Aumentan las prohibiciones de bolsas de plástico, pero ¿son eficaces?
Kenia impone las sanciones más estrictas por el uso de bolsas, pero las alternativas al plástico para los consumidores han venido acompañadas de dificultades.
Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Ayúdanos a evitar que mil millones de objetos de plástico de un solo uso lleguen al mar para finales de 2020. Elige al planeta. Comprométete en www.planetaoplastico.es.
Artículo creado en colaboración con la National Geographic Society.
En el mercado al aire libre de Wakulima, las finas bolsas de plástico han desaparecido, desterradas por la prohibición nacional de bolsas en Kenia. Los vendedores en este ajetreado centro agrícola a 153 kilómetros al noroeste de Nairobi envasan los productos perecederos en bolsas más gruesas hechas de tejido sintético.
Mientras James Wakibia, activista ciudadano, nos conduce por calles estrechas que serpentean entre los puestos de verduras, se encogió de hombros ante la ironía. Bolsas de plástico remplazadas por bolsas de plástico. Con 36 años, es la cara de la campaña de redes sociales que dio lugar a la prohibición en 2017 y, según él, una prohibición imperfecta es mejor que ninguna.
«Vale, son de polipropileno, pero son reutilizables y no son como las bolsas finas que puede llevarse el viento», afirma. «La ONU dice que los keniatas utilizaban 100 millones de bolsas al año solo en supermercados, así que nos ahorramos 100 millones de bolsas. Yo diría que es un éxito al 80 por ciento».
Las bolsas de la compra, que se suelen describir como el producto de consumo número uno a nivel mundial —así como el más ubicuo—, son ahora uno de los artículos más prohibidos del mundo. El pasado julio, la ONU contó 127 países que habían prohibido o gravado las bolsas. Las regulaciones de las bolsas han proliferado con tanta rapidez, sobre todo a nivel local, que incluso un grupo terrorista respaldado por Al Qaeda se sumó y prohibió las bolsas de plástico el pasado verano por suponer «una grave amenaza para el bienestar de humanos y animales por igual».
Esta primavera, la Unión Europea ha tomado medidas para prohibir las bolsas de plástico como parte de una iniciativa radical para erradicar los artículos de plástico que se encuentran más habitualmente en las playas europeas. En Estados Unidos, Nueva York se convirtió este mes en el segundo estado después de California en prohibir las bolsas de plástico. Además, al menos 95 proyectos de ley relacionados con las bolsas se han introducido en sesiones legislativas estatales este invierno, más que en ningún otro año. (Hawái tiene una prohibición estatal de facto porque todos los condados las han prohibido.)
Con todo, aunque las prohibiciones de bolsas de plástico proliferan en todo el mundo, su eficacia —a pesar de la valoración positiva de Wakibia en Kenia— sigue siendo una incógnita. La prohibición de las bolsas han dado pie a la prohibición de otros productos de plástico, como platos, vasos, cubiertos, pajitas y botellas. Todo ello forma parte de una amplia iniciativa para reducir los plásticos de un solo uso, que son casi el 40 por ciento de todos los plásticos fabricados a nivel mundial. Pero aún está por ver si las prohibiciones podrán reducir de manera significativa los desechos plásticos, que llegan a los océanos a un ritmo medio de ocho millones de toneladas anuales, sobre todo si se tiene en cuenta que se prevé que la producción de plástico se duplicará para 2040 y podría representar el 20 por ciento de la producción de petróleo mundial para 2050.
Incluso los defensores más fervientes de las prohibiciones están al tanto de sus limitaciones.
«Aunque prohibir bolsas de plástico de un solo uso sea importante para reducirlos como fuente, no cambiará el mundo», afirma Mark Murray, director ejecutivo de Californians Against Waste. «Lo fundamental, francamente, es comunicar a los legisladores, el público y la industria que debemos hacer algo para reducir los envases de plástico y si no somos capaces de averiguar cómo, tendremos que empezar a prohibir todos los productos, uno por uno».
De maravilla a amenaza
Las bolsas de plástico tardaron menos de cuatro décadas en pasar de maravilla a amenaza. Las bolsas de plástico nacieron tras la Segunda Guerra Mundial, con el auge de la fabricación de artículos domésticos de plástico, y se popularizaron en los años 70. Para finales de los años 80, los supermercados de Estados Unidos habían cambiado del papel al plástico. Después, las bolsas de plástico proliferaron hasta llegar a millones.
Cuesta obtener estadísticas sólidas de la cantidad de bolsas de plástico fabricadas en la actualidad. Ni siquiera la American Progressive Bag Alliance, una organización industrial, conoce la cifra. La ONU estima que en el mundo se producen entre uno y cinco billones de bolsas. Aunque utilicemos la cifra inferior, eso se traduce en un uso de dos millones de bolsas por minuto, según el Earth Policy Institute.
La proliferación de las bolsas no fue insuficiente para abrumar los sistemas de recogida de residuos de los países occidentales. Y no ha ayudado que las endebles bolsas sean unos de los productos de plástico menos reciclados, aunque el polietileno puede reciclarse fácilmente. En Estados Unidos, pocos centros de clasificación las aceptan, ya que suelen atascar una maquinaria que no está preparada para procesar el film.
Las bolsas de plástico figuran entre los cinco artículos principales hallados en limpiezas de playas y ríos y los daños infligidos a los animales salvajes están ampliamente documentados. Una vez en el mar, pueden degradarse rápidamente. En un experimento drástico en la Universidad de Plymouth, Gran Bretaña, Richard Thompson, el científico marino que acuñó el término «microplásticos» y dos alumnos alimentaron con trocitos de bolsas de plástico a anfípodos, unos crustáceos diminutos parecidos a camarones. Descubrieron que los anfípodos podían triturar rápidamente una sola bolsa en 1,75 millones de fragmentos microscópicos.
Las bolsas también son consumidas por tortugas marinas, delfines y ballenas. Solo en el último mes, han aparecido muertas en playas otras dos ballenas con los estómagos llenos de bolsas y otros objetos de plástico, sumándose a un recuento creciente. En Kenia, son vacas y elefantes.
La inercia de las prohibiciones
Bangladesh aprobó la primera prohibición de bolsas en 2002, lo que desmintió el argumento en contra de las prohibiciones y los impuestos que sostiene que perjudican de manera desproporcionada a países y personas pobres que dependen de las bolsas gratuitas y resistentes para transportar objetos y almacenar sus pertenencias. Actualmente, el continente africano va en cabeza en prohibiciones de bolsas a nivel mundial, y 34 países han adoptado prohibiciones o impuestos, 31 de ellos en el África subsahariana, la región más pobre del mundo. Las penas de Kenia son las más punitivas del mundo y los fabricantes, importadores, distribuidores y usuarios pueden enfrentarse a multas de hasta 34.000 euros o cuatro años de cárcel.
En Dinamarca, que aprobó el primer impuesto a las bolsas de plástico en 1993, los residentes emplean una media de cuatro bolsas de plástico al año. Por su parte, en Estados Unidos, el mayor generador per cápita de desechos plásticos, los estadounidenses utilizan casi una bolsa por persona al día.
La lucha contra las prohibiciones
La oposición política a las prohibiciones en Estados Unidos fue respaldada por una serie de estudios que ponen de relieve las limitaciones de las prohibiciones. En California, por ejemplo, Rebecca Taylor, economista de la Universidad de Sídney, descubrió que los compradores de ciudades que habían prohibido las bolsas antes de la prohibición estatal de 2016 utilizaban menos bolsas de la compra, lo que había provocado una reducción de 18 millones de kilogramos de residuos plásticos. Pero en su estudio descubrió que habían aumentado las ventas de bolsas de basura, lo que contrarrestaba la reducción de las bolsas de plástico, que quedaba en 12,7 millones de kilogramos.
En Estados Unidos, la industria de las bolsas ha presionado a favor de una legislación que mejore el reciclaje. Mientras tanto, ha invertido en papeleras que se coloquen a la entrada de las tiendas con la esperanza de que los compradores tiren las bolsas usadas, que convertirán en bolsas nuevas, completando el círculo. Intentar persuadir a los consumidores de un país con un porcentaje de reciclaje del nueve por ciento para que vaya más allá y devuelva las bolsas usadas a las tiendas podría acabar siendo una tarea infructuosa.
«Gastamos literalmente cientos de millones de dólares en el reciclaje de bolsas de plástico, como films estirables, bolsas de la tintorería, bolsas de pan, bolsas de hielo, de todo», afirma Matt Seaholm, director ejecutivo de American Progressive Bag Aaliance, que se considera una organización en la vanguardia contra las prohibiciones y los impuestos. «Esto incluye la compra de artículos en lugares que las recojan. Nos encantaría que se implicasen más tiendas. Nos encantaría que más tiendas lo fomentaran más. Nos encantaría que los cajeros de las tiendas dijeran a la gente que pueden devolver las bolsas».
Un éxito mixto en Kenia
En Kenia, la prohibición de las bolsas se ha enfrentado a una serie de retos difíciles. La Kenya Association of Manufacturers se opuso sin éxito a la prohibición en los juzgados y advirtió que podrían perderse hasta 100.000 puestos de trabajo en la industria de fabricación de plásticos.
Cuando se aprobó, la prohibición dio pie a la creación de «cárteles de bolsas» que pasaban de contrabando las bolsas de plástico ilegales desde los países vecinos Uganda y Tanzania.
Geoffrey Wahungu, director general de la Autoridad Nacional de Gestión Medioambiental de Kenia, reconoció en una entrevista que, al principio, el gobierno no había considerado qué alternativas podrían usarse para remplazar los plásticos prohibidos. Finalmente, los plásticos empleados para envasar varios alimentos frescos, como la carne, quedaron exentos de la prohibición, entre otros productos.
Aunque los medios destacaron la detención de un vendedor de frutas junto a la carretera a quien habían pillado con unas manzanas metidas en una bolsa de plástico, la aplicación de la ley se ha centrado principalmente en los distribuidores, no en vendedores y consumidores. Con todo, la aplicación de la ley ha sido irregular e incompleta así como los registros de la cantidad de detenciones y multas hasta la fecha.
«La prohibición debía ser drástica y dura, de lo contrario los keniatas la habrían ignorado», afirma Walibia, el activista.
Quizá tenga algo de razón en eso. Abundantes cantidades de basura siguen acumulándose en el paisaje de Kenia. A pesar de todo, el país parece estar visiblemente más limpio en cierto modo. Hay menos bolsas colgando de las ramas de los árboles y tampoco hay tantas bolsas acumuladas que atascan los sistemas de alcantarillado, que creaban criaderos de mosquitos portadores de malaria.
«Ahora todos miran a Kenia por una medida tan atrevida", afirma Wahungu. «No vamos a retroceder. No vamos a ceder».
Pero el gobierno ha decidido ampliar la prohibición y se está enfrentando a nuevos problemas. Ahora, el gobierno quiere prohibir las bolsas de la compra de tela no tejida, esas bolsas tan «ecorresponsables» que remplazaron a las de plástico en 2017. La prohibición debía comenzar este mes, pero ha sido detenida por un juzgado, ya que los fabricantes pretenden detenerla.
Esta historia forma parte de ¿Planeta o plástico?, una iniciativa plurianual para crear conciencia sobre la crisis global de desechos plásticos. Aprende cómo reducir el empleo de plásticos de un solo uso y comprométete. #PlanetaOPlástico.
La National Geographic Society y Sky Ocean Ventures han puesto en marcha el Ocean Plastic Innovation Challenge, que pide a personas de todo el mundo que piensen y desarrollen soluciones novedosas para frenar la crisis de residuos plásticos del planeta. ¿Tienes una idea? Presenta tu solución antes del 11 de junio en oceanplastic-challenge.org
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.