Este país insular se ha comprometido a prohibir los plásticos
Dominica pretende convertirse en la primera nación resistente al cambio climático. Prohibir los recipientes de plástico de un solo uso es un paso para conseguir ese objetivo.
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El país caribeño oriental de Dominica se enorgullece de su belleza. Está rodeado de aguas azules, lleno de selvas espectaculares y atrae a turistas con el apodo de «isla Naturaleza». Para proteger sus mayores bienes, este pequeño país insular ha tomado una medida ambiciosa.
Para enero de 2019, Dominica, de 70.000 habitantes, planea prohibir por completo todos los recipientes de comida de plástico común y poliestireno extruido de un solo uso.
En un comunicado que detallaba la decisión el mes pasado, el gobierno explicó que esta medida se basa en una iniciativa previa para restringir la importación de recipientes no biodegradables, un intento de impedir que lleguen a las tiendas y restaurantes que los distribuyen.
«Dominica se enorgullece de ser la “isla Naturaleza”», declaró en un comunicado el primer ministro, Roosevelt Skerrit. «Debemos merecernos y reflejar esa designación en todos los sentidos. El problema de la gestión de residuos sólidos afecta a esa percepción y seguimos haciéndole frente».
Otros países han procedido a eliminar objetos de plástico, sobre todo las bolsas de plástico, pero para Dominica esta medida es un paso para lograr un fin mayor. En los próximos años, el país quiere convertirse en la primera nación del mundo resistente al cambio climático. Además de proteger su valiosa industria turística, el gobierno espera que las políticas sostenibles hagan a la isla más resistente a huracanes como el que devastó su infraestructura en 2017.
«Tenemos una oportunidad única para servir de ejemplo al mundo, un ejemplo de cómo toda una nación se recupera del desastre y cómo toda una nación puede ser resistente al cambio climático en el futuro», afirmó Sherrit en una conferencia de prensa en Dominica el año pasado.
En primera línea
Dominica no solo está en primera línea del cambio climático. Las cálidas aguas de la isla son también uno de los hábitats estivales más poblados de los cachalotes migratorios. Proteger a estas poblaciones hace que el esfuerzo para eliminar los plásticos que se sabe que son dañinos para los mamíferos marinos sea más urgente.
El explorador de National Geographic Shane Gero ha pasado 15 años estudiando a los cachalotes en Dominica. Explica que, en comparación con otras regiones, las aguas de Dominica todavía tienen un aspecto prístino, pero no es raro ver fragmentos de plástico flotando.
«Los animales son curiosos, sobre todo las crías», afirma. «A veces juegan con cajas de comida para llevar hechas de poliestireno».
Los cachalotes pueden vivir hasta 70 años. Muchos viven en grupos familiares. Gero ha podido observar la dinámica de esos grupos de cetáceos durante años. Sin embargo, en los últimos años, algunas crías no han sobrevivido.
No se sabe exactamente por qué estas crías de cachalote murieron de forma prematura y explica que es un problema que todavía se está investigando, pero los científicos saben que la fauna salvaje y el plástico no son una buena combinación. Ballenas y otros animales marinos han aparecido varados en Tailandia y España con toneladas de plástico acumuladas en el estómago.
Según las estimaciones de un estudio de 2015 publicado en Science, ocho millones de toneladas de plástico llegan cada año a los océanos del mundo. Pero Dominica espera que las aguas prístinas sigan siendo un refugio para algunos de los animales más majestuosos del océano.
Un fin mayor
El comunicado de Dominica llega varias semanas después del número especial de National Geographic, «¿Planeta o plástico?», que informaba de los problemas que plantean los plásticos no biodegradables, sobre todo en los océanos del planeta.
El fotógrafo de National Geographic Brian Skerry ha fotografiado fauna marina por todo el mundo y en muchos lugares observa los retos que plantean los plásticos a los animales que intenta fotografiar.
«Son lugares a los que se tarda días en llegar desde sitios remotos como Fiji, pero estaba en islas deshabitadas que deberían ser prístinas y los desechos plásticos me llegaban a las pantorrillas», afirma. «Es una prueba de la cantidad de plástico que hay en el océano».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.