¿Cuál fue el origen de la agricultura?
Las investigaciones acerca de los albores de los cultivos y su expansión a lo largo del Neolítico ofrecen pistas sobre cuál fue el origen de una revolución que ha marcado a la humanidad hasta nuestros días.
Un agricultor de California conduce su quad por su viñedo para inspeccionar las cepas. Entre las cepas crece avena y algarrobas, para evitar las malas hierbas, que además acogen a insectos beneficiosos y enriquecen el suelo. Esta imagen apareció en el número de diciembre de 1995 en un artículo sobre el movimiento de agricultura sostenible.
Hace aproximadamente 12 000 años, durante el Neolítico, el surgimiento de la agricultura revolucionó la historia, transformando el modo de vida y la supervivencia humana por completo. Cultivar la tierra, como base de la producción propia de los alimentos, permitió a la humanidad introducir cambios tan trascendentales como el sedentarismo y la formación de poblaciones que han marcado por completo el desarrollo de nuestra historia.
En los primeros poblados los humanos comenzamos a cuidar a los animales y cultivar las plantas sin necesidad de tener que ir a buscarlas, lo que junto a la utilización de herramientas provocó una revolución completa que marcó el fin de una época basada en la recolección y la caza, y el comienzo de la agricultura y la ganadería como modo de vida.
“Si se considera la población rural actual, unos 3400 millones de personas, podemos decir que vive en un entorno muy similar, en lo esencial y dejando aparte la tecnología, al de aquellas primeras sociedades neolíticas”, afirman los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Juan F. Gibaja, científico titular de la Institución Milá y Fontanals, Juan José Ibáñez, investigador científico en el grupo de investigación Arqueología de las Dinámicas Sociales de la misma institución, y Millán Mozota, colaborador de I+D+i en arqueología y divulgación.
¿Qué provocó su origen?
Los cambios eran tan transformadores que se fueron extendiendo, de manera irreversible y a lo largo de milenios, por todo el planeta. Para tratar de responder a los porqués, los científicos del CSIC exponen en el libro El Neolítico varias hipótesis para dar respuesta a esta cuestión.
“La primera sería una explicación poblacional, como respuesta a una crisis alimentaria causada por el crecimiento demográfico, en un momento y condiciones determinadas. Otra sería la hipótesis climática, es decir, que las novedades llegaron en respuesta a un cambio climático que limitó los recursos de las sociedades cazadoras-pescadoras-recolectoras”, explican.
Las figuras humanas esculpidas en piedra o modeladas en arcilla, especialmente las femeninas, tienen gran importancia en los yacimientos del Mediterráneo central y oriental.
Por último, la tercera teoría sería una explicación cultural, donde “las comunidades que vivían de la caza, pesca y recolección llegaron a un nivel de dominio de la naturaleza y desarrollo tecnológico y social que les permitió iniciar el cambio”, afirman. “Aunque son diferentes, las tres hipótesis no son excluyentes entre sí, sino que podrían combinarse para obtener una visión más precisa”.
¿Cómo se extendió a lo largo del mundo?
Los investigadores también han desarrollado diferentes explicaciones sobre cómo se extendió este modo de vida a lo largo del planeta. Según los autores, “la propuesta más sólida defiende que la expansión desde Próximo Oriente solo puede explicarse como resultado de movimientos de población”.
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En estos desplazamientos, las personas llevan consigo los alimentos y los animales domésticos, así como los instrumentos que necesitan para su producción. Las hachas pulidas, hoces, cerámica o molinos “se conocen como el ‘paquete neolítico’. Es por ello que, cuando las y los arqueólogos documentan un nuevo yacimiento neolítico, lo definen a partir de la presencia de tales elementos, no de alguno aislado”, añaden.
La cerámica, según su estilo, su forma y su decoración, ha sido una pieza clave para distinguir las culturas antiguas desde los orígenes de las investigaciones sobre el Neolítico. A día de hoy se considera que no equivalen a los mismos pueblos, pero se acepta que “los grupos con la misma cerámica tendrían cuando menos ciertas afinidades y una proximidad cultural”.
Los roles de las comunidades neolíticas
Durante este período de la historia de nuestros antepasados, aún es complicado para la comunidad científica saber cómo dividían el trabajo entre los diferentes integrantes de los poblados. Aún así, en los libros de divulgación es habitual encontrar representaciones de mujeres cuidando de los niños y de hombres tallando útiles de piedra.
La investigación habla también de los cambios culturales que se han desarrollado desde entonces. “Es probable que las creencias de las comunidades cazadoras-pescadoras-recolectoras fueran de tipo chamanístico, en las que la conexión con los espíritus se realizaba a través de los elementos de la naturaleza, mediante el trance. Ahora, la espiritualidad se dirige hacia seres míticos representados por figuras humanas”.
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Uno de los estudios realizado en los últimos años se ha fundamentado en los instrumentos de piedra y hueso depositados en las tumbas de hombres, mujeres y niños de algunos de los cementerios de los antiguos habitantes de la península ibérica.
“Entre el 6500 y el 5400 antes del presente, la mayoría de las inhumaciones eran individuales, por lo que se puede asociar el ajuar con el sexo y la edad del fallecido”, afirman los autores. Los restos indican que el descuartizado de animales, la caza o el trabajo de la madera eran realizados por hombres, mientras las mujeres se encargaban del tratamiento de la piel. “Pero también había tareas compartidas por toda la comunidad, como la siega del cereal, en la que con toda seguridad también trabajan los niños y las niñas”, afirman.
Caries e infecciones
Como es lógico, estos grandes cambios en el modo de vida de los hombres y mujeres del Neolítico provocaron una serie de cambios en cadena para sus comunidades, como un gran aumento de la población que pudo estar relacionado con la introducción de la leche y los cereales en la dieta por acortar el periodo de lactancia. “No obstante, este crecimiento poblacional vino aparejado de una elevada tasa de mortalidad infantil”, indican los investigadores.
“En el caso de los cereales, su consumo supone la ingesta de mayor cantidad de hidratos de carbono y azúcares, lo que provoca un aumento considerable de patologías dentales”, explican. Por otro lado, la convivencia con animales fue otra de las fuentes de enfermedades , ya que fueron fuente de infecciones con consecuencias fatales en algunas ocasiones. “Sus conocimientos sobre los efectos de determinadas plantas, así como de su propio cuerpo, fueron fundamentales para su supervivencia”, concluyen.