El parque nacional de Virunga sufre la peor ola de violencia en una década
Hace poco, un grupo de hombres armados mató a cinco guardas y a un conductor, el ataque más mortal en la historia reciente del parque.
Nada más aterrizar, Emmanuel de Merode encendió el móvil y se enteró de la noticia, ahora demasiado familiar para el director del parque nacional de Virunga: otra de los más de 700 guardas encargados de proteger la vasta reserva de la República Democrática del Congo (RDC) había sido asesinada sobre el terreno. De Merode quería pasar algo de tiempo con su hija, pero en lugar de eso tuvo que volver a Virunga.
Rachel Masika Baraka, de 25 años, fue asesinada el pasado 11 de mayo cuando intentaba defender a dos turistas británicos de hombres armados que los estaban secuestrando. (Los dos fueron liberados poco después, pero no está claro si se pagó el rescate de 173.000 euros.) Baraka es una de los más de 170 guardas que han fallecido en las últimas dos décadas mientras protegían a la fauna del parque y a los turistas que vienen a ver a los animales, particularmente a los famosos gorilas de montaña.
La actual ola de violencia en Virunga es la peor en diez años, según de Merode, que asumió el cargo de director del parque en 2008. Cuenta que 16 empleados han sido asesinados en los últimos 12 meses. Un mes antes de la muerte de Baraka, cuatro hombres armados abatieron a cinco guardas y a un conductor, el ataque más sangriento en la historia reciente del parque, el más antiguo de África.
Virunga, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979, se ha ganado la reputación de ser uno de los parques nacionales más peligrosos de África. Alberga una biodiversidad sin parangón que incluye leones, elefantes y los raros gorilas de montaña, que se han visto amenazados por la pérdida de hábitat debido a la agricultura y por los disturbios provocados por las dos guerras civiles de la RDC, una en los años 60 y otra entre 1997 y 2003. El parque sigue siendo vulnerable a los ataques de rebeldes opositores al Gobierno y milicias locales, problemas a los que se suman la caza furtiva de elefantes, la caza para conseguir carne de animales salvajes y la tala de árboles para obtener carbón vegetal.
De Merode y el guarda jefe de Virunga, Innocent Mburanumwe, aceptaron el premio Rolex Explorador del Año de Rolex y National Geographic en 2015 en nombre de los guardas del parque. Ayer habló en el Explorers Festival 2018 de National Geographic en Washington D.C. Sobre los desafíos a los que se enfrentan los guardas de Virunga en su lucha por preservar uno de los últimos lugares salvajes de África.
Durante el festival, hablamos de lo que motiva a las personas a convertirse en guardas, cómo los protege el parque y cómo los gorilas de montaña han logrado recuperarse. A continuación, presentamos una versión editada de nuestra conversación.
¿Qué provoca el aumento de la violencia en Virunga?
Forma parte de una situación muy compleja en la región este del Congo. Ocurre por todo el este, no es específica de Virunga. La extracción ilegal de recursos naturales en el parque genera beneficios financieros enormes, estimados en más de 147 millones de euros en 2017, y representa una de las mayores fuentes de ingresos de las milicias armadas de la región.
Muchos de los ataques recientes que acaban con la muerte de los guardas han implicado la protección de civiles. ¿Puede explicárnoslo?
En los últimos años, las milicias han estado suplementando sus ingresos atacando los vehículos que atraviesan el parque. Se ha producido un gran número de víctimas civiles debido a los numerosos ataques. Cuando la gente atraviesa el parque, es responsabilidad del mismo asegurarse de que la gente esté segura, y eso se suma a las responsabilidades de los guardas de Virunga. Tienen que protegerlos, algo increíblemente difícil, pero que se ha logrado. En 2015, se produjo un elevado número de ataques que resultó en 124 asesinatos, heridos graves o civiles secuestrados. Para 2016, disminuyeron a 79, y en 2017 se redujeron a 24.
¿Qué contribuye a este éxito?
Se ha invertido mucho para aumentar el número de guardas, pero también, y lo que es más importante, en proporcionarles una formación experta para que puedan hacer ese trabajo. El número de guardas ha aumentado de 230 en 2011 a 731 en la actualidad. Lo que resulta bastante revelador es que la media de edad de los guardas ha bajado de 49 a 29. Eso se debe a que los reclutamos más jóvenes.
¿Por qué optaría alguien por ser un guarda teniendo en cuenta el peligro extremo del trabajo?
Por todo el mundo, la gente elige trabajos peligrosos como servicio público, y esa es una de las razones, aunque hay otras. Es una carrera profesional en un lugar donde el trabajo de ese tipo no está al acceso de todos. Existe un 70 por ciento de desempleo en la zona de Virunga. También hay una larga tradición de conservación de la vida silvestre. Virunga es donde nació la conservación de animales salvajes en África, y muchos de los que escogen hacerse guardas son los niños o los nietos de los propios guardas.
¿Cómo es trabajar en un lugar donde siempre está presente la amenaza de la violencia —para usted y sus colegas—?
En mi caso, es una elección personal. Toda mi vida he querido trabajar en la conservación de vida silvestre y no hay ningún lugar más espectacular que Virunga para ello. Es la mejor vida que podría tener como conservacionista. Tengo que gestionar los riesgos vinculados al trabajo. Soy el director del parque, así que estoy muy bien protegido por mis colegas. No me siento tan inseguro como puede parecer. Me siento muy seguro en las manos de los guardas de Virunga.
¿Cómo se sintió cuando se enteró de la muerte de Baraka?
Es lo peor para alguien en mi situación, porque asumo la responsabilidad en última instancia. Ha ocurrido muchas veces, pero cada vez que asesinan a uno de nustros guardias siento una responsabilidad enorme. No hay mucho que se pueda hacer para mantenerlos a salvo y te cuestionas mucho cuando ocurre algo tan terrible. Esas son las primeras emociones que sientes, después no tienes tiempo para sentirlas. Tienes que reunir información y hacer tu trabajo, que consiste en asegurarte de que nadie más corra riesgo y que la situación esté bajo control lo antes posible.
¿Qué se está haciendo para proteger a los guardas?
Lo primero, claro está, es el entrenamiento, el equipo y la dirección que reciben. Es algo que tenemos que desarrollar y fortalecer constantemente. Hay otras cosas: los guardas han empezado a llevar chalecos antibalas, como hacen las fuerzas de seguridad. También hemos invertido en la atención médica que reciben. Y está la cuestión de una estrategia a un plazo más largo sobre cómo enfrentarse a la violencia. Está relacionada con el establecimiento de relaciones con la comunidad local —que es de más de cuatro millones de personas que viven a un día a pie de las fronteras del parque— para intentar trabajar con ellos y alejar la economía de lo que denominaríamos economía de guerra, vinculada al tráfico de recursos naturales, para dirigirla hacia una economía verde que ayude a reconstruir la comunidad.
¿Existe alguna razón para creer que la situación de los guardas mejorará?
Obviamente, vivimos con la esperanza de que mejore, pero también tenemos que hacer planes por si empeora. Basándonos en ese supuesto, nos preocupa mucho el futuro a largo plazo en particular, pero la sensación general que reina en el equipo es que hay un gran nivel de determinación para seguir adelante. La moral está sorprendentemente alta pese a las increíbles dificultades a las que se han enfrentado durante los últimos meses.
Estoy seguro de que un dato que subirá la moral es la reciente noticia de que el número de gorilas de montaña ha aumentado a más de mil, desde 881 en 2011 y 380 en 2003.
Los gorilas de montaña son la expresión de lo que puede conseguir Virunga, una historia de éxito increíble. Cuando tenía 15 años, recuerdo que mis padres me decían que, cuando fuera mayor, no vería gorilas de montaña porque se habrían extinguido. El turismo ha sido importante, las comunidades locales han sido muy activas a la hora de proteger a los gorilas, pero a fin de cuentas, si los guardas no estuvieran ahí para protegerlos, probablemente no habrían sobrevivido ni prosperado como lo han hecho.