Más de un millón de especies se encuentran en riesgo de extinción
Un nuevo informe de la UNESCO arroja nefastos datos sobre el vertiginoso declive de la biodiversidad mundial y una única conclusión: se nos acaba el tiempo.
Nos encontramos ante un declive de la biodiversidad de nuestro planeta sin precedentes: más de un millón de especies están en riesgo de extinción, una tasa que además continúa en aumento.
Así lo afirma el estudio de la biodiversidad de la UNESCO, publicado hoy por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), que se reunió la semana pasada en París.
"La evidencia abrumadora de la Evaluación Global de IPBES, desde una amplia gama de diferentes campos de conocimiento, presenta una imagen siniestra", afirma Robert Watson, presidente de IPBES, en un comunicado de la organización.
Las cifras de la vida en declive
Un tercio de todos los mamíferos marinos están amenazados, según el informe, así como más del 40% de las especies de anfibios y casi el 33% de los corales. En la gran mayoría de los principales hábitats terrestres, la abundancia de especies ha disminuido al menos un 20%, sobre todo desde 1900.
“Al menos 680 especies de vertebrados fueron llevadas a la extinción desde el siglo XVI”, declara el estudio, que también afirma que más del 9% de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se extinguieron en 2016, y hay al menos 1.000 razas más amenazadas. Sobre los insectos, el panorama es menos claro, pero “la evidencia disponible respalda una estimación tentativa de que el 10% está amenazado”.
Las tres cuartas partes de los ecosistemas terrestres y un 66% de los marinos han sido alterados significativamente por las acciones humanas. Además, más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75% de los recursos de agua dulce se dedican hoy en día a la producción agrícola o ganadera.
“La salud de los ecosistemas de los que nosotros y todas las demás especies dependemos se está deteriorando más rápidamente que nunca”, declara Watson. “Estamos erosionando los cimientos de nuestras economías, medios de vida, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida en todo el mundo".
Además cada año, se extraen en todo el mundo aproximadamente 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables, casi el doble desde 1980. “La degradación de la tierra ha reducido la productividad del 23% de la superficie terrestre global”, la pérdida de polinizadores amenaza los cultivos del mundo entero y “entre 100 y 300 millones de personas tienen un mayor riesgo de inundaciones y huracanes debido a la pérdida de hábitats”.
En 2015, el 33% de las poblaciones de peces marinos se estaban capturando a niveles insostenibles. La plaga por plásticos se ha multiplicado por diez desde 1980 y entre 300 y 400 millones de toneladas de metales pesados, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se arrojan cada año al agua, provocando entre otras cosas más de 400 “zonas muertas” en los océanos.
Los cinco impulsores directos del declive
Más de 145 expertos de 50 países y más de 300 contribuyentes han trabajado en el informe durante los últimos tres años para evaluar los cambios producidos en las últimas cinco décadas. Gracias a este trabajo, el informe aporta un panorama completo de la relación entre las vías de desarrollo económico y su impacto en la naturaleza.
Como el primer informe intergubernamental que realiza un análisis completo al respecto, su objetivo es captar la atención política para lograr una actuación urgente y global. "Esta pérdida es un resultado directo de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo", alerta el profesor Josef Settele, que copresidió la evaluación.
Para lograr este objetivo, los autores de la evaluación han clasificado los cinco agentes con un impacto global mayor sobre la biodiversidad. En primer lugar se encuentran los cambios en el uso de la tierra y el mar, seguidos de la explotación de los organismos, el cambio climático, la contaminación y, en último lugar, las especies exóticas invasoras.
Los gases de efecto invernadero se han duplicado desde 1980
Según los autores del informe, en algunos casos el cambio climático se sitúa por delante de otros impulsores, debido a que su impacto sobre la naturaleza va desde el nivel de los ecosistemas hasta el de la genética, y se espera que aumenten en las próximas décadas.
Entre sus conclusiones, los expertos alertan sobre que la trayectoria actual no nos llevará a alcanzar los objetivos de la Agenda 2030, por lo que solo cambios realmente transformadores en la sociedad y nuestros modelos de producción lograrán conservar la naturaleza y la biodiversidad de manera sostenible.
Con avances positivos en tan solo cuatro de las veinte metas Aichi para la diversidad biológica, “es probable que perdamos la mayoría de aquí a 2020”, afirman los expertos. “Las tendencias negativas actuales en la biodiversidad y los ecosistemas socavarán el progreso hacia el 80% (35 de 44) de los objetivos evaluados de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, relacionados con la pobreza, el hambre, la salud, el agua, las ciudades, el clima, los océanos y la tierra”.
Mucho más que un problema medioambiental
La pérdida de biodiversidad, por tanto, queda lejos de mantenerse únicamente como un problema ambiental. Es un desafío que plaga el ámbito de desarrollo tanto económico, como de seguridad social y moral.
Las conclusiones del informe son claras: como mínimo hasta 2050, las tendencias negativas en la naturaleza continuarán a nivel general, salvo aquellos puntos concretos donde a nivel regional se han aplicado cambios transformadores, pero no suficientes a nivel global si las soluciones no son transversales.
Por ello, los autores presentan una amplia gama de acciones para lograr la sostenibilidad en los diferentes sectores, destacando la importancia de adoptar enfoques de gestión integrada e intersectorial, logrando “la evolución de los sistemas financieros y económicos globales para construir una economía global sostenible, alejándose del paradigma limitado actual del crecimiento económico”.