Breve cronología del pago de impuestos a lo largo de la historia
Gracias a los detallados registros de la Matrícula de Tributos, los historiadores saben exactamente cómo pagaban los aztecas sus impuestos a principios del siglo XVI.
Esta artículo se publicó originalmente el 12 de abril de 2024 y ha sido modificado el 24 de abril de 2024.
Cada mes de abril aparecen los signos previsibles de la primavera: brotes de flores, piar de los pájaros y... el momento de hacer la Declaración de la Renta. Puede que sean tan seguros como la muerte, pero los impuestos no son un fenómeno reciente, sino que son comunes en muchas sociedades desde hace milenios.
A lo largo de los siglos, diferentes gobiernos de todo el mundo han cobrado impuestos por todo, desde la orina hasta el vello facial, y los funcionarios aceptaban pagos en cervezas, camas e incluso palos de escoba. Estos pagos servían para financiar proyectos y servicios gubernamentales, desde las pirámides de Guiza hasta las legiones de Roma.
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Los primeros impuestos
Los impuestos existen desde hace tanto tiempo que son incluso anteriores a la moneda metálica. Los impuestos podían aplicarse a casi todo y pagarse con casi cualquier cosa. En la antigua Mesopotamia, esta flexibilidad dio lugar a formas de pago bastante extrañas. Por ejemplo, el impuesto por enterrar un cadáver en una tumba era de "siete barriles de cerveza, 420 panes, dos celemines de cebada, un manto de lana, una cabra y una cama, presumiblemente para el cadáver", según la historiadora de la universidad Oklahoma State (Estados Unidos) Tonia Sharlach. "Hacia 2000-1800 a.C., hay constancia de un tipo que pagó con 18 880 escobas y seis troncos", añade Sharlach.
La contabilidad creativa de los pagos en especie también ayudó a algunos a engañar al fisco. "En otro caso, un hombre afirmó que no tenía ninguna posesión, excepto unas piedras de molino muy pesadas. Así que hizo que el recaudador de impuestos se las llevara como pago de sus impuestos".
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La preparación de impuestos de los faraones
El Antiguo Egipto fue una de las primeras civilizaciones en tener un sistema fiscal organizado. Se desarrolló alrededor del año 3000 a.C., poco después de que el Bajo Egipto y el Alto Egipto fueran unificados por Narmer, el primer faraón de Egipto.
Los primeros gobernantes egipcios se interesaban personalmente por los impuestos. Viajaban por todo el país con un séquito para evaluar las posesiones de sus súbditos (aceite, cerveza, cerámica, ganado y cosechas) y luego recaudar los impuestos correspondientes. Este acontecimiento anual se conocía como el Shemsu Hor, o Seguimiento de Horus. Durante el Reino Antiguo, los impuestos permitieron recaudar ingresos suficientes para construir grandes proyectos cívicos, como las pirámides de Guiza.
El sistema tributario del Antiguo Egipto evolucionó a lo largo de sus 3000 años de historia, volviéndose más sofisticado con el tiempo. En el Reino Nuevo (1539-1075 a.C.), los funcionarios del Gobierno descubrieron una forma de gravar a la gente por lo que había ganado antes incluso de haberlo ganado, gracias a un invento llamado nilómetro. Este aparato se utilizaba para calcular el nivel del agua del Nilo durante su crecida anual. Los impuestos serían menores si el nivel del agua era demasiado bajo, lo que presagiaba una sequía y la muerte de las cosechas. Un nivel de agua saludable significaba una cosecha saludable, lo que significaba impuestos más altos.
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La amnistía fiscal en la antigua India
En el Imperio Mauryan de la India (ca. 321-185 a.C.) se celebraba un concurso anual de ideas y el ganador recibía una amnistía fiscal. "El Gobierno solicitaba ideas a los ciudadanos sobre cómo resolver los problemas de la administración", explica Sharlach. "Si tu solución era elegida y aplicada, recibías una exención de impuestos para el resto de tu vida". El viajero y escritor griego Megasthenes (hacia 350-290 a.C.) relató con asombro esta práctica en su libro Indica.
Como la mayoría de las reformas fiscales, el sistema distaba mucho de ser perfecto, señala Sharlach. "El problema es que nadie tendría incentivos para resolver más de un problema".
Una estatua del emperador Vespasiano, que gravó notoriamente el comercio de orina de Roma, supervisa el complejo de las termas romanas de Bath (Inglaterra).
Rinde pleitesía al César
Puede que el emperador romano Vespasiano (r. 69-79 d.C.) no sea un nombre tan conocido como el de Augusto o Marco Aurelio, pero aportó estabilidad al imperio durante una época turbulenta, en parte gracias a un innovador impuesto sobre la orina de la gente.
El amoníaco era un producto valioso en la antigua Roma. Podía limpiar la suciedad y la grasa de la ropa. Los curtidores lo utilizaban para fabricar cuero. Los agricultores lo utilizaban como fertilizante. Y la gente incluso lo usaba para blanquear sus dientes. Todo este amoníaco procedía de la orina humana, en gran parte recogida de los baños públicos de Roma. Y como con todos los productos valiosos, el Gobierno encontró la manera de cobrarle impuestos.
Algunos romanos ricos, entre ellos el propio hijo de Vespasiano, Tito, se opusieron al impuesto sobre la orina. Según el historiador Suetonio (que escribió hacia el año 120 d.C.), Tito le dijo a su padre que el impuesto le parecía repugnante, a lo que Vespasiano respondió: "Pecunia non olet", o "El dinero no apesta".
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Los impuestos de los aztecas
En su apogeo, en los siglos XV y XVI, el Imperio azteca era rico y poderoso gracias a los impuestos. El historiador Michael E. Smith ha estudiado su sistema de recaudación de impuestos y ha descubierto que era notablemente complejo, con diferentes tipos de artículos recaudados en diferentes niveles de gobierno.
Todos los impuestos llegaban al órgano central del Gobierno azteca, la Triple Alianza. Allí se llevaban registros meticulosos de quién había enviado qué. Muchos de estos registros sobreviven hoy en día. Los más famosos se encuentran en la Matrícula de Tributos, un colorido registro ilustrado lleno de pictogramas que muestran exactamente cuántas pieles de jaguar, piedras preciosas, maíz, cacao, bolas de caucho, lingotes de oro, miel, sal y textiles recaudaba el Gobierno cada temporada de impuestos.
El zar Pedro I intentó que Rusia fuera más "moderna" obligando a los hombres a afeitarse la barba o a pagar un impuesto. Si no pagaban, la policía podía afeitarlos a la fuerza, como se muestra en esta caricatura rusa del siglo XVIII.
El impuesto de moda en Rusia
El uso generalizado de monedas y billetes tuvo un efecto nivelador en los sistemas fiscales, pero los gobernantes no dejaron de aplicar cierta fuerza fiscal para conseguir sus fines. En 1698, el reformador ruso Pedro el Grande intentó que Rusia se pareciera a las naciones "modernas" de Europa occidental, cuyo afeitado apurado y limpio Pedro equiparaba con la modernización. A su regreso a Rusia, el zar instituyó un impuesto sobre la barba a sus ciudadanos, partidarios de la barba.
Todo ruso que deseara dejarse crecer la barba debía pagar un impuesto: los campesinos pagaban una pequeña cuota, mientras que los nobles y los comerciantes podían llegar a pagar hasta cien rublos. Además, los hombres que pagaban el impuesto debían llevar tarjetas de barba a todas partes para demostrar que habían pagado los impuestos por ese privilegio. El impuesto sobre la barba de Pedro el Grande no duró mucho. Catalina la Grande lo derogó en 1772.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.