¿Existen alternativas al glifosato?

El debate sobre el impacto del glifosato en nuestra salud y la de nuestros ecosistemas vuelve a abrirse y el Gobierno estudia la posibilidad de prohibirlo. ¿Cuáles son las alternativas?

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 22 may 2019, 15:57 CEST
Pesticida
Fotografía de Samiran Moi, National Geographic Your Shot

El debate sobre el polémico glifosato está de nuevo sobre la mesa desde que, la semana pasada, un tribunal estadounidense condenó a la multinacional Monsanto a una tercera sentencia que relaciona con el cáncer al pesticida químico más utilizado del mundo.

Obligado a pagar 2.000 millones de dólares a una pareja que ha contraído cáncer tras más de 30 años de uso de este producto, la compañía se dispone a recurrir en base a que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) lo considera un producto seguro.

Además, el pasado mes de febrero la revista científica Science Direct publicó los resultados de una investigación que afirma que la exposición al glifosato aumenta un 41% las probabilidades de desarrollar el linfoma no Hodgkin.  

A pesar de estar clasificado por la Agencia Internacional del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud como “probablemente cancerígeno para los seres humanos” desde 2015, el glifosato es uno de los pesticidas más utilizados en el mundo. Campos de cultivo, parques e incluso las aceras de grandes urbes son tratadas con este producto para evitar el crecimiento de malas hierbas.

Glifosato hasta en la cerveza

En 2016, el Instituto Medioambiental de Munich realizó un estudio en el que encontró restos del pesticida hasta en 14 de las marcas de cerveza alemanas más populares. En Estados Unidos, otro estudio confirmó la presencia de esta sustancia “en casi todas las bebidas para adultos”. En agosto del año pasado, otro informe del Environmental Working Group (EWG) confirmó la presencia de esta sustancia incluso en los cereales de los niños.

La categoría en la que se incluye, 2A, viene dada cuando no existen pruebas o estudios suficientes de su relación con el cáncer en humanos pero sí en animales, como en el caso de la carne roja, también categorizada como tal.

Además de la lucha contra las diferentes sentencias que van surgiendo, el gigante Bayer está también siendo investigado por espiar a más de 200 políticos, científicos, periodistas y líderes agrícolas en 2016 para conocer información sobre los organismos genéticamente modificados, según ha publicado recientemente el periódico francés Le Monde.

¿Qué dice Europa?

Comercializado desde 1970, este pesticida inhibe una enzima fundamental en el crecimiento de la maleza, evitando su expansión. Su efectividad ha generado que, a lo largo de los años, esta sustancia se haya colado entre los componentes de cientos de productos a nivel mundial.

Sin embargo, tras años de debate, aún no existe unanimidad científica al respecto. Aunque algunos grupos científicos insisten en su seguridad si se utiliza de manera correcta, los jurados estadounidenses dudan de que Monsanto esté tras las entidades que se declaran a favor de esta sustancia química.

Desde que la IARC lo incluyó en la categoría citada, en 2015, diversos municipios españoles, como Madrid, han vetado el glifosato en sus ayuntamientos. El debate político y social se alargó durante años hasta que, en 2017, la Unión Europea decidió renovar la licencia de esta sustancia durante cinco años más, hasta 2022.

Sin embargo, a raíz de esta tercera sentencia, gobierno español ha llamado a la prudencia y ha dejado la puerta abierta a estudiar cómo prescindir de este pesticida. A día de hoy, en nuestro país existen más de 100 productos autorizados para la agricultura, la silvicultura, la jardinería e incluso la aplicación doméstica que contienen glifosato, según informa Greenpeace, que alerta además sobre su peligrosidad al filtrarse en los suelos: “está en lo que comemos, en el agua que bebemos y en nuestros cuerpos”.

Impacto sobre el declive de las abejas

Además de los estudios sobre su relación con el cáncer, la organización alerta de las sospechas sobre que también “actúa como un disruptor endocrino y que es tóxico para la reproducción”, hecho que también afecta al desplome que sufren especies como las abejas.

“La mayoría de las bacterias intestinales de abeja contienen la enzima objetivo del glifosato”, afirma un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences el pasado octubre. “La exposición de las abejas al glifosato altera la comunidad intestinal de las abejas y aumenta la susceptibilidad a la infección por patógenos oportunistas. Comprender cómo el glifosato afecta a los simbiontes intestinales de las abejas y a su salud ayudará a dilucidar un posible papel de este químico en el declive de las colonias”, declara el estudio.

¿Hay alternativas al glifosato?

Aunque algunos países, como Francia, han tratado de prohibir esta sustancia, la dificultad de llevarlo a la práctica es a menudo escudada en la falta de alternativas, ya que muchos agricultores afirman que el glifosato es necesario para los sistemas agrícolas actuales.

Diversas organizaciones medioambientales piden a Europa que, ante la falta de estudios definitivos, aplique el principio de la prevención. “A pesar de que la industria química con sus agresivas campañas de marketing nos ha querido convencer de que hoy en día no es posible mantener la agricultura sin recurrir a fertilizantes y plaguicidas sintéticos, la agricultura ecológica muestra cada día que es la mejor opción para proteger nuestra salud y el medio ambiente”, afirma Greenpeace.

El Ministerio de Agricultura publicó una Guía de buenas prácticas para la mezcla en el campo de productos fitosanitarios, para tratar de minimizar el riesgo de aquellas personas más expuestas, pero muchas organizaciones no lo consideran suficiente, además de no abordar el riesgo para el medio ambiente.  

El incremento de la diversidad de cultivos y su rotación, los acolchados, el pastoreo, o la eliminación de estas hierbas de forma manual o mecánica son algunas de las técnicas ecológicas que proponen desde las organizaciones medioambientales como parte de una agricultura ecológica sostenible.

En la contaminación por químicos, a menudo la ley y los estudios avanzan más despacio de lo que corresponde, por lo que la organización insiste en la importancia de “garantizar que la evaluación científica de los plaguicidas sometidos a aprobación reglamentaria en la UE se base exclusivamente en estudios publicados y encargados por las autoridades públicas competentes, y no por la industria de los agroquímicos”.

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