Nadie podrá reconstruir los recuerdos quemados de Los Ángeles

A diferencia de las carreteras y las líneas de servicios públicos, el pasado no es tan fácil de recuperar y reconstruir tras una catástrofe.

Por Rosecrans Baldwin
Publicado 20 ene 2025, 14:55 CET
El humo se eleva a lo largo de la autopista de la costa del Pacífico

Más de 10 000 edificios ardieron en los incendios de Los Ángeles. Aquí, el humo se eleva a lo largo de la autopista de la costa del Pacífico.

Fotografía de Michael Christopher Brown

Los incendios de Los Ángeles son un desastre que destroza el alma y define la ciudad. Las voces insensibles que lo han calificado de "acontecimiento destructor de la ciudad" no conocen bien Los Ángeles.

Tengo amigos que perdieron sus casas. Tengo familiares a los que se les quemó su casa. Los Ángeles ha perdido iglesias, sinagogas y edificios que formaban parte de nuestra historia colectiva; no sólo joyas arquitectónicas, sino lugares de encuentro cívicos y piedras de toque de la memoria comunitaria.  

En Pacific Palisades y Malibú ha desaparecido el Will Rogers Western Ranch, en el parque estatal que lleva el nombre del actor, donde yo solía merendar en el césped con mis amigos. También se nos ha ido el Moonshadows, un restaurante de la autopista de la costa del Pacífico conocido para ver famosos, pero también donde una tarde me tomé una cerveza con mi mujer después de un precioso día de playa, sentándonos junto a las ventanas, encaramados sobre el océano, pensando en lo afortunados que éramos por estar allí. Atrás quedan referentes arquitectónicos como la Keeler House, una casa de postes y vigas que el arquitecto del sur de California Ray Kappe remodeló en la década de 1990, y la Benedict and Nancy Freedman House de Richard Neutra, una obra maestra de la arquitectura residencial de mediados de siglo.

En Altadena, uno de mis pueblos favoritos y más tranquilos de Los Ángeles (también convertido, tras la Ley de Vivienda Justa de 1968, en un enclave para la comunidad negra de Los Ángeles), las pérdidas, preciosas para nosotros, pueden ser desconocidas si se es forastero. Las Park Planned Homes de Gregory Ain, un experimento radical de posguerra para construir casas prefabricadas asequibles, han desaparecido. También restaurantes como Side Pie, una pizzería de patio trasero (y más tarde, una tienda) que alivió a muchos durante la COVID, incluyéndome a mí. O el Bunny Museum, que era tan extravagante como su nombre indica, casi la quintaesencia de la rareza de Los Ángeles: una acumulación sin precedentes de más de 45 000 piezas de recuerdos de conejos, que al parecer se han perdido en su mayor parte pasto de las llamas. En muchos casos, se está trabajando en la recaudación de fondos para la reconstrucción (mis redes sociales están repletas de llamamientos GoFundMe), pero es evidente que es casi imposible que todo pueda volver a ser como antes.

Las consecuencias del incendio de Palisades en Malibú, California.

Las consecuencias del incendio de Palisades en Malibú, California.

Fotografía de Michael Christopher Brown
Cañón Topanga, después del incendio.

Cañón Topanga, después del incendio.

Fotografía de Michael Christopher Brown

Estos lugares son algo más que edificios. El lenguaje de la arquitectura, las tensiones, las cargas, las fuerzas cortantes, sugieren cómo experimentamos emocionalmente los espacios que habitamos y cómo nos transformamos con ellos. Octavia Butler, la gran autora de ciencia ficción, escribió en 1993 al comienzo de La parábola del sembrador, una novela postapocalíptica sobre Los Ángeles envuelta en llamas: "Todo lo que tocas lo cambias. Todo lo que cambias te cambia".  Conozco mi propia evolución a través de los lugares: los suburbios donde crecí en Connecticut, un estudio en Greenwich Village donde viví sola por primera vez. Las casas se convierten en hogares; las habitaciones contienen recuerdos. Los significados que creamos y extraemos de los cafés de la esquina o de los restaurantes que nos alimentan están impregnados de impresiones sensoriales, lo que sugiere que cuando esos lugares se destruyen, una parte de nosotros también se va. Hace poco quedé a tomar un café con una amiga que creció en Palisades. "Ni siquiera he empezado a asimilar que toda mi infancia ha desaparecido", me dijo.

La magnitud de los incendios en Los Ángeles ha sido difícil de comprender incluso para los que vivimos aquí. La ciudad, la segunda más poblada del país, es un singular experimento estadounidense de vida en común. Es variada, diversa y vasta: urbana, suburbana y rural a la vez (por no mencionar que es la única gran metrópolis de Estados Unidos dividida por una cadena montañosa). El Gran Los Ángeles, lo que se entiende por "L.A.", tiene casi 20 millones de habitantes (más que la población sumada de Andalucía y Cataluña); por extensión, es la mayor región metropolitana de Estados Unidos. Uno de los pocos momentos en los que me he podido reír en las últimas dos semanas fue cuando vi una publicación en redes sociales que sugería a los neoyorquinos confundidos que, para entender la conflagración, se imaginaran Central Park en llamas. Con alrededor de 16 000 hectáreas quemadas y 12 000 estructuras destruidas, estaríamos hablando del equivalente de 47 Central Parks destruidos. 

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      La Casa Keeler, construida por el arquitecto Ray Kappe en 1991
      Lo que queda de la casa Keeler.
      Izquierda: Arriba:

      La Casa Keeler, construida por el arquitecto Ray Kappe en 1991, fue un célebre ejemplo de diseño modernista, conocido por sus vigas a la vista de madera roja.

      Fotografía de Sam Lubell, The New York Times, Redux
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      Lo que queda de la casa Keeler.

      Fotografía de Michael Christopher Brown
      Restaurante Moonshadows  de Malibú
      Moonshadows destruido por el incendio de Palisades
      Izquierda: Arriba:

      Moonshadows era un restaurante de Malibú donde el autor concluyó una vez un agradable día de playa con su esposa.

      Fotografía de Anton Dijkgraaf, Camera Press, Redux
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      Moonshadows destruido por el incendio de Palisades.

      Fotografía de Michael Christopher Brown
      Restos de la Western Ranch House de Will Rogers en Pacific Palisades

      Los restos de la Western Ranch House de Will Rogers en Pacific Palisades.

      Fotografía de Michael Christopher Brown
      Restaurante de marisco Reel Inn de Malibú, antes del incendio
      Lo que queda de la marisquería Reel Inn.
      Izquierda: Arriba:

      El restaurante de marisco Reel Inn de Malibú, antes del incendio.

      Fotografía de Ben Barden, Alamy Stock Photo
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      Lo que queda de la marisquería Reel Inn.

      Fotografía de Michael Christopher Brown

      Este momento será decisivo para Los Ángeles. No solo por cómo avanzamos, sino también por cómo preservamos lo que se ha perdido, algo que a Los Ángeles no se le da especialmente bien con nuestra predilección por el auge y el declive, por vivir en constante cambio, por derribar cosas para construir de nuevo. Amanda Barnes, la historiadora aficionada detrás de la popular cuenta de Instagram CahuengaPast, que lleva el nombre de la calle que atraviesa Hollywood Hills, está de acuerdo. "Tenemos una capacidad de atención corta y nos encanta plantar una nueva bandera", afirma. "A Los Ángeles le encantan las nuevas ideas, marcar tendencia. Es lo más constante de Los Ángeles", añade.

      Barnes comenzó su proyecto en 2020, para documentar historias no contadas de las casas del barrio en el que vive. "Describo este proyecto como una intersección de la historia de la arquitectura, lo metafísico y los viejos escándalos de celebridades de los últimos 100 años. Hay una cierta energía en esta parte concreta de Hollywood Hills y las casas actúan como guardianes", dijo.  

      Como guardiana que es, Barnes rebusca en archivos y periódicos antiguos para sacar a la luz todos los cotilleos y estafas que pueden definir una propiedad; por ejemplo, establecer las conexiones entre Neutra, el escritor Aldous Huxley y Krotona, la antigua sede de la Sociedad Teosófica de Beachwood Canyon, un movimiento religioso esotérico de principios del siglo XX (por cierto, el Centro Bibliotecario Teosófico de Altadena también ha desaparecido). Todo se hace con espíritu de celebración, aunque los inicios del proyecto tuvieron un origen conmovedor. Barnes perdió a su marido de leucemia en 2014. Se conocieron nueve años antes, y solían pasear juntos por las colinas, recopilando información sobre casas solo por diversión. "Una vez que CahuengaPast se convirtió en un proyecto real en crecimiento, me di cuenta de que estaba más contenta y feliz de lo que jamás había estado desde enfermó. Que hablar de los fantasmas de las Colinas y descubrir y defender sus logros y pruebas olvidados me había ayudado sin querer a encontrar una paz más profunda con los míos", me dijo.  

      "Es un gran placer mostrar a la gente lo hermosa que es Los Ángeles: la naturaleza, el alcance, los detalles extravagantes, los patrones arquitectónicos y las tendencias por épocas. Es una comunidad increíble", añade. 

      Incendio de Mandeville Canyon ardiendo a lo lejos

      Incendio de Mandeville Canyon ardiendo a lo lejos.

      Fotografía de Michael Christopher Brown

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        Coche quemado abandonado en la autopista de la costa del Pacífico.

        Coche quemado abandonado en la autopista de la costa del Pacífico.

        Fotografía de Michael Christopher Brown

        Los recuerdos son la materia prima de las ciudades tanto como el hormigón y el acero. Gracias a los esfuerzos de historias orales como la de Barnes y al trabajo de las sociedades arquitectónicas e históricas de Los Ángeles, nuestra memoria colectiva se refuerza (la física y tangible, pero también la abstracta e ilusoria) incluso cuando el fuego sigue acechando.  

        Hace seis años, en otoño de 2018, cuando el incendio de Woolsey calcinó casi 100 000 hectáreas, estaba informando sobre mi libro más reciente, una investigación sobre lo que significa vivir en Los Ángeles, y oí hablar de un tipo llamado Robert Spangle. Spangle se graduó en el instituto de Malibú a mediados de los 2000 y se alistó en el cuerpo de Marines, completando misiones en Afganistán. Durante los incendios de Woolsey, puso en práctica su formación, escabulléndose detrás de las líneas policiales para unirse a un grupo de jóvenes surfistas que recorrían las colinas en camionetas, apagando incendios como podían, y a mano. Como marine, Spangle había sido operador de radiotelefonía, gestionando las comunicaciones de su unidad. Durante los incendios de Woolsey, arrastró una mesa de campamento y un saco de dormir hasta la cima de Point Dume, un prominente mirador sobre el Pacífico, y se mantuvo vigilante durante días, llamando por radio a los surfistas cada vez que detectaba nuevos incendios.

        "He perdido mucho sueño estos últimos días", me dijo Spangle cuando me puse en contacto con él la semana pasada. Hoy trabaja como fotoperiodista y diseñador, y cuando hablamos estaba en Italia, preparando una pequeña colección para la semana de la moda de Florencia. "Parte [de mi fatiga] son sueños recordando Woolsey y la otra parte es simplemente ansiedad por no estar allí, viendo a amigos perder casas y negocios".  

        Una chimenea es todo lo que queda de un edificio en Pacific Palisades tras la devastación ...

        Una chimenea es todo lo que queda de un edificio en Pacific Palisades tras la devastación del fuego.

        Fotografía de Michael Christopher Brown

        Como a todos los angelinos, a Spangle el fuego le resulta familiar. Recuerda haber visto a sus padres preparar la casa y empaquetar lo esencial, sabiendo que si las montañas se incendiaban, su padre se quedaría, a pesar de las órdenes de evacuación, para defender su propiedad. Spangle lo llamaba "el estilo Malibú". De hecho, cuando era mayor y se declaraba un incendio, lo consideraba un rito de iniciación: su padre le permitía quedarse y ayudar mientras su madre y su hermano pequeño evacuaban. Ahora, años después, viendo las noticias a miles de kilómetros de distancia, se sentía impotente. "Echo de menos Malibú todos los días, extrañamente aún más durante los incendios. La comunidad es realmente lo insustituible", dice.

        La semana pasada me crucé con un hombre que tocaba el ukelele en su sedán, con cada centímetro de su coche repleto de pertenencias. ¿Era un sin techo antes de los incendios? ¿Fue víctima de lo sucedido estas dos últimas semanas? En Los Ángeles es imposible saberlo. Hace 10 días que salgo de mi apartamento con una mochila llena de artículos de aseo, pilas de repuesto y documentos importantes. Como alguien que ha tenido la suerte de no vivir en una zona incendiada, me enfrento a la culpa del superviviente de diferentes maneras. Actualizo constantemente las aplicaciones de control de incendios y del aire, y rezo para que llueva. Mientras escribía este artículo, se declararon dos incendios cerca de mi casa, aunque por suerte se apagaron rápidamente. Soy voluntario, hago donaciones, me he obligado a leer los obituarios que van llegando a medida que se identifica y describe a los fallecidos. Pero varias veces me he topado con un muro. Después de haber estado yendo de un lado a otro durante días, de repente apenas puedo levantarme de la cama, y me quedo mirando al techo, agotado como pocas veces me he sentido.  

        Los horizontes al este y al oeste de mi apartamento ya no están llenos de humo. Estoy deseando volver a las montañas, recorrer los senderos, darle los buenos días a la gente con la que me cruzo. Tomando prestado a Spangle, ¿cuál es el "estilo Los Ángeles" en este escenario? A pesar de todas las pérdidas, en las últimas semanas hemos visto ejemplos inspiradores de resistencia y humanidad: vecinos que ayudan a vecinos, extraños que se hacen amigos. Los Ángeles se reconstruirá, siempre lo hacemos. Se levantarán nuevos edificios donde estaban los antiguos, y serán diferentes: quizá no podamos sustituir los iconos de la arquitectura de mediados de siglo, pero podemos diseñar estructuras que resistan mejor futuras quemas. Y, con suerte, cuando vuelvan los incendios, todos los lazos y los recuerdos de este momento nos harán más fuertes y nos prepararán mejor.

        El potencial de Los Ángeles sigue siendo inmenso.   

        Equipos de bomberos trabajando a lo largo de la autopista de la costa del Pacífico en ...

        Equipos de bomberos limpian la maleza bajo la luna llena, a lo largo de la autopista de la costa del Pacífico en Santa Mónica.

        Fotografía de Michael Christopher Brown
        Dos naranjos sobreviven a la destrucción a lo largo de la autopista de la costa del ...

        Dos naranjos sobreviven a la destrucción a lo largo de la autopista de la costa del Pacífico.

        Fotografía de Michael Christopher Brown

        Rosecrans Baldwin es el autor de 'Everything Now: Lessons From the City-State of Los Angeles' [Todo ahora: lecciones de la ciudad-estado de Los Ángeles], ganador del California Book Award.   

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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