Sequías, clima extremo y hambrunas: el cambio climático afectará gravemente al Mediterráneo

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Climate Change resume los cinco riesgos principales a los que se enfrenta el mar Mediterráneo como zona especialmente vulnerable al cambio climático.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 12 nov 2018, 15:27 CET
Fotografía de James L. Stanfield, National Geographic Creative

Clima extremo, sequías, gotas frías, hambrunas y fuertes tormentas arreciarán la zona mediterránea como consecuencia del cambio climático. Así lo afirma un nuevo estudio publicado en la revista Nature Climate Change y realizado por más de 18 instituciones, entre las que se encuentran la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad de Barcelona, el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), el Instituto Mediterráneo de Oceanografía (MIO), el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y el Centro Europeo-Mediterráneo sobre Cambio Climático.

Encabezado por Wolfgang Cramer, del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad Marina y Terrestre y Ecología (IMBE), el estudio advierte que la zona mediterránea será especialmente vulnerable y se enfrentará a escasez de agua, pérdida de biodiversidad, seguridad alimentaria y problemas de salud pública, variables estrechamente relacionadas.

“El aumento de temperatura en la región puede superar al mundial hasta en un 40%”, afirma Josep Peñuelas, investigador del CREAF. Además, “las inestabilidades socio-económicas y políticas son muy fuertes en muchos países de la riba del Mediterráneo, lo que disminuye su capacidad de resistencia, resiliencia y adaptación al cambio climático”, concluye.

Expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ya alertaba el pasado 8 de octubre de que los efectos del calentamiento global serían peores de lo esperado. Este nuevo estudio pone el foco en la cuenca mediterránea, que ya ha aumentado su temperatura en 1’4 grados, lo que supone casi medio grado más que la media global. El nivel del mar ha aumentado además 6 centímetros y sus aguas se han acidificado.

En España, sufriremos una “mayor frecuencia de olas de calor -cada 2 o 4 años-, una menor y más irregular precipitación -de hasta un 30% menos-, incluyendo inundaciones, mayor intrusión de aguas salinas en aguas continentales, mayor demanda agrícola de agua, mayor riesgo de incendios, menor rendimiento de cultivos, llegada de plagas, mayor riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, llegada de gran número de migrantes climáticos desde la riba sur del Mediterráneo, inestabilidad política…”, afirma Peñuelas, asegurando que todas las zonas se verán afectadas, siendo especialmente vulnerables el sur y el este peninsulares.  

La mayor preocupación europea se refleja en la reciente encuesta publicada por el Banco Europeo de Inversiones, que evalúa la precupación de los europeos frente a Estados Unidos y China. Los resultados revelan que un 78% de los europeos se muestra preocupado por la situación, frente a un 65% en China y un 63% en EEUU.

Escasez de agua

Incluso en el caso de que se respetase el Acuerdo de París y la temperatura global no sobrepasase el aumento de 2 grados, “las lluvias de verano en esta zona correrían el riesgo de reducirse entre un 10% y un 30% en algunas regiones, lo que aumentaría la escasez de agua y causaría pérdidas en la productividad agrícola”, advierten desde el CREAF.

El estudio afirma además que se espera un aumento de entre un 4% y un 22% de los requerimientos agrícolas de agua, debido entre otros factores al crecimiento de la población.

Consecuencias en la biodiverdidad

Ligado al aumento de temperatura y a la escasez de agua, aumentarán de forma inevitable las sequías y los incendios forestales, amenazando gravemente la biodiversidad mediterránea. A su vez, la imposibilidad de continuar con las actividades agrícolas en muchas de estas zonas acarreará migraciones de la población más cercana a la costa.

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    El calentamiento del mar provocará “mortalidades masivas, ‘blooms’ de especies nocivas y colonización de especies invasoras”, lo que se traducirá, según el CREAF, en “disminución significativa de la capacidad de muchos ecosistemas de proveer los servicios ecosistémicos en los niveles actuales”.

    Seguridad y salud pública

    El estudio advierte también de que las olas de calor y el aumento de la contaminación provocarán un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares o respiratorias, además de crear las condiciones perfectas para que los organismos transmisores de enfermedades como el dengue o el Chikungunya extiendan su distribución.

    Además de los problemas que la escasez de agua provocará en la agricultura, el deshielo del ártico producirá un mayor aumento del nivel del mar del que se estimaba hasta ahora. Muchas poblaciones de la zona mediterránea viven a las orillas del mar, muy cerca de la costa, por lo que muchas zonas agrícolas se verían devastadas por la intrusión del agua salada.

    Migraciones climáticas

    Las migraciones climáticas, estimadas por la ONU en 140 millones para 2050, obligarán a la población mediterránea a abandonar su tierra debido a las sequías y a la pérdida del suelo. Además de estas migraciones, el cambio climático podría ser el desencadenante de hambrunas y nuevos conflictos, especialmente en los países políticamente inestables más vulnerables del sur mediterráneo. “Millones  de personas llegarán procedentes desde el sur, creando una presión que habrá que gestionar inteligentemente, es decir, generosamente”, declara Peñuelas a este respecto. La única solución pasa por “actuar rápidamente y sin dilación para descarbonizar nuestra actividad, ya desde ahora mismo, para, al menos, cumplir el Acuerdo de París”.

    El último informe del IPCC dibuja varias líneas de actuación para lograr estabilizar el calentamiento global en 1,5 grados Celsius. Este reto supone un esfuerzo transversal global sin precedentes para reducir un 50% el empleo de combustibles fósiles en 15 años y eliminarlos en 30, además de aumentar los bosques de nuestro planeta, que jugarán un papel imprescindible para compensar la contaminación ya generada.

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