Un tercio de las áreas protegidas sufren presión humana

Las áreas protegidas se crean para conservar la biodiversidad, y un nuevo estudio cuestiona hasta qué punto están cumpliendo su objetivo.

Por Sarah Gibbens
Publicado 31 may 2018, 10:31 CEST
Imagen del kilómetro 98 de la MKAD
Imagen del kilómetro 98 de la MKAD, una circunvalación en Moscú que atraviesa el parque nacional Losiny Ostrov.
Fotografía de Maksim Blinov, Sputnik, Ap

Las áreas protegidas son una herramienta que los medioambientalistas emplean para proteger recursos y biodiversidad. Si se acordonan oficialmente los parques, las reservas y los santuarios de vida silvestre, tanto hábitats naturales como especies pueden prosperar.

Pero un nuevo estudio publicado en la revista Science determina que un tercio de dichas áreas protegidas están bajo una intensa presión la invasión humana.

A nivel mundial, existen 200.000 áreas protegidas que varían en tamaño, pero seis millones de kilómetros cuadrados de las mismas sufren presión medioambiental de la agricultura, los asentamientos humanos invasores, las carreteras, la contaminación lumínica, los ferrocarriles y el desarrollo de infraestructuras en cursos de agua.

Los investigadores observaron la «huella humana», un mapa global publicado en 2016 que muestra estas presiones, y la compararon con los lugares donde estas huellas pisaban áreas protegidas. Uno de los autores del estudio, James Watson, pertenece a la Wildlife Conservation Society, un grupo de conservación que trata de proteger la vida silvestre. Según él, las amenazas a recursos naturales y especies fundamentales se ven comprometidas por la creciente invasión humana.

«Es muy probable que la crisis de biodiversidad empeore», afirmó Watson en un comunicado de prensa. Se refiere a lo que, según los científicos, supone un grave descenso de la biodiversidad mundial. Cuando la biodiversidad disminuye, tiene efectos en cascada.

Por ejemplo, en los Estados Unidos, la falta de protecciones en el pasado para depredadores como el lince rojo se vincularon a un aumento de la enfermedad de Lyme. Los investigadores determinaron que, a medida que decrecen las poblaciones de depredadores, las poblaciones de ciervos aumentan, proporcionando huéspedes más transitorios para las garrapatas chupasangres portadoras de esa y otras enfermedades.

Es una crisis que científicos como el famoso ecologista E.O. Wilson han intentado abordar defendiendo áreas más protegidas que permitan que la biodiversidad prospere. El pasado octubre, Wilson instó a proteger la mitad de la Tierra, una idea ambiciosa.

Los autores del estudio dicen que sus descubrimientos son una llamada de atención, no solo para reconsiderar cómo proteger a la biodiversidad, sino también para revisar los planes para cumplir la normativa establecida por el Convenio sobre Diversidad Biológica. El tratado de 1992 ordena que sus 196 signatarios tomen medidas para garantizar la diversidad biológica preservando los recursos.

Ahora se cuestiona si el mundo puede cumplir esos objetivos.

El monte Mikeno (izquierda) y el monte Karisimbi (4.507 metros), ambos en el parque nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo. El estudio identificó la región como una de las sometidas a presión creciente por la invasión humana.
Fotografía de Jad Davenport, National Geographic Creative

Elizabeth O’Donoghue es la directora de infraestructuras y uso de tierras de The Nature Conservancy (TNC). No le sorprendieron los hallazgos del estudio, teniendo en cuenta el ritmo de crecimiento demográfico.

En TNC, sus colegas y ella han desarrollado un recurso llamado «Green Print», que permite a comunidades o constructores estar al tanto de los posibles problemas medioambientales en la zona de San Francisco. La región es una de las que registra un crecimiento más rápido en Estados Unidos, tanto que incluso tiene una crisis de vivienda. Aunque no estaba identificada en el estudio, la región ha tenido dificultades a la hora de mantener el equilibrio entre biodiversidad e invasión humana.

«Ahora mismo, en el Área de la Bahía hay siete millones de personas. Alcanzaremos los nueve millones. Y es un punto caliente de biodiversidad», afirma O’Donoghue. La herramienta de TNC permite difundir la información, pero señala que es solo el comienzo. «Está claro que para garantizar la biodiversidad a largo plazo necesitamos apoyo popular y político», afirma.

Entonces ¿qué impactos reales tiene el no proteger los recursos?

«Las plantas y animales que han hecho tan atractiva el Área de la Bahía decaerían», afirma. «Especies de amplia distribución perderían esas grandes praderas. La capacidad de la naturaleza para absorber agua de lluvia para recargar las aguas subterráneas, el agua potable y la calidad del aire se verían afectadas».

Pese a la sombría perspectiva que pinta el estudio, no todos sus hallazgos fueron negativos.

En regiones con protecciones estrictas, el equipo descubrió menos casos de invasión humana, lo que sugiere que unas leyes más estrictas podrían ayudar a estas regiones a cumplir sus objetivos de biodiversidad.

El estudio no analizó como afectaban el cambio climático o los conflictos a las áreas protegidas, algo que, según advierten los científicos, podría tener grandes impactos a largo plazo.

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