Las momias reales de Egipto han sido trasladadas, pero este no es su primer viaje
Un desfile de gala en El Cairo ha celebrado la edad dorada de los faraones, entre ellos dos que volaron a París para una renovación.
El faraón Seti I gobernó Egipto durante más de una década a partir del 1290 a.C. Su momia es una de las 22 trasladadas a un nuevo museo en El Cairo.
Escoltadas por guardias a caballo, actores, cantantes, bailarines egipcios, las momias de 22 faraones y otros miembros de la antigua realeza desfilaron por las calles de El Cairo el pasado sábado durante un traslado del histórico Museo de Antigüedades Egipcias a su nuevo hogar en el recién inaugurado Museo Nacional de la Civilización Egipcia (MNCE).
El denominado «Desfile dorado de los faraones» ha sido un espectáculo extravagante a lo largo del Nilo diseñado para celebrar el rico patrimonio de Egipto y atraer a los turistas tras una pandemia que ha paralizado los viajes a nivel global.
«Este desfile hará que todos los egipcios se sientan orgullosos de su país», afirma el arqueólogo Zahi Hawass, el exministro de antigüedades del país. En tiempos de COVID, quieren ser felices, sentirse orgullosos de sus antepasados. Estarán esperando en las calles para saludar a sus reyes».
La mayoría de las momias datan del Imperio Nuevo (entre el 1539 a.C. y el 1075 a.C.), una época dorada de la civilización egipcia. Entre ellas figuran 18 faraones y otros cuatro miembros de la realeza, desde algunos de los líderes más famosos de Egipto hasta figuras poco conocidas.
Entre las celebridades reales se encuentran Ramsés II —a menudo llamado «el Grande» y representado como el faraón mencionado en el libro bíblico del Éxodo— y Hatshepsut, una constructora consumada, una lideresa contundente y una de las pocas mujeres faraonas del antiguo Egipto.
Recordado como un gran guerrero, Ramsés II gobernó durante 67 años, del 1279 a.C. al 1213 a.C. A menudo se le representa en la literatura y el cine como el faraón mencionado en el libro bíblico del Éxodo.
La reina Hatshepsut fue una de las pocas mujeres faraonas de Egipto. Durante sus 22 años de reinado dirigió la construcción de cientos de monumentos y templos y emprendió expediciones comerciales al territorio de Punt —en el actual Yemen— para garantizar el suministro de incienso y otros aceites valiosos a Egipto.
Entre los gobernantes menos afortunados se encuentran Siptah Akhenre, que murió cuando era un adolescente y podría haber padecido poliomielitis, y Seqenenre Ta, herido de gravedad con un hacha de batalla, una daga, un bastón y una lanza, de acuerdo con los estudiosos que hicieron un TAC de su momia.
Otros faraones tenían encantos diferentes. «Seti I es probablemente mi favorito», dice Salima Ikram, egiptóloga de la Universidad Americana de El Cairo. «Tenía un gusto exquisito y era guapísimo».
La procesión comenzó hacia el atardecer con una salva de 21 cañonazos cuando los miembros de la realeza salieron a la plaza Tahrir. A lo largo de una ruta de ocho kilómetros paralela al Nilo, las momias pasaron frente a murales de escenas faraónicas con fuegos artificiales y espectáculos de luz y sonido de fondo.
«Las momias se transportarán en cajas protectoras metidas unas dentro de otras, como los antiguos ataúdes o las cajas chinas», dice Ikram, a quien consultaron para el traslado por su pericia en momias y el proceso de momificación. «Deben viajar con total seguridad».
Las cajas, climatizadas y cerradas herméticamente, se cargarán en camiones militares decorados para que parezcan las barcazas funerarias que llevaban a los faraones fallecidos a sus tumbas. A su llegada al nuevo museo, serán recibidos por el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi y otros dignatarios.
Momias en movimiento
Sin embargo, este no es el primer viaje por carretera de las momias. Hace unos 3000 años, poco después de ser depositadas en lujosas tumbas en el Valle de los Reyes, cerca de Luxor, la mayoría de las momias fueron trasladadas a lugares secretos para protegerlas de los ladrones. A finales del siglo XIX se redescubrieron los escondites, a veces con la ayuda de los saqueadores locales, y las momias continuaron su peregrinaje, navegando por el Nilo en barcos de vapor para ser instaladas en los museos de El Cairo.
En 1881, un periodista evocó el ambiente de uno de esos cruceros fluviales, cuando los vecinos se alinearon a orillas del río para llorar la partida de sus difuntos ilustres: «Las mujeres con el pelo revuelto corrían por las orillas y gritaban lamentos de muerte. Los hombres estaban dispuestos en solemne silencio y disparaban al aire, saludando a los faraones a su paso».
(A su llegada a El Cairo, los miembros de la realeza se encontraron con un obstáculo cuando los funcionarios de aduanas no encontraron «momia» en la lista de mercancías permitidas. Al final, los funcionarios cambiaron las etiquetas de «momia» por «pescado salado» y dejaron pasar a los faraones.)
Desde aquel extraño viaje por el río, las 22 momias han estado en cuatro museos diferentes, algunas expuestas en vitrinas, otras en almacenes cerrados, apartadas de la vista del público. De hecho, Ramsés II voló a París en 1976 para su restauración.
El viaje de Ramsés a Francia fue lo que inspiró al actual ministro de Antigüedades, Jaled el-Anani, a organizar un desfile de gala. De niño, en una escuela francesa en El Cairo, El-Anani vio una película sobre la llegada de Ramsés a París.
«Me sorprendió ver la multitud de periodistas y cámaras de televisión en el aeropuerto de París que recibió a Ramsés como un presidente o un rey», cuenta El-Anani. Por eso, cuando se convirtió en ministro, decidió «hacer algo grande, organizar un desfile sin parangón para mostrar respeto a nuestros antepasados, que también forman parte del patrimonio cultural de la humanidad».
¿La maldición de la momia?
Muchos egipcios esperaban el desfile como un momento de festejar durante la pandemia. Pero otros temen que esta migración de momias haya traído mala suerte.
Un reciente accidente ferroviario mortal en el centro de Egipto, el derrumbe de un edificio en El Cairo y el extraño bloqueo del Canal de Suez se han atribuido a la maldición de una momia relacionada con el desfile. El arqueólogo Hawass rechaza esta idea. «No existe ninguna maldición», ríe, «sólo un montón de gente supersticiosa».
El desfile nocturno se produjo en medio de un debate mundial sobre si es ético exhibir restos humanos. Muchos conservadores de museos están presionando para que se tapen las momias o se retiren los restos humanos de las exposiciones.
Las autoridades egipcias llevan décadas debatiendo el asunto. En 1974, cuando Hawass acompañó a la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, en una visita al Museo Egipcio, esta se estremeció y se tapó los ojos al ver la forma lúgubre y desecada de Ramsés II. «Fue como si pensara: “Pero ¿por qué hacéis esto? No puedo soportar ver la cara de un ser humano así”», recuerda Hawass.
Pero ahora los miembros de la realeza egipcia recibirán la sepultura respetuosa que merecen en su nueva exposición en el MNCE, dice el ministro El-Anani.
«Desciendes por una rampa como si te adentraras en un mundo subterráneo. Las paredes son negras, con luz tenue. Cada sala es como una cámara funeraria, donde las momias yacen en sus ataúdes, rodeadas de su ajuar».
Sin embargo, antes de disfrutar de su descanso eterno en el MNCE, las 22 momias han protagonizado un espectáculo impresionante. ¿Qué habrían dicho sobre su participación en semejante evento?
«Los gobernantes deseaban ser recordados, que sus nombres vivieran para siempre», dice Gregory Mumford, profesor adjunto de arqueología de la Universidad de Alabama, en Birmingham. «Por lo tanto, supongo que un reconocimiento estatal y público de sus nombres, reinados e identidades habría resultado atractivo a muchos, o a todos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.