Conoce al sherpa que llevó el wifi al Everest
Un emprendedor nepalí tiene el monopolio del acceso a Internet al pie de la montaña más alta del mundo.
Suresh Lama, ingeniero acreditado de redes inalámbricas de Everest Link en el campo base, junto a su compañero Pasang Wongde. Pasaron dos meses en la montaña para asegurarse de que los escaladores y sus equipos de apoyo pudieran seguir conectados al resto del mundo.
Los escaladores que llegan cada primavera al campamento base del Everest se preparan para una miríada de peligros —como el mal de altura, las avalanchas o las enfermedades infecciosas— para tener la oportunidad de pisar la cima de la montaña más alta del mundo. Con todo, en el campamento base se presenta un asunto acuciante pero menos mortal: ¿cómo te conectas a Internet?
Obviamente está el deseo mundano de los escaladores y sus proveedores de retransmitir sus experiencias en tiempo real a audiencias de todo el mundo. Sin embargo, no es un problema del todo trivial si pasas hasta seis semanas en el campamento base, donde dependes de pronósticos meteorológicos cruciales y asesoramiento médico que llegan de muy lejos.
Hace unos años, una empresa de telefonía móvil intentó satisfacer esta necesidad introduciendo servicio 3G en el campamento base del Everest, pero la cobertura sigue siendo débil e irregular en circunstancias óptimas y los habitantes del campamento se ven obligados a trepar a las rocas y mover los móviles de un lado al otro para intentar captar la señal.
Antes de que Everest Link trajera Internet inalámbrico al campo base, los escaladores se comunicaban con teléfonos por satélite muy caros. Las ventajas financieras de Everest Link frente a los módems por satélite son discutibles: un módem por satélite y un paquete de datos ilimitados cuestan 5000 dólares; una tarjeta de 10 gigas de Everest Link, 200.
Para alivio de la comunidad del Everest, esos días han llegado a su fin y el wifi (más o menos) estable ha llegado al campamento base. Ahora, decenas de expediciones cuentan con su propia señal exclusiva por cortesía del proveedor de telecomunicaciones más extremo del planeta. Es la creación de Tsering Gyaltsen Sherpa, un emprendedor nepalí que, mientras introducía su valle de Khumbu natal en el siglo XXI, se convirtió en la persona más poderosa del campamento base pese a que apenas lo pisa.
No damos cambio
Hace unas semanas, trepé por una colina empinada de escombros en medio del campamento base del glaciar de Khumbu y me detuve para recuperar el aliento y comprobar la dirección: pasa el campamento de Madison Mountaineering, sube hasta la clínica Everest ER, busca una tienda de color azul desgastado a la izquierda.
Apenas hay señalización, pero una antena alta anclada a varios paneles solares y una figura agachada ataviada con un plumífero y que sostenía varios dispositivos atados con USB me dicen que este debe de ser el lugar correcto.
Me acerco a la tienda azul desteñido y ofrezco un cordial «namasté» antes de subir la cremallera y entrar. Varios rostros nepalís me sonríen entre el humo del tabaco. Parece que he interrumpido una partida de póker; billetes de cien rupias yacen entre mecheros y teléfonos móviles en el suelo y una taza de hojalata hace las veces de cenicero.
Mi presencia no necesita explicación. «Ofrecemos cuatro paquetes de servicio», me cuenta uno de los chicos a mi derecha, Suresh Lama, mientras se desata un debate acalorado sobre la última mano. «1GB vale 5000 rupias; 2GB, 7500; 5GB, 14 500; y 10GB, 20 000».
Conectarse a la red cuesta un mínimo de 50 dólares, pero cuando eres el único proveedor de la zona, puedes cobrar un extra.
La verdad es que es un precio relativamente bueno. Durante la mayor parte del siglo actual, las comunicaciones por satélite han sido la única opción. Un teléfono por satélite puede costar entre 600 y 1000 dólares. Si a eso sumamos los uno o dos dólares por minuto que cuesta el servicio internacional, los equipos pueden gastar hasta 10 000 dólares en alquiler de hardware y en paquetes de datos para cada temporada.
Le doy a Suresh un fajo de billetes de cien dólares para mí y un par de amigos. Imprime un pequeño recibo en papel con los nombres de usuarios y las contraseñas. Encogiéndose de hombros, añade: «Lo siento, no damos cambio».
Sherpa MacGyver
Tsering Gyaltsen Sherpa creció Namche Bazar, la ciudad comercial central de la región nepalí de Khumbu y un centro popular entre escaladores y senderistas. Ahí fue donde comenzó la idea de Everest Link allá por el 2000, cuenta, cuando diagnosticaron cáncer de mama a su madre.
«La llevamos en avión a Katmandú para hacerle un chequeo y descubrimos que le quedaba muy poco, uno o dos años», afirma. Su hermana, que dirigía un albergue en Tengbouche, estaba tan preocupada que cerró su negocio para estar con su madre. «Mi hermana pudo sobrevivir a una temporada entera sin beneficios, por suerte, pero no creo que todos los sherpas sean capaces. Así me di cuenta de que era necesario poder comunicarse en el Khumbu».
El año siguiente, los rebeldes maoístas derribaron la torre de comunicaciones del gobierno en Namche, dejando la ciudad sin teléfonos durante más de un año. Pese a carecer de formación técnica, Gyaltsen averiguó cómo restaurar el servicio de su ciudad y después uniría 13 aldeas por radioteléfono y abriría uno de los primeros cibercafés del Khumbu. Los rebeldes volvieron en 2004 y las amenazas y ataques personales paralizaron a Gyaltsen durante una década.
Everest Link, fundada a finales de 2014, es la culminación de su esfuerzo para traer conexión a su valle natal. Proporciona acceso inalámbrico fijo estableciendo 36 torres en puntos elevados hasta el valle de Khumbu, lo que permite que el campamento base disfrute de transmisión inalámbrica en la línea de visión. Everest Link también ofrece routers inalámbricos a 166 albergues, vinculados a la torre principal para abastecer a todo el pueblo.
«Es una empresa comunitaria», afirma Gyaltsen. «Proporcionamos la instalación y compartimos los beneficios de la venta de las tarjetas de datos. Todo el mundo se beneficia».
Los dueños de los albergues y los guías certificados tienen acceso gratuito a Internet y el pasado noviembre Everest Link puso en marcha «Hello, Doctor», un programa que ofrece consultas médicas gratuitas a cualquier persona que esté en el Khumbu. Pero la mayor ventaja en opinión de Gyaltsen es el acceso a la educación que proporciona Internet. «Con las redes sociales, primero subes una foto, después tienes que escribir un pie de foto», dice. «Así es como aprenden a leer y escribir muchos nepalíes».
Técnicamente, la torre que da a Gyaltsen tanto dolor de cabeza no se encuentra en la alta montaña, sino al sur, en las colinas. «Solo hay una entrada al Khumbu y para atravesar esa zona tienes que ir a un lugar en particular donde es muy habitual que caigan rayos. Han caído más de 10 veces. Hemos probado todo tipo de pararrayos, pero ninguno funciona».
Todos quieren hablar
La partida de póker ha acabado hace ya un rato y han vaciado el cenicero; las colillas se amontonan ahora en el suelo de la tienda de campaña. Suresh, el ingeniero acreditado de redes inalámbricas del campamento base, yace solo en su saco de dormir mientras supervisa el ancho de banda con un ordenador portátil.
«Todos quieren hablar con su mujer y con su familia», dice. «Es lo más importante. Cuando la gente viene a comprar tarjetas, les digo que usen el wifi para comunicarse, no para divertirse».
Debido al entorno caótico del glaciar de Khumbu, Suresh y su compañero, Pasang Wongde, deben hacer horas extra para que el sistema siga funcionando. «Siempre hay algún problema. Intentamos minimizar las interrupciones, pero ocurren», explica.
Everest Link proporciona unos 30 módems de wifi local a expediciones individuales y cada uno tiene su propia señal protegida con contraseña. Cuando funciona bien, el sistema puede transmitir un total de unos 50 megabytes por segundo desde el campamento base. El problema principal es la energía; cada torre tiene paneles solares para obtener electricidad y si hay varios días nublados consecutivos, las baterías se agotan enseguida. «Si no hay sol, se acabó», explica Suresh.
Otros problemas importantes son la fusión de los glaciares a los que están ancladas las torres y los fuertes vientos. «En la parte baja del valle, si reparas una torre ya está, pero aquí tenemos que visitar las torres a diario. Si enderezas una torre, al día siguiente está así», dice haciendo una diagonal con la mano.
Suresh y Pasang están apostados en el campamento base durante los dos meses de la temporada de escalada y su trabajo los tiene alejados de casa durante nueve meses del año.
«Tengo una mujer y un hijo, tiene 22 meses. Lo echo mucho de menos. Hoy en día nadie puede vivir sin Internet», musita Suresh. «Es como una adicción, creo yo. Incluso los nepalíes están usando Internet cada vez más. Si quiero tomarme un descanso, aunque sea un día, aún tengo que ver el móvil».
Con todo, Suresh Lama está orgulloso de su trabajo: «Puedo hacer que la gente se comunique y eso me hace muy feliz. A veces todo va mal y la gente se enfada, pero en general siento que he hecho algo bueno. Es bueno hablar con tu familia».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.