Roma parece condenada: ¿es demasiado tarde para salvarla de su destino?

La cuestión no es si se producirá una inundación devastadora, sino cuándo. La recién creada Oficina del Clima se afana por encontrar una solución.

Por Mattia Ferraresi
Publicado 14 jun 2023, 13:32 CEST
Turistas visitan el Foro Romano de Roma

Turistas visitan el Foro Romano. Desde 2008, las precipitaciones extremas han aumentado en frecuencia e intensidad, provocando importantes inundaciones en la zona urbana de Roma. La recién creada Oficina del Clima de la ciudad trabaja para presentar una estrategia de adaptación el próximo otoño.

Fotografía de Andrea Frazzetta, Nat Geo Image Collection

"Roma no se construyó en un día", pero una gran parte de ella podría quedar devastada en pocas horas si se produce un fenómeno meteorológico extremo, según los expertos que estudian la vulnerabilidad de la ciudad. El aumento de las temperaturas está haciendo que las tormentas sean más frecuentes en todo el mundo, pero lo que convierte a Roma en una bomba de relojería climática es una combinación de infraestructuras anticuadas y décadas de decisiones políticas de planificación que ignoraron en gran medida la crisis en desarrollo.

El clima está cambiando, pero la Ciudad Eterna no.

Desde 2008, las precipitaciones extremas han aumentado en frecuencia e intensidad, y aproximadamente 20 de los fenómenos más extremos registrados entre 2010 y 2020 causaron importantes inundaciones en la zona urbana, según el Centro Euromediterráneo sobre el Cambio Climático. Incluso las precipitaciones moderadas convierten regularmente algunas calles de la ciudad, que se extiende sobre las colinas, en ríos pavimentados que fluyen hacia las zonas bajas, inundando estaciones de metro y pasos subterráneos.

Las fuertes olas de calor son la otra cara de la moneda climática. En las dos últimas décadas, las temperaturas medias en Roma han aumentado 3,6 grados centígrados en comparación con el periodo comprendido entre 1971 y 2000, y el número de muertes relacionadas con el calor entre adultos mayores de 50 años ha aumentado un 22%. Las tasas de mortalidad entre los ancianos aumentan drásticamente durante el verano, cerca de las islas de calor urbanas en constante expansión. El clima de Roma es un péndulo demasiado común que oscila entre la sequía y las inundaciones, pero la ciudad aún no tiene un plan de adaptación y su compleja estructura centenaria está especialmente expuesta a las variaciones climáticas.

"El cambio climático está exacerbando problemas preexistentes", afirma Andrea Filpa, arquitecto y urbanista de la Universidad Roma Tre, coautor del primer mapa de vulnerabilidad de Roma.

Su investigación puso de relieve algunos de los principales obstáculos de la ciudad para adaptarse al cambio climático. Por ejemplo, más del 90% de la zona urbana está cubierta de suelo impermeable, lo que impide que el agua drene. Varios barrios carecen de sistemas de alcantarillado eficaces, lo que los hace propensos a las inundaciones. Algunos distritos cercanos a la costa fueron ganados al mar en el siglo XIX y ahora están por debajo del nivel del mar, por lo que es necesario bombear agua constantemente para mantenerlos secos. La Ciudad metropolitana de Roma Capital también tiene una de las mayores concentraciones de edificios ilegales de las capitales europeas, y es un coloso administrativo que ocupa más de la mitad de la Comunidad de Madrid.

"El planteamiento antiguo sería considerar qué infraestructuras podemos construir para contener los nuevos retos, pero eso no funciona en una ciudad como Roma", dice Filpa. "El planteamiento más sensato implica examinar todo lo que hacemos, desde la reparación de carreteras hasta las nuevas construcciones, a través de una lente climática, comprobando cuidadosamente su impacto. Ése es el paso conceptual más difícil de dar para una ciudad como ésta, expuesta a una combinación compuesta de retos".

La principal amenaza procede del agua. La ciudad está construida sobre un equilibrio hidráulico diseñado para un clima preindustrial. Una crecida masiva del río Tíber sería devastadora, y no es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo. Los expertos coinciden en que el punto de ruptura de las riberas se sitúa en la zona norte de la ciudad, en torno al Puente Milvio, donde las tropas de Constantino I derrotaron a Majencio en el año 312 d.C., coronándolo como único gobernante del Imperio Romano. Si el río se desbordara en esta zona, el agua fluiría sin alteraciones hacia el centro histórico de la ciudad.

Vista general del río Tíber en Roma. La principal amenaza de devastación de esta ciudad histórica procede del agua. Roma está construida sobre un equilibrio hidráulico diseñado para un clima preindustrial. Una crecida masiva del Tíber sería desastrosa. Los expertos dicen que no es cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo.

Fotografía de Christian Minelli, NurPhoto, Getty Images

Aldo Fiori, ingeniero hidráulico de la Universidad Roma Tre y gran experto en el sistema hídrico de Roma, modelizó las próximas crecidas del Tíber a partir de la información sobre las más recientes, simulando su extensión y profundidad suponiendo eventos con distintos periodos de retorno. En todos los escenarios, el Panteón acaba lleno de al menos dos metros de agua y todo el centro histórico resulta gravemente dañado.

"El Tíber siempre ha fluido a lo largo de los milenios; la primera inundación de la que se tiene constancia se remonta al siglo V a.C., pero lo que realmente potencia el impacto duradero de estos fenómenos es la cantidad de suelo impermeable que encuentra el agua", explica Fiori, mientras muestra simulaciones apocalípticas en 3D de inundaciones que reproducen realmente escenarios probables. La inundación de 1598, la más dañina jamás registrada en Roma, causó la muerte de unas 3000 personas, lo que suponía alrededor del 3% de la población de la ciudad en aquel momento.

En el pasado se han planteado soluciones radicales. La gran inundación de diciembre de 1870, pocos meses después de que el ejército italiano tomara Roma y disolviera los Estados Pontificios, llevó a Giuseppe Garibaldi, el héroe de la unificación de Italia, a presentar un proyecto increíblemente ambicioso para desviar el Tíber y librar para siempre a Roma de las inundaciones y la malaria.

"En retrospectiva, el plan era bastante inteligente", dice Fiori, señalando que la ciudad de Valencia desvió el río Turia en la década de 1960 tras una ruinosa inundación. "Pero un análisis de costes y beneficios hizo que los responsables de entonces optaran por levantar muros de contención, lo que sólo era una solución parcial para contener el río".

Hoy en día, actuar sobre la permeabilidad del suelo es casi la única forma de reducir los riesgos y limitar los daños. "Las normas sobre consumo de suelo imponen el principio de la llamada "invariancia hidráulica", que significa que por cada centímetro cuadrado de suelo que se impermeabiliza, debe crearse una cantidad igual de suelo permeable. Sin embargo, el concepto puede resultar engañoso, porque no resuelve el problema hidrológico, es decir, lo que ocurre bajo tierra en cuanto a la distribución del agua", explica Fiori.

Las cuencas de infiltración, los jardines de lluvia y otras soluciones basadas en la naturaleza que recogen grandes cantidades de agua y dejan que se filtre lentamente en el suelo son soluciones innovadoras para mitigar los riesgos en zonas urbanas propensas a las inundaciones como Roma. Sin embargo, advierte Fiori, "si se construyen sin una visión global, pueden no ser beneficiosas, y en algunos casos pueden ser incluso contraproducentes. Se necesita un plan integral y cuidadosamente coordinado para que los mecanismos de infiltración funcionen correctamente. No se puede ir lote por lote. En este caso, la idea de una visión global de la ciudad no es sólo un eslogan inspirador y vacío, sino una cuestión muy práctica para que las cosas funcionen".

(Relacionado: Yakarta se hunde: ¿podrá salvarla el Gobierno con este plan)

Visión para el futuro de Roma

El encargado de dibujar la visión global de Roma es Edoardo Zanchini. Arquitecto y ecologista de larga trayectoria, fue nombrado director de la recién creada Oficina para el Clima de la ciudad en 2022. En 2021, el ayuntamiento de Roma votó un plan para lograr una reducción del 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030. La Oficina para el Clima está trabajando para presentar una estrategia de adaptación el próximo otoño.

¿Cómo será el nuevo plan? "Será cualquier cosa menos lo que se ha hecho a nivel nacional", dice Zanchini. "En el pasado reciente, el Ministerio de Medio Ambiente y otros departamentos produjeron muchos libros y trabajos de investigación interesantes y muy largos, pero ninguna solución a los problemas reales. Mi planteamiento es el contrario. Mi oficina se centra en identificar prioridades e idear medidas eficaces para los problemas locales, que en cada distrito de la ciudad también pueden ser radicalmente distintos."

Las tres prioridades fijadas por Zanchini son: evitar que Roma se quede sin agua, mitigar los riesgos de inundaciones desastrosas y establecer medidas de emergencia para contrarrestar el efecto de las mortíferas olas de calor durante el verano, que afectan desproporcionadamente a las personas mayores y económicamente frágiles.

Roma está cada vez más salpicada de islas urbanas de calor, donde la mortalidad de las personas mayores de 65 años es el doble que en las zonas verdes. Los investigadores calculan que aumentar la cobertura arbórea e invertir en infraestructuras urbanas verdes podría reducir la mortalidad en 200 unidades al año.

Para Zanchini, la tarea de forjar un plan para preservar Roma y sus más de 2800 años de historia debe ser titánica. Pero sigue siendo optimista.

"Con un enfoque pragmático, se pueden hacer muchas cosas", afirma, "desde arreglar nuestro sistema de acueductos, que tiene goteras, hasta invertir en plantar árboles ya crecidos en las zonas más cementadas para dar un alivio inmediato a la gente que vive allí."

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    Afincado en Roma, Mattia Ferraresi es redactor jefe del periódico italiano Domani y colaborador de varios medios de comunicación estadounidenses. Síguelo en Twitter.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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