¿Existió la orden medieval de los Asesinos?

Las leyendas sobre un grupo musulmán de asesinos sigilosos que consumían de drogas son muy imaginativas, pero se alejan mucho de la historia real de los ismailitas nizaríes.

Por Erin Blakemore
Publicado 11 jun 2020, 13:34 CEST
Fuerte nizarí de Masyaf

Las ruinas del fuerte nizarí de Masyaf, en Siria. Los ismailitas nizaríes, a quienes a menudo se refieren con el término peyorativo «asesinos», se organizaron en castillos fortificados durante el periodo medieval.

Fotografía de agefotostock, Alamy

¿Controló una orden de asesinos Oriente Medio de forma encubierta en el pasado? Es una leyenda tentadora hecha a medida para los videojuegos y las crónicas de la era de las cruzadas. Pero la palabra «asesino» deriva de un término peyorativo para referirse a los ismailitas nizaríes, un grupo misterioso pero efímero de los musulmanes chiíes medievales.

Los orígenes de los nizaríes se remontan al cisma original del islam en el año 632 d.C., cuando las diferencias de opiniones sobre quién debía suceder al profeta Mahoma como imán (o líder) dividieron a la comunidad musulmana en chiíes y suníes. Entonces, en el siglo IX, se produjo otro desacuerdo respecto al liderazgo entre los chiíes. Los seguidores de un líder llamado Ismail formaron su propia secta, los ismailitas.

 

Un cuadro medieval representa el asesinato de un visir (oficial de alto rango) persa del siglo XI por un miembro de los fedayines, quienes lanzaron ataques quirúrgicos contra los enemigos de los nizaríes ismailitas.

Fotografía de CPA Media Pte Ltd, Alamy

En 1095, un príncipe ismailita llamado Nizar era el próximo en la línea sucesoria para gobernar El Cairo. Cuando lo pasaron por alto en favor de su hermano pequeño, Nizar tomó y gobernó Alejandría brevemente, pero fue ejecutado. Sus seguidores huyeron a Persia, donde fundaron su propia rama del ismailismo y establecieron su propia línea sucesoria. El misionero ismailita Hassan ibn Sabbah se convirtió en el líder de los nizaríes.

Tanto los suníes como los chiíes odiaban a los nizaríes y los representaban como herejes decadentes. El asediado estado nizarí, superado y rodeado por sus enemigos en todos los frentes, hizo lo que pudo para sobrevivir. La secta creó bastiones en las montañas de Persia y Siria y entrenó a un grupo de combatientes llamados fedayines o «los que se sacrifican». Los fedayines eran conocidos por ser tan devotos como mortíferos.

Las tácticas militares tradicionales habrían resultado inútiles para los nizaríes, ya que los superaban en número. Los fedayines lanzaron ataques casi quirúrgicos contra objetivos políticos seleccionados. Los fedayines nizaríes, entrenados para infiltrarse, matar y ser sometidos a torturas y a la muerte si era necesario, adquirieron una reputación desmesurada. Los cruzados cristianos, recién llegados a Tierra Santa, también aprendieron a temer a los fedayines, aunque los nizaríes sí establecieron alianzas con los cruzados en ocasiones determinadas.

Los historiadores creen que los observadores occidentales, que no comprendían por qué los nizaríes luchaban con tácticas de guerrilla, asumieron que estaban bajo la influencia de alguna droga, como el hachís. Otros grupos musulmanes aplicaban peyorativamente la palabra árabe hashishin (o «consumidores de hachís») a los nizaríes, término que más adelante adoptaron los cruzados y que occidentalizaron como «asesinos». Finalmente, el término inexacto se convirtió en la palabra con la que hoy en día describimos a alguien que mata a cambio de una recompensa.

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    Los viajeros europeos como Marco Polo divulgaron historias fantasiosas sobre los ismailitas nizaríes, como la historia del «Viejo de la Montaña», que supuestamente drogaba a los hombres para convertirlos en asesinos. Una miniatura del siglo XV representa al Viejo de la Montaña reunido con sus seguidores.

    Fotografía de Universal History Archive, Getty

     

    Marco Polo y muchos otros divulgaron leyendas morbosas sobre los hashashin, como alegaciones de que los fedayines estaban sometidos al Viejo de la Montaña, el sucesor de Hassan que, según se rumoreaba, utilizaba las drogas para intoxicar a hombres jóvenes y después los engañaba para que lucharan con la promesa de un falso paraíso decadente que recreó dentro de las murallas de su fuerte. «Los mitos sobre los ismailitas, arraigados en el miedo, la hostilidad, la ignorancia y la fantasía, han despertado la imaginación popular de numerosas generaciones», escribe el historiador Farhad Daftary.

    El estado ismailita nizarí consiguió sobrevivir 166 años. Pero no pudo resistir a los mongoles, que empezaron su conquista del mundo islámico en 1219 y sacaron a los nizaríes de sus fuertes. Finalmente, ante la pérdida de todos sus bastiones, los nizaríes supervivientes huyeron.

    Siglos después de la caída del estado nizarí, la secta religiosa ismailita pervive. En la actualidad, hay hasta 15 millones de ismailitas en más de 25 países de todo el mundo y los ismailitas son el segundo grupo más grande de musulmanes chiíes. La mayoría de los ismailitas aún son nizaríes y aceptan a Shah Karīm al-Ḥussayni como Aga Khan, un título honorario empleado por los líderes ismailitas nizaríes desde el siglo XIX.

    Aunque los días de asesinatos selectivos han quedado en el pasado, las leyendas salaces e incorrectas sobre los nizaríes perduran en la cultura popular: la serie de videojuegos Assassin’s Creed se ha convertido en una de las franquicias de videojuegos más vendidas de todos los tiempos, pero la imagen misteriosa y sensacionalista que pinta de los Asesinos no se basa en la realidad.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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