La sorprendente historia de los saris tradicionales de la India

Las mujeres de Asia meridional llevan eones envolviéndose en sedas y algodones de colores que se fabrican y se llevan de formas diversas y deslumbrantes.

Por Charu Suri
fotografías de Tuul y Bruno Morandi
Publicado 30 sept 2020, 9:53 CEST

La palabra «sari» significa «tira de tela» en sánscrito. Pero para las mujeres indias —y para algunos hombres— que se han envuelto en seda, algodón o lino durante milenios, estas bandas de tejido son más que simples prendas. Son símbolos de orgullo nacional, embajadores del diseño y la artesanía tradicional (y de vanguardia) y un ejemplo perfecto de las diferencias entre los 29 estados de la India.

«El sari, como símbolo y realidad, ha inundado la imaginación del subcontinente con su atractivo y su capacidad de ocultar y revelar la personalidad de la persona que lo lleva», explica Rta Kapur Chishti, historiadora de tejidos de Delhi, autora de Saris of India: Tradition and Beyond y cofundadora de Taanbaan, una empresa textil dedicada a revivir y preservar los métodos indios tradicionales de hilandería y tejeduría.

La primera mención de los saris aparece en el Rigveda, un libro de himnos hindú que data del año 3000 a.C.; estas prendas también aparecen en esculturas indias entre los siglos I y VI. Lo que Chishti describe como la «prenda mágica sin costuras» es ideal para el clima cálido de la India y las costumbres de vestimenta modesta de las comunidades hindú y musulmana. Los saris también son tradicionales entre las mujeres de otros países de Asia meridional como Pakistán, Bangladés y Nepal.

La India sigue siendo una de las últimas grandes culturas artesanales. Es un centro neurálgico de teñido, estampado y tejeduría de seda, todas ellas labores representadas en al menos una de las casi 30 variedades regionales de saris. En la ciudad de Benarés, a orillas del Ganges, las tejedoras se inclinan sobre telares de madera antiguos para crear saris de seda de Banarasi, normalmente de color rojo, adornados con hilo zari metálico y muy apreciados por las novias. En la tropical Kerala, los saris settu mundu predominantemente blancos reflejan los estilos populares que existían antes de que la industrialización del siglo XIX trajera los coloridos tintes de anilina que se ven por todo el subcontinente en la actualidad.

En Bengala Occidental, los saris Baluchuri lucen acabados basados en los diseños de las paredes de los templos de terracota de la ciudad. «Cada sari tiene una historia sobre la sociedad y las personas que la rodean», afirma Darshan Dudhoria, consejero delegado de la tienda online Indian Silk House Agencies.

Sin embargo, la globalización y la competición por mercancías cada vez más baratas han contribuido al predominio de los saris hechos con telares mecánicos en las últimas décadas. Muchas copias malas de esta prenda tradicional se envían desde China. Las familias que se han dedicado a este oficio durante décadas han acabado sin trabajo; sus telares se han vuelto inútiles.

Algunas mujeres, sobre todo en zonas rurales, aún se envuelven en algodón, lino u otros tejidos para sus labores cotidianas. «Es más probable ver a mujeres mayores con saris, las tías y las abuelas en algunas regiones. Pueden llevar uno todo el tiempo», afirma Cristin McKnight Sethi, experta en telas de Asia meridional y profesora de historia del arte en la Facultad Corcoran de Artes y Diseño de la Universidad George Washington. Señala que las mujeres más jóvenes y las urbanitas pueden optar con más frecuencia por prendas occidentales o un salwar (un traje de túnica y pantalón), pero llevar un sari para ir a una boda u otra fiesta. Esta prenda es un rito de iniciación simbólico para las jóvenes hindúes, que llevan un sari o un sari de medio cuerpo para una ceremonia iniciática llamada Ritu Kala Samskara. La prenda también se emplea en la política.

Según Chishti, hay más de cien formas de colocar un sari según la región, el tejido, la longitud y anchura de la prenda, y lo que vaya a hacer la portadora ese día. Ha creado una serie de vídeos que muestran decenas de formas de ponerse uno. «La generación joven quiere poder experimentar con él y llevarlo de varias formas», afirma.

Entre las técnicas para llevar un sari está el ubicuo Nivi (plisado, envuelto alrededor de la cintura, con el pallu, o el extremo adornado de la prenda, colgando sobre el hombro izquierdo) y el Dharampur rural, que transforma hábilmente un rectángulo largo del material en unos calzones que llegan hasta la rodilla. La mayoría de las presentaciones de saris requieren un choli (una especie de crop top) y una enagua de media altura. Esta última suele sostener la colocación del tejido y ayuda a manipular la tela. Algunos pliegues del sari tienen que sostenerse con puntadas o alfileres, mientras que otros son más libres, como una especie de origami para el cuerpo.

Los saris se llevan por toda la India, desde las mujeres que recorren las calles de Bombay en bicicleta a las actrices que actúan en películas de Bollywood, pasando por varias generaciones de una misma familia en Rayastán.

Las visitantes seducidas por el colorido y la mitología de los saris pueden comprar uno y llevárselo a casa. A diferencia de otras prendas tradicionales de algunas culturas, el sari no es exclusivo de las personas de una nacionalidad o un conjunto de creencias específicas. «No creo que sea una falta de respeto que las occidentales lleven saris», cuenta Chishti. «Es más como un honor». Tampoco hay nada de malo en coser uno a una falda o mostrarlo como una obra de arte en una pared, señala Sethi.

Los turistas, los lugareños y las novias y sus invitadas buscan saris en las tiendas que pueden encontrarse en cada callejuela azul de Jodhpur o en las calles abarrotadas de Bombay. Los encontrarás en tiendas más grandes y caras como Ekaya Banaras, en Delhi, conocida por sus sedas tejidas a mano y que apoyan a más de 8000 tejedoras de Benarés, o en Nalli, en Chennai, inaugurada en 1928 y que ocupa dos pisos de un edificio de estilo art déco en el barrio de T. Nagar.

Vayan donde vayan, las buscadoras de saris se quedarán maravilladas ante las pilas de sedas, algodones y gasas de colores dobladas cuidadosamente. Un sari puede comprarse por solo 20 dólares en un puesto callejero o por 10 000 dólares a cambio de una belleza de Benarés. «La compra de un sari suele ser un proceso largo. Tienes que comprar la tela en una tienda, que te midan una blusa en otra y comprar una enagua en otro comercio», afirma Sethi.

Conseguir un sari es una danza compleja entre tiendas y sastres, no una prenda que se pueda comprar rápidamente. «Pero es un tejido que se ha vuelto emblemático y existen muchas variantes», señala Sethi. «Los saris son importantísimos y dignos de celebración, sin duda».

Charu Suri, nacida en Madurai, la India, es una escritora de viajes afincada en EE.UU. y una compositora de jazz y pianista indio-estadounidense. Síguela en Instagram.
Tuul y Bruno Morandi son dos fotógrafos afincados en Francia. Síguelos en Instagram.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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