonwealth Canopy. Bajo el sol abrasador, el duque de Sussex introdujo 777 kilómetros cuadrados de naturaleza en la iniciativa de su abuela. Las placas que indicaban el nombramiento están montadas en la piedra de la entrada a Liwonde, bajo un árbol metálico hecho con trampas confiscadas a cazadores furtivos.
La Queen’s Commonwealth Canopy (QCC) se puso en marcha en 2015 para unir a las 53 naciones de la Commonwealth en una sola iniciativa de conservación. Desde entonces, 46 países han prometido proteger 60 lugares, ya sea preservando áreas de bosques indígenas o replantando una zona deforestada. La visita a Malaui se ha producido al final de la gira de 10 días del príncipe Enrique por el sur de África. Días antes, en una región remota de Angola, tiró de una tela colorida para revelar la inclusión del parque nacional Luengue-Luiana en la QCC. Anteriormente, en Botsuana, visitó la zona circundante del parque nacional de Chobe, que alberga la mayor población de elefantes de África, que también se ha unido a la QCC. En Malaui, la iniciativa de reconstrucción no ha hecho más que empezar.
Liwonde, que se extiende sobre el río Shire, es uno de los destinos de safari más populares de Malaui. A solo media hora de la entrada principal, una familia de elefantes camina por la carretera en busca de hojas que comer. Los búfalos se quedan mirando y los kudús se alejan corriendo de los coches de safari. El paisaje es polvoriento y los árboles, frágiles, pero cuando comience la estación lluviosa, todo será exuberante. Más de 600 elefantes comparten los pastizales y las llanuras de inundación con leones, leopardos y rinocerontes negros amenazados.
La caza furtiva ha pasado factura a Liwonde. En 2005, cuando la ornitóloga Tiwonge Gawa llevaba a cabo un censo a pie en Liwonde, se topó con un abrevadero. A su alrededor había montones de plumas y cadáveres: cientos de palomas, estorninos e inseparables del Nyasa, las especies que estudiaba. Cuando no llueve, las aves viajan en grandes bandadas en busca de agua; estas habían aterrizado en un estanque envenenado por los furtivos. Según ella, este tipo de imagen solía ser habitual.
Entonces, en 2015, African Parks asumió el control de Liwonde. Por todo el continente, la organización —presidida por el príncipe Enrique— supervisa de forma temporal parques que atraviesan dificultades y los ayuda a recuperarse. Desde entonces, African Parks ha instalado una valla perimetral alrededor de Liwonde, construido un centro de formación para guardabosques y renovado la seguridad. Se han reintroducido siete guepardos y diez leones en el parque, y se han trasladado más de 500 elefantes para frenar la destrucción de las comunidades cercanas. El turismo ha aumentado y las unidades del ejército británico rotan en despliegues contra el tráfico de fauna silvestre.
Según Gawa, director de la Wildlife and Environmental Society de Malaui, la ONG medioambiental más antigua del país, los parques nacionales han mejorado, pero los bosques de su patria se encuentran en crisis, como la reserva forestal de Mangochi. Durante mucho tiempo, los guardabosques no iban armados y era fácil entrar y talar árboles. En un caso en 2015, la tala ilegal había agotado tanto los bosques esenciales que el gobierno desplegó al ejército para detenerla. «Han desaparecido bosques únicos y [con ellos] las especies únicas», afirma Gawa.
En una pista de aterrizaje rala de Liwonde, Peter Fearnhead, consejero delegado de African Parks, señala el punto donde el parque se cruza con la reserva de Mangochi, a 24 kilómetros. El año pasado, African Parks expandió su supervisión a la reserva, que estaba siendo despojada de árboles y fauna. Ahora, la organización debe participar en un juego delicado: proteger la fauna y los recursos de Liwonde y Mangochi y mantener contentas a las comunidades locales, muchas de las cuales practicaban la agricultura y la caza en estas tierras.
Una valla electrificada, que ya rodea Liwonde, ha empezado a trazar el contorno de Mangochi. El perímetro no es solo para impedir que la gente entre, sino para impedir que los animales salgan. «Alberga unas de las mayores concentraciones de hipopótamos y elefantes de África», afirma Fearnhead. «Si no los contienes, pueden acabar matando gente».
David Nangoma nació junto a la frontera del parque y ahora trabaja como enlace entre el parque y las casi 800 000 personas que viven en las afueras. Cuando se unió a African Parks en 2015, Liwonde albergaba 6000 animales grandes y el doble de trampas de furtivos. Los lugareños pensaban que el parque se había vendido y querían saber qué estaba pasando en sus tierras. Para ofrecerles formas de ganarse la vida fuera del parque, African Parks ha puesto en marcha proyectos de apicultura, construido escuelas y hospitales y creado programas de becas.
African Parks intenta detener la deforestación y fomentar la regeneración natural tanto en Liwonde como en Mangochi, pero el futuro sigue siendo incierto. Mientras la fauna se recupera, al príncipe Enrique le preocupa el tiempo que se tardará en revertir décadas de degradación ambiental. «Creo que abriremos los ojos ante la idea de que en diez años estará mucho peor que ahora», afirma. «Porque por cada cosa que hagamos ahora para arreglar el problema, habrá un retraso enorme».
Estas iniciativas están en marcha. El Departamento de Parques y Fauna Silvestre no aporta financiación para aplicar la inclusión en la QCC, así que la responsabilidad de ayudar a apartar a las comunidades locales de la madera del parque recae en African Parks, que va a abrir unos 15 viveros forestales. Dentro de los límites del parque, han dejado en paz a la naturaleza para que regrese a su debido tiempo.
El título de la QCC podría atraer la atención suficiente para demostrar que la conservación vale la pena. Actualmente, la designación no incluye dinero, pero como primera iniciativa medioambiental en nombre de la reina Isabel II —cada solicitud acaba en su mesa para su aprobación personal—, aporta la presión de la corona y la atención de la comunidad internacional. También promete generar turismo. El príncipe prevé que viajeros de todo el mundo añadirán las áreas de la QCC a sus listas de destinos.
En la ceremonia de nombramiento, los guardabosques, las autoridades del gobierno y los directores del parque dieron discursos y mostraron las iniciativas anti caza furtiva. David Nangoma cree que su presencia —y la del príncipe Enrique— harán que el parque se gane el cariño de las comunidades locales. «El mundo nos observa», dijo, asintiendo de forma aprobatoria mientras una hilera de medios locales e internacionales colocaban cámaras de televisión frente a la sede del parque.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.