Alejandro Magno y el vello facial

Las barbas y los bigotes tienen una historia más extraña de lo que crees

Puede que el 'no shave november' (noviembre sin afeitado) sea un fenómeno moderno. Pero nuestra relación de amor-odio con las barbas y los bigotes se remonta a los tiempos de Alejandro Magno.

La sorprendente decisión de Alejandro Magno en el campo de batalla resultó ser fundamental para las normas sobre el vello facial que duraron cientos de años.

Fotografía de Bridgeman Images
Por Dina Fine Maron
Publicado 8 nov 2023, 15:34 CET

Hace más de 2000 años, cuando las tropas de Alejandro Magno se preparaban para una batalla crucial sobre Asia, el famoso comandante macedonio se enteró de que sus tropas eran superadas en número por al menos cinco a uno. Para ayudar a calmar parte de la ansiedad de sus fuerzas, Alejandro dio una orden inusual: sus tropas debían afeitarse. ¿Por qué? Era demasiado fácil, dijo, para sus enemigos agarrar las barbas macedonias.

Según el historiador Christopher Oldstone-Moore, autor del libro de 2015 Of Beards and Men: the Revealing History of Facial Hair [De barbas y hombres: la reveladora historia del vello facial], esta medida, unida al sorprendente éxito de Alejandro en el campo de batalla, alimentó una tendencia a no llevar barba entre los hombres griegos y romanos que perduró durante los 400 años siguientes.

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Esta pinza-rastrillo de bronce o aleación de cobre, fabricada hace más de 3.000 años en Egipto, se encontró en un ataúd de la tumba de Neferkhawet, un escriba que vivió hacia el 1500 a.C.

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La navaja de Amenemhat, el padre de Neferkhawet, hecha de materiales similares, se encontró en la misma tumba a mediados de la década de 1930.

fotografías de The Metropolitan Museum of Art, Rogers Fund, 1935

La decisión de Alejandro en tiempos de guerra fue realmente un punto de inflexión para el vello facial, dice Oldstone-Moore, que actualmente lleva el rostro afeitado. "La historia de los hombres está literalmente escrita en sus rostros", escribe en su libro. De hecho, mucho antes de que se fundaran movimientos modernos como No-Shave November o Movember para concienciar sobre la investigación del cáncer y otras causas, las tendencias en el vello facial masculino han sufrido altibajos junto con la importancia social de ir bien afeitado, con barba o con bigote. El aseo personal masculino, según libros históricos y estudios revisados por expertos, se extiende al arte, la política e incluso a los tribunales. Gran parte de los trabajos realizados hasta la fecha se centran en las tendencias europeas y americanas, aunque la elección de la barba ha tenido un gran significado para las comunidades y religiones de todo el mundo, señalando, entre otras cosas, la piedad religiosa de musulmanes y judíos.

El afeitado del vello facial se remonta a los sumerios y antiguos egipcios, que utilizaban navajas de cobre o bronce. Sin embargo, por lo general, la mayoría de los hombres de la antigüedad preferían la barba y afeitarse se consideraba una tarea ardua y a veces también insegura. Aun así, para la mayoría de los hombres no se trataba de ser "demasiado perezosos para afeitarse", ni entonces ni ahora, afirma Oldstone-Moore, profesor emérito de la Wright State University, en Estados Unidos: "Los hombres a la moda seguían teniendo que ir a la barbería y cuidarse la barba como es debido, y tenían aceites y peines y ese tipo de cosas".

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El poder real del vello facial

El vello facial se ha equiparado a menudo con la masculinidad y el poder patriarcal, pero ese poder hirsuto es a veces transferible: la faraona Hatshepsut (ca. 1508- 1458 a.C.) lució barba artificial cuando gobernó Egipto durante más de dos décadas. Según Oldstone-Moore, los reyes egipcios ya se habían ataviado de forma estilizada, con pelucas, coronas y barbas artificiales decorativas, por lo que la barba de Hatshepsut estaba en consonancia con las costumbres sartoriales de sus predecesores.

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    Hatshepsut (ca. 1508- 1458 a.C.) llevaba barba artificial cuando gobernaba Egipto, pero sus predecesores masculinos ya habían normalizado el uso de barbas decorativas.

    Fotografía de Rogers Fund, 1931, The Metropolitan Museum of Art, New York

    Más tarde, las barbas adquirieron tal importancia que Shakespeare las menciona explícitamente en todas sus obras menos en cuatro, señaló el historiador Will Fisher en la revista Renaissance Quarterly en 2001. Además, escribe, el análisis de una colección de unos 300 retratos de hombres europeos de los siglos XVI y XVII indica que por cada retrato de un hombre sin barba, había unos 10 retratos de hombres con barba. Los estilos de la época incluían el "estilete" delgado y anguloso, un "corte cuadrado" más voluminoso e incluso una "cola de golondrina" de doble mechón.

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    ¿Puede enfermar el vello facial?

    Las ideas sobre el significado de la barba de los hombres han llegado a los libros de medicina. Los médicos del Renacimiento escribieron que el crecimiento del vello facial estaba explícitamente ligado a la producción de semen, una idea presagiada por los científicos griegos clásicos que teorizaban que los hombres tienen un "calor vital" que explica su tamaño, fuerza y vellosidad. Según esta falsa teoría, ambos sexos producen este calor vital, que luego da lugar al semen, pero el cuerpo de la mujer no está preparado para manejar cantidades significativas del mismo.

    Como escribe Oldstone-Moore, según estas creencias, sólo el cuerpo de un hombre podría soportar el crecimiento de la barba. En la Antigua Grecia, la gente creía que si a una mujer posmenopáusica le crecía vello facial, enfermaba y acababa muriendo, simplemente tenía una acumulación antinatural de semen, y el vello facial era un síntoma de ese problema subyacente.

    La abadesa alemana Hildegarda de Bingen, en torno al año 1160, añadió otra explicación a esta teoría: la razón por la que el vello facial aparecía exclusivamente alrededor de la boca (y no, por ejemplo, en la frente) era el aliento caliente de los hombres. Según los escritos de Hildegarda, las mujeres no tendrían un aliento tan caliente como el de los hombres porque éstos se formaron de la "tierra", mientras que las mujeres se formaron de los hombres, explicó, vinculando su pensamiento a la ideología Creacionista.

    En el siglo XVIII, cuando el afeitado volvió a ser de rigor y se consideró respetable y caballeroso, se impuso la expresión "bien afeitado". En el siglo XIX, la teoría de los gérmenes de Louis Pasteur reforzó el apoyo médico al afeitado: el vello facial, advertían los médicos, era un refugio de microbios. De hecho, un científico francés observó en un experimento de 1907 que los labios de una mujer besada por un hombre con bigote estaban "contaminados con bacterias de la tuberculosis y la difteria, así como con partículas de comida y un pelo de la pata de una araña". Un estudio publicado en la revista The Lancet por esas mismas fechas también concluía que los hombres afeitados tenían menos probabilidades de resfriarse. Según Oldstone-Moore, el trabajo sostenía que el jabón podía ser más eficaz en un rostro sin vello (en realidad, una barba bien cuidada no es especialmente sucia).

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      King C. Gillette patentó su famosa maquinilla de afeitar en Estados Unidos en 1904. A principios de siglo, los empresarios exigían que sus trabajadores estuvieran bien afeitados.

      Fotografía de Bettmann, Getty Images
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      Esta maquinilla de afeitar Gillette, fotografiada con su caja original, data de los años 30, cuando la crema y el equipo de afeitado generaban millones de dólares en ventas anuales en Estados Unidos.

      Fotografía de Science & Society Picture Library, Getty Images

      Normas y controversias en el lugar de trabajo

      Los centros de trabajo de principios del siglo XX en adelante también regulaban el vello facial y exigían a sus trabajadores masculinos que se afeitaran como signo clave de profesionalidad y limpieza. En 1904, King C. Gillette patentó su maquinilla de afeitar en EE. UU. y en 1937, según Oldstone-Moore, la crema de afeitar y sus accesorios alcanzaron unas ventas estimadas de 80 millones de dólares sólo en Estados Unidos.

      Las controversias sobre el vello facial también llegaron al más alto tribunal del país: un caso del Tribunal Supremo de EE. UU. en 1976, Kelley contra Johnson, incluso defendió la autoridad de un empleador para dictar normas de aseo para sus empleados. En ese caso, los policías del condado de Suffolk (Nueva York) se habían opuesto a unas normas laborales que les prohibían dejarse crecer el pelo por debajo del cuello o el vello facial, salvo un bigote bien recortado que no llegara hasta el labio. El condado argumentó con éxito que esas normas de aseo hacían que la policía fuera reconocible para el público y contribuían a la cohesión del cuerpo. En los años siguientes, el precedente de este caso se aplicó a los empleados escolares y a otros trabajadores de todo el país.

      Más de 12 años después de la sentencia del Tribunal Supremo, en 1992, los policías de Massachusetts se opusieron a una prohibición estatal del vello facial entre sus agentes. También perdieron.

      Sin embargo, en los últimos años, a pesar de esas sentencias judiciales, las normas occidentales sobre el vello facial han cambiado y las empresas han dejado de aplicar normas estrictas, al menos de manera informal.

      "Las barbas o el vello facial de algún tipo suelen volver a aparecer cuando se debate de algún modo el género o la masculinidad", afirma Alun Withey, historiador de la Universidad de Exeter del Reino Unido y autor del libro de 2021 Concerning Beards: Facial Hair, Health and Practice in Britain (A propósito de las barbas: Vello facial, salud y práctica en Gran Bretaña). "Hoy en día hay múltiples debates y desafíos en torno a los conceptos de género y el cuerpo, por lo que quizá las recientes tendencias de la barba reflejen en parte esto", afirma.

      Con el aumento de la libertad facial, se han impuesto diversas opciones de aseo personal. Pero los proveedores de equipos de afeitado y aseo personal masculino no se inmutan: un análisis de mercado de junio de 2022 indica que, en lugar de maquinillas de afeitar, los hombres invierten ahora más en recortadoras eléctricas.

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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