¿Fueron estos hombres-simios los primeros en enterrar a sus muertos?

Si las afirmaciones son ciertas, el comportamiento del 'Homo naledi' (un miembro del árbol genealógico humano desconcertante y de cerebro pequeño) sería anterior a los primeros enterramientos conocidos en al menos 100 000 años.

Un grupo de Homo naledi lleva a uno de sus muertos a la cueva de Rising Star en esta representación artística. Nuevas pruebas de que estos homínidos de cerebro pequeño podrían haber practicado el enterramiento deliberado arrojan luz (y alguna que otra modificación) en el pensamiento actual sobre la evolución humana.

Fotografía de Illustration by JON FOSTER, Nat Geo Image Collection
Por Kristin Romey
Publicado 6 jun 2023, 11:39 CEST, Actualizado 21 jul 2023, 14:15 CEST

Una especie humana extinguida que vivió hace cientos de miles de años podría haber enterrado deliberadamente a sus muertos y tallado símbolos significativos en las profundidades de una cueva sudafricana: comportamientos avanzados que generalmente se consideran exclusivos de los neandertales y los Homo sapiens modernos. De confirmarse, los enterramientos serían los más antiguos conocidos hasta la fecha, con una diferencia de al menos 100 000 años.

El paleoantropólogo Lee Berger también anunció estas afirmaciones en dos artículos de investigación publicados en el servidor de preimpresiones bioRxiv, en una conferencia celebrada en la Universidad Stony Brook de Nueva York (Estados Unidos).

Las publicaciones se producen ocho años después de que Berger informara por primera vez del descubrimiento de una nueva especie de homínido en el interior del sistema de cuevas de Rising Star, a 40 kilómetros al noroeste de Johannesburgo. Denominada Homo naledi, la especie se caracteriza por su pequeño tamaño (incluido un cerebro de aproximadamente un tercio del tamaño de los humanos actuales) y una desconcertante mezcla de rasgos anatómicos muy antiguos y relativamente modernos.

Los restos óseos descubiertos en la cueva se concentran en un único subsistema de difícil acceso y están datados entre hace 335 000 y 241 000 años, un periodo en el que los humanos modernos apenas empezaban a emerger en África.

"Hemos encontrado el espacio cultural de una especie humana no [moderna]", afirma Berger. La investigación está patrocinada por la National Geographic Society, donde Berger es explorador residente.

Un esqueleto compuesto de Homo naledi rodeado de otros cientos de fragmentos óseos hallados en la cueva. Los científicos han identificado a más de 18 individuos, desde bebés hasta ancianos.

Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

La explicación más plausible

El equipo de Berger ya planteó la posibilidad de enterramientos intencionados en 2015, cuando anunció por primera vez el descubrimiento del Homo naledi. Esa parecía la explicación más plausible para explicar cómo más de 1800 fragmentos óseos acabaron en las profundidades de una cámara subterránea a la que solo se podía acceder mediante una caída vertical de cuatro pisos a través de una ranura de 20 centímetros de ancho (la longitud de un lápiz) que bautizaron como la Chute [tolva o tobogán en inglés].

Además, la posición y la integridad de algunos restos óseos sugerían que los muertos podían haber sido depositados cuidadosamente en el suelo de la cámara, en lugar de haber sido arrojados por la Chute para formar un amasijo de huesos en su base.

Muchos expertos se mostraban escépticos ante la posibilidad de que un homínido de cerebro pequeño pudiera adoptar un comportamiento tan humano y sugerían que los restos habían sido arrastrados por el agua hasta la cueva o por depredadores. Pero los fragmentos óseos no mostraban marcas de roeduras y el análisis del entorno y los sedimentos de la cueva descartó que se hubieran depositado en el agua.

Otros escépticos sugirieron que los humanos modernos, que probablemente coincidieron con el Homo naledi en el sur de África durante al menos 50 000 años, podrían haber transportado los cuerpos a través del Chute o de algún otro pasadizo que se haya derrumbado desde entonces. Pero el equipo de Rising Star no encontró señales de humanos modernos ni indicios de una entrada secundaria.

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    Los investigadores volvieron a Rising Star en 2017 y empezaron a hacer una serie de descubrimientos que hasta ahora no se habían revelado por completo. Incluyen concentraciones de fragmentos óseos de Homo naledi que pueden pertenecer a uno o más individuos en fosas poco profundas que atraviesan las capas del suelo de la cueva y no siguen su pendiente natural, lo que sugiere que las fosas fueron excavadas. Además, la composición del material de relleno de las fosas difiere de los sedimentos circundantes.

    Un grupo de huesos se excavó en bloques completos y se estabilizó con yeso. Las tomografías computarizadas de los bloques revelaron los restos de al menos tres individuos, incluido un joven de más edad. Los restos del joven parecen inalterados y notablemente intactos, e incluyen 30 dientes en el orden correcto, dos series de costillas parciales, un pie derecho, un tobillo y huesos de las extremidades inferiores. Cerca de una parte de la mano derecha hay una roca que, según la hipótesis de los investigadores, podría ser un artefacto o herramienta de piedra, pero algunos expertos externos descartan de plano esta asociación.  

    Los argumentos en torno a la inhumación deliberada de los muertos suelen girar en torno a las diferencias entre lo que los científicos denominan comportamiento mortuorio y comportamiento funerario, afirma André Gonçalves, que estudia cómo interactúan los animales con los muertos. Los chimpancés y los elefantes, por ejemplo, muestran un comportamiento mortuorio cuando vigilan un cadáver o interactúan físicamente con él esperando que vuelva a la vida.

    El comportamiento funerario, por el contrario, implica actos sociales intencionados por parte de seres capaces de pensamiento complejo que se entienden a sí mismos como separados del mundo natural y que reconocen la importancia del difunto. Hasta ahora, las primeras pruebas registradas de comportamiento funerario y enterramiento intencionado entre las especies de homínidos (incluidos tanto los humanos modernos como los neandertales) datan de al menos 100 000 años después del Homo naledi.

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      Izquierda: Arriba:

      En un espacio reducido, Marina Elliott y Ashley Kruger excavan restos fósiles en una de las cámaras de la cueva. De las 60 aspirantes a la expedición original de 2014, seis intrépidas mujeres fueron seleccionadas.

      Fotografía de Elliot Ross, Nat Geo Image Collection
      Derecha: Abajo:

      Los miembros del equipo, conocidos como "astronautas subterráneos", navegan por los estrechos toboganes que conducen a cámaras remotas donde se han encontrado más de 1800 fragmentos de huesos fósiles. El trabajo requiere un físico delgado y nervios de acero.

      Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

      "Los humanos somos realmente peculiares como primates porque enterramos a nuestros muertos", dice Gonçalves. "Ningún otro primate parece hacerlo".

      Los expertos externos que revisaron los trabajos para National Geographic plantearon diversas preocupaciones en torno a las pruebas de enterramiento deliberado. Algunos siguen sosteniendo que el agua podría haber arrastrado los fragmentos óseos hasta las depresiones naturales del suelo de la cueva, que luego se llenaron de sedimentos con el paso de los años.

      Pero, según el antropólogo John Hawks, miembro del equipo de Rising Star y coautor de los trabajos, "la prueba más sólida que tenemos es que los enterramientos alteran la estratigrafía existente en la cueva."

      Otra crítica tiene que ver con el estado de los huesos, la mayoría dispersos y desconectados. "La mayoría de los desplazamientos no pueden explicarse por el curso natural de la descomposición", afirma la paleoantropóloga María Martinón-Torres, que estudió el enterramiento humano más antiguo conocido en África.

      Los nuevos descubrimientos, sin embargo, han hecho cambiar un poco la opinión del antropólogo Chris Stringer. "Yo podría haber sido una de esas personas escépticas ante la idea de que una criatura de cerebro pequeño como el Homo naledi pudiera adentrarse en la cueva para deshacerse de sus muertos", afirma. "Pero tengo que decir, por lo que he visto hasta ahora, que sí, que cambia mi punto de vista sobre el equilibrio de probabilidades".

      Para Gonçalves, que considera que los descubrimientos son "prometedores" pero también mantiene una actitud de espera, la idea de que el Homo naledi tuviera comportamientos similares a los humanos no es especialmente sorprendente dada la proximidad espacial y temporal de los pequeños homininos con los humanos modernos. "De los chimpancés y los bonobos nos separan seis millones de años", afirma. "300 000 años no es nada".

      Lee Berger, líder de la expedición Rising Star, se cuela por un estrecho pozo conocido como Superman's Crawl. "Tuve que adelgazar 24 kilos para pasar por ahí", dice.

      Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

      ¿Escrito en la pared?

      En un segundo artículo, los investigadores describen otro nuevo descubrimiento: formas y dibujos abstractos grabados en las paredes de las cuevas cercanas a los presuntos enterramientos. Las superficies inscritas parecen haber sido preparadas con una sustancia y alisadas, y algunas de las marcas parecen haber sido borradas y grabadas encima, lo que indica que se hicieron a lo largo de un periodo de tiempo.

      La naturaleza de las paredes de caliza dolomítica de la cueva dificulta mucho la datación, y los investigadores admiten que será "un reto evaluar si los grabados son contemporáneos de las pruebas de enterramiento de Homo naledi que se encuentran a sólo unos metros de distancia".

      El arqueólogo Curtis Marean señala que los diseños en forma de cruz que aparecen en las paredes de la cueva son "muy similares" a los encontrados en yacimientos posteriores de Homo sapiens de la región, así como a la imaginería indígena khoi-san.

      Aunque los investigadores advierten que se necesitan más estudios para identificar y analizar todos los grabados, señalan que la producción de diseños (ya sean pintados, grabados al aguafuerte o grabados) en las paredes de las cuevas u otras superficies se reconoce "como un importante paso cognitivo en la evolución humana".

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        Izquierda: Arriba:

        En 2022 se descubrieron en las paredes de la cueva una serie de grabados y aguafuertes de figuras geométricas como cuadrados, escaleras, triángulos y cruces. Aún no se ha determinado si están relacionados con enterramientos cercanos.

        Fotografía de Berger et al., 2023b
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        Una imagen tomada con un filtro polarizador revela débiles rastros de grabados anteriores que fueron borrados y escritos encima. Estas marcas podrían demostrar que el Homo naledi era mucho más sofisticado de lo que se pensaba.

        Fotografía de Berger et al., 2023.

        ¿Un cerebro más grande implica un comportamiento más complejo?

        En un tercer artículo, Berger y sus colegas sintetizan sus datos sobre enterramientos y arte rupestre para poner en tela de juicio otra hipótesis muy arraigada: que un cerebro más grande implica un comportamiento más complejo, como fabricar herramientas, controlar el fuego y crear símbolos.

        El registro fósil muestra que el tamaño relativo del cerebro de muchas poblaciones de homínidos aumentó en el transcurso de dos millones de años, alcanzando su punto álgido con el Homo sapiens. Mientras que el cerebro de un varón adulto moderno tiene una capacidad aproximada de 1500 centímetros cúbicos, el del Homo naledi no llegaba a los 600.

        Si este homínido de cerebro pequeño realizaba comportamientos avanzados como el enterramiento deliberado y la creación de símbolos asociados a esos enterramientos, argumentan los investigadores, entonces el tamaño del cerebro no debería ser un factor importante a la hora de determinar si una especie de homínido es capaz de una cognición compleja.

        Señalan que muchos avances clave en la evolución humana se produjeron entre homínidos de cerebro pequeño, como la creación de herramientas de piedra, la expansión inicial de África a Asia y el uso del fuego. Además, se sabe que otra especie de cerebro pequeño, Homo floresiensis, utilizaba herramientas y fuego. Según ellos, la estructura y el cableado del cerebro pueden haber desempeñado un papel más importante que su tamaño.

        La antropóloga Marina Elliott hace una pausa a la entrada de la cueva Rising Star, que sólo ha empezado a desvelar sus secretos. "Literalmente, apenas hemos arañado la superficie", afirma Elliott.

        Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

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          Una reconstrucción artística del Homo naledi basada en restos craneales de la cueva Rising Star pone de relieve su singular mezcla de rasgos primitivos y avanzados.

          Fotografía de Mark Thiessen, Nat Geo Image Collection
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          El encéfalo de este cráneo compuesto masculino de Homo naledi mide apenas 560 centímetros cúbicos de volumen, menos de la mitad que el cráneo humano moderno que tiene detrás.

          Fotografía de Photo illustration by STEFAN FICHTEL, Nat Geo Image Collection

          Aunque en los documentos no se mencionan específicamente pruebas de la existencia de fuego en Rising Star, Berger afirma que el equipo tiene pruebas de fuego controlado en el sistema de cuevas, incluidas docenas de hogares. "Ese lugar está lleno de hollín, fuego y huesos quemados. Está por todas partes", afirma. Está previsto datar las pruebas con carbono en el futuro.

          La decisión del equipo de investigación de hacer públicas sus extraordinarias afirmaciones sin publicarlas antes en una revista revisada por pares es motivo de frustración para algunos paleoantropólogos, pero Berger defiende la decisión. Los trabajos aparecerán finalmente en la revista digital eLife, junto con reseñas y un resumen editorial, con lo que el proceso será "transparente", afirma.

          "Sus lectores podrán ver cómo los autores (nuestro gran equipo) interactúan con los revisores y editores como parte de la política de acceso abierto", explica Berger. Los autores tienen entonces la opción de mantener los artículos tal como están o de incorporar los comentarios de los revisores y otros científicos. "Efectivamente, estamos dejando que la gente observe el proceso de revisión y la forma en que funciona la revisión por pares".

          Los expertos que revisaron los trabajos coinciden en que la paleoantropología está entrando en una nueva era con la creciente conciencia de que hay otras especies humanas que tienen comportamientos que hasta hace muy poco pensábamos que eran exclusivamente "humanos modernos".

          Con ello vienen las expectativas de más descubrimientos sobre cómo vivía el Homo naledi, y cómo están relacionados con nosotros (o no). "Si esta especie estaba adaptada a vivir en cuevas y a adentrarse en ellas, como se insinúa en Rising Star, entonces debe haber más pruebas de ello en muchos otros yacimientos de Sudáfrica", señala Stringer.

          "Esto merece una conversación humana global", añade Berger. "¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo continuamos? Acabamos de descubrir un espacio cultural de otra especie que no es humana [moderna], que no está en nuestro nivel. No es como nosotros. ¿Cómo lo tratamos? Y estoy esperando a oírlo".

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          Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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