Los «bosques» de algas podrían ayudar a combatir el cambio climático
El cultivo de algas para después hundir las plantas maduras hasta el fondo del mar podría ser una forma eficaz de combatir el calentamiento. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Mientras la Amazonia arde, aumenta el interés por cultivar bosques que absorban las emisiones de carbono que calientan el planeta, pero que sean a prueba de fuego.
Eso se debe a que estos bosques están bajo el agua.
Un conjunto de investigaciones cada vez mayor documenta el posible cultivo de algas para contrarrestar el cambio climático conforme la deforestación diezma las selvas y otros sumideros de carbono fundamentales. Las selvas marinas de crecimiento rápido con kelp y otras macroalgas almacenan carbono de forma muy eficaz. Las algas también palían la acidificación, la desoxigenación y otros impactos marinos del calentamiento global que amenazan a la biodiversidad de los mares y la fuente de ingresos y alimento de cientos de millones de personas.
«Las algas por fin están viviendo su momento de fama», afirma Halley Froehlich, científica marina de la Universidad de California, Santa Bárbara.
Es la autora principal de un nuevo estudio que cuantifica por primera vez la capacidad global para el cultivo de algas a gran escala para contrarrestar las emisiones de carbono terrestres y cartografía áreas del océano aptas para el cultivo de macroalgas.
El cultivo de algas en solo el 3,8 por ciento de las aguas federales de la costa californiana —o un 0,065 por ciento del océano global disponible para cultivar macroalgas— podría neutralizar las emisiones del sector agrícola estatal de 50 000 millones de dólares, según el estudio, publicado el jueves en la revista Current Biology.
Actualmente, las algas se cultivan a pequeña escala para su uso en alimentos, medicinas y productos de belleza. Sin embargo, los científicos se oponen al establecimiento de plantaciones industriales para cultivar algas hasta su madurez, cosecharlas y hundirlas en las profundidades del océano, donde el dióxido de carbono capturado quedaría sepultado durante cientos o miles de años.
Descubrieron que plantar macroalgas en solo un 0,001 por ciento de las aguas destinadas al cultivo de macroalgas y hundirlas en el mar podría compensar las emisiones de carbono de la creciente industria internacional de la acuicultura, que suministra la mitad de los alimentos marinos del mundo. En total, el estudio concluye que hay 48 millones de kilómetros cuadrados de océano aptos para el cultivo de algas.
Hay inconvenientes
Froehlich indica que «aún no existe la tecnología» para secuestrar algas en las profundidades del océano. «Espero que este estudio genere debate entre los ingenieros y los economistas sobre qué haría falta para establecer mecanismos reales».
Carlos Duarte, un importante científico de algas del Centro de Investigación del mar Rojo en Arabia Saudí, asistió a una presentación sobre los hallazgos del estudio en abril.
«El nuevo estudio se suma a anteriores investigaciones y estimaciones globales que apuntan a la acuicultura de algas como una importante vía para mitigar el cambio climático», escribe por email, indicando que no había revisado el artículo científico final. «Opino que las estimaciones son muy conservadoras y que hay mucho más potencial si se mantiene el cultivo de forma adecuada».
Pero Duarte se opone a hundir las algas.
«Las algas son un material muy valioso y hay formas más útiles de emplear este material que deshaciéndose de ellas en el fondo del mar, contribuyendo al mismo tiempo a la mitigación del cambio climático», afirma.
De hecho, Froehlich y otros ecólogos marinos llaman a las algas el «carbono carismático», por la capacidad polifacética de las macroalgas para abordar una serie de males medioambientales en el océano o en tierra.
Además de su potencial para contrarrestar la acidificación y la desoxigenación, absorber los nutrientes excesivos y proporcionar un hábitat para la fauna marina en al menos 77 países, las algas pueden procesarse para fabricar biocombustible. Y la investigación ha demostrado que añadir algas al pienso del ganado puede reducir las potentes emisiones de metano de los eructos de las vacas y otro ganado de pasto —una importante fuente de gases de efecto invernadero a nivel global— hasta un 70 por ciento. Las algas también pueden utilizarse como suplemento para el suelo agrícola, remplazando los fertilizantes derivados del petróleo.
«Los cálculos demuestran que las algas pueden ser una herramienta muy eficaz para combatir el cambio climático, pero el mercado debe validarlas», afirma Scotty Schmidt, director ejecutivo de Primary Ocean, una empresa de Los Ángeles que trabaja en un proyecto financiado por Estados Unidos para desarrollar tecnologías que desplieguen plantaciones de algas a gran escala.
«El cultivo de algas solo para el secuestro de carbono no es un negocio viable en este momento, ya que apenas existe un mercado de carbono dispuesto a aceptar créditos de compensación con algas», afirma.
La estrategia de Primary Ocean consiste en extraer material de las algas que pueda venderse para usos agrícolas. Schmidt afirma que, si pueden obtener beneficios de dichas ventas y se dispone de créditos de carbono, la empresa podría secuestrar los residuos de las macroalgas.
Hacer que los contadores del crédito de carbono acepten las algas como fuente legítima de reducción de gases de efecto invernadero es uno de los principales retos.
«La ciencia y la demanda están ahí; el obstáculo es un catalizador que haga que la producción supla la demanda», afirma Duarte. «Específicamente, necesitamos protocolos de créditos de carbono que puedan utilizarse para reclamar créditos de carbono a partir de la acuicultura de algas y también entornos legislativos que faciliten las desgravaciones y las licencias para la acuicultura de algas».
Pese a la longitud de la costa apta para el cultivo de algas, Estados Unidos apenas tiene operaciones de acuicultura marítimas. Se prevé que China y otros países asiáticos que producen la mayor parte de las algas de acuicultura asuman un papel protagonista en el establecimiento de las macroalgas como fuente de «carbono azul».
«En Estados Unidos, es probable que sea más fácil obtener una licencia para una plataforma petrolífera que para la acuicultura de algas», afirma Duarte.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.