¿Qué son las compensaciones de emisiones de carbono?
Aunque las ventas aumentan, no todas las compensaciones de emisiones de carbono son iguales.
Cuando la activista climática de 16 años Greta Thunberg surcó el Atlántico en un velero cero emisiones, su objetivo era llamar la atención sobre las millones de toneladas de dióxido de carbono que emite cada año a la atmósfera el transporte aéreo. Si para volver a casa estas fiestas pasas diez horas volando, el viaje podría añadir hasta una tonelada de carbono a la atmósfera.
Si te sientes culpable por esas emisiones de carbono que contribuyen al calentamiento, quizá tengas la tentación de comprar una compensación de emisiones de carbono. En el último año, han aumentado las búsquedas de «compensaciones de carbono» en Google y los proveedores afirman que las ventas han subido.
El proveedor Cool Effect sostiene que las compras de sus compensaciones de emisiones de carbono por particulares han aumentado un 700 por ciento desde mayo. Gold Standard, una organización que certifica los programas de compensación de emisiones de carbono, afirma que las compras de compensaciones se han cuadruplicado en el último año.
El enfoque de mercado para reducir las emisiones no ha sido ajeno a las críticas. Algunos sostienen que centrarse en acciones individuales distrae de las mejoras más influyentes que ocurren cuando se regula la industria.
Actualmente, los países que firmaron el Acuerdo de París están negociando las normas de un mercado de carbono internacional para comprar y vender créditos de carbono, aunque los expertos afirman que dichas normas afectarían a los emisores a gran escala, no a los particulares que compran compensaciones de bajo coste.
Las compensaciones compradas por un vuelo carecen de supervisión y no todas cuentan con prácticas empresariales transparentes. Si quieres comprar una compensación para sentirte menos culpable por volar, te contamos todo lo que debes saber a continuación.
¿Qué son las compensaciones de emisiones de carbono?
Marisa de Belloy, consejera delegada de Cool Effect, cree que las cuestiones climáticas son como un problema matemático.
Sostiene que una compensación comprada en su empresa «equivale a una tonelada de emisiones de carbono que no se han emitido. El término compensación quiere decir que se utiliza dicha tonelada para compensar la introducida en la atmósfera».
Los programas de reducción de emisiones pueden consistir en plantar árboles o proporcionar cocinas de combustión limpia a las comunidades, por ejemplo.
Para compensar un vuelo de varias horas, un cliente pagaría 8,50 dólares a un programa que remplaza los fogones en chimeneas de Honduras con cocinas de ladrillo y mortero construidas a medida que usan menos madera para cocinar y expulsan el humo a través de una chimenea. Cool Effect calcula que una cocina nueva podría reducir tres toneladas de emisiones de carbono al año.
¿Por qué no donar directamente a una ONG que construya esas cocinas?
«La diferencia es que cuando compras una compensación reduces las emisiones de carbono de forma verificable», afirma de Belloy. «Cuando donas a una gran ONG medioambiental, no sabes exactamente qué repercusiones has tenido».
Las compensaciones de emisiones de carbono compradas voluntariamente también son distintas del tipo de créditos de carbono empleados en el sistema de comercio de derechos de emisión. Conforme a ese marco reglamentario, una empresa que emita menos que el límite exigido por ley puede vender un «crédito» a una empresa que exceda el límite legal y que por consiguiente puede ser multada.
¿Hay trampa?
«Las empresas y los consumidores deberían pensar primero en reducir sus emisiones antes de intentar obtener compensaciones para esas reducciones de emisiones que no son posibles o rentables a corto plazo», afirma Kelley Kizzier, experta en mercados de carbono del Fondo para la Defensa Ambiental.
«Hay muchas compensaciones cuestionables y puede ser difícil navegar por el mundo de las compensaciones, ya que a veces es turbio».
De Belloy afirma que, para influir realmente en las emisiones de carbono, los proyectos deben satisfacer un concepto que los grupos de compensaciones denominan «adicionalidad» y proporcionar un beneficio adicional que no existiría sin el dinero del grupo de compensación de emisiones de carbono.
Por ejemplo, si pagaras a alguien para que preservara un bosque, contaría como compensación si ese bosque hubiera estado destinado al desarrollo de infraestructura. Un terrateniente que necesite el dinero de la leña recibiría dinero para mantener los árboles en pie. Si el bosque no hubiera estado en peligro, el pago al terrateniente no contaría como compensación, porque el dinero no aporta un beneficio adicional: el bosque habría permanecido en pie con o sin ese pago.
Tampoco existe garantía alguna de la duración de un proyecto comprado con una compensación de emisiones. Una investigación de ProPublica publicada a principios de año descubrió varios ejemplos de programas de créditos de carbono que no protegían los bosques tropicales.
Para proteger un bosque de la deforestación, los ingresos de las compensaciones de emisiones de carbono deben ser más competitivos que las industrias —normalmente lucrativas— que provocan la deforestación, como la ganadería y la producción de soja. Los terrenos gestionados de forma sostenible un año pueden sucumbir a la nueva voluntad política o a una gestión diferente al siguiente.
¿Cómo se encuentra una compensación acreditada?
«Cuando las compensaciones llegaron al mercado en los 90, se parecía al Salvaje Oeste. Había mucha variabilidad en los programas», explica Pete Miller, experto en compensaciones de emisiones de carbono del Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales.
Las compensaciones entraron en las conversaciones políticas tras el Protocolo de Kioto, un tratado climático internacional firmado en 1992, pero Miller sostiene que la creciente concienciación sobre el cambio climático es el motivo de su popularidad actual.
Aunque han aparecido algunas reglas, las elaboran principalmente grupos de certificación independientes como Gold Standard y Green-e. En Estados Unidos, las compensaciones de emisiones de carbono que compran los particulares no están sometidas a la legislación federal.
«Si alguien quiere vender una compensación y encuentra a alguien dispuesto a comprarla, nada impide esa transacción», afirma Miller.
Miller afirma que los consumidores que quieran comprar una compensación deberían asegurarse de que los proyectos hayan sido aprobados por terceras partes que los supervisen y garanticen que proporcionan una reducción real de las emisiones de carbono.
¿Influyen en las emisiones?
«Las compensaciones no deberían considerarse una alternativa a los requisitos normativos», afirma Miller. Insiste en que las reducciones reales de las emisiones de carbono se lograrán con acuerdos internacionales ambiciosos.
A escala global, un vuelo internacional es insignificante. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, la electricidad generada con carbón produjo más de 1000 millones de toneladas de emisiones de carbono solo en 2018.
Pero en la vida cotidiana, volar es de lejos una de las actividades con más intensidad de emisiones de CO2. Un vuelo puede producir tanto carbono como conducir más de 3200 kilómetros.
Si volar es inevitable, comprar compensaciones a un vendedor acreditado puede reducir la cantidad de carbono emitido a la atmósfera, técnicamente.
De Belloy prevé que Cool Effect seguirá creciendo. Según ella, la motivación de los particulares para tomar medidas personales viene de la mayor insatisfacción por el fracaso de los gobiernos y la industria privada a la hora de abordar el cambio climático.
«La gente ha empezado a entender que tenemos que aunar fuerzas», afirma.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.