¿Cómo funcionan las prohibiciones de pajitas de plástico?

El movimiento para prohibir pajitas de plástico está en auge, pero eliminarlas de forma gradual puede ser más complicado de lo que parece.

Por Sarah Gibbens
Publicado 24 jul 2018, 15:44 CEST
Pajitas
Solo en Estados Unidos se usan millones de pajitas al día.
Fotografía de Rebecca Hale, National Geographic
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Empresas de peso como Starbucks, Ron Bacardi, Bon Appétit Management Company, los hoteles Marriott, Alaska Airlines y American Airlines han anunciado que eliminarán gradualmente las pajitas de plástico en los próximos años. Y no son las únicas.

Hace poco, Seattle se convirtió en la primera gran ciudad estadounidense en prohibir las pajitas de plástico. Concejales de ciudades importantes como Washington D.C. y Nueva York han propuesto prohibiciones, y localidades más pequeñas como Miami Beach y Malibú tienen prohibiciones parcialmente implementadas.

Aunque solo suponen una pequeña fracción del total de contaminación por plástico, las pajitas se han convertido en un símbolo de desperdicio y una forma factible para que los consumidores sientan que marcan la diferencia. Pero ¿cómo pasan estas prohibiciones de la mera ilusión a una realidad sobre el terreno? ¿Y qué impactos tendrían?

¿Quién defiende las prohibiciones de pajitas?

En Seattle, la iniciativa para prohibir pajitas cobró impulso en 2008, cuando la ciudad aprobó una ordenanza que exigía que los productos alimenticios de un solo uso fueran reciclables o compostables. La ordenanza se actualizó en 2010 y, para julio de este año, se prohibió el uso de pajitas y cubiertos de plástico.

«La base de todo esto fue la energía comunitaria», afirma Sego Jackson, asesor estratégico de prevención de residuos y gestión responsable de productos en Seattle Public Utilities. «Los grupos comunitarios fueron quienes acudieron al ayuntamiento».

También se instauraron prohibiciones de pajitas desde arriba. La Bon Appétit Management Company, un gran proveedor de servicios alimenticios con 1.000 cafeterías en lugares como universidades, museos y oficinas, anunció que planeaba eliminar gradualmente las pajitas de plástico el pasado mayo.

Maisie Ganzler, jefa de estrategia y de marca de Bon Appétit, afirma que la decisión fue impulsada principalmente por el consejero delegado de la empresa, Fedele Bauccio.

«Cuando escuché las estadísticas y supe cuánto daño hacen las pajitas —un producto de comodidad—, mi reacción fue: “tenemos que cambiarlo”», declaró Bauccio en un comunicado de prensa.

Tras lo que Ganzler describe como unos pocos meses de deliberación, la empresa anunció una prohibición que esperan implementar en poco más de un año.

Las asociaciones de defensa del medio ambiente también han dado un paso adelante para demandar la prohibición de las pajitas. Lonely Whale, cofundada por el actor Adrian Grenier, es una de ellas, pero en lugar de hacer cambiar de idea a los votantes, se centran en convencer a las empresas para que tomen la iniciativa.

«Creo que, filosóficamente, los mercados necesitan tomar la iniciativa», afirma Dune Ives, directora ejecutiva de la organización. «La política ayuda a codificar lo que quiere el mercado».

¿Es difícil encontrar alternativas?

En Seattle, las autoridades municipales tuvieron dificultades para encontrar alternativas viables al plástico de las pajitas cuando se propusieron las prohibiciones hace 10 años. Fue un reto similar encontrar alternativas para otros objetos de un solo uso.

«Encontrar una cuchara que no se derritiera en una sopa caliente fue un reto», afirma Jackson.

En Bon Appétit, encontrar alternativas viables también fue más difícil de lo esperado. Ganzler explicó que no solo buscaban pajitas compostables. Sus alternativas al plástico también debían ser biodegradables.

«Queríamos garantizar que si nuestras pajitas acababan en un canal fluvial, se descompusieran en poco tiempo», afirma Ganzler.

Señala que el papel será la alternativa empleada más ampliamente, pero Bon Appétit también está barajando pajitas hechas de pasta, bambú y heno.

«El obstáculo principal fue encontrar una alternativa sostenible», afirma Jacqueline Drumheller, directora de sostenibilidad de Alaska Airlines. Explica que la aerolínea ya no ofrecerá pajitas de plástico para revolver las bebidas calientes como el café y el té, pero tienen en mente llevar pajitas compostables a bordo de sus aviones.

Uno de los principales fabricantes estadounidenses de pajitas de papel es una filial de Precision Products Group llamada Aardvark Straws. Fue fundada en 2007, cuando negocios responsables con el medio ambiente como zoológicos y acuarios pidieron a los fabricantes alternativas más sostenibles al plástico. Sin embargo, están encontrando dificultades a la hora de seguir el ritmo de la demanda, según contó el director internacional de la empresa, David Rhodes, a National Geographic en una entrevista anterior.

Bon Appétit tiene sedes en 33 estados y Ganzler afirma que sería más sencillo incorporar gradualmente pajitas de papel en regiones con una concentración superior de restaurantes porque la demanda será mayor. Las zonas más pobladas podrían requerir más esfuerzo.

¿Y qué pasa con la gente que necesita las pajitas de plástico?

Cuando la prohibición de Seattle se instauró por completo, las autoridades municipales recibieron críticas de los defensores de las personas con discapacidad, que temen que quienes necesitan pajitas se queden sin acceso a las mismas. Se han dado críticas similares en otros lugares del mundo que pretenden prohibir las pajitas.

Algunos defensores de las personas con discapacidad argumentan que todavía no hay alternativas suficientes al plástico.

Algunas pajitas de papel compostables se fabrican a partir de materiales orgánicos que pueden provocar reacciones alérgicas, según ellos. Las pajitas de papel también pueden ser más difíciles de usar para personas que tienen dificultades a la hora de tragar o controlar su mordedura. Y las pajitas reutilizables hechas de materiales como metal o vidrio pueden ser peligrosas para personas que padecen ciertas enfermedades.

«Creo que se han producido algunos malentendidos», afirma Jackson acerca de quienes se preocupan de la falta de acceso a pajitas de plástico en los restaurantes. Seattle recomienda a los proveedores tener a mano un suministro de pajitas de plástico para quienes pidan una.

Bon Appétit pretende hacer lo mismo. Alaska Airlines señala que dispondrán de pajitas de papel.

¿Es caro usar alternativas al plástico?

En un artículo publicado el mes pasado en la página web de National Geographic, Aardvark afirmó que la fabricación de pajitas de papel suele costar apenas un penique más que la de pajitas de plástico.

Bon Appétit se negó a revelar cuánto les cuesta el cambio para usar pajitas de papel.

«Creo que ahora nos encontramos en el pico de precio de las pajitas», afirma Ganzler. «Pasaron de ser un producto muy especializado a estar muy demandadas».

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    En Seattle, solo se imponen multas a los negocios que usan recipientes de Styrofoam, y Jackson afirma que el próximo año se centrarán en la educación y la difusión. Sabe que las empresas tienen opiniones diferentes sobre la prohibición de las pajitas de plástico, pero afirma que solo se les insta a ofrecer pajitas si alguien las pide, en lugar de contar con un inventario enorme de pajitas de papel.

    Las instalaciones de gestión de residuos de Seattle también son capaces de procesar plástico compostable, algo que no se da en muchas instalaciones de otras ciudades. Por eso mejorar la infraestructura para gestionar mejor las alternativas es otro coste al que podrían hacer frente las ciudades que se plantean prohibir las pajitas de plástico.

    ¿Es suficiente?

    Los méritos de las prohibiciones de las pajitas de plástico dependen de a quién le preguntes. Hay quien dice que son un avance en la dirección adecuada, mientras que otros afirman que es igual que poner una tirita sobre nuestra dependencia cultural del plástico, sobre todo los plásticos de un solo uso.

    Muchas de las recientes prohibiciones de pajitas de plástico han aparecido en ciudades con tendencia izquierdista, o en empresas que ya pregonan su compromiso con la sostenibilidad y el medio ambiente. Ives afirma que Lonely Whale suele hablar con empresas que tienen probabilidades de ser posibles aliadas medioambientales, en lugar de meterse en terrenos que podrían ser más antagónicos.

    «Nuestra teoría del cambio es trabajar con empresas que ya estén en de parte del medio ambiente», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en NationalGeographic.com.

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