Hallan los primeros restos de los misteriosos «sombreros» cónicos del antiguo Egipto

Los expertos habían especulado sobre el objetivo y el significado de estos adornos cónicos representados en el arte egipcio. Una excavación ha desvelado al fin los primeros restos de estos accesorios.

Por Erin Blakemore
Publicado 12 dic 2019, 11:10 CET
Mujeres con sombreros cónicos
En una escena de un banquete de 3300 años, las mujeres llevan objetos cónicos en la cabeza. Estas representaciones eran habituales en el antiguo Egipto, lo que ha dado pie a especulaciones sobre si los conos eran un símbolo artístico, como un halo, u objetos físicos reales que tenían un objetivo práctico.
Fotografía de Werner Forman, Universal Images Group, Getty

El arte del antiguo Egipto está plagada de imágenes de personas con conos puntiagudos en la cabeza en situaciones ceremoniales. Hombres y mujeres aparecen con adornos cónicos en representaciones artísticas en papiros o sarcófagos, por ejemplo, con estos objetos puntiagudos mientras participan en banquetes reales y rituales divinos. A veces, las mujeres que llevan los conos también están dando a luz, una actividad vinculada a algunos dioses.

Aunque los conos fueron relativamente comunes en el arte egipcio durante más de mil años, su propósito y su existencia habían sido un misterio. Ningún arqueólogo había excavado uno de estos objetos enigmáticos, por lo que algunos académicos creían que los «sombreros» cónicos egipcios eran meras representaciones simbólicas, el equivalente a los halos que aparecen en los santos y los ángeles en la iconografía cristiana.

Pero ahora por fin parece que un equipo de arqueólogos internacional ha hallado pruebas físicas de estos esquivos accesorios, según un nuevo trabajo publicado en la revista Antiquity.

Esta mujer adulta hallada en una tumba de Armana, Egipto, ntenía un objeto de cera con forma cónica en la cabeza.
Fotografía de Amarna Project, Antiquity Publications Ltd.

Se han descubierto en los cementerios de Amarna, una ciudad del antiguo Egipto cuyos templos fueron erigidos por Akenatón, el faraón considerado el padre de Tutankamón. La ciudad, construida precipitadamente en el siglo XIV a.C. y que solo fue importante durante 15 años, albergaba unas 30 000 personas. Solo un diez por ciento de la población pertenecía a una élite adinerada enterrada en tumbas opulentas; el resto era gente corriente enterrada en tumbas modestas. Fue en estas últimas tumbas, que en general apenas contienen objetos de valor, donde los arqueólogos del Amarna Project —dirigido por la Universidad de Cambridge y financiado por la National Geographic Society y otras instituciones— hallaron los restos de adornos cónicos en 2009.

Anna Stevens, arqueóloga de la Universidad de Monash, directora adjunta del Amarna Project y codirectora de la investigación de los cementerios no de élite de la ciudad, aún recuerda el día en el que encontraron el primer cono aunque ha pasado una década desde las excavaciones. «¡Creo que tengo uno de esos conos para la cabeza!», exclamó su colega Mary Shepperson. Cuando Stevens acudió a investigarlo, vio un punto revelador sobre el cráneo del esqueleto de una mujer.

 «Era obvio que era muy diferente, no se parecía a nada que hubiéramos desenterrado antes», afirma Stevens. Con todo, el objeto puntiagudo era muy similar a los raros accesorios para la cabeza que aparecen en el arte egipcio y que algunos académicos habían considerado símbolos artísticos. En la tumba de otro adulto cuyo sexo no pudieron identificar hallaron otro sombrero cónico.

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    El antiguo cementerio de Amarna, Egipto, donde se encontraron las tumbas que contenían los sombreros cónicos.
    Fotografía de Amarna Project, Antiquity Publications Ltd.

    Los expertos tardaron casi una década en conseguir la financiación necesaria y completar el examen de estos accesorios cónicos, lo que les dio la oportunidad de poner a prueba otra teoría tradicional sobre los objetos: que los conos eran en realidad masas sólidas de grasa perfumada que se derretían sobre la cabeza de su portador y hacían las veces de antiguo champú perfumado.

    Los hallazgos de Amarna parecen negar la teoría de que se trate de un producto capilar antiguo. Los conos no eran sólidos, sino cáscaras vacías dobladas alrededor de una materia orgánica negruzca o marrón que, según el equipo, podría ser tela. Los conos tenían marcas químicas de cera descompuesta y el equipo concluyó que los habían fabricado con cera de abeja, la única cera biológica cuyo uso en el antiguo Egipto está documentado. Tampoco se hallaron restos de cera en el pelo del esqueleto mejor preservado.

    Debido a las asociaciones artísticas de los objetos con el parto y el hecho de que al menos uno de los especímenes era una mujer adulta, el equipo sugiere que los conos estaban relacionados con la fertilidad. Pero el hecho de que los hallaran en un cementerio que no pertenecía a la élite dificulta la interpretación de su significado.

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    Nicola Harrington, arqueóloga de la Universidad de Sídney, explica que en la iconografía egipcia, la mayoría de las personas que aparecen con conos en la cabeza pertenecían a la élite, aunque algunas podrían haber sido criados. Las tumbas de Amarna albergan menos arte que otros cementerios, pero hay algunas imágenes en las que aparecen personas con conos en la cabeza mientras preparan un entierro y hacen ofrendas. «Básicamente, [los conos] se llevan en presencia de lo divino», afirma.

    Harrington tiene una teoría propia sobre la identidad de las mujeres que llevan los conos: podrían haber sido bailarinas. Ambos esqueletos presentaban fracturas espinales y uno tenía una enfermedad articular degenerativa. Aunque los problemas óseos podrían estar vinculados a unas vidas llenas de estrés y al trabajo intenso de los egipcios que no pertenecían a la élite, Harrington indica que el estrés y las fracturas por compresión son habituales en bailarines profesionales. Quizá los conos «indicaban que [los bailarines] eran miembros de una comunidad que servía a los dioses», explica. Harrington sugiere que eso podría explicar por qué estas personas fueron enterradas con los conos, a pesar de sus «tumbas básicas».

    Pero sin más pruebas arqueológicas, es imposible determinar cómo se utilizaban los conos o si su uso estaba más generalizado. Por desgracia, según Stevens, quizá nunca lo descubramos. «En los primeros días de la egiptología, el trabajo era muy precipitado y un poco caótico», afirma. Quizá las técnicas arqueológicas modernas, que son más minuciosas, protejan e identifiquen sombreros cónicos en futuras excavaciones, pero su presencia en tumbas anteriores podría haberse pasado por alto.

    Aunque estos conos no fueran los dos únicos que han sobrevivido hasta la fecha, el descubrimiento fortuito tiene valor. Los arqueólogos saben mucho sobre la élite del antiguo Egipto a partir de registros administrativos y tumbas con pinturas elaboradas, pero la escasez de registros escritos y artísticos de los egipcios de clases inferiores hace que sus vidas sean más misteriosas para los investigadores modernos. Dicha falta de información sobre las vidas de la mayoría de los habitantes del antiguo Egipto hace que este hallazgo sea aún más preciado y sirve de recordatorio de que aún quedan millones de historias sepultadas que no se han contado.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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