¿Cuánto contamina internet?
Subir tu foto del día a Instagram, almacenar archivos en la nube o tener tu bandeja de entrada del email llena genera una huella ecológica que demanda el 7% de la energía mundial.
Cada minuto se envían en el mundo 38 millones de mensajes de WhatsApp, se visualizan 266.000 horas de Netflix, 4,3 millones de vídeos en YouTube y se realizan 3,7 millones de búsquedas en Google, según los datos de la compañía analítica Cumulus Media publicados en Visual Capitalist. Si Internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo. Así lo afirman los datos de la organización Greenpeace en su informe Clicking Clean.
Cifras que, por su enormidad, solo pueden ser representadas en la escala de los segundos, consolidando internet cada día que pasa como el sistema nervioso de nuestra economía global y de nuestro modo de vida interconectado.
En 2020, más de 30 mil millones de dispositivos estarán conectados a Internet, tal y como afirmaba el informe Big Data 2015 de la OBS Business School, y cerca de 4.100 millones de usuarios, más de la mitad de la población mundial, según Greenpeace.
A pesar de que el llamado Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), es decir, los dispositivos interconectados, evitan la utilización de multitud de recursos y materias primas, es sorprendente que el imaginario social borra a menudo el impacto de la gran cantidad de tecnología que nos rodea y de esos datos que vamos almacenando en la nube, que requieren cuantías inmensas de energía.
Tanto los gigantescos centros de datos, que alcanzan extensiones de hasta 130.000 m2 en Tokio, según publica Conciencia Eco, como las redes de comunicación, los dispositivos de los usuarios y la energía necesaria para fabricar los equipos son las cuatro áreas de amplia demanda de energía que conlleva el funcionamiento de Internet. Además del propio uso de las instalaciones, la necesidad de refrigeración constante es uno de los puntos sobre los que más investigan los gigantes tecnológicos.
La huella ecológica de este frenético tráfico digital equivale a un consumo aproximado del 7% de la electricidad mundial, según el informe de Greenpeace. La industria de las tecnologías de la información genera actualmente el 2% de las emisiones globales de CO2, el equivalente energético a una flota de Boeings 747, según publicaba la BBC.
Pronto, esta cifra crecerá exponencialmente debido al mayor acceso de la población mundial a las nuevas tecnologías y a que los centros de datos son cada vez más y más grandes. Así lo afirma la consultora McKensey, que calculaba que, en 2020, el mercado de las tecnologías de la información producirá en torno al 3% o 4% de todas las emisiones de CO2 en el mundo.
¿Cuál es mi contaminación digital?
No hace mucho, despejar una duda significaba viajar hasta la biblioteca local, enviar cartas o acudir a visitar a expertos. Hoy, todo ese impacto ha sido reducido gracias a que los buscadores nos permiten acceder a millones de datos e información en un instante. Sin salir de casa, podemos tener una reunión en Washington o leer un artículo científico publicado en la otra punta del mundo sin necesidad de viajar, trasladarnos o utilizar otros soportes más perjudiciales. El beneficio es más que evidente pero, tras esta aparente inocuidad, se esconde una huella ambiental que es difícil de rastrear y calcular.
Cada búsqueda que realizamos en internet libera al medio ambiente 0.2 gramos de CO2, lo que, según el propio Google, significa que el efecto invernadero provocado por mil búsquedas equivaldría a conducir un coche durante un kilómetro. El streaming de vídeos también está en pleno auge como demandante de datos. Ya en 2015, representaba el 63% del tráfico global de internet, y se espera que llegue al 80% en 2020, según Cliking Clean.
Los buenos hábitos y gestos cotidianos en lo que a energía se refiere es lo que puede marcar la gran diferencia en nuestra huella digital, según un informe francés que afirma que el 43% de las personas nunca apaga la caja de su televisión o el router. Son detalles que pueden marcar la diferencia a nivel global, como apagar los interruptores, no dejar la televisión, la impresora o la consola en stand by, no dejar el ordenador suspendido, así como colocar regletas con interruptor de apagado, ya que si el equipo está conectado directamente a la red, advierten que seguirá consumiendo.
En el uso diario de tu ordenador, gestos como cerrar aquellas pestañas y ventanas que no utilices, vaciar la bandeja de entrada de tu email o reciclar todos esos objetos tecnológicos como móviles o portátiles que acumulamos en casa cuando ya están obsoletos son pequeños gestos que pueden generar un gran cambio en el impacto individual de cada usuario de internet y de las tecnologías.
La política energética de los datos
La investigadora digital Joana Moll puso en marcha en 2015 su proyecto CO2GLE, que monitorea a tiempo real cuántos kilos de CO2 emite el gigante al medio ambiente mientras navegas por la web, que según sus datos es de unos 500 kg de emisiones por segundo.
“En los últimos cinco años, nuestra huella de carbono decreció un 55%”, afirmaba Google en su informe ambiental de 2017. Las llamadas compañías GAFA, Google, Amazon, Facebook y Apple, son las más implicadas en lograr una reducción de su consumo, y así ahorrar costes a la vez que realizan una buena campaña de greenwashing.
Como ejemplo de la energía que pueden llegar a consumir estos centros de datos, un estudio de la plataforma Power Compare afirmaba que la creación de bitcoins y otros cientos de monedas virtuales consume la electricidad equivalente de 159 países.
“Google ha sido neutral en emisiones de carbono durante la última década [es decir, que su servicio no emite más gases de efecto invernadero que los que hayan podido eliminar], y en ese tiempo, se asoció con más de 40 proyectos de compensación de carbono para compensar más de 16 millones de toneladas de CO2”, afirma el gigante de los buscadores.
Facebook, por su parte, decidió construir su nuevo centro de datos en Lulea, Suecia, donde las bajas temperaturas refrigerarían el sistema de forma natural, además de querer aprovechar que se trata de un punto geográfico clave para poder utilizar la energía eólica.
“Estamos viendo un aumento significativo en la priorización del uso de energías renovables entre algunas de las mayores empresas de internet”, afirma Greenpeace. “La carrera por construir una red renovable comenzó con líderes de plataformas digitales como Facebook, Apple y Google”, que “se comprometieron al 100% renovables y ahora se les han sumado cerca de otras 20 compañías de internet”.
¿Quién está haciendo los deberes?
Además del rechazo generado con las últimas publicaciones sobre las condiciones de los trabajadores de Amazon, el gigante del ecommerce se enfrenta también a las críticas por la salud del planeta. Clicking Clean refleja que la empresa aún hacía uso en 2017 de un 26% de energía nuclear y un 30% de carbón para abastecer su demanda, frente a tan solo un 17% de energías limpias.
A la cabeza se situaba Apple con un 83% de energías renovables, frente a un 10% de carbón y nuclear. Facebook y Google siguen su pista con un 67% y 56% de energía limpia respectivamente. Entre las más remarcables se encuentra también Instagram, que ha llegado también al 67%.
En el mundo streaming tan solo sobresale con bandera verde Youtube, gracias a un uso del 56% de renovables, y Itunes, con un 83%. Spotify, a pesar de haber logrado basar un 56% de su energía en fuentes limpias, se lastra con un 24% de carbón y nucleares.
Un ecommerce sostenible
Nuestro teléfono móvil se ha convertido en el escaparate de todas las tiendas del mundo y nos encanta poder elegir entre opciones de lo más variopintas, incluso de la otra punta del planeta. Y, además, queremos que nos llegue ya. Pero esta demanda que las grandes empresas ya tratan de solventar, tiene un impacto enorme a nivel global.
Cerca de 19,4 millones de españoles de entre 16 y 65 años compra online, lo que supone un 71% de los internautas, según el Estudio Anual de eCommerce 2018. Los datos nos dicen que compramos online 3 veces al mes con un gasto superior a 70 euros de media.
Un 2% declara que compra una vez al día o más, un 7% tres o cuatro veces a la semana y un 17% afirma comprar todas las semanas. Las redes de transporte necesarias para no solo llevar el producto hasta su destino, sino que esto suceda lo antes posible, son un monstruo para el medio ambiente.
Las medidas que tratan de frenar este gran impacto sobre nuestras ciudades ya se dejan ver. En Madrid, la Ordenanza de Movilidad Sostenible que entró en vigor el pasado octubre acoge medidas como la habilitación de zonas de carga y descarga para la entrega a hogares, una regulación ambiental que premia a los vehículos menos contaminantes o el uso de los aparcamientos municipales para el recorrido de la llamada última milla.
En esta línea, cada vez son más el número de iniciativas que tratan de ofrecer un transporte alternativo y ecológico para este último tramo por las calles de las ciudades con transportistas a bordo de bicicletas o triciclos. En este sentido, Correos ha implantado el proyecto Mares, Medios Alternativos de reparto Ecológico y Sostenible, “realizados por backpackers, bicis eléctricas, vehículos eléctricos y vehículos a gas”, según afirma la propia empresa.
La idea de que las empresas de ecommerce ofrezcan la posibilidad de agrupar las entregas a un mismo domicilio también sobrevuela la mesa de debate. Permitiendo al usuario distinguir entre aquellos pedidos realmente urgentes y los que no lo son tanto, daríamos un respiro a la contaminación del transporte.
Hacia el green data
Esta acción catalizadora de algunas empresas líderes contrasta con la continua falta de transparencia de otras muchas, en relación con su demanda de energía y la fuente de suministro de sus centros de datos, lo que continúa siendo una amenaza significativa para el desarrollo en la buena dirección del sector.
Ante la falta de políticas restrictivas, “se necesita un enfoque mucho mayor en la defensa de las renovables para superar el poder político arraigado de las empresas eléctricas y crear el camino para la rápida adopción de las energías renovables”, declara Greenpeace al respecto.
Un ejemplo de ello es Kolos, el innovador “centro de datos verde” que ocupará 600.000 metros cuadrados noruegos, y será el primer centro del mundo en abastecer su demanda con un 100% de energías renovables. Sus creadores esperan convertirse así en un impacto positivo en una comunidad que genere más acciones en esta línea.
La Comisión Europea asegura que “más de un tercio del gasto de luz de los centros de datos se produce tan solo en los procesos establecidos para lograr la refrigeración del equipamiento y mantener en una temperatura óptima a los servidores de datos”.
Para lograr una disminución de este gasto energético, la Unión Europea desarrolló el proyecto RenewIT, “una herramienta pública que se implementará en una interfaz web fácil de usar que ayudará a los actores tanto de los sectores de energía como de TI a reducir la huella de carbono de los centros de datos planificados en el horizonte de 2030”.
A pesar de su gran eficiencia energética, la transición a la nube podría llegar a significar un aumento de la demanda de carbón y combustibles fósiles si la construcción de estos inmensos centros de datos no se regula debidamente a nivel mundial para exigir energías renovables.
Un internet plenamente alimentado por renovables no aparecerá de la noche a la mañana, pero el creciente compromiso es un paso importante que Greenpeace observa positivamente: «Si los centros de datos y las demás infraestructuras digitales se alimentan al 100% con energías renovables, nuestra creciente dependencia de Internet puede incluso acelerar nuestra transición hacia una economía renovada».