Conoce a las primeras porteadoras de Perú
Al convertirse en las primeras mujeres que trabajan como porteadoras oficiales en el Camino Inca, estas peruanas pioneras están rompiendo la «montaña» de cristal.
Esta historia forma parte de Women of Impact, un proyecto de National Geographic centrado en mujeres que rompen barreras en sus campos, cambian sus comunidades e inspiran a actuar. Participa en el debate en nuestro grupo de Facebook.
Los Andes son impresionantes: la historia, las emblemáticas vistas alpinas, el aire enrarecido. Es un paisaje que exige que trabajes para ganarte su belleza. Y en el Camino Inca de Perú, los porteadores hacen la mayor parte del trabajo.
Cuando los turistas contratan excursiones guiadas, los acompañan lugareños que transportan la comida, las tiendas y el equipo a lo largo del camino. Cargar con mochilas pesadas en un terreno difícil a una media de 4.000 metros sobre el nivel del mar es un trabajo duro. También es una de las formas más fiables de ganarse la vida en estas zonas remotas.
Sin embargo, hasta 2016, era una forma de ganarse la vida solo para hombres.
«[La nuestra] no siempre ha sido una empresa de cambio social», afirma Miguel Ángel Góngora Meza, director y cofundador de Evolution Treks Peru. «Pero llegó a ser frustrante que nada cambiara. Por eso empezamos este proyecto. Queríamos mostrar un lado diferente del turismo».
Ese «empezamos», en plural, incluye a Amelia Huaraya Palomino, cofundadora y directora general de Evolution. Este dúo se enfrentaba a un problema por triplicado: veían que el machismo excluía a las mujeres del lucrativo trabajo de porteadoras, pero también el maltrato de los porteadores por parte de las agencias de viaje y la pobreza de las remotas aldeas de montaña que se encuentran en las rutas de las expediciones.
En 2015, la nueva empresa de Huaraya tenía dificultades para despegar, por eso se asoció con Góngora, para luchar contra estas injusticias. Un año después, la cooperativa Evolution se convirtió en la primera agencia de viajes peruana en contratar porteadoras. También pagan un buen sueldo a todas sus trabajadoras, les dan comida, tiendas y esterillas de la misma calidad que las de los clientes y ofrecen trabajo a las personas que viven a lo largo de la ruta, medidas radicales en esta industria problemática.
«Lo único que quieren las agencias es sacar beneficio, beneficio y más beneficio. No les importa cómo», afirma Huaraya. «Lo más triste es que los porteadores están muy maltratados. No les pagan lo que sería justo».
Pero aunque ofrecer condiciones justas a los hombres forma parte de la ética de Evolution, apoyar a las mujeres sigue siendo su reto más complejo.
Góngora y Huaraya explican que la misoginia, arraigada en el país, pinta a las mujeres como «débiles» y «frágiles», incapacitadas para un trabajo tan riguroso y que no deberían ganarse la vida. Según la Organización Mundial de la Salud, Perú ocupa el tercer puesto a nivel mundial en violencia de género.
«Cuando decimos que las mujeres trabajan para nosotros, hay quien dice: “¡Qué bien!”. Otras personas dicen: “Van a morir. No van a conseguirlo”», cuenta Góngora. «[Las porteadoras] han destrozado este mito.
La discriminación no es el único obstáculo al que se enfrentan. Suelen trabajar desafiando a familias o parejas preocupadas o que las desaprueban. Además, las regulaciones acordadas por una asociación de agencias de viaje estipulan que las mujeres solo transportan 15 kilogramos, mientras que los hombres cargan con 20. Esta discrepancia hace que contratar a mujeres sea una mala decisión empresarial.
Pero Evolution mantiene el mismo rumbo. Góngora explica que los meses que no cubren los gastos se equilibran con meses de beneficios, mientras que Huaraya señala que todavía son una empresa joven en un mercado muy competitivo.
«Creemos que no existe el turismo sostenible si no incluyes a las mujeres», afirma Góngora. «Y si no incluyes a las mujeres porque no le daría dinero a tu empresa, entonces no puedes autodenominarte sostenible».
Unas 24 mujeres trabajan en los tres locales de Evolution, la gran mayoría de ellas indígenas quechua de pueblos periféricos cuyos ingresos previos procedían de la venta de productos artesanales en mercados o en puestos a lo largo del Camino Inca.
«Hemos visto lo que hemos creado, lo que siempre habíamos querido, lo hemos logrado sin obligar a la gente», afirma Huaraya. «Ahora, cuando organizamos expediciones, las mujeres llaman para saber cuándo será y cómo pueden ser de utilidad en el grupo».
Otras agencias han empezado a contratar mujeres. Pero Evolution todavía es la única que envía mujeres al Camino Inca, una de las rutas más legendarias y desafiantes de Perú.
Para algunas mujeres, ser porteadoras no es solo un trabajo, sino un primer paso en su carrera. Las porteadoras suelen ascender para convertirse en guías y consiguen certificados en institutos donde se combina el senderismo con formación en inglés, historia y orientación.
La porteadora Sara Qqehuarahucho Zamalloa, de 24 años, es una de esas estudiantes. Gracias a una beca, puede estudiar y trabajar como ayudante de guía, encargada de dirigir la retaguardia en el sendero. En pocos años, se convertirá en guía.
Su consejo es simple: «Cuando te pones un reto por delante, lo logras, lo consigues», afirma.