¿Volverá la gente a visitar estos puntos de interés turístico?
De la Blarney Stone de Irlanda al Gum Wall de Seattle: estos lugares «llenos de gérmenes» se enfrentan a un nuevo reto turístico por la COVID-19.
Una bandera hecha de chicle masticado «ondeaba» en el Gum Wall de Seattle, que se limpia con frecuencia. Este lugar ha sido un punto de interés turístico desde que comenzó la tradición en los años noventa. Como otros lugares turísticos «antihigiénicos» del mundo, afronta un futuro incierto.
Durante siglos, los turistas que buscaban el don de la palabra han subido a la cima de un castillo medieval, se han inclinado por un agujero en el parapeto y le han plantado un beso a un pedazo de piedra caliza conocido como Blarney Stone.
Entre otras cosas, se dice que esta roca legendaria es un antiguo altar de piedra traído de las Cruzadas, pero además es uno de los lugares de interés turístico más populares de Irlanda. Además, se rumorea que concede «el don de la elocuencia» a quienes la besan. El año pasado, casi la mitad de los 460 000 visitantes del castillo y los jardines de Blarney besaron la piedra. Son un montón de labios.
En todo el mundo, este tipo de atracciones que ofrecen turismo «antihigiénico» —estatuas, piedras y otros objetos que los visitantes tocan o besan debido a mitos, leyendas, creencias o tradiciones— se enfrentan a un reto único durante la pandemia. La práctica, que suscita intriga y asco a partes iguales, puede considerarse peligrosa o irresponsable debido al COVID-19. Aunque pocos estudios sanitarios se han centrado en estos lugares turísticos antihigiénicos, se asume que es raro que estas interacciones provoquen enfermedades graves. Pero eso era antes de que la pandemia global convirtiera el contacto físico en tabú. Ahora, estos sitios son vectores en potencia para el contagio del nuevo coronavirus de visitante a visitante, a través de las gotitas que se dejan con los besos, las manos o al exhalar.
En la era del coronavirus, ¿cómo convences a los turistas de que es seguro interactuar físicamente con un objeto que han tocado o besado miles de personas? Los lugares turísticos antihigiénicos deben afrontar el miedo al turismo y averiguar cómo mantener sus legados culturales sin dejar de proteger al público de los patógenos.
¿El don de... los microbios?
Blarney Stone, que suele considerarse el lugar de interés turístico más antihigiénico del mundo, reabrió a finales de junio tras haber cerrado por primera vez en sus 600 años de historia en marzo. Pese a la COVID-19, casi uno de cada tres visitantes sigue besando la piedra.
«Creo que preveíamos menos», afirma Paul O’Sullivan, director de marketing del castillo. «Pero cuando hablamos con la gente, nos sorprende lo lejos que llegan para arriesgarse lo menos posible».
La imagen, sacada en torno al 1950, muestra la pose que deben adoptar los visitantes para besar la famosa Blarney Stone. En la era del coronavirus, los trabajadores que sostienen a los visitantes llevan mascarilla, pantalla facial y guantes que cambian después de cada turista.
El castillo de Blarney ha tomado muchas medidas de limpieza. La más notable es el uso de un producto responsable con el medio ambiente aprobado por la Organización Mundial de la Salud para limpiar la piedra tras cada beso y dejar un minuto entre visitantes para que el producto se seque. Los trabajadores que sostienen a las personas que besan la piedra llevan mascarilla, pantalla facial y guantes, y se cambian estos últimos después de cada visitante. En castillo ofrece puntos de desinfección de manos, aplica medidas de distanciamiento social y desinfecta con regularidad las superficies de alto contacto. Además, a la entrada registran los datos personales de los visitantes para el rastreo de contactos.
Incluso antes de la pandemia, la piedra se limpiaba con regularidad con un desinfectante general que no dañaba ni decoloraba la caliza, desgastada por los millones de besos. O’Sullivan dice que, antes de la pandemia, los visitantes intentaban limpiar la piedra con toallitas húmedas y otras cosas, así que el castillo tuvo que ser más proactivo respecto al uso de productos adecuados para la piedra caliza.
«Ahora somos mucho más rigurosos que nunca», añade.
Chicles sobre ladrillo
Otro sitio turístico plagado de microbios es el Gum Wall del mercado de Pike Place, en Seattle, Estados Unidos, donde miles de personas añaden chicles mascados a un mosaico de 2,4 por 16 metros, una tradición desde los años noventa. El Gum Wall es popular entre los visitantes que quieren sacarse una foto y colocar su propio chicle; algunos hasta se atreven a lamer la pared. Esta pared se encuentra en un edificio de ladrillo histórico y se limpia con regularidad, aunque la gente añade más chicles tras cada limpieza.
En 2015, el Gum Wall se limpió por primera vez en 20 años. Retiraron casi una tonelada de chicle de los ladrillos de 115 años de antigüedad. Como no hay leyes ni normativas que prohíban poner chicle en la pared, los visitantes siguen la tradición, lo que exige limpiezas regulares.
«Es peculiar, colorido y está lleno de vida», afirma Madison Bristol, que trabaja en relaciones públicas del mercado.
El Gum Wall ha permanecido abierto desde el comienzo de la pandemia, aunque ha recibido menos visitantes. Durante el verano volvieron los turistas: las fotografías recientes publicadas en Instagram muestran a gente posando, haciendo burbujas con el chicle y colocando el chicle en la pared. Bristol dice que no esperan que el Gum Wall sea tan popular este año, pero otros miembros del sector turístico local no creen que los futuros visitantes se sientan disuadidos.
«Lo cierto es que no tocas nada, así que creo que, en adelante, la gente va a seguir viniendo a verlo», cuenta Colin Perceful, dueño y consejero delegado de la turoperadora Totally Seattle. «Los turistas aún quieren vivir esa fantasía».
Durante el confinamiento, este lugar se subió al tren del turismo digital cuando dos emprendedores tecnológicos locales crearon un Gum Wall virtual para ayudar al sector hostelero de Seattle.
«Creo que cuesta remplazar el acto físico de visitar el punto de interés turístico y participar», afirma Mark Michael, cocreador de la experiencia virtual. «El Gum Wall es icónico».
Un futuro incierto
En algunos lugares —como Punta Arenas, en Chile, donde se dice que besar el pie de una estatua de un indígena patagón previene las enfermedades y da buena suerte—, el sector turístico aún no ha reabierto, lo que deja en el aire los planes de salud y seguridad.
«Como no hemos recibido a ningún turista en nuestra ciudad, cuesta saberlo», afirma Marta Larravide Villagrán, autoridad local de la junta nacional de turismo de Chile, SERNATUR. «Quizá durante un tiempo la gente no toque ni bese el pie, pero la tradición perdura».
En el Teatro Chino de Hollywood, donde los visitantes pueden colocar sus propias palmas de la mano en las huellas de sus estrellas de cine favoritas, este punto de interés turístico ha permanecido cerrado desde marzo y aún están trabajando en las medidas de seguridad para la reapertura.
Otros han reabierto, pero solo para los fieles. En mayo, los trabajadores del Vaticano desinfectaron por completo la Basílica de san Pedro —donde el pie de bronce del santo se ha convertido en una masa amorfa tras siglos de besos y toques—, aunque la iglesia reabrió para celebrar misa, no para los turistas.
Incluso los lugares que han seguido funcionando con normalidad están esperando a ver qué les depara el futuro.
«Creo que el porcentaje de personas que besa la piedra podría disminuir», especula O’Sullivan.
Hay una ventaja: la pandemia ha frenado temporalmente la ola de sobreturismo en destinos populares, lo que ha permitido que los vecinos admiren sus tesoros sin multitudes de por medio.
«Es increíble cuánta gente [irlandesa] ha venido aquí por primera vez», cuenta O’Sullivan.
Zoe Baillargeon es una escritora de viajes galardonada y periodista afincada en Portland, Oregón (Estados Unidos). Síguela en Twitter.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.