Nelson Mandela luchó contra el 'apartheid', pero su trabajo no ha terminado
Este activista dedicó su vida a desmantelar el racismo y pasó de ser el prisionero político más famoso del mundo a convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica.
El expresidente sudafricano y activista por los derechos civiles Nelson Mandela dedicó su vida a luchar por la igualdad y contribuyó a derribar el sistema racista del apartheid en Sudáfrica. Sus logros se celebran cada 18 de julio, el Día Internacional de Nelson Mandela.
Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918, en la que entonces se denominaba Unión Sudafricana, un dominio del Imperio británico. Aunque la mayoría de sus habitantes eran negros, los dominaba una mayoría blanca que controlaba las tierras, la riqueza y el gobierno, una estructura social discriminatoria que más adelante se codificaría en el sistema legal del país bajo el nombre de apartheid.
En los 95 años siguientes, Mandela contribuiría a derrocar el brutal orden social de Sudáfrica. A lo largo de toda una vida de resistencia, encarcelamiento y liderazgo, Nelson Mandela apartó a Sudáfrica del apartheid y la condujo hacia una era de reconciliación y de gobierno mayoritario.
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Primeros años
Mandela nació con otro nombre: Rolihlahla Dalibhunga Mandela. Su padre era un jefe del pueblo thembu, un subgrupo del pueblo xhosa, el segundo mayor grupo cultural de Sudáfrica. Tras desafiar a un magistrado británico, el padre de Mandela fue despojado de su jefatura, su título y su tierra. En su primer día en una escuela primaria segregada, Rolihlahla también fue despojado de su identidad cuando su maestra dio a cada niño un nombre inglés, una práctica habitual en una sociedad en la que los blancos «eran incapaces de pronunciar los nombres africanos —o se negaban a hacerlo—, y consideraban poco civilizado tener uno», escribió en su autobiografía Un largo camino hacia la libertad.
Aunque la piel de Mandela lo relegó al orden social más bajo en la Sudáfrica segregada, su sangre real —y sus contactos— le otorgaron acceso a la única universidad para negros del país, la Universidad de Fort Hare. Allí se convirtió en activista y fue expulsado por protestar por la falta de poder del gobierno estudiantil. Regresó a su pequeña aldea en Cabo Oriental, solo para descubrir que su familia le había preparado un matrimonio concertado como castigo por dejar la facultad. Así que huyó a Soweto, la mayor ciudad negra de Sudáfrica, en 1941.
El apartheid y el activismo
En Soweto, Mandela estudió derecho a tiempo parcial en la Universidad de Wits y empezó a practicar la abogacía en el primer bufete negro del país. Se unió al Congreso Nacional Africano, un grupo que defendía los derechos civiles de los sudafricanos negros. En 1948, la segregación que ya era rampante en Sudáfrica se convirtió en ley cuando el partido gobernante adoptó formalmente el apartheid o «separación». Esta política exigía que los sudafricanos negros llevaran su documento de identidad en todo momento, documento necesario para entrar en zonas designadas para blancos. Se les obligó a vivir en zonas solo para negros y se les prohibió establecer relaciones interraciales. También se retiró a los negros de la lista de votantes y, en última instancia, se les marginó por completo.
Al principio, Mandela y sus compañeros del CNA utilizaron tácticas no violentas, como huelgas y manifestaciones, para protestar contra el apartheid. En 1952, Mandela contribuyó a la intensificación de la lucha como líder de la Campaña de Desafío, que instaba a los participantes negros a incumplir las leyes activamente. Más de 8000 personas —Mandela entre ellas— fueron encarceladas por violar los toques de queda, negarse a portar los documentos de identidad y otras faltas.
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En 1956, los manifestantes se congregan frente a los juzgados de Johannesburgo, Sudáfrica, durante el juicio por traición de los activistas antiapartheid, entre ellos Nelson Mandela. Los acusados fueron declarados no culpables, pero algunos —como Mandela— fueron condenados por una acusación diferente en 1964.
La Campaña de Desafío catapultó los planes del CNA y a Mandela al ojo público mientras seguían haciendo campaña por los derechos de los negros. Tras cumplir su sentencia, Mandela siguió encabezando protestas contra el gobierno y en 1956 fue juzgado por traición junto a otras 155 personas. Fue absuelto en 1961 y tras el juicio vivió en la clandestinidad durante 17 meses.
Con el paso del tiempo, Mandela empezó a creer que la resistencia armada era la única forma de poner fin al apartheid. En 1962, abandonó brevemente el país para recibir entrenamiento militar y recabar apoyo para la causa, pero fue detenido y condenado poco tras su regreso por salir del país sin permiso. Mientras estaba en la cárcel, la policía descubrió documentos relacionados con el plan de guerrilla de Mandela. Sus aliados y él fueron acusados de sabotaje.
Mandela y los otros acusados del proceso de Rivonia sabían que iban a condenarlos y ejecutarlos. Así que convirtieron su juicio en una declaración y publicitaron su lucha contra el apartheid, desafiando el sistema legal que oprimía a los sudafricanos negros. Cuando llegó el turno de Mandela de hablar en nombre de la defensa, dio un discurso de cuatro horas.
«La falta de dignidad humana que han sufrido los africanos es el resultado directo de la política del supremacismo blanco», dijo. «Nuestra batalla es realmente una batalla nacional. Es una batalla de la gente africana, inspirada por sus propios sufrimientos y su propia experiencia. Es una batalla por el derecho a vivir». Mandela estaba comprometido con el ideal de una sociedad libre y «si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir», dijo.
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La cárcel
Mandela no fue sentenciado a muerte, pero en 1964 lo condenaron a cadena perpetua. Solo se le permitía una visita de 30 minutos con una persona al año y podía enviar y recibir dos cartas al día. Confinado en condiciones austeras, trabajó en una cantera de caliza y, con el paso del tiempo, se ganó el respeto de sus captores y de los otros reclusos. Le ofrecieron oportunidades de abandonar la cárcel a cambio de garantizar que el CNA abandonaría la violencia, pero las rechazó.
En sus 27 años de reclusión, Mandela se convirtió en el prisionero político más famoso del mundo. Aunque Sudáfrica prohibió sus palabras, ya era el hombre más famoso del país. Sus partidarios hicieron campaña por su liberación y las noticias de su encarcelamiento movilizaron a activistas antiapartheid de todo el mundo.
En los años sesenta, algunos de los miembros de Naciones Unidas empezaron a exigir sanciones contra Sudáfrica, llamamientos que se intensificaron en las décadas siguientes. Finalmente, Sudáfrica se convirtió en paria internacional. En 1990, ante la presión internacional y la amenaza de la guerra civil, el nuevo presidente de Sudáfrica F.W. de Klerk se comprometió a poner fin al apartheid y liberar a Mandela.
Nelson Mandela y su mujer, Winnie, alzan el puño tras su liberación de la cárcel Victor Verster en Sudáfrica. Mandela estuvo 27 años en prisión por su lucha contra el apartheid. Tras su liberación, negoció el fin de la política racista y fue elegido presidente de Sudáfrica.
El apartheid no terminó inmediatamente después de la liberación de Mandela. Mandela, que ahora tenía 71 años, negoció con de Klerk para redactar una nueva constitución que incluyera una regla de la mayoría. El apartheid se derogó en 1991 y en 1994 el CNA, ahora un partido político, ganó unas elecciones democráticas y pacíficas con más del 62 por ciento del voto popular. Mandela —que ahora comparte un premio Nobel de la Paz con de Klerk— se convirtió en el presidente de una nueva nación, Sudáfrica.
Liderazgo postapartheid
Mandela ejerció de presidente durante cinco años. Uno de sus logros fue la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica, un organismo diseñado para documentar las violaciones de los derechos humanos y ayudar a víctimas y transgresores a aceptar su pasado. Aunque sus resultados se han cuestionado, la comisión proporcionó los inicios de una justicia restaurativa —un proceso centrado en las reparaciones en lugar de las represalias— para un país donde aún le escocían siglos de cicatrices.
El legado de Mandela no fue incuestionable: algunos analistas lo consideraron un presidente muy ineficaz y fue criticado por su gestión de la violencia y de la economía durante su mandato.
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Tras dejar el cargo en 1999, Mandela pasó el resto de su vida trabajando para poner fin a la pobreza y crear conciencia sobre el sida. Falleció en 2013 a los 95 años.
Cada 18 de junio, se le recuerda en el Día Internacional de Nelson Mandela, designado por Naciones Unidas para conmemorar su servicio y su sacrificio. Supone un recordatorio de que el trabajo de Mandela no ha terminado, una opinión que compartía el propio Mandela.
«Ser libre no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás», escribió en su autobiografía. «La verdadera prueba de nuestra devoción por la libertad no ha hecho más que empezar».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.