Los templos indios se deshacen del plástico en honor a un elefante
Los templos hindúes del sur de la India se han pronunciado en contra de los plásticos de un solo uso. Otras religiones han seguido su ejemplo.
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No existe un consenso entre los expertos respecto a la época concreta en la que se construyó el templo de Aranmula Parthasarathy, aunque existen indicios de que un templo en honor a la deidad hindú Krishna, asesino de demonios, llevaba en pie sobre esta parcela de terreno en el suroeste de la India desde el siglo VIII.
Tras cientos de años, el templo parece haber absorbido objetos y recuerdos de casi todos los años de su existencia. Hay murales del siglo XVIII y deempam—lámparas de aceite— de bronce manchado de al menos un siglo de antigüedad, así como sillas de terraza descoloridas compradas durante las primeras décadas del siglo XXI y guirnaldas doradas del festival del invierno pasado.
Y la incorporación más reciente: notificaciones con letra en negrita impresas en papel A4 y pegadas por todo el sanctasanctórum del templo. «En el recinto del templo, se prohíben teléfonos móviles, cámaras y bolsas de plástico», rezan.
Si desobedeces, quizá la decena de jubilados que pasan la mayor parte del día aquí te echen miradas severas o se te acerque un sacerdote o administrador para informarte de que Aranmula es uno de los 1.058 templos del estado meridional de Kerala que se han comprometido a eliminar el plástico este año.
«Intentamos volver a los días de antes, cuando no existía la amenaza del plástico», afirma A. Padmakumar, presidente de la Junta de Travancore Devaswom, un organismo administrativo que supervisa los 1.058 templos y residente de la aldea de Aranmula. La idea de eliminar gradualmente el plástico de los templos de Kerala fue suya, aunque explica que los líderes religiosos llevan años defendiendo la prohibición.
Esta medida se ajusta a la política nacional: en junio, el primer ministro indio Nahrendra Modi anunció planes para eliminar todos los plásticos de un solo uso del país para 2022. Individualmente, estados de todo el país —Kerala incluido— han empezado a eliminar poco a poco, o a prohibir por completo, determinadas formas de plástico.
Pero, según Padmakumar, convencer a 1.300 millones de indios de abandonar la comodidad del plástico no será fácil. «Tras seis meses de prohibición, ya encontramos dificultades. Hacer el bien es difícil», afirma.
«Pero por eso esta labor tiene que empezar en los templos: son nuestros centros culturales». Si hay algo que convenza a los indios para dejar de usar plástico, apuesta que será su amor y su miedo a los dioses.
¿Parabhrama o plástico?
De hecho, según Thantri Suryakalady Jayasuryan Bhattathiripad, un pujari, o sacerdote del templo de Mangaladevi en el norte de Kerala, hay algo antinatural e impío en el plástico. «Yo también soy agricultor. Es muy triste meter la mano en la tierra y que salgan envases de plástico usados. Hasta los emblemas, los nombres de las marcas siguen ahí. Es como una sustancia inmortal», cuenta.
Riéndose, añade: «Hasta donde yo sé, solo Parabhrama—el Ser Supremo— puede ser eterno».
El problema es que para los rituales hindúes se necesitan muchos elementos diferentes: alcanfor e incienso para purificar el aire; mantequilla, leche y agua de rosas como ofrenda en el santuario; aceite para rellenar las lámparas tradicionales; cúrcuma y sándalo en polvo para extenderlo sobre la frente y abrir el tercer ojo de una persona. En la actualidad, esos bienes están envasados en plástico, como cuenta Aneesh Mon, que vende suministros a los devotos en un pequeño puesto frente al templo de Aranmula.
En principio, dice estar totalmente de acuerdo con las nuevas normas del templo. «Pero ¿cómo es posible, si todo viene con envoltorios de plástico?».
Desde la entrada en vigor de este compromiso en enero, Mon ha hecho algunos cambios. Sus cómodos «kits pooja», con fruta y aperitivos para ofrecer a los dioses, se venden en platos reutilizables y biodegradables hechos de hojas de palmera secas, en lugar de en bolsas de plástico. Pero las botellitas de aceite y agua de rosas todavía vienen envueltas en plástico. «Así llega de las empresas que los venden. Aunque estamos trabajando con los proveedores para encontrar alternativas», afirma.
A lo largo de los últimos meses, ha tenido varias conversaciones frustrantes: con la empresa que suministra el agua de rosas, preguntándoles si es totalmente necesario envolver las botellas de plástico con otra capa más de envoltorio plástico, y con la empresa que elabora incienso, a la que ha suplicado que considere utilizar envases de papel. Después está la tarea de convencer a los consumidores de que paguen cinco rupias más por el alcanfor envuelto en papel. «Dicen que, si vienen a diario, las cinco rupias se van acumulando».
El año que viene, con la ayuda de los directores del templo, espera empezar a comprar aceite por litros y decantarlo en pequeños recipientes de cerámica o acero para los devotos, un sistema que ya han adoptado algunos templos de la región. Otros templos evitan el envasado fabricando su propia agua de rosas y obteniendo el aceite de productores locales más pequeños.
El problema, según dice, es que es fácil y barato producir en masa objetos envueltos de plástico. «Por ahora no podemos imaginarnos un mundo sin plástico».
La muerte de un elefante
La necesidad de imaginar y hacer realidad un mundo sin plástico es cada vez más urgente, según cuenta Thirumeni Rajeevararu, sacerdote principal de Sabarimala, un santuario dedicado al dios hindú Ayyapan en plena reserva de tigres de Periyar, en Kerala.
En enero, un elefante salvaje de 20 años falleció en Periyar tras consumir parte de los desechos tirados por decenas de millones de peregrinos de Sabarimala que recorren cada invierno más de 32 kilómetros de denso bosque para llegar al santuario. Una necropsia reveló que una gran cantidad de plástico había obstruido los intestinos del animal, provocándole una hemorragia interna y un fallo orgánico. Los guardabosques también encontraron una bolsa de plástico intacta en un montón de estiércol cercano.
«La muerte del elefante de Periyar me perturbó mucho», afirma Rajeevararu. «El elefante es un animal importante para los templos», por su conexión metafísica con Ganesh, el dios hindú de la sabiduría con cabeza de elefante.
«Pero no son solo los elefantes. También han muerto otros animales tras comer plástico», afirma. Entre ellos se incluyen ciervos y aves, según la organización local medioambiental sin ánimo de lucro Thanal.
«Dios está en la naturaleza», afirma Rajeevararu. «Considero que es nuestro dharma, o deber, dejar de usar plástico».
Dejar el plástico por Dios
Durante los últimos cinco años, los líderes religiosos de Sabarimala han intentado eliminar gradualmente el plástico. «Intentamos poner en marcha una prohibición total», afirma, aunque no ha sido fácil.
Decenas de millones de peregrinos transportan botellas de agua, así como todo tipo de aperitivos, envasados en plástico, y suelen transportarlo todo en bolsas de plástico. Hay puntos establecidos de eliminación de basura y, durante los últimos años, un grupo de voluntarios se ha apostado a lo largo del sendero de Periyar para recopilar y gestionar la basura de los peregrinos. Pero ni siquiera cientos de guardas pueden hacer frente a los millones de personas que recorren el bosque.
Para convencer a los peregrinos de que dejen el plástico en casa el próximo invierno, Sabarimala ha recabado ayuda del gobierno estatal y de organizaciones locales sin ánimo de lucro para financiar y poner en marcha una campaña educativa pública, difundiendo el mensaje sin plástico a través de gurús y otros líderes religiosos de la región.
Thantri Suryakalady está seguro de que funcionará. «Está claro que predicadores, astrólogos y sacerdotes son los que conseguirán que la gente deje de usar plástico», afirma. «Para bien o para mal, la gente cree en nosotros. Creen en sus instituciones religiosas».
De hecho, instituciones religiosas de todos los credos de la India se han sumado a la lucha contra la contaminación por plástico. En particular, el Templo Dorado, el santuario más sagrado de los sijs de la India, en Amritsar, prohibió las bolsas de plástico en abril.
Iglesias y mezquitas de todo Kerala han seguido su ejemplo.
En la mezquita Palayam Juma de Trivandrum, la capital de Kerala, el imán Suhaib Moulabi afirma que le ha resultado fácil hacer que su comunidad se uniera a la iniciativa. «Creemos en la vida después de la muerte: hay un cielo y hay un infierno», explica. «Le digo a mis fieles que si contaminan la Tierra tendrán que responder a las preguntas de Dios tras la muerte. Dios les preguntará si han perturbado la Tierra».
Si no tienen una buena respuesta, «se arriesgan a ir al infierno». Es duro, pero efectivo, según Moulabi. Este año, su mezquita eliminó los plásticos durante el Ramadán, sirviendo el iftar a sus fieles en platos reutilizables.
Al otro lado de la calle, la catedral de San José prohibió el plástico durante los banquetes del día santo y las bodas desde principios de año.
«Funcionen o no estas prohibiciones totales, se atreven a convertirlas en una declaración en contra del plástico, y eso tiene mucha fuerza», afirma Shibu K. Nair, director del grupo medioambiental local Thanal, que ha asesorado al gobierno y a grupos religiosos para reducir su dependencia del plástico. «Los creyentes pueden escuchar esos mensajes en sus lugares de culto y pensar en su utilización en casa».
En Aranmula, varios creyentes han dicho que la prohibición de plástico en el templo ha servido de recordatorio de que necesitan ser más conscientes de sus hábitos. «Al principio, fue difícil recordar traer bolsas de tela en lugar de plástico. Pero nos estamos acostumbrando», cuenta Rajee Nireesh, de 34 años, que visitó el templo con su madre.
Otros dijeron que ya intentaban evitar los plásticos de un solo uso en casa. Entre ellos se encuentra KR Viswananthan, de 75 años, un jornalero jubilado que ahora pasa la mayor parte del día meditando y socializando en el templo.
«Lo veo de esta forma: la diosa Tierra absorbe todo lo que le arrojamos, también nuestras heces. Pero no puede absorber el plástico. No se descompone. Eso es revelador», cuenta.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.