El reciclaje de partes de cohetes: una peligrosa forma de ganarse la vida en Rusia

El equipo espacial desechado de un cosmódromo soviético secreto tiene una segunda vida como herramientas útiles y posiblemente contaminadas.

Por Michael Greshko
Publicado 6 ago 2018, 12:33 CEST
Anton, de 13 años
Anton, de 13 años, junto a un componente de un cohete en el pueblo de Dolgoshecheye, en el norte de Rusia, una de las casi 10 comunidades bajo el círculo polar ártico donde los residentes recuperan desechos espaciales.
Fotografía de Raffaele Petralla

En el óblast de Arcángel, en el corazón del noroeste de Rusia, se encuentra el Cosmódromo de Plesetsk, una base de misiles construida durante la Guerra Fría y ahora una de las instalaciones de lanzamiento de cohetes más activas del mundo. Pero como dice el refrán, todo lo que sube, baja.

Cada cohete lanzado desde Plesetsk se desprende de los depósitos de combustible y los propulsores gastados, muchos de los cuales caen en los terrenos del distrito septentrional de Mezensky, un área restringida a más de 320 kilómetros al noreste de la base. El mayor asentamiento de la zona es la ciudad de Mezen, de 3.575 habitantes.

La vida dentro y en los alrededores de Mezen no es fácil. Cada verano, los ríos inundan las zonas que atraviesan, bloqueando las carreteras locales y obligando a los residentes y a sus bienes a vadear múltiples ríos.

Por eso, una vez las partes desechadas de los cohetes caen desde los cielos sobre Mezen, los aldeanos rescatan los componentes. Fragmentos de fuselaje se convierten en barcos denominados roketa y en trineos de caza; el oro y el titanio que extraen de los componentes llegan a los mercados negros de Arcángel, la ciudad más grande de la región. Y fragmentos de algunos cohetes sobresalen en los jardines de los aldeanos, como si en sus parcelas hubieran crecido árboles de metal.

«No me lo podía creer cuando lo vi con mis propios ojos», afirma el fotógrafo italiano Rafaelle Petralla, que visitó la zona en 2017 y 2018 para documentar la forma de vida inusualmente aeronáutica de los aldeanos.

Un secreto intrincado y posiblemente tóxico

El Cosmódromo de Plesetsk comenzó siendo un intrincado secreto soviético. El público occidental no conoció la base hasta 1966, cuando los estudiantes y los profesores de un instituto británico dedujeron su presencia. La Unión Soviética no reconocería su existencia hasta 17 años más tarde.

La zona sigue rodeada de un halo de secretismo. El distrito septentrional de Mezensky se encuentra dentro de la «zona de seguridad fronteriza » de Rusia, lo que significa que los visitantes autorizados deben contar con la aprobación del FSB, el Servicio Federal de Seguridad de Rusia. Este requisito hace que los extranjeros —por no mencionar los fotógrafos extranjeros— escaseen.

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    Capturando imágenes de la vida en la región, Petralla espera que su obra difunda las historias de sus habitantes. En particular, explica que los aldeanos con los que habló seguían preocupados por los compuestos tóxicos que extendían los cohetes.

    «El gobierno no quiere recuperarlos, porque es demasiado caro, pero al mismo tiempo, contienen materiales tóxicos», afirma Petralla. «Por ejemplo, la NASA recupera cohetes del océano Atlántico. ¿Por qué el gobierno ruso no?».

    Cuando se estrellan en la Tierra, las etapas de los cohetes de Plesetsk contienen heptilo, un propergol muy tóxico y probablemente cancerígeno. Hay investigadores que estudian la contaminación por heptilo en torno al Cosmódromo de Baikonur, una base de lanzamiento de Kazajistán.

    Aunque los registros de cáncer en el óblast de Arcángel, la región donde se encuentran Mezen y Plesetsk, no muestran picos inusuales en relación al resto de Rusia, Petralla afirma que los aldeanos locales son tajantes sobre el precio del heptilo.

    La aldea de Kimzha, un encantador asentamiento flanquea el río Mezen, fue nombrada una de las aldeas más hermosas de Rusia en 2016. Desde los 60, decenas de cohetes han caído en los bosques alrededor de Kimzha.
    Fotografía de Raffaele Petralla

    Bulat Kenessov, analista químico en la Universidad Nacional Kazaja de Al-Farabi que estudia el heptilo de Baikonur, afirma que los riesgos para la salud en Plesetsk merecen un análisis más detenido, especialmente los vertidos de propergol en el propio cosmódromo.

    «Los riesgos para la salud humana están ahí y deberían analizarse», afirma Kenessov. «[Los investigadores locales cuentan con] un instrumental de talla mundial y personal muy cualificado. Hacen todo lo que pueden, pero sus capacidades se ven limitadas por la escasez de fondos».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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