La Gran Pirámide (El Castillo) de Chichén Itzá

¿Cómo elegían los mayas a las víctimas de los sacrificios? El ADN aporta nuevas pistas

Un estudio de los restos humanos depositados durante más de 800 años en la ciudad maya de Chichén Itzá pone en tela de juicio suposiciones largamente sostenidas sobre la edad y el sexo de las víctimas de sacrificios.

La Gran Pirámide (El Castillo) de Chichén Itzá, en la península mexicana de Yucatán. La ciudad maya alcanzó su apogeo hace unos 1000 años.

Fotografía de Cristina Mittermeier, Nat Geo Image Collection
Por Tom Metcalfe
Publicado 13 jun 2024, 12:39 CEST

Hace casi 60 años, los arqueólogos descubrieron un alijo de huesos humanos en una cisterna subterránea de Chichén Itzá, una de las ciudades más poderosas de los antiguos mayas. La cisterna estaba conectada a una cueva situada a sólo unos cientos de metros del Cenote Sagrado, un sumidero lleno de agua con los restos de cientos de sacrificios humanos.

Cuando se descubrió la cisterna, o chultún, en la península mexicana de Yucatán en 1967, los arqueólogos determinaron que en ella se habían depositado adultos jóvenes y niños a lo largo de ocho siglos y supusieron que la mayoría de ellos eran y mujeres jóvenes; en aquella época se pensaba que los mayas preferían víctimas femeninas para sus sacrificios rituales.

Pero ahora, un nuevo estudio de ADN ha dado la vuelta a esa suposición, al revelar que todos los 64 conjuntos de restos humanos muestreados en la cueva son de víctimas masculinas, muchos de ellos hermanos y primos de entre tres y seis años de edad, y un número improbable de gemelos idénticos.

"No esperábamos que fuera así", afirma el arqueogenetista Rodrigo Barquera, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y autor principal de un nuevo estudio que describe el análisis y que acaba de publicarse en la revista Nature.

"Tradicionalmente, este tipo de enterramientos se asocian en la arqueología mesoamericana con ofrendas de fertilidad, y las ofrendas de fertilidad suelen estar protagonizadas sólo por mujeres".

Vista de los relieves de la Plataforma de los Cráneos en Chichén Itzá, México. Los mayas practicaban sacrificios humanos para obtener el favor de sus dioses para la fertilidad de sus cosechas, la lluvia o la victoria en la guerra.

Fotografía de Joël Sartore, Nat Geo Image Collection

Enterramiento masivo

En los últimos años, Barquera y sus coautores han vuelto a analizar los huesos recuperados del chultún y la cueva en 1967, que ahora se almacenan en las proximidades.

Su nuevo análisis sugiere que el lugar se utilizó para más de 100 enterramientos entre el año 500 d.C. y el 1300.

La mayoría de las personas fueron enterradas allí antes del siglo IX, aproximadamente cuando Chichén Itzá era la ciudad dominante de las tierras bajas mayas del norte, que abarcaban lo que hoy es la península mexicana de Yucatán, el norte de Guatemala y Belice.

Estudios antropológicos anteriores habían revelado que las víctimas eran en su mayoría bebés y niños pequeños, pero ésta es la primera vez que se analiza su ADN, afirma Barquera.

Además de descubrir que sólo había varones enterrados en la cueva, los investigadores se sorprendieron al descubrir que muchos estaban estrechamente emparentados: al menos una cuarta parte eran hermanos o primos de otro niño enterrado en la misma cueva, y entre los enterramientos había dos parejas de gemelos idénticos.

Los gemelos idénticos sólo se dan en el 0,4% de los nacimientos, por lo que encontrar dos parejas de gemelos idénticos en 64 enterramientos es mucho más de lo que cabría esperar por casualidad, señala Barquera.

No está claro hasta qué punto estaba extendido el sacrificio humano entre los mayas, aunque hay muchos informes españoles sobre su práctica tras su llegada a los territorios mayas a principios del siglo XVI.

Ahora parece que los mayas practicaron los sacrificios humanos principalmente en las últimas etapas de su civilización, para buscar el favor de sus dioses por la fertilidad de sus cosechas, por la lluvia o por la victoria en la guerra.

Los gemelos ocupan un lugar destacado en la mitología mesoamericana y son un tema central en el Popul Vuh, una narración sagrada del pueblo maya Kʼicheʼ que se cree que data de las primeras etapas de la civilización maya.

Según el Popul Vuh, unos gemelos llamados Hun-Hunahpú y Vucub-Hanahpú descendieron al inframundo para jugar a un juego de pelota, pero, tras ganar, fueron sacrificados por los dioses.

A pesar de su muerte, la cabeza de uno de los gemelos fecundó a una doncella con los "gemelos héroes" Hunahpú y Xbalanqué, que pasaron a vengar a su padre mediante repetidos ciclos de sacrificio y resurrección.

Barquera señala que las estructuras subterráneas, como la cueva donde se enterraba a los niños, se consideraban entradas al inframundo; y podría ser que los sacrificios de gemelos varones y parientes cercanos (quizá cuando no se disponía de gemelos verdaderos) formaran parte de rituales en los que participaban los gemelos Héroes y que tenían por objeto garantizar abundantes cosechas de maíz.

(Relacionado: ¿Te atreves a recorrer el inframundo maya?)

Nuevas preguntas para huesos antiguos

El nuevo estudio de Nature plantea a los arqueólogos otras cuestiones a las que dar respuesta. La primera es la de las causas de la muerte, ya que no hay marcas visibles hechas por el hombre en los huesos de la cueva, a diferencia de los restos del cercano Cenote Sagrado.

"No encontramos marcas de cortes ni lesiones que apuntaran a métodos específicos de sacrificio", explica Barquera; "esto indica que el sacrificio no implicaba, por ejemplo, la extracción del corazón o la decapitación, por lo que quizá se tratara de un método de sacrificio diferente".

Otros análisis de ADN antiguo podrían establecer si alguno de los niños enterrados en la cueva pertenecía a varias generaciones de la misma familia, lo que podría indicar que el honor (o la maldición) de proporcionar víctimas para el sacrificio pudo ser un privilegio heredado entre ciertas familias, afirma Barquera.

Inmunidad a las enfermedades

En el nuevo análisis también se analizaron muestras de sangre de mayas modernos que hoy viven cerca de Chichén Itzá; los resultados muestran una "continuidad genética" entre los niños enterrados en la cueva y los habitantes modernos de la región.

Según Barquera, esto indica que las víctimas de los sacrificios procedían de la población local y no de comunidades más lejanas del imperio maya.

Los investigadores también observaron diferencias distintivas entre las secuencias de ADN antiguas y modernas relacionadas con la inmunidad a las enfermedades, lo que sugiere que los mayas locales se adaptaron a ciertas enfermedades infecciosas, como la Salmonella enterica, introducida durante el periodo colonial español, afirma Barquera.

El arqueólogo y National Geographic Explorer Guillermo de Anda, investigador de la Institución Nacional de Arqueología e Historia de México, no participó en el último estudio, pero lleva décadas investigando los sacrificios humanos en Chichén Itzá, incluidas numerosas inmersiones en el Cenote Sagrado.

Hace poco buscó en la selva cercana la cueva donde se descubrió el enterramiento masivo en 1967, pero parece haber sido cubierta por lo que queda de una pista de aterrizaje construida unos años después (pero luego abandonada) cerca de las vastas ruinas de la ciudad.

"Nos encantaría que estuviera allí, pero parece que ha desaparecido para siempre", dice De Anda.

De Anda afirma que la proximidad de la cueva al Cenote Sagrado plantea interrogantes sobre por qué dos lugares diferentes tan cercanos se utilizaron para deshacerse de víctimas de sacrificios; y la falta de causas de muerte visibles en los huesos de los enterramientos de la cueva también es un misterio que hay que abordar.

Esta parece ser la primera vez que se ha utilizado el análisis de ADN antiguo en cualquier resto de Chichén Itzá, y De Anda espera que tales técnicas se utilicen ahora en los huesos de las víctimas de sacrificios del Cenote Sagrado.

"Es algo nuevo para Chichén Itzá", afirma; "estamos deseando hacerlo".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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